Parte 2
Cuando recobré el sentido, me quedé completamente desorientado.
Estaba en un lugar que no había visto nunca. Era un lugar pequeño y estrecho en el que no podía ver el cielo, ni el suelo. Había cosas completamente extrañas y desconocidas para mí ahí, como el objeto en el que estaba tumbado, algo blando y extrañamente cálido…
Era una cama, y estaba en una habitación. La habitación de una posada, pero yo no podía saber eso. Yo simplemente estaba terriblemente confundido, sin saber dónde estaba exactamente, por qué estaba ahí o qué había pasado.
De repente llegó a mi mente el recuerdo de mis padres. El de mi madre, concretamente, cuando había acabado con su vida. Pasó por mi mente como un destello, y la memoria hizo que de mis labios saliera una exclamación de sorpresa.
Y eso hizo que la otra persona que estaba en la habitación se diera cuenta de que me había despertado.
Cuando conocí a Roy, él debía aparentar estar aún en sus veinte aún. Era un hombre joven, pues, y era alto y ancho de hombros, con un cuerpo bronceado a causa del sol y muy bien tonificado, cosa de la que estaba muy orgulloso y que se encargaba de compartir con el resto del mundo, viendo cómo parecía desconocer el concepto de "camiseta".
… Sí, de ahí me viene la manía. No soy ningún exhibicionista, simplemente es… Raro… Cuando tengo mucha ropa encima. Estoy incómodo. Pero no vamos a hablar de mis manías personales ahora mismo...
A lo que íbamos. Roy. Tenía el pelo negro, algo largo y despeinado, y casi siempre iba con un gran sombrero en la cabeza para protegerse del sol. Sus ojos tenían un color granate bastante peculiar, y estaban llenos de luz y buenas intenciones, igual que su sonrisa. Era un hombre de rasgos atractivos, o al menos eso debían opinar sus numerosas amantes, y el único defecto que tenía era una cicatriz en la frente que sin embargo no resultaba para nada grotesca, sino todo lo contrario. Eso, y, bueno, el hecho de que creo que no le vi nunca con la barba recortada en condiciones… En general, descuidaba bastante su aspecto físico, pero eso no era prioritario para él. Decía que era parte de su "encanto".
Cuando me vio despierto, en seguida apareció una sonrisa en su cara. Estaba al otro lado de la habitación, sentado en un montón de cojines que había junto a la ventana, pero se levantó para venir hacia mí.
Eso me asustó, y con la mirada busqué algo con lo que defenderme mientras retrocedía en la cama. No veía nada afilado, pero había algunos libros en las mesillas que podía haber usado como objeto arrojadizo perfectamente. Al verme asustado, sin embargo, él se detuvo donde estaba, poniendo las manos en alto.
-Tranquilo, tranquilo -Habló con voz grave y agradable, calmada-. No voy a hacerte daño, ¿vale? Quiero ayudarte. ¿Está eso bien?
No, no estaba bien. Yo no estaba bien. Estaba en un lugar desconocido con un hombre desconocido. Eso eran malas noticias. Cualquier “ayuda” que pudiera proporcionarme el hombre sabía que iba a tener que pagársela después, y en aquellos momentos no tenía nada encima, casi literalmente, porque lo único que tenía en mi persona era la tela raída manchada en sangre que había hecho las veces de mi vestimenta por los últimos años.
-Mira, tranquilízate -Él volvió a hacer el camino hasta la ventana y se sentó ahí-. Sólo quiero hablar un poco, ¿de acuerdo?
En cuanto se sentó, yo salté fuera de la cama con toda la energía que aún me quedaba y, sin pensármelo un segundo, me lancé hacia la puerta de la habitación, listo para abandonarla. Mala suerte para mí, él ya había previsto que intentase escaparme, y la puerta estaba cerrada con llave, así que todo lo que hice fue darme contra ella y frustrarme con el picaporte.
-Chico, eh, eh, eh, tranquilo, vas a hacerte daño -Él se acercó a mí. Ya sabiendo que un acercamiento tranquilo no le iba a conseguir nada conmigo, me agarró en brazos para separarme de la puerta, y yo empecé a patalear y a gritar-. ¡Relájate, relájate! ¡Vamos a hablar como personas civilizadas y-¡AY, HIJO DE PUTA, ME HA MORDIDO!
Efectivamente le mordí una mano, haciendo que me soltara. Ya en el suelo, y mientras él se lamentaba de su herida, le pateé la espinilla, el golpe tirándole al suelo por el dolor, y estaba a punto de pegarle un puñetazo cuando él me agarró de la muñeca, parándome en seco.
-Muy bien, mala bestia -Enfadado, me miró directamente a los ojos. Yo me congelé-. Veo que la paz no es una opción contigo… Habrá que tomar medidas drásticas. Te vienes conmigo.
Sin ningún esfuerzo, volvió a cogerme en brazos, ahora poniéndome por encima de su hombro, y cargó conmigo hasta una habitación adyacente mientras yo aún pataleaba, chillaba, y le daba golpes en la espalda.
Esta habitación era el baño. Me tiró sobre la bañera y, sin ninguna piedad, abrió el grifo del agua. Puedes imaginarte aproximadamente cuarenta minutos de un niño gritando e intentando luchar contra el agua (cosa estúpida, y me costó lo mío aprender que al agua no pueden pegársele puñetazos) en vano, hasta que al fin empecé a quedarme sin energías y simplemente acepté mi destino con mucha resignación y no con menos miedo del futuro.
Me quedé quieto mientras Roy me limpiaba la cabeza con champú, lujo que yo no había tenido nunca en mi vida y que en aquel momento se me hizo una verdadera tortura, y traté de protestar lo menos posible cuando él limpió la sangre reseca a mi espalda.
