¡Muchas gracias a todas las personas que visitan esta historia!
[No sé si todo esté correcto, intenté imitar a los otros temas, aaAAAAAaaaa *Explota*]
— El siguiente fanfic, al ser de aventura y fantasía oscura, tocará temas de religión, violencia, política y guerra. Ninguna referencia será a política ni guerras del mundo contemporáneo. Las religiones serán ficticias así sus dioses, exceptuando los antiguos panteones —no vigentes— tales como los griegos, egipcios, etc. Las pocas referencias a religiones contemporáneas intentarán tratarse de la forma menos explicita posible y desde el respeto, aaaaaA. Procedan con cuidado.
— La madurez de este fanfic no será mayor que la madurez del juego —eso creo yo—, sin embargo ahí están los avisos, eoeoeoeoe.
— Probablemente esta cosa vaya para largo. Juro que pensaba hacerlo corto, pero mientras más escribo más se alarga. Intentaré actualizar una vez por semana.
— ¡El respeto ante todo y para todos! Las críticas son aceptadas, pero con amor pq estoy chikita y lloro.
— Este fanfic está centrado en mi guardiana, y si bien su interés amoroso será Ashkore, la historia estará más centrada en el desarrollo de los personajes, así la aventura.
A TODOS/AS LOS/AS JUGADORES/AS
Antes de publicar un mensaje:
— Elegid bien el tema
— Nada de incoherencias
— Nada de flood
— Nada de temas "sensibles"
— Vigilad vuestro comportamiento
— Nada de conflictos en los temas. Para ello utilizad la mensajería privada
— Tened en cuenta los comentarios de los moderadores
— Por favor, leed atentamente las reglas del foro para más información
En el Inicio solo estuvo Padre, y de las manos de Padre nació Uno.
Uno fue el primero, y suyo fue el sol. Su piel morena, su sangre de oro [...], suyo fue también el deber de proteger a sus hermanos, incluso de sí mismos.
Siete fue la primera mujer, creada para acompañar a Uno. Suyo fue el destino de tirar del hilo de los hombres.
[...]
Pero ella no era pura, y amó más a los hombres que a sus hermanos los dioses. Robó el corazón de la vida y en su capricho lideró una rebelión contra el destino [...]. Murió a manos de Uno que repartió sus dones entre sus hermanos y destruyó sus recuerdos y su alma. Pero Uno aún la amaba y compadecido resguardó un fragmento de su alma para hacerla parte del ciclo de la vida.
No más diosa, sino humana.
Espacio reservado a los dibujos míos y de otras guardianas que quieran plasmar alguna escena del fanfic.
Galería
Sinopsis
Prólogo
¡Y sin más preámbulos!
Prólogo
"Tu camino".
"Tu destino".
"Solo tuyo".
"Tu deber".
Todo lo que podía hacer era escuchar las voces que repetían lo mismo. Destino, destino, destino. Sabía que era un sueño, así que no estaba asustada, pero más allá de eso Septiane quería saber su destino.
Suyo.
Siguió caminando por el camino de las estrellas, y cuando ya no hubo más donde caminar una voz se alzó por encima de las demás:
"Ahora".
Saltó al vacío.
Un par de manos de mármol blanco la atraparon en el aire. La diosa. Y cuando se miraron directamente Septiane escuchó su nombre: Siete.
Todo se volvió blanco y cuando despertó estaba en medio de un bosque desconocido con árboles desconocidos, siete cristales azules en su regazo, tan hermosos que quería comérselos. Lo intentó, cuando sintió un golpe en la cabeza. Era un hombre alto, de piel oscura, cabello blanco y una cicatriz en el rostro.
Entonces todo se volvió negro.
Primeros pasos I
Su cabeza dolía.
—¿Es realmente necesario tenerla aquí? —escuchó a lo lejos—. Tiene una contusión.
—No sabemos si ingirió otros cristales, podría ser peligrosa.
¿Cristales? ¡Los cristales! Cierto, los cristales. Azules, bonitos..., quería comérselos. Pero le dolía la cabeza, y no sabía por qué, no recordaba.
