Esta historia ha sido creada por @Nahia con fines de entretenimiento y sin ánimo de lucro. Todos los personajes del universo Eldarya pertenecen a la empresa Beemov y a Chinomiko. No se permite el plagio o modificación del siguiente fic.
Los capítulos se publicarán periódicamente en un margen de 15 días. En caso de que algún capitulo no se publique en ese margen de tiempo se avisará previamente en el siguiente tema.¡Advertencia! El papel de algunos personajes en este fic y su historia han sido modificados con respecto a la trama de The Origins según las preferencias de la autora.
Del antiguo dios del mar Forcis y su compañera Ceto, nacieron Esteno, Euríale y Medusa, las primeras Gorgonas. Esteno y Euríale eran mujeres inmortales de aspecto monstruoso con alas, colmillos de cerdo y cabello de serpientes. Medusa, por el contrario, era la única mortal de sus hermanas y poseía una apariencia humana.
Medusa creció y se convirtió en una hermosa joven, deseada por los hombres y hasta los mismísimos dioses. Esta decidió consagrar su vida a la diosa Atenea, convirtiéndose en su sacerdotisa.
Un día, Medusa paseaba por la orilla de la playa, dónde fue vista por Poseidón, que quedó al instante prendado por su belleza. A pesar de las constantes insinuaciones del dios, Medusa resistió a sus encantos y lo rechazó. Fue entones cuando el dios del océano decidió tomarla por la fuerza. Medusa, huyó al templo de Atenea en busca de protección, pero Poseidón la alcanzó y la forzó en el suelo, en frente de la estatua de la diosa.
Atenea, sintiéndose ultrajada y ofendida, castigó a Medusa convirtiendo sus cabellos en serpientes y haciendo que todo aquel que la mirara a los ojos quedara petrificado.
Años después, Perseo fue en busca de la cabeza de la Gorgona. El humano Perseo conquistó a Medusa con falsas palabras amables y promesas de amor, y esta se enamoró de él. La Gorgona yació junto al joven mortal y una vez consumado el encuentro, se quedó dormida a su lado, dando la espalda al chico. Perseo aprovechó el momento para decapitar a la joven, y de su sangre nacieron sus hijas, mitad Gorgona, mitad humanas.
Muchas de ellas encontraron la muerte a manos de los humanos, quienes temían sus poderes. Otras, se criaron entre ellos ocultando su verdadera naturaleza. Con el paso de los siglos, las Gorgonas olvidaron quienes eran. Es aquí donde empieza la historia de Nahia.
CAPÍTULO 1
Nahia
Parpadeo varias veces para dejar que mis ojos se acostumbren a la repentina luz cegadora. Formas y colores de plantas empiezan a aparecer ante mí. Sin embargo, estas plantas no se parecen en nada a las que observaba hace unos minutos en el bosque cercano a mi casa. Árboles tan altos que no alcanzaba a ver sus copas, flores algunas gigantes y otras diminutas con luces que emanaban de sus pétalos y arbustos con frutos totalmente nuevos para mí. Mis ojos recorrían frenéticamente las distintas figuras, incapaces de asimilar el paisaje que ante ellos se alzaba. ¿Estaré soñando?
De repente, un matojo de hierbas que se encontraba a escasos dos metros de mí empezó a sacudirse levemente y de él emergió un pequeño conejo, salvo que no era un conejo normal, sus ojos eran de un intenso rosa magenta y su pelaje, aunque casi blanco, también tenía unos leves matices rosados. Para hacerlo todavía más extraño, su cabeza estaba coronada con dos pequeños cuernos, como los de un cabritillo. Fascinada por el pequeño animal, di algunos pasos hacía él acercando mi brazo izquierdo hacia él. Cuando me encontraba a uno pocos pasos de él me puse de cuclillas para no asustarle. Las puntas de mis dedos estaban a punto de rozar la cabeza del pequeño mamífero cuando de repente…
- ¿Cómo haber llegado tú aquí? – dijo una voz grave que más que hablar parecía gruñir.