-Esos bestias se han desquitado contigo, ¿eh? -Me dijo, pasando una mano por los muñones entre mis omóplatos, donde deberían crecer mis alas.
Simplemente el roce me dolía horrores. Recordar que antes tenía alas, y ahora no, hacía que el dolor fuera peor todavía.
Extrañamente, no lloré. A lo mejor estaba tan deshidratado que no me salían las lágrimas… Cosa irónica, cuando estás en una bañera. Tal vez simplemente estaba emocionalmente exhausto después de todo lo ocurrido. No lo sé.
Simplemente dejé que hiciera lo que quisiera conmigo. Y él me dio un baño.
-Mucho mejor así -Cuando terminó conmigo al fin, parecía bastante orgulloso con el resultado. Él también había acabado mojado de pies a cabeza, pero eso no parecía molestarle-. Ahora, vamos a ver si te arreglamos un poco… Estás muy roto.
Volvió a cogerme en brazos para sacarme de la bañera, me apoyó en un taburete, y ahí me dejó mientras buscaba un botiquín. Con cuidado limpió mis heridas, las desinfectó y las vendó. No sólo las de las alas, sino todas aquellas que tenía por el cuerpo y que llevaba arrastrando conmigo desde quién sabe cuándo. Tenía heridas por todo el cuerpo: El pecho, los brazos, la espalda, y, sobre todo, los pies. Esas eran las que más fastidiaban, porque a veces no me dejaban andar bien y eso retrasaba mi marcha.
Limpio y vendado al fin, y yo aún sin moverme ni protestar, Roy estaba ya muy satisfecho con su trabajo.
-Esto ya es otra cosa -Se alejó para mirarme casi como si fuera una escultura o algo. Un paquete de regalo, supongo, con tanta venda… Debía parecer una momia-. Creo que podemos descartar tu ropa… Si es que a eso se le puede llamar ropa. He pedido algo para ti. Voy a bajar a ver si ya lo tienen y de paso te subo algo de comida, ¿vale?
No respondí. Su sonrisa menguó un poco.
-Este… sabes hablar, ¿no? -Preguntó- ¿Me entiendes al menos?
Tampoco respondí.
-De acuerdoooo, trabajaremos en eso cuando estés menos apático -Volvió a cogerme, y esta vez tampoco opuse resistencia-. Por el momento, a la cama que vas. No quiero que cojas frío, porque si ya me ha costado esto, no quiero imaginar cómo tiene que ser darte medicina.
Me metió en la cama y me arropó. Luego, cumpliendo con lo que había dicho, salió de la habitación buscando ropa y comida.
En cuanto lo hizo yo salí de la cama y busqué un modo de escapar de ahí. La puerta por la que había salido él estaba cerrada de nuevo, lo que me hizo chasquear la lengua con disgusto, y la otra salida que tenía la habitación era al baño, lugar que ya había comprobado que no tenía más salidas y en el que no quería volver a poner un pie en mi vida.
La única opción que me quedaba era la ventana, así que a ella me acerqué. Con mi tamaño, podría pasar por ella sin problemas.
Me llevé una gran sorpresa cuando, al asomarme al cristal, vi la calle.
Era la calle ajetreada de alguna ciudad cualquiera. La gente caminaba por la calle cuchicheando entre sí, cada uno haciendo su rutina. Algunos vendedores intentaban vender su mercancía a gritos, y de vez en cuando alguien les hacía caso, generalmente alguna mujer que quisiera hacer la compra del día y que a veces tenía a un crío tirándole de la falda y pidiéndole que se diera prisa. Había hombres, mujeres, niños, ancianos (que yo no había visto nunca), y faéricos de toda clase. Había gente con la piel de colores extraños, con cola, con cuernos, con cosas que yo ni siquiera sabía lo que eran.
La vista me fascinó por completo. Mi plan de huida se desvaneció en el aire, y sólo pude quedarme pegado a esa ventana, viendo el desfile de faéricos, asombrándome con lo diferentes que eran los unos de los otros.
Hasta que la vuelta volvió a abrirse, y Roy entró por ella intentando equilibrar una bandeja con comida y un montón de telas en sus manos. Al verme, puso cara de haber sido traicionado.
-¡Tú, bichejo! -Dijo, poniéndome mala cara- ¿Qué haces ahí? ¿No intentabas escaparte, eh?
Era exactamente lo que había intentado hacer, pero me había quedado ensimismado con el paisaje. De todas formas, la ventana era un segundo piso, y haber intentado salir por ahí hubiera terminado en mi muerte inmediata, posiblemente, así que desistí de mi intento de huida y obedientemente volví a la cama y me arropé a mí mismo como había hecho él antes.
-¿Pero a qué juegas…? -Me miró con extrañeza- Oh, da igual. Sal de ahí, anda, vamos a vestirte.
Unas calzas y una túnica después, estaba como nuevo. Me molestaba cómo rozaba la tela contra mi espalda pero, quitando eso, lo que llevaba puesto era mucho mejor que la ropa que había llevado anteriormente… O que ir desnudo por ahí.
No, Ezarel, no, sorpresa, no soy ningún exhibicionista, lo siento por arruinar tus fantasías. ¿O acaso insinúas que preferirías verme desnudo? Porque, si es lo que quieres, todo tiene un precio… Hm. Lo suponía.
Aseado y vestido, todo lo que faltaba era darme de comer. De nuevo dejándome en la cama, porque debe ser que era ahí donde más seguro sentía Roy que me tenía, me dio la bandeja con comida que había traído. Un caldo calentito, algo de pan y un postre para alegrarme un poco. Nada demasiado fuerte, porque mi cuerpo lo hubiera rechazado de inmediato, pero lo suficientemente nutritivo como para darme algo de energía.