Intentó abrir los ojos, notando dos figuras femeninas. Una blanca, como ella, aunque alta; otra rosa y negra. Que curioso, tenía colas, tan esponjosas. Separó los labios para decir algo, pero nada salió de su boca.
Nuevamente se hundía en la oscuridad.
Cuando finalmente recobró la consciencia ya estaba sola. Le dolía la cabeza y apenas recordaba qué había pasado.
—¿Dónde estoy...? —murmuró para sí misma. El lugar era oscuro con tenues luces verdosas y estaba en una superficie dura y fría, metálica: una jaula redonda suspendida—. Oh.
Estaba en problemas.
¿Era un sueño tal vez? Septiane no podía recordar nada. Era de noche, se había ido a dormir y entonces había... ¡El bosque! Sí, recordaba haber despertado en un bosque, y cuando intentó comerse unos cristales azules alguien la golpeó en la cabeza, por eso dolía. Ahora que estaba completamente despierta entendía que no había sido la mejor idea, pero recibir un golpe tan fuerte... ¿no había sido un poco exagerado? Sentía que la cabeza le iba a reventar.
—¿Hola? —llamó en la oscuridad—. ¿Hay alguien ahí? —insistió, forzando sus ojos en la oscuridad.
—Shh... —alguien susurró, y una figura surgió de las sombras.
Un hombre vestido en negro con una máscara que le recordaba a una bestia. Un monstruo.
El asombro de Septiane duró un instante antes de que comenzara a parlotear.
—Buenos días, señor, o noches. Creo. ¿Ha habido un malentendido? Porque creo no hice...
—Cállate —gruñó el hombre—. ¿Quieres quedarte aquí encerrada para siempre, idiota?
—Ah. —Septiane calló, su mente trabajando rápidamente. Probablemente el hombre la visitaba a escondidas, no había otra explicación para que quisiera mantener todo secreto. Entonces mejor no lo metía en problemas.
El enmascarado sacó una llave y abrió la jaula que crujió al movimiento de Septiane, que bajó con cuidado.
—Muchas gracias, señor.
El hombre la despidió con un gesto de mano indicándole que se largara y Septiane, que no quería meter al hombre en problemas, asintió, caminando hacia el único camino que había para recorrer: escaleras arriba. Una vez la luz comenzó a brillar, supuso había llegado a la superficie. Estaba en un edificio desconocido y bastante colorido. La arquitectura le resultaba desconocida, tosca y al mismo tiempo curiosa, muy original y al mismo tiempo simple. ¿Exactamente dónde estaba? Quería entenderlo, recorrer el lugar, eso le decía su interior y Septiane quería seguirlo. Pero no era tan tonta. No, sí lo era, pero no lo suficiente, y sabía que quedarse era mala idea, así pues buscó la puerta más brillante y se dirigió hacia ella. Esa debía ser la salida.
Miró a todos lados, aprisa y cuando supo no había nadie que la observara echó a correr rumbo a la salida.
La luz la dejó cegada por un momento y entonces... entonces fue sorprendida por lo que veía.
Gente de extrañas apariencias, exóticas y bellas rondaban las calles. ¿Un festival? Sus disfraces se veían demasiado reales, tal reales que Septiane quería tocar. Una sonrisa infantil cruzó su rostro y comenzó a andar entre las calles de la ciudad y lo que parecía un mercado. Nadie le prestaba atención, y Septiane, maravillada, observaba todo con ingenua curiosidad. Un fruto como un nabo color rosado cayó al suelo y Septiane se inclinó para recogerlo.
—¡Eh, ladrona! —escuchó a alguien gritar. Un gato naranja que la señalaba. Parecía furioso.
—Ah, lo siento —balbuceó Septiane, soltando la fruta y dejándola caer al suelo otra vez. Ups. La recogió rápidamente y apresurada la entregó al gato, al cual no podía quitarle la mirada de encima. Pequeño, peludo y... curioso. Muy curioso. ¡Que traje más realista! O que sueño más nítido.
El gato le arrebató el fruto.
—Mira como me lo has dejado, niña —bufó el gato, moviendo los bigotes—. Está todo arruinado, así no lo puedo vender. Eres nueva, ¿verdad? Nunca te había visto por aquí. Eres... —finalmente el gato se dignó a mirarla y sus ojos se abrieron como platos—. Humana.