El extraño conejo desapareció en la espesura del bosque, sin duda asustado por el repentino grito. Busqué el origen de la voz, y ahí erguido en todo su esplendor, al lado de un ciprés, había una criatura que debía medir más de dos metros, con la piel oscura y llena de cicatrices. Tenía un cuerpo enormemente trabajado y vestía una especie de armadura de cuero y cobre que dejaba prácticamente al descubierto su torso y abdominales. Mi respiración se cortó al ver su cabeza, parecida a la de un jabalí con dos grandes colmillos que sobresalían de su boca. Sin siquiera molestarme en responder su pregunta, me giré en dirección contraria a la que se encontraba aquel monstruo y eché a correr sin un rumbo fijo.
¿Qué diablos era esa cosa? Definitivamente debía estar teniendo el sueño más raro de mi vida. Distintos paisajes vegetales se fueron sucediendo ante mis ojos a medida que mis piernas avanzaban con dificultad por el salvaje terreno. Las sandalias de plataforma que llevaba puestas no facilitaban la tarea. Podía oír a mi perseguidor avanzar entre la maleza detrás de mí con su respiración jadeante, lo cual me alentaba a no pararme a pesar del cansancio que se iba acumulando en mis piernas y mi respiración cada vez más agitada. Estaba perdida en mis pensamientos cuando sentí que me chocaba con algo robusto y blando al mismo tiempo.
Antes de darme cuenta mi cuerpo se encontraba derrumbado en el suelo y delante de mí había un hombre joven de no más de 23 años con la piel bronceada, el pelo blanco plateado y ojos del color del ámbar. Llevaba una extraña vestimenta y en su mano derecha sostenía una maza descomunal como si fuese el objeto más ligero del mundo, pero sin duda era lo más normal con lo que me había cruzado desde que llegué aquí.
- ¡Tienes que ayudarme! Me persigue un monstruo. – le supliqué sin perder tiempo en presentarme. Tire levemente de su mano libre para que comenzase a correr, pero lejos de empezar a moverse, sus pies parecían anclados al suelo.
- ¡Valkyon, ella salir de portal! ¡Nosotros deber llevar ella a Miiko!
¡Maldición! Aquel jabalí parlante me había alcanzado. Espera un momento… ¿Valkyon? ¿Se refería al chico que se encontraba a mi lado? ¿Cómo es posible que sepa su nombre?
Mis ojos miraron nuevamente al platinado con una expresión totalmente diferente: miedo.
Me preparé para echar a correr nuevamente, pero el tal Valkyon pareció leer mis pensamientos y me agarró bruscamente de ambos brazos antes de que pudiese siquiera intentarlo.
- ¡Suéltame ahora mismo o gritaré! – le exigí intentando sonar lo más segura de mí misma que pudiese mientras intentaba zafarme de su agarre.
- Tranquilízate. Jamón y yo solo queremos aclarar lo que está pasando aquí.
¿Jamón? ¿El pseudo cerdo parlante se llamaba Jamón? Pese a la situación en la que me encontraba no pude evitar esbozar una sonrisa al oírlo. Durante unos segundos que me parecieron horas sopesé mis opciones: tanto Jamón como Valkyon tenían una complexión extraordinariamente fuerte y no creo que mis 58 kg pudieran hacer nada contra ellos, no sabía donde estábamos por lo que correr sin rumbo eternamente tampoco era una opción y por otro lado los dos desconocidos habían tenido oportunidades más que de sobra para hacerme daño y todavía seguía ilesa. ¿Tal vez acompañarlos no fuese tan mala idea?
- Está bien, os seguiré – accedí finalmente. – Pero caminaré por mi propio pie, así que suéltame.