Yo miré la comida de forma crítica. Nadie te da comida gratis, porque sí.
Cuando terminé de hacerle muecas a la sopa, miré a Roy y empecé a hacérselas a él.
-Por favor, dime que no voy a tener que forzarte a comer -Dijo, mirándome casi con lástima-. Es comida. ¡Comida! ¿No tienes hambre? Estás en los huesos.
-¿Qué quieres a cambio? -Pregunté.
-¡Así que habla! -Hizo un gesto exasperado- No había sido una ilusión lo de antes, entonces -Creo que esperaba que le respondiera algo. No lo hice-. Vale, muy bien. Hazme un favor: Come. No voy a dejar que un crío se muera de inanición delante de mis narices, así que, si no lo haces tú, pienso obligarte yo. Tengo mis métodos, y no quieres ponerme a prueba.
-¿Qué quieres a cambio? -Volví a preguntar- La comida no es gratis. No tengo nada.
-No quiero que me des nada -Aseguró, sentándose de piernas cruzadas en el espacio que aún quedaba en la cama-. Sólo quiero que no te mueras. Y que hables conmigo, si eso no es mucho pedir, ¿hm?
Volví a mirar la sopa. Lo cierto era que me moría de hambre. El tipo me tenía más o menos prisionero, pero aún no me había matado, así que, si quería algo de mí, iba a conseguirlo con o sin comida. Mejor entonces comer, si quería ser capaz de pelearme con él en caso de que fuera necesario… Aunque dudaba mucho poder ganarle, comparando su musculatura y complexión con la mía.
Empecé a comer, atacando primero la sopa, que era lo que mejor pinta tenía. Olía de maravilla… Y sabía de maravilla. Nunca antes había comido algo así. La comida que nos proporcionaban los dragones era generalmente insulsa o, si tenía algún sabor, solía ser bastante desagradable. Desde aquel momento he tenido la suerte de poder disfrutar de todo tipo de manjares, pero esa comida… Fue sin duda la mejor de mi vida.
-Yyyyy, por supuesto, no vas a usar la cuchara… -Roy me miró con lo que parecía que eran esperanzas rotas. Yo ni siquiera me molesté en responder, simplemente le miré sin entender qué estaba diciendo- Ya sabes, la cosita esa de metal que la gente usa cuando come líquidos… No sabes lo que es una cuchara, ¿verdad? -Negué con la cabeza. Y seguí bebiendo sopa, directamente del plato- Vale, vale, no te juzgo. Dejaremos la lección de modales a la mesa para otro momento.
Él me observó muy atentamente mientras yo comía, y yo procuré ignorarle, porque me estaba poniendo nervioso. Después de la sopa vino el pan, que también comí a mordiscos de manera un poco asalvajada, y luego el postre. Era algún tipo de sorbete o algo y yo, necio de mí, tuve la genial idea de ir a bebérmelo a tragos.
-Espera, espera -Él intentó pararme, sin éxito-. Con calma, si haces eso, vas a…
Demasiado tarde. Dos tragos y de repente noté un dolor punzante sacudir mi cabeza. A punto estuve de tirar lo que me quedaba de sorbete, y me llevé una mano a la cabeza con intenciones de mitigar el dolor, sin éxito alguno.
-¿¡Qué me has hecho!? -Gruñí.
-¡Te lo has hecho tú solito! -Protestó él- Se te ha helado el cerebro. Eso te pasa por comer así. Escucha, cuando comes algo que está muy frío, tienes que ir con calma, despacito, o te pasará eso.
Yo estaba plenamente convencido de que había sido él el que me había hecho algo extraño. Dejé lo que quedaba de sorbete, negándome a volver a probar la cosa que tanto dolor me había producido en un instante.
-Pues me lo bebo yo, que seguro que está muy rico -Viendo que iba a quedarse ahí, el mismo Roy se lo bebió, en su caso usando la pajita que venía con la copa y yo había ignorado-. ¿Ves? A mí no me pasa nada. Sólo tienes que comer despacio.
Yo aún no estaba convencido. Me crucé de brazos y me quedé a la espera, aguardando a que él decidiera dar el siguiente paso en su plan maligno que seguramente involucrase el hacérmelas pasar canutas.
Él se lo tomó con calma, apartando la bandeja antes de volver a colocarse en la cama, y se me quedó mirando fijamente durante un tiempo bastante largo. Después, sonrió, y ya empezó a hablar.
-Hola -Dijo-. Ahora que has comido, a lo mejor podemos intentar todo esto de nuevo. Me llamo Roy -Se presentó-. ¿Tú cómo te llamas? ¿Tienes nombre?
Me lo pensé un poco antes de responder, dudando qué tipo de información darle. Después de un poco, decidí decirle la verdad. A fin de cuentas, mi nombre no tenía ningún valor más que el que yo pudiera darle. Para el resto del mundo, yo no era… Ni nadie, ni nada.
-Leiftan -Respondí. Él asintió.
-Encantado, Leiftan -Me ofreció su mano. Yo no sabía muy bien qué hacer con ella, pero imité el gesto, y él me dio un ligero apretón antes de dejarme ir-. Lo primero de todo, quiero que sepas que no planeo hacerte daño de ningún tipo. Todo lo contrario, lo que quiero es ayudarte. Para que veas que lo digo de verdad… Ya has tenido que verlo por la ventana, pero bueno. Ahora mismo, no estamos en Infierno. Te he sacado de allí.
La idea no había terminado de encajar conmigo hasta entonces.
Sabía que no podíamos estar en Infierno, porque Infierno no tenía esas cosas. No tenía camas, baños, comida caliente, y no tenía calles llenas de gente. Infierno no tenía nada, sólo metros y metros de desierto hasta donde alcanzaba la vista. Había gente que había asegurado que Infierno tenía un límite en algún sitio, que en algún lugar el desierto acababa y de repente había mar, y mar, y mar. Yo nunca lo había visto.