Septiane ladeó la cabeza sin entender.
—¿Sí? ¡Ah! Lo siento. No... no tengo disfraz —balbuceó Septiane. Al menos pensaba eso era lo que el gato reclamaba. Todos estaban vestidos de seres fantásticos excepto ella.
Sintió la pata del gato sujetarle la muñeca y de un tirón la llevó adentro de su tienda.
Dentro había más gatos, uno negro, uno gris, ¡una grata blanca! Septiane los miraba a todos con curiosidad infantil. Quería tocarlos, apachurrarlos, acariciarlos.
—Una humana, una humana, una humana... —balbuceaba el gato, que revolvía un montón de artículos buscando algo.
—¿Por qué tanto alboroto? —se quejó la gata blanca para entonces soltar un maullido al ver a Septiane—. ¡Purral, qué has hecho!
—¿Qué-qué su-sucede Purriry? —se escuchó una vocecita temblorosa. Otro gato que se asomaba. Tenía un huevo inmenso en sus patas, colorido y lindo.
El gato gordo y negro maullaba despreocupado.
—Se los dije —ronroneó, acomodándose los bigotes.
—¿Está mal si estoy aquí? ¿Me voy? —finalmente Septiane habló.
—¡No! —gritaron todos los gatos al unisono, cada uno con un tono en particular.
La gata blanca tomó a Septiane de la mano y la sentó en una silla pequeñísima.
—Estarás confundida, querida, pero has de saber que somos las mejores criaturas que te pudiste encontrar. Créeme.
Septiane meditó en el golpe que se había llevado, en la jaula y el hecho de que estaba perdida en un lugar que no conocía. También el hombre enmascarado. Todo era... extraño.
Asintió sin embargo.
—Gracias.
La gata sonrió.
—Mi nombre es Purriry, ¿puedes decirme tu nombre, querida? —ronroneó, comenzando a acariciar el pelo blanco de Septiane, así sus broches de pelo. Plata, perlas y oro. Septiane era una niña consentida, y sin apreciarlo siempre llevaba joyas a cualquier lado. Purriry le quitó los broches con cuidado, así las pulseras y otros accesorios.
—Mucho gusto, Purriry, soy Septiane. —Hizo una pausa, antes de preguntar lo que más le causaba curiosidad en el momento—. ¿A qué se refieren con que soy humana?
Purriry torció los bigotes, meditando, antes de suspirar.
—A eso mismo, querida. A que eres humana. Eres humana, y nosotros no. Eres humana y nosotros purrekos. Eres de la tierra y nosotros de Eldarya.
A Septiane nada le sonaba y comenzaba a sentirse verdaderamente confundida con lo que pasaba a su alrededor. Nada tenía sentido. Todo se sentía real pero la información que le llegaba era tan fantástica que le daba la impresión de estar en un sueño.
—¡Lo encontré! —gritó el gato naranja, Purral. Los otros gatos se acercaron, excepto el negro que permanecía bien acomodado en su sillón.
En sus patas llevaba un cristal violeta. Emitía un aura repugnante, asquerosa.
—¿Sabes lo qué es esto?
Septiane negó con la cabeza, pero curiosa como era estiró la mano para tocarlo. Purral se lo concedió y cuando el cristal estuvo en la mano de Septiane, éste comenzó a brillar, primero suavemente y después más y más hasta lastimar los ojos. Entonces la luz se atenuó y del cristal violeta no quedaban rastros. Era ahora un cristal azul. Ese sí lo reconocía, era como esos cristales que había intentado comerse.
Los gatos miraron asombrados.
—Ganamos —dijo Purral—. ¡Ganamos! ¡Somos invencibles!
Los purrekos se miraron emocionados, casi extasiados y se lanzaron a abrazar a Septiane, que, confundida, los abrazó.
—Ven, niña, ven —dijo Purriry.
—¿A dónde vamos?
—¡A la guardia de Eel! —dijo emocionado el gato gris.