Valkyon parecía analizarme con la mirada, tal vez intentando descifrar si trataba de engañarle. Jamón, por su parte, ya había avanzado hasta nuestro lado y esperaba pacientemente a que tomase una decisión. Finalmente, la fuerza ejercida por sus manos en mis brazos desapareció, dejándome libre.
- Está bien, démonos prisa. – dijo sin añadir nada más y él y Jamón se pusieron en marcha.
Empecé a caminar a su lado y decidí qué si este sueño iba a durar mucho más, quería al menos entender algo de lo que estaba pasando aquí.
- Antes dijisteis que tenía que ver a un tal Miiko, ¿quién es ese? ¿Vuestro amigo?
La risa de Jamón se hizo eco en el claro del bosque, retumbando en los árboles que nos rodeaban.
- Miiko no ser hombre, Miiko ser jefa Guardia de Eel. – dijo finalmente.
- ¿Guardia? ¿Eel? ¿De qué estáis hablando?
Ahora tenía todavía más preguntas que antes, si es que eso era posible. Jamón abrió la boca para decir algo, pero fue interrumpido por Valkyon antes de que ningún sonido saliese de su boca.
- No tiene sentido hablar de eso ahora. Miiko te dirá todo lo que necesites saber cuándo lleguemos.
Guardé silencio, aunque algo molesta con su tajante respuesta. No era él el que había aparecido en un lugar desconocido y no entendía nada de lo que estaba pasando. Nuestra comitiva siguió avanzando en silencio por el bosque, con Valkyon a la cabeza del grupo y Jamón situado justo detrás de mí, como si estuviesen preparados para que intentase huir en cualquier momento. Decenas de pequeños ojos nos observaban escondidos entre la maleza o las copas de los árboles.
Tras 15 minutos de caminata una especie de ciudad amurallada apareció ante nuestros ojos. Desde lo alto de la muralla centinelas nos observaban cuidadosamente. A simple vista parecían hombres y mujeres normales, pero tras observarlos algunos minutos noté que no eran simples seres humanos: a algunos las orejas les terminaban en punta y eran ligeramente más grandes que las habituales en personas, otros poseían orejas y colas de animales como conejos o gatos, los brazos de algunas mujeres eran sustituidos por alas cubiertas de plumas… ¿Dónde había ido a parar?
Sin detener mi paso junto a mis dos acompañantes, atravesé el portón de la muralla, y observé con atención el espectáculo que ante a mí aparecía: niños con cuernos y patas de carnero jugando, golems y centauros que entrenaban el combate cuerpo a cuerpo, gatos parlantes que vendían alimentos y materiales en una especie de mercado al aire libre. El olor de las especias y los panes recién horneados llenaban el ambiente.
Finalmente entramos en un edificio y sorteamos el vestíbulo hasta encontrarnos en una sala cuyas paredes estaban formadas por amplios cristales que dejaban entrar la luz natural a la estancia. En el centro de esta había un inmenso cristal de color azul que resplandecía. No sé porque, pero mi corazón se inundó de paz y sosiego al verlo, y por un instante sentí que nada podía salir mal.
- ¡Jamón, Valkyon! ¡Por fin estáis aquí, ¿conseguisteis el sirope de ciprés que os encargué para mi poción contra los forúnculos? – dijo un joven de pelo azul que se encontraba en la sala, junto a otras tres personas más.
El joven en cuestión, sin llegar a las dimensiones de Jamón, era de una altura considerable, tenía la piel tersa y brillante, sus ojos eran de un intenso azul y su sonrisa y postura demostraban una seguridad en sí mismo sin precedentes.
- Lo siento, Ez. Tuvimos un imprevisto. – dijo Valkyon echándose a un lado para que el pequeño grupo pudiese echarme un vistazo.