Todo lo que conocía yo era el desierto árido de Infierno. De repente, estaba en un lugar completamente distinto. Y el pensamiento no terminaba de encajar en mi mente, porque… Simplemente, no conocía nada más que Infierno. Me costaba creer que podía haber algo más allá… Pero lo había. Yo lo estaba viendo. Y, sin embargo, era para mí como algo irreal… Como una ilusión.
-¿Q-qué quieres decir? -No era capaz de entenderle del todo- ¿Cómo que no estamos en… allí?
-Ese lugar es un sitio peligroso -Dijo, hablando de forma calmada, sospecho que para no asustarme más de lo que yo ya estaba-. Especialmente para un niño. No podía dejarte ahí, así que te… Traje conmigo. Fuera de Infierno.
Esa era la parte que no terminaba de comprender. “Fuera de Infierno”.
-Pe… Pero no se puede salir de Infierno -Intenté objetar-. Yo no puedo salir de Infierno. Los daemon no-
-Shhhh -Él me mandó callar, poniéndose un dedo sobre los labios-. No pronuncies ese nombre. Nunca lo hagas, especialmente si hay más gente delante. Los de tu raza… No están bien vistos para el resto de faerys.
“El resto de faerys” era otro concepto que no tenía del todo claro tampoco.
Volví a salir de la cama, y esta vez él no me paró. Me acerqué de nuevo a la ventana, y de nuevo observé al gentío que se venía en la calle. Faerys. Faerys que no eran daemons, ni dragones. Era… todo un mundo nuevo.
-Debes estar muy confundido -La voz de Roy me sorprendió. Se había colocado justo detrás de mí sin que me diera cuenta-, y lo entiendo. Posiblemente tengas muchas preguntas… Y haya un montón de cosas que tenga que explicarte. Te daré todas las explicaciones que haga falta, promesa. Pero necesito que tú me escuches y que me hagas caso, ¿de acuerdo?
Me giré hacia él. Él intentó dedicarme su sonrisa más dulce, y se sentó en la ventana, dándole unos golpecitos a los cojines para invitarme a hacer lo mismo a mí también. Eso hice.
-Me presento de nuevo, mi nombre es Roy -Habló con voz calmada-, y pertenezco a la Guardia de Eel.
De un bolsillo sacó un objeto metálico y lo dejó a la vista. Yo lo miré con curiosidad, sin saber del todo lo que era. Era un broche de Obsidiana, pero yo no podía saberlo en aquel entonces.
-Posiblemente no sepas lo que es la Guardia de Eel -Prosiguió-. Somos una organización de faerys que velan por la paz de Eldarya. Entiendes lo que es Eldarya, ¿no? -Yo asentí. Sabía que era "Nuestro mundo", o algo así- Bien. Como uno de los miembros de la Guardia, es mi deber salvar gente y ayudar a aquellos que me necesitan. Yo soy un viajero errante. Me dedico ir por ahí, viajando por el mundo y resolviendo problemas. Y uno de mis viajes… Me llevó hasta Infierno -Hizo una mueca-. Me quedé completamente destrozado al ver lo que era aquello. Tanta crueldad injustificada… Se me hizo horrible. Pero sé que interceder en asuntos de dragones y daemon no trae nunca buenos resultados, e intenté mantenerme al margen. Sin embargo, en mi viaje… Vi lo que te pasó a ti -Me puso cara de pena-. Lo siento. Si hubiera llegado un poco antes, tal vez hubiera conseguido pararles antes de que te… cortaran las alas. Tuvo que ser horrible. Lo siento en el alma.
El dolor de mi espalda se multiplicó de repente. Me ardía la piel allí donde nacían mis alas… O lo que quedaba de ellas.
-Al verte, me… Enfadé. Un montón -Frunció el ceño-. No pude evitarlo, antes de que pensase en lo que estaba haciendo, esos tipos estaban ya en el suelo. Y tú… Bueno, no podía dejarte ahí, medio muriéndote. Sabía que estaba haciendo algo bastante arriesgado, pero intenté no pensar demasiado en ello. Te recogí y… Te llevé conmigo. Lejos de ese lugar horrible. Tenía que salvar… Aunque fuera a una sola persona.
Yo le escuchaba con atención, intentando distinguir la veracidad de su historia. Era difícil creerse algo así, pero él sonaba tan… sincero. Era algo a lo que no estaba acostumbrado, y que sin duda alguna me descolocó.
-Así que te he traído aquí -Con un gesto, abarcó la habitación-. Estamos en una de las mejores posadas de Jueleahpéç, ciudad portuaria del este del continente. Lejos de Infierno y lejos de dragones que quieran herirte. Dudo mucho que echen en falta a un simple niño daemon, y no creo que asocien la muerte de sus compañeros a tus actos, así que me atrevería a decir que eres libre… Casi.
Su mirada se posó en la gargantilla que aún tenía en el cuello. Ancha y robusta, pesada, y con un molesto grillete en la parte delantera por si en algún momento a alguien se le ponía encadenarme. Una verdadera lata de collar. Rozaba contra mi cuello de forma incómoda, y estaba a la vez muy frío y muy caliente. Y no me lo podía quitar de ninguna de las maneras.
-Eso… va a costar quitártelo -Dijo-. Pero se puede.
-Sólo puede derretirlo el fuego de un dragón -Musité, con algo de desánimo. Nunca en mi vida había tenido la esperanza de ser capaz de quitármelo, ni siquiera entonces la tuve.
-Bueno, yo puedo hacerlo -Me sonrió.
Y a pesar de su sonrisa, todo mi cuerpo entró en estado de alarma en un segundo. Si podía quitármelo, era porque podía usar fuego de dragón, y si podía hacer eso, era porque él era un dragón.