Primeros pasos II
Los purrekos —cada uno se había presentado por fin— le explicaron a Septiane que, sin importar qué, la iban a proteger de todos los males habidos y por haber. Septiane no entendía qué clase de males podía haber, aparte de haber estado en una jaula, claro está, pero asintió por educación. Y porque ciertamente no entendía nada de lo que pasaba y creía iba a necesitar ayuda sin lugar a dudas. También le pidieron que explicara todo lo que había hecho para llegar al cuartel general con lujo de detalles. Según ellos, por seguridad. Asintieron una vez Septiane contó su historia, muy satisfechos, y de la manita la llevaron de vuelta.
—No hay nada que temer, querida. Ya eres de los nuestros —la tranquilizó Purriry—. Ni siquiera la guardia se atrevería a ponerle una mano encima a los purrekos. Allá a donde vamos somos intocables.
Apenas llegaron Septiane notó un alboroto. Cuatro hombres altos hablaban con una mujer zorro, parecían discutir algo cuando uno de pelo negro y parche en el ojo levantó la mirada y señaló a Septiane, acompañada de sus nuevos amigos.
—¡Ahí estabas! —chilló la mujer zorro—. Jamón, sujétala —ordenó, y así hizo uno de los hombres. Un ogro inmenso que tomó a Septiane del brazo, gruñendo.
El primero en protestar fue Purral.
—¡Eh, cuidado con mi muchacha!
—¡Bestia, le haces daño! —secundó Purriry.
Septiane se sentía tan perdida como desde el inicio, así que se limitó a levantar la mirada, observando a Jamón y los tres hombres altos que la observaban desde el mismo lugar que la mujer de colas esponjosas, que anonada por el comportamiento de los gatos, dejó escapar su ira.
—¿Se puede saber qué está pasando? La guardia de Eel estaría muy complacida de escucharles.
—¿"Lo que pasa"? —repitió Purriry, fingiendo indignación—. ¡Osadía la suya de hablar así cuando no han hecho nada más que herir a nuestra niña!
—Permíteme Purriry —intervino Purral—. Creo que ha habido un malentendido. Nuestra niña aquí nos ha explicado que mientras paseaba por el bosque fue noqueada y arrastrada a las jaulas.
—Estaba a punto de comerse un cristal —intervino uno de los hombres. Alto, moreno y ojos dorados. Era el más alto que todos y Septiane lo reconoció al momento, era el mismo que la había golpeado.
Septiane no dijo nada. Era cierto, aunque no entendía, ¿de verdad era tan malo? Quiso preguntar, pero había sido claramente instruida: al menos por ahora debía de mantenerse callada.
—Detalles, detalles —repuso Purral, agitando su patita—. Ella es bastante nueva aquí, por eso no sabe que ha hecho mal.
—Es una humana —dijo la mujer zorro, como si fuese algo importante.
Nuevamente el tema de ser humana. ¿Era eso importante? ¿Los demás no eran humanos?
—No puede estar en Eldarya, morirá —siguió—. Hay que devolverla a su mundo.
—Tenemos eso en cuenta, querida —fue el turno de Purriry—, y seremos nosotros quienes nos encargaremos de eso.
—¿Y cómo piensan conseguir los materiales?
—Los métodos de los purrekos no les conciernen.
La mujer zorro parecía estar perdiendo la paciencia. No parecía ser buena perdiendo batallas. Septiane, por su parte, estaba asombrada. Rara vez veía intercambios de palabras tan tensos como estos.
—Nuestro deber es proteger a quienes lo necesitan.
—Pues no parece que hayan hecho un buen trabajo —adujo Purral—. En todo caso, si quieren cuidar de nuestra niña, ¿puede comprometerse la guardia a abrir un portal solo para ella y enviarla a su mundo? A mi me parece que no.
La mujer zorro calló, apretando los labios. Parecía querer replicar pero no encontrar las palabras. Uno de los hombres que la acompañaba soltó una risita. Era alto, pero a diferencia del moreno, delgado, y de pelo azul. Tenía orejas puntiagudas y por fin mostraba un gesto más allá de cierta apatía claramente dirigida a Septiane. Septiane le sonrió, y él hizo una mueca de desagrado. Oh, no le agradaba aquél hombre de pelo azul, aunque no sabía por qué precisamente.