Cuatro pares de ojos se posaron en mí repentinamente mirándome de arriba a abajo con sorpresa. Uno de ellos era un hombre de complexión musculosa, con la piel morena, el pelo algo largo y platinado recogido en una pequeña coleta y los ojos de un azul brillante que recordaban al hielo. A su derecha estaba el peliazul de antes y al lado de este una mujer joven, de estatura media que llevaba un cetro del que salían llamas azules. Tenía el pelo negro y liso con flequillo y este le llegaba hasta la cintura. Lo que realmente la hacía un personaje de lo más extraño eran unas orejas negras de zorro y tres colas que asomaban detrás de ella y se movían a su antojo. Por último, había un joven de tez pálida y orejas terminadas en punta. Su cabello era negro como la noche y lo suficientemente largo para taparle uno de sus ojos grises, o más bien el parche que ocultaba uno de ellos. Mientras me observaba de arriba abajo sonreía con socarronería, dejando ver unos colmillos puntiagudos, como los de un vampiro.
- ¡¿Se puede saber que hace una humana aquí?! – dijo la mujer zorro exaltada y con sus ojos abiertos como platos.
- Jamón encontrar en claro del ciprés y pensar que ser mejor llevar ante Miiko. – dijo el ¿ogro?
- No podemos permitir que un humano campe a sus anchas por las tierras de Eel, llevadla a la prisión hasta que la interroguemos y descubramos lo que sabe.
¿A prisión? Eso sí que no, había aceptado acompañarlos hasta aquí libremente, pero no iba a permitir que esos salvajes me encerrasen para interrogarme usando Dios sabe que métodos.
- ¡De eso nada! He venido aquí para hablar y que alguien me explique qué esta ocurriendo, pero no seré vuestra prisionera, ni os seguiré dócilmente para que me encerréis.
Y para hacer más claro mi punto me senté con las piernas cruzadas estilo indio en el frío suelo de la sala. Puede que mi reacción fuese algo infantil, pero no pensaba colaborar en sus planes de interrogarme. No había hecho nada malo después de todo.
- ¡¿Cómo te atreves a hablarme en ese tono?! Se acabó. Valkyon, Lance; llevárosla ahora mismo.
Tras esta frase, el hombre de ojos azules y pelo platinado se acercó a mí con diligencia y me levantó del suelo cargándome a su hombro, como si de un saco de patatas me tratase. Me revolví entre sus brazos, mientras golpeaba su espalda con mis manos cerradas en puños y le gritaba múltiples improperios. Él, lejos de inmutarse o reaccionar de alguna manera, continuó su camino. Detrás de él iba Valkyon, supongo que listo para intervenir en el caso de que las cosas se pusiesen feas.
Los dos platinados fueron atravesando salas hasta llegar a unas escaleras de caracol de color carmesí. Para aquel momento, yo ya había aceptado la realidad: Lance era demasiado fuerte para mí. Mis extremidades colgaban relajadas a ambos lados de su hombro mientras bajaba las escaleras. Estas parecían no tener fin, pero mis dos captores las descendían sin mostrar el menor signo de cansancio. Finalmente llegamos a la prisión, que se encontraba excavada en una gruta natural de cuyo techo colgaban algunas celdas. Estas estaban suspendidas sobre un estanque de un color algo inusual.
Valkyon abrió la cerradura de una de las celdas con un manojo de llaves que no me había percatado que tenía hasta ahora. Después se apartó a un lado, para que Lance me lanzara con no demasiada suavidad a ella.
- Quédate aquí y después volveremos para hacerte unas preguntas. Te lo advierto: intentar escapar no te servirá de nada. – dijo este último, hablando por primera vez. Su voz era grave y arrastraba las palabras con cierta dureza.
Algo en él hacía que me estremeciese. Decidí no empeorar la situación y asentir levemente con la cabeza, mientras me sentaba en mi celda abrazando mis piernas. Mis ánimos empezaban a disminuir, debido a lo penoso de mi situación, y por mucho que me costase aceptarlo empezaba a creer que esto no era un sueño.
Los dos hombres abandonaron la estancia dejándome sola con mis pensamientos…
“I am the ocean. I am the sea. There is a world inside of me.”