Rápidamente me alejé de él, busqué la cosa que mejor podía servirme como arma, que tuvo la suerte de ser la copa del sorbete una vez la medio rompí contra la esquina de un escritorio para afilarla, y le apunté con ella mientras me alejaba con pasos cautelosos.
Un dragón. Los dragones eran malos. Si un dragón se te acercaba fuera del periodo de raciones, eran malas noticias. Me habían arrancado las alas. Podían hacerme daño aún. Podían matarme.
-Alto, alto, alto; quieto, chico… -Él levantó las manos- Te he dicho que no voy a hacerte daño.
-Eres un dragón -Acusé. Una sensación amarga y venenosa empezaba a surgir en el fondo de mi estómago.
A él le cambió la cara de inmediato. Primero sorpresa, luego un segundo de pánico, y por último una expresión que no supe traducir.
-No soy un dragón -Aseguró-. Y no voy a hacerte daño. Baja eso, por favor.
-Has dicho que podías quitarme el collar -Le hablé de mal humor. Sentía que me estaba tomando por tonto-, así que eres un dragón.
-Puedo quitártelo, pero de otra manera…
-No hay otra manera.
-Sí la hay -Prometió-. ¿Qué tal si me escuchas, para variar? Pensé que estábamos llegando a un punto de diálogo bastante interesante.
Fruncí el ceño.
-Te escucho -A pesar de eso, no bajé el cristal. Él tuvo que darse por satisfecho.
-Tengo poderes mágicos -Dijo-. Soy un djinn -Palabras raras. No sabía lo que era eso, y me lo vio escrito en la cara-. Un genio de la lámpara. ¿Eso te suena más? -Negué con la cabeza. No tenía ni idea de otras especies faéricas- Soy, eh… Una persona que vive en una lámpara, ¿vale? Una lámpara de aceite. Y cuando la frotas y me invocas, concedo tres deseos. Suena bien, ¿eh? Con los tres deseos puedo quitarte esa cosa, si me lo pides.
Le miré con duda. Sonaba demasiado bien para ser verdad.
-Quítamela entonces -Él negó con la cabeza.
-No funciona así. Tienes que frotar la lámpara -Yo aún no tenía muy claro qué era una lámpara exactamente. No me juzgues, Infierno no es que esté muy civilizado.
-¿Dónde está esa lámpara?
-Aaaaay, amigo, eso me gustaría saber a mí -Hizo una mueca-. La perdí hace tiempo. La estoy buscando por todo Eldarya… Es por eso que viajo tanto. Además de por lo de ayudar a los demás y servirle a la Guardia de Eel y tal, claro. Pero no tengo ni idea de dónde está.
-Entonces no puedes quitarme el collar.
-Sí puedo, si encuentro la lámpara -Intentó convencerme-. Si me pides que lo haga, lo haré. Pero necesito la lámpara. Así que, mi propuesta es… ¿Qué te parece si me ayudas a buscarla? -Le miré con extrañeza- Mi objetivo es ayudarte. Ya te he sacado de ahí, pero desde luego aún no estás listo para que se te deje por tu cuenta.
-Estoy a punto de salir de edad de crianza -Me defendí. Sí, para los daemon once años ya es suficiente para que uno se valga por él solito, así que su comentario me ofendió un pelín.
-Y no sabes usar una maldita cuchara -Eso ya me ofendió un poco más-. Necesitas que alguien te enseñe un poco cómo funciona Eldarya. Esto no es Infierno, no puedes ir por ahí haciendo lo que quieras, mordiendo a desconocidos e intentando robarles la comida. La sociedad tiene unas normas, y alguien tiene que enseñártelas. Y eso es lo que quiero hacer yo -Me dedicó una sonrisa-. Quiero ayudarte, Leiftan. Quiero darte una vida. A cambio, ya que parece que no crees en las obras de caridad desinteresada, ¿qué te parece si tú me ayudas a mí a encontrar mi lámpara, eh? Y, cuando la encontremos, yo te quito el collar. Me parece que los dos salimos ganando.
Me pensé la propuesta. No sabía absolutamente nada de aquel tipo, bien podía estar intentando engañarme para lo que fuera. Por otro lado, sí era cierto que tener a alguien de quién aprender a manejarme por este nuevo mundo podría ser bastante conveniente.
Aún me costaba, pero estaba empezando a aceptar que, efectivamente, aquello no era Infierno. No podía serlo. En Infierno no había tanta gente, ni tantas… Cosas. En Infierno no había nada, para resumir. Aquello tenía que ser otro lugar. Eldarya.
Y yo no sabía sobrevivir en Eldarya. Aún no tenía claro por qué aquel hombre había decidido sacarme de Infierno, qué era lo que le motivaba… Tal y como él había dicho, no podía creerme que lo hubiera hecho de forma desinteresada, porque la idea de hacer algo simplemente “por ayudar” o “porque es lo correcto” no encajaba en mi cabeza. Eran conceptos que no había conocido nunca antes.
Asociarme con él conllevaba un riesgo, pero, en realidad, no me quedaba mucha otra opción tampoco. ¿Cuál era mi alternativa? ¿Decirle que no, intentar escapar y arriesgarme a que él me atrapase de nuevo y volviera a someterme a la tortura acuática que había sufrido antes?
Si el trato me resultaba inconveniente, podría romperlo con el tiempo. Cuando me hubiera hartado de él, cuando ya no me fuera necesario, podría escaparme, pero eso tendría que ser más adelante. Por el momento, podía aún beneficiarme de lo que él tuviera que enseñarme, además de aprovecharme de sus recursos. No sabía de dónde había sacado la sopa, pero tal vez tuviera más y estuviera dispuesto a compartirla conmigo, si le seguía el rollo.