—¿Se puede saber al menos dónde la encontraron? —dijo al fin la mujer zorro.
—¿Y por qué tenía tantos cristales? —agregó el hombre del parche.
Purral movió los bigotes.
—Digamos que nuestra niña tiene... cierta afinidad con los cristales —dejó caer, ganándose la sorpresa de todos. Parecía disfrutar de sus gestos estupefactos, más cuando sacó el cristal que Septiane había transformado con su tacto.
—¿Dónde sacaste eso? —saltó la mujer zorro.
—Lo acabo de decir, nuestra niña tiene afinidad con los cristales.
El hombre moreno se acercó para tomar el cristal pero Purral lo apartó con una sonrisa felina.
—Ah, ah. ¿Primero asaltan a nuestra niña y ahora nos quieren quitar nuestro botín? —chasqueó la lengua un par de veces, negando con la cabeza teatralmente. Purriry parecía fascinada—. ¿Es así como trabaja la guardia de Eel? Al menos dejen que nuestra niña vea el resultado de su trabajo. ¿No, Septiane?
La mujer zorro se tragó sus palabras nuevamente y suspiró.
—Suéltala, Jamón.
El ogro obedeció y la mujer zorro los condujo por varios pasillos hasta una sala que protegía un cristal inmenso. Septiane estaba maravillada.
—Nada de intentar comérselo esta vez —advirtió la mujer y Septiane asintió.
Con el fragmento en la mano caminó hasta el cristal inmenso y con cuidado lo colocó para que fueran uno solo. El cristal brilló suavemente y entonces la figura de una mujer apareció ante todos. Era una criatura hermosa, piel blanca, pelo emplumado, cuernos y un halo. Habló entonces en un idioma extraño y desapareció.
Septiane tenía una inmensa sonrisa.
—Eso fue fantástico —murmuró, ante la vista atónita de todos.
Primeros pasos III
Todos miraban a Septiane, estupefactos por lo que había pasado.
—¿Se puede saber exactamente qué pasó? —preguntó el hombre del parche.
—Por el oráculo —murmuró Purriry.
—¡Se los dije! —levantó la voz Purral—. Nuestra niña tiene un don especial con el cristal.
—¿Estás diciendo que una mera humana está conectada con el oráculo? Que estupidez, tiene que haber otra explicación —intervino el hombre de pelo azul.
—Hay que ser ciegos para no darse cuenta —repuso el felino.
El hombre de pelo azul abrió la boca, listo para protestar cuando la mujer zorro lo calló con un gesto de mano.
—Suficiente, Ezarel. Sea humana o no, está claro que puede ser de utilidad para la guardia. ¿Septiane es tu nombre? —preguntó, caminando hacia la ella—. Mi nombre es Miiko, líder de la guardia de Eel. Desde este momento la guardia se compromete a protegerte.
Ambos purrekos arrugaron los bigotes al momento.
—¿"De utilidad"? —chilló Purriry escandalizada.
—¡Ni hablar! —agregó Purral—. ¡Es nuestra y la encontramos primero!
—Septiane no es un objeto —bufó Miiko—. Será ella quien decida.
—¿En serio estamos pidiéndole a una estúpida humana que sea parte de la guardia de Eel? —se quejó Ezarel.
—A mi no me molesta, es linda —intervino el hombre del parche.
Miiko rodó los ojos.
Septiane aún seguía confundida con todo lo que pasaba a su alrededor. Estaba perdida, en una tierra lejana o un sueño muy realista y unos gatos y una organización le exigían que decidiera un bando. A decir verdad Septiane se decantaba por los purrekos, la habían tratado amable, y no la habían golpeado como el hombre alto y moreno.
—¿No pueden ser los dos? —dijo al fin—. Los purrekos han sido muy amables conmigo, sin embargo aún me siento muy confundida sobre todo. ¿Dónde estoy, y qué ha pasado? Yo... no entiendo mucho. ¿Qué es la guardia de Eel?
—La guardia de Eel es una organización de Eldarya que se encarga de prestar ayuda a quienes la piden.
—¿Qué es Eldarya?
Miiko bufó. La paciencia no era lo suyo.
—¿Puede alguien instruir a esta chica? Es demasiado lenta.
Purriry se adelantó, pues ninguno de los chicos parecía a la labor de ayudar.
—Ven, querida, ven —la animó, tomándola de las manos para animarla a sentarse en las escaleras—. Te voy a contar un cuento, ¿sí? —Septiane asintió—. Hace mucho tiempo, nosotros y los humanos vivíamos en armonía, pero la paz nunca ha sido una característica de los seres pensantes así que empezaron muchas guerras. Demasiadas para contarlas, y los faeries decidimos vivir lejos de los humanos, migramos a Eldarya. Y tú, querida, estás en Eldarya.
Septiane miró a Purriry, aún como si no entendiera.
—Es... un sueño, ¿no?
—No, mi niña. Es real.
—¿Y cómo vuelvo?
De repente se le estaba revolviendo el estómago. Tenía clases al día siguiente, su tutor se iba a preocupar e iban a hacer afiches de "Se busca". No se dio cuenta, le estaban temblando las manos.
Purriry acarició las mejillas de Septiane, como si hubiera lágrimas que limpiar, pero Septiane no era de lágrima fácil y bajó la mirada, meditando.
—Si los ayudo... ¿Podré volver?
—Haremos lo posible.
—¿Y cuanto tardará?
—Eso no lo sabemos.
Apretó los labios, finalmente Septiane se estaba dando cuenta de la gravedad del asunto.
—Te daremos una habitación —intervino Miiko—. También alimentos, entrenamiento y misiones. A cambio intentaremos ayudarte a volver a tu mundo.
"Mundo". Ni siquiera estaba en la tierra.
Septiane asintió, ausente. Purriry por su parte fulminó a Miiko con la mirada, no quería que la muchachita fuera influenciada por la guardia, y entonces robada de los purrekos.
—Deben saber —intervino Purral, caminando hacia las tres mujeres—, que Septiane es parte de los purrekos. Eso significa que aunque esté bajo el cuidado de la guardia, tendrán que pagar por sus servicios. Somos generosos, por eso será por un módico precio.
Miiko casi se atraganta con sus palabras, pero al final soltó un bufido. No quería hacer enfadar a los purrekos, nunca se sabía.
—Valkyon, busca a Ykhar —ordenó, y el hombre moreno salió de la sala.
Valkyon, pensó Septiane. Ese era su nombre. Ahora solo le faltaba el nombre del hombre del parche.
—Ezarel. Llévate a Septiane y hazle una prueba de sangre faerie. Yo hablaré con los purrekos —dijo Miiko.
Ezarel bufó.
—No hace falta desperdiciar materiales, es una estúpida humana —aseguró—. En un mes o menos ya la veremos, loca y desquiciada por el maana.
—Ezarel...
—Está bien, si eso es lo que la jefa ordena —se quejó, y con un gesto de mano indicó a Septiane que lo siguiera—. Sígueme, humana.
Septiane miró a Purriry y Purral buscando aprobación y los mismos, con sus patitas, le indicaron que siguiera al hombre. Septiane asintió y así hizo. Si el hombre de pelo azul la seguia llamando humana o inútil o estúpida, no le importó. Septiane sabía lo que era, y la opinión de otros no cambiaba en absoluto su parecer.
—¿Qué es el maana? —preguntó Septiane, rompiendo el silencio.
—Es lo que se te va a meter a la boca si no te callas.
—¿Es así como funciona?
Ezarel rodó los ojos.
—¿Eres tonta o te haces?
Sí que le caía mal.
—¿Hice algo malo para molestarte?
—Existir.
Oh.
Ciertamente, Septiane no entendía.
La habitación a la que llegaron estaba llena de matraces, probetas, libros y multitud de hierbas e ingredientes desconocidos. Eran...
—Hermosos —musitó Septiane.
Y por un instante le pareció que Ezarel sonrió, solo un poquito.
—Ve y siéntate ahí en lo que yo me encargo de todo.
Septiane obedeció. Obedecer se le daba de maravilla.
Así pasó el tiempo, hasta que la poción estuvo lista.
—La poción está lista, y con esto demostraremos que eres humana... o faery, lo que sea.