Así que, con cuidado y delicadeza, bajé la copa de cristal y la dejé en una mesa. Él me sonrió con una mezcla de alivio y alegría.
-Muy bien, Leiftan -Dijo-. Te prometo que no te arrepentirás de aceptar mi oferta. Lección número uno: Romper vasos está mal, y está peor amenazar a la gente con ellos. Amenazar a la gente está mal, en general. No lo hagas. Por favor.
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No tengo claro a ciencia cierta cuánto tiempo pasé en aquella habitación. Más de una semana, puede que dos… O puede que más. Roy tenía miedo de lo que podría intentar hacer si me dejaba libre, así que me más o menos encerró en aquella habitación durante un tiempo. No le culpo. Recién salido de Infierno, yo no estaba listo para integrarme en la sociedad faérica. La cosa hubiera podido terminar en uno, o varios, baños de sangre.
No me mires así. Soy un daemon. Soy violento por naturaleza. Si tengo que mostrarme brusco para conseguir lo que quiero, lo haré… O, bueno, esa era la ley por la que me regía entonces. He cambiado mucho desde aquello, gracias al Oráculo, pero reconozco que a día de hoy a veces me surgen algunos… Brotes extraños. Como cuando ocurrió lo de Naytili, por ejemplo, pero creo que esa mujer es capaz de enfurecer hasta al más dócil de los beriflores.
Las primeras lecciones que Roy me enseñó fueron… Básicamente, un mínimo de moralidad. Respetar la vida de otros organismos está bien, herir a los demás está mal. No, no puedes coger las cosas de otros porque sí. No, si alguien te enfada no está bien intentar apuñalarle. Ese tipo de cosas.
Me enseñó también a esconder mi identidad como daemon. A grandes rasgos me contó la historia de Eldarya, con el Sacrificio Azul y demás, e intentó convencerme de que, con otras personas delante, no podía mencionar daemons, dragones, Infierno o nada similar.
-Pero todo eso es mentira -Me quejé yo en algún momento-. Los dragones y los daemon siguen aquí.
-Pero la gente no lo sabe -Explicó él-. Y es mejor que no lo sepan. Por… el bien de todo el mundo.
No entendía muy bien qué quería decir con eso. Decidí hacer caso a sus advertencias, de todas formas. Si la gente no sabía que yo era un daemon, no podrían llamar a los dragones para que vinieran a por mí y me llevasen a Infierno de nuevo. Lógica aplastante de un niño de once años, lo sé.
Me enseñó también sobre Eldarya. Trajo un día un mapamundi, y me enseñó el continente, los archipiélagos, los mares, las montañas, los ríos… Y luego me señaló un puntito muy chiquitito al este y me dijo que estábamos ahí. Yo no podía creerme que el sitio en el que estuviéramos fuera tan pequeño en comparación con el resto del mundo.
Y entonces él, con ojos brillantes, empezó a hablarme de sus viajes. Me habló de lo que había visto mientras recorría Eldarya, me describió paisajes que yo no podía ni imaginar, me habló de pueblos de costumbres raras y divertidas, de gente que había conocido y se habían ganado un lugar en su corazón.
Su narración me fascinó. Una parte de mí empezó a querer hacer esos viajes. Quería ver este mundo que él me estaba describiendo, quería… Explorar. Si de verdad existía algo que no fuera desierto, dolor y hambre, yo quería verlo. Sus historias me conquistaron cada vez más y más, y así se fue ganando poco a poco mi corazón.
Con ello dejé de darle tanto la lata y empecé a escuchar lo que me decía. Empecé a hacerle caso en sus lecciones de moralidad, a cambio de que él me contase más historias de viaje, y luego poco a poco fui entrando por el aro.
Aprendí a “saber estar”. A no buscar cosas para herir a la gente cada vez que ocurría algo que iba en contra de lo que yo quería. Me enseñó a vestirme por mi cuenta y, aunque le costó lo suyo, consiguió inculcarme los valores positivos de mantener una higiene y darse un baño de cuando en cuando. Me enseñó a usar cubiertos, primero la cuchara y luego, cuando tuvo la certeza de que no iba a intentar apuñalarle, el cuchillo y el tenedor. No tuvo que serle fácil, supongo.
Las comidas eran lo mejor del día, incluso mejor que los relatos de viaje. Tenía TRES comidas al día. Eso era… un lujo increíble. Normalmente yo comía cada cuatro días, a veces más, o a veces menos si tenía mucha suerte. Así que poder comer todos los días, y tantas veces, era increíble. Comida deliciosa, además, y caliente. Mi dieta fue cambiando, primero sólo sopas, luego purés, y después de un tiempo ya empecé a tener un menú en condiciones, y pude aprender lo maravillosa que era la sensación de tener un estómago lleno.
Dormir… Era difícil al principio. Me costaba pegar ojo porque estaba completamente paranoico de que pudiera ocurrirme cualquier cosa. Que Roy fuera a matarme mientras dormía, que los dragones fueran a venir a por mí, que mi madre fuera a salir de debajo de la cama e intentase apuñalarme en venganza por haberla matado... Ese tipo de miedos perfectamente normales que tienen los niños por la noche. Estoy seguro de que me comprendes.
La primera noche directamente no pegué ojo. Intenté escaparme de nuevo, de hecho, pero Roy se había encargado de cerrar la ventana. Mi única opción era romper el cristal y luego tirarme fuera, pero estaba bastante seguro de que el ruido iba a alertarle y hacer que viniera a por mí, así que decidí esperar a mi siguiente oportunidad… Que nunca llegó.