—¿Es tan importante ser humano o no? —preguntó Septiane, mientras alcanzaba a Ezarel, de vuelta a la sala del cristal.
—¿No te callas, humana?
—Septiane —corrigió.
—Lo que sea. Es importante saberlo porque los humanos no resisten el ambiente de Eldarya, se vuelven locos y eventualmente mueren.
—Oh.
—"Oh" —imitó Ezarel—. Eres tonta, humana. No te das cuenta del peligro en el que estás.
—Sí lo estoy —repuso Septiane—. Pero si me preocupo demasiado no llegaré a ningún lado. Nada cambiará.
En eso Ezarel tenía que estar de acuerdo.
—La poción está terminada —avisó Ezarel a todos, que apenas lo escucharon se acercaron a observar. El hombre moreno, Valkyon, había vuelto, y con él estaba una mujer de pelo naranja y orejas de conejo.
—¿Eres tú la humana?
—No, ¿no ves sus cuernos y cola? —intervino Ezarel.
La mujer conejo hizo un gesto de disgusto.
—Eres insoportable, Ezarel.
—Lo sé —ronroneó, sonriendo por fin alegremente.
—Mi nombre es Ykhar, escuché tu nombre es Septiane —se presentó la mujer.
—Sí, soy Septiane, es un placer Ykhar —respondió ella, sin apartar la mirada de las orejas de Ykhar.
—¿Te gustan?
—Son muy bonitas.
Septiane quería tocarlas, ¿pero no sería grosero? Antes de que pudiera expresar su deseo en palabras Ezarel tomó su mano y vertió la poción en la palma, así sin más. Nada sucedió.
—Es humana —sentenció Ezarel, y por alguna razón su tono pareció tener pesar.
—¿Debía pasar algo? —preguntó Septiane.
—Debía de cambiar de color, querida. O mostrar algún cambio. No lo hubo, así que estamos seguros de que eres humana —intervino Purriry, mirándose las uñas.
Septiane miró la mancha en su mano y no supo como sentirse al respecto. De alguna manera era un poco decepcionante, ¿no habría sido lindo ser un ser mágico? Aunque estaba aliviada en cierta manera. Estaba feliz de ser humana, no quería ser otra cosa. Quería volver a casa y contar su aventura, y solo eso. Volver a la rutina, a la vida mundana. Lo preocupante ahora era el hecho de que su cuerpo no iba a resistir el supuesto maana e iba a volverse loca.
—¿De cuanto tiempo dispongo antes de morir? —preguntó Septiane, las palabras saliendo torpemente de su boca.
Miiko suspiró.
—Eso no sabemos. Cada humano es diferente, unos aguantan más que otros. Por ahora tendrás que ir todos los días a la enfermería para que te hagan un chequeo. Ykhar, enséñale las instalaciones y dale una habitación —ordenó Miiko, antes de despedirlas con un gesto de mano.
Septiane miró a los purrekos, buscando su aprobación. Los mismos asintieron y siguieron a Ykhar, argumentando que debían verificar que todo lo que recibiese "su niña" fuese de la mejor calidad.
Primeros pasos IV
La habitación que le fue entregada a Septiane estaba polvorienta y descuidada y apenas estuvieron ante ella, Purriry soltó un chillido de espanto.
—¡Esto debe ser una broma de muy mal gusto!
—Calma, Purriry —intervino Purral, que no quería ver perdido su trato con la guardia.
—¡Calma ni que nada! No voy a permitir que nuestra niña esté en esta pocilga, ¡solo piensa en su armario y la ropa que se arruinará con solo estar aquí! —lloriqueó.
Septiane dio un paso al frente, observando la habitación. Era la primera vez que veía un lugar tan descuidado más allá de fotografías y la televisión.
—¡En el nombre de la guardia, le aseguro que lo limpiaremos! —dijo Ykhar, estaba blanca como el papel con una expresión de terror—. Puedes-puedes incluso dormir en mi habitación por esta noche. Yo dormiré aquí.
Oh, ¿no era eso mucho pedir?
—Estoy bien —respondió Septiane, paseándose por la habitación—. Con que desempolvemos el lugar y cambiemos las sábanas estaré bien por hoy. Mañana podemos lavar el colchón.
—Cambiarlo —corrigió Purriry.
—Cambiarlo —repitió Septiane—. Entonces todo estará en orden.
Sonrió y los ojos de Ykhar se llenaron de lagrimitas, probablemente de alivio.
—Graciaaaaas —lloriqueó, prometiendo llamar a un par de guardianes para que hicieran los arreglos pertinentes.
El resto del día pasearon por el Cuartel General, conociendo a los alrededores. Un jardín, un inmenso árbol de flores rosadas, una fuente, un comedor, unas duchas y un patio inmenso donde se hacían diversas labores como la lavandería. Era un lugar bastante grande. También escuchó las actividades de la Guardia de Eel que fácilmente pudo comparar con la Organización de las Naciones Unidas. Un trabajo admirable. No solo eso, debido al poder de la Guardia también daban refugio a civiles. Por cada segundo que pasaba escuchando las maravillas y actos altruistas de la guardia, más respeto sentía Septiane por los líderes así subordinados.
Ahora también sabía el nombre de Nevra, que en conjunto con Ezarel y Valkyon, eran los lideres de las tres ramas de la Guardia de Eel. Miiko era su líder.
Sin embargo Septiane aún tenía muchas preguntas.
—¿Pero qué son los cristales azules?
—Son parte del Gran Cristal.
—¿Qué función tiene el Gran Cristal?
—Podríamos decir que es el corazón de Eldarya. Mantiene el equilibrio en este mundo, sin él Eldarya no puede existir.
Septiane emitió un suave "Mh" y meditó. Cada vez respetaba más a la Guardia y sus labores y entendía la violenta reacción del señor Valkyon.
—¿Existe una razón por la cual Eldarya tenga su corazón expuesto? —preguntó—. La tierra, por ejemplo, no tiene un cristal que funcione como su corazón.
Tal vez el núcleo de la tierra, pero dudaba que un ser vivo fuese capaz de alcanzarlo.
Su pregunta pareció ser problemática porque la expresión de Ykhar se ensombreció y no respondió más. ¿Había dicho algo malo? Septiane miró a Purriry, buscando una respuesta.
—Eldarya es un mundo incompleto —suspiró Purriry.
—Defectuoso, diría yo —intervino Purral, ganándose una mirada agria por parte de Ykhar y Purriry.
—Incompleto —insistió—. En un inicio teníamos que llenar una cuota de... magia, por decirlo así, para crear Eldarya, pero no logramos alcanzarla y este es el resultado: un mundo incompleto.
De repente Septiane se arrepintió de haber preguntado. Quería saber más, pero tenía la impresión de que esta conversación sería incómoda para el resto.
«Tal vez deba de investigar en algún libro.»
Sí los había, ¿verdad?
Aún así mientras transcurría el día, en ningún momento se llegó a tocar el tema del que tanto quería hablar: ¿quién era su salvador, el hombre enmascarado? Quería preguntar, pero temía meterlo en problemas de decir algo incorrecto. Lo mejor en su caso era esperar a volverlo a ver.
Pronto el sol se escondió y llegó la hora de dormir.
Por alguna razón desconocida Septiane se sentía exhausta.
—Ve a tu habitación, mi niña —aconsejó Purriry—. Nosotros hablaremos un poco más con la guardia brillante.
Septiane asintió y con una reverencia, se despidió de los demás.
—Hasta mañana, muchas gracias por todo.
Y fue extraño, muy extraño, cuando Septiane cerró la puerta de su habitación detrás de sí, se sintió terriblemente sola y confundida. Tenía la esperanza de cerrar los ojos y despertar en casa así que se quitó los zapatos y se hizo ovillo en la cama dándose cuenta de que no podía dormir. Entonces sus ojos se llenaron de lágrimas. Tenía miedo y seguía con ese horrible sentimiento de confusión en el pecho que no podía quitarse ni con la explicación mas extensa creada por la humanidad.
Y es que nadie podía responderle la pregunta más importante: ¿qué iba a ser de ella?
Rodó en la cama y cerró los ojos, sorbiéndose los mocos.
Mañana sería otro día, ese era su consuelo.
Última modificación realizada por Septiane (El 11-09-2023 à 01h49)