Poco a poco me fui acostumbrando a la cama, poco a poco mi cansancio fue haciendo mella y, al cabo de unos cuantos días, empecé a dormir. Menos de lo que era sano para un niño, pero al menos dormía. Me costó mucho acostumbrarme a no tener que dormir con un ojo abierto, a poder dejarme caer en el sueño sin más. Tuvieron que pasar muchos años hasta mi primera noche sin preocupaciones, y a día de hoy aún hay momentos en los que tengo la sensación de que si cierro los ojos, cuando vuelva a abrirlos estaré en Infierno de nuevo, rodeado de dragones que quieran acabar con mi vida.
Después de estas dos o tres semanas de intentar convertirme en una persona decente, Roy me dejó al fin salir de la habitación. Más como que me obligó, en realidad. Sé que para ti posiblemente sería una pesadilla estar tanto tiempo encerrado en una habitación, pero para mí ese cuarto se había convertido en un espacio seguro en el que estaba bastante cómodo. Tenía comida, cama y no había dragones, ¿qué más se podía pedir?
Me quedé muy sorprendido cuando Roy me dejó salir de la habitación. Abrió la puerta y me hizo un gesto hacia ella, invitándome a pasar, y a mí me costó bastante interpretar qué quería que hiciera, hasta que la idea encajó en mi cabeza y al final lo hice.
No fuimos muy lejos. A la habitación de al lado, que era la suya. Me quedé un poco confundido con el cambio de escena. La habitación era igual a la que había estado antes, pero estaba llena de sus cosas, lo cual despertó mi curiosidad. En el suelo estaba la bolsa que usaba él en sus viajes, una que llevaba muchos kilómetros encima ya y que parecía estar siempre a punto de ir a romperse, pero que nunca terminó de hacerlo. Colgado de la ventana estaba el sombrero que le había visto usando anteriormente, y en la silla tenía un cinturón del que colgaban multitud de cuchillos. Por supuesto, eso fue lo primero por lo que me interesé.
-¡Eh, eh, eh; eh, eh! -Él rápidamente corrió a interceptarme, agarrando el cinturón antes de que pudiera hacerlo yo y atándoselo a la cintura bastante rápido- No. Eso no se toca. Los niños buenos no cogen armas.
-Pero me dices que use un cuchillo cuando voy a comer -Protesté, no entendiendo su lógica. Él me frunció el ceño.
-Sí, pero eso no es lo mismo. Esos son… otros cuchillos -Yo le miré sin entender, algo confundido. Hasta él parecía estarse cuestionando las diferencias entre unos y otros cuchillos-. Bueno, estos no los toques, ¿vale?
Me encogí de hombros y seguí curioseando por la habitación. Tenía un montón de mapas, además de aquel mapamundi de Eldarya que me había enseñado, y eso despertó mucho mi atención. Intenté adivinar qué lugares eran los que estaban representados, pero no conseguía terminar de leer los mapas. Cuando me aburrí de ellos, pasé a los libros, de los que también había unos cuantos.
Agarré uno y lo miré por todos lados, intentando averiguar su propósito. Lo abrí, esperando ver mapas dibujados en el papel, pero todo lo que encontré fueron filas y filas de algo negro que no entendía lo que era. Después de hojearlo un poco, me di por vencido con el libro, no encontrándole nada interesante o divertido.
-Supongo que no sabes leer -Comentó Roy. Me había estado observando desde la entrada de la habitación, en silencio, más como si me estuviera estudiando.
-No -Yo negué-. ¿Cómo se hace?
-Es un poco más complicado que aprender a usar una cuchara -Él se rascó la cabeza.
-Puedo aprender.
-El problema está en que yo no sé si podré enseñarte -Hizo una mueca-. No es sencillo… Tal vez tendríamos que buscar meterte en una escuela, pero…
Yo le miré sin entender qué era lo que estaba mascullando. Como te puedes imaginar, mi educación hasta el momento había sido bastante pobre. No sabía leer, pero eso era porque en Infierno tampoco había nada de lectura, así que no me hacía falta. No podía hacer tampoco operaciones matemáticas, quitando la idea simple de que si tengo dos panes y me como uno, me queda sólo uno, y ni hablemos de ciencias porque la mera palabra era algo desconocido para mí.
Seguí curioseando la habitación de Roy, pero tampoco hubieron muchas más cosas que llamasen mi atención. Lo que más llamó mi atención fue la ventana, como siempre. A través de ella, a lo lejos, se veía el puerto, y más allá el mar. Me mosqueaba un poco aquella cosa, así que le pregunté a Roy al respecto.
-¿Por qué se acaba la tierra? -Le pregunté, señalando hacia el mar, algo decepcionado porque la ciudad fuera tan pequeña.
-Oh, eso es el mar -Explicó él, sonriendo-. Te acuerdas de haberlo visto en los mapas, ¿no? -Yo asentí- Pues eso es. Si te portas bien, podemos ir a verlo de cerca algún día.
La idea de salir a explorar me emocionó un poco, aunque el mar me pareciese bastante más aburrido que otras cosas que él me había descrito. Pero hacer mi primer viaje me entusiasmó, y decidí que iba a “portarme bien”. Fuera lo que fuera que significase eso.
Al día siguiente a eso, y viendo que no había dibujado con mi sangre ningún pentagrama ritual en la pared, Roy decidió avanzar las cosas un poquito más todavía. En esta ocasión, quiso llevarme al piso de abajo.
-Quiero que me des la mano -Me dijo. Yo le miré algo confundido-. Por si acaso. No me apetece que intentes escaparte de nuevo y causes problemas. Así que, la mano.
Me tocó darle la mano. Algo en cómo me tenía agarrado me hizo saber que, daemon o no, yo no iba a conseguir escaparme de ese agarre. No tenía pensado hacerlo, así que me ofendió un poco que dudase de mí, pero me tocó tragarme mi orgullo e ir de la mano con él a la planta baja.
La planta baja era un comedor, no muy espacioso pero acogedor, y en él había una barra tras la que trabajaba una mujer robusta, de pelo rizado y sonrisa agradable. Al vernos bajar, esta misma sonrisa iluminó su cara.
-Ooooh, mira, mira, mira, ¡a quién tenemos por aquí! -Dijo, mirándome con mucho interés. Su mirada me ponía algo incómodo, y a falta de poder golpearla con un objeto contundente (Roy me había dicho que eso estaba mal, así que no podía hacerlo), lo que hice fue esconderme detrás de Roy para que, en caso de peligro, lo sufriera él primero. La mujer no lo interpretó igual-. Oooh, qué tímido. ¿Está ya mejor?
-No está acostumbrado a la gente -Me defendió Roy, llevándome con él hasta la barra y aupándome para sentarme en un taburete. No me hizo mucha gracia eso, por cierto. No me gustaba que me cogiera en brazos… Me hacía sentirme bastante indefenso-. Está mejor, sí -Él sonrió también. Tanta gente sonriendo me ponía nervioso-. Muchas gracias por todo, Berg -Y a mí me lanzó una mirada impaciente, como pidiéndome algo.
A mí me costó un poco adivinar qué era lo que quería.
-Gracias -Murmuré, muy, muy bajito.
Roy me había enseñado a dar las gracias y a pedir perdón, también. Eso sí que me estaba costando. Para mí, “gracias” era una forma de pedirle a alguien que te perdonase la vida. Cuando le dabas las gracias a los dragones, era para que no te hicieran daño, para que se dieran por contentos y te dejaran en paz. Lo de pedir perdón… Algo similar. Les pedías disculpas si les habías ofendido, si habías hecho algo mal que a ellos no les gustaba. El verdadero significado de esas palabras era algo que yo no comprendía.
Pero parece ser que en aquella ocasión había sabido usar “gracias” bien, aunque en realidad no sintiera gratitud alguna. No podía sentirla, no sabía quién era esa mujer o por qué le estaba dando las gracias.
-Oish, pero qué ricura -Ella me miró muy contenta-. Me recuerdas a mi sobrino, el pequeño. Tiene que tener tu edad y es igual de adorable que tú.
Ninguna de esas palabras tenían sentido alguno para mí. En serio, ninguna de ellas.
La mujer estiró una mano en mi dirección, creo que con la perversa intención de tirarme de los mofletes. Nunca he entendido por qué las señoras hacen eso, y aún más sin pedir permiso. Es algo que a día de hoy me sigue dando muy mal roll-¡Manos fuera! ¡No! ¡Aparta, no me toq-Aaaaggghhhh, ¡Ejarel, fuéltabe! Aaaay, ay, ay… ¡No vuelvas a hacer eso!
A lo que íbamos... Esa mujer intentó tocarme, y… Como te puedes esperar, mi reacción a eso no fue muy buena. Me quedé congelado por un instante, tensando todos los músculos de mi cuerpo, y Roy tuvo que darse cuenta, aunque sólo fuera por cómo tuve que clavarle las uñas en la piel. Estiró un brazo y cazó la muñeca de la señora a medio trayecto, deteniéndola y haciendo que ella pusiera una mueca sorprendida.
-No le gusta que le toquen -Explicó, intentando poner buena cara-. El crío ha pasado por mucho.
-Oh -Ella hizo una mueca de comprensión-. Lo siento, peque -Me puso cara de pena-. Espera, déjame que te prepare un zumito. ¿Tú quieres algo, Roy?
-Lo de siempre. Gracias, Berg.
Todavía estaba asustado y enfadado por el intento de toqueteo, así que esta vez no di las gracias. Roy no me lo tuvo en cuenta, simplemente se me quedó mirando con preocupación, creo que planteándose si yo aún no estaba listo para el contacto con otra gente.
El zumo no tardó en llegar, y yo bebí de él con algo de desconfianza y sorbos pequeños. Estaba dulce. La bebida de Roy era distinta a la mía y tenía un olor muy fuerte, lo que en seguida despertó mi curiosidad.
-¿Qué es? -Pregunté.
-Zumo especial para adultos -Respondió él-. Tú no puedes tomarlo -Eso me ofendió un poco.
-Estoy a punto de salir de edad de crianza -Protesté. Sí, sí, ya sé que suena absurdo, pero las cosas son distintas cuando eres un daemon.
-No -Él volvió a negar, frunciendo el ceño. Mi orgullo se sintió algo ofendido.
Para aclarar, los daemon tenemos una simpatía natural hacia el alcohol, así que posiblemente no hubiera sido tan nocivo en mí como cualquier otro niño de esa edad… Pero seguía siendo ilegal. Y, bueno, cada vez que bebo se me sube a la cabeza bastante rápido, así que… Es mejor alejarme de la bebida, por lo general. Sí, hay una razón para que nunca me hayas visto beber. Misterio resuelto.
Roy me había bajado posiblemente para tantear las aguas conmigo, para ver cómo reaccionaba ante otra gente. Mantuvo una conversación ligera con la mujer, a la que yo asistí sin decir demasiado. Ella tuvo que interpretar mi falta de diálogo como timidez, y en parte sí que lo era, así que cuando entendió que yo no era muy charlatán me dejó estar. No sé exactamente qué idea se haría la señora conmigo, o cuál pensaría que era mi situación. Posiblemente pensase que era un niño al que sus padres habían abusado y que Roy me había salvado, o algo similar.
Después de un rato, cuando acabé mi zumo y Roy terminó de apurar su bebida, nos excusó a ambos diciendo que esto sólo había sido para presentarme, o algo así, y que nos tocaba volver arriba.
-Creo que aún tiene mucho que… procesar -Dijo Roy, mirándome a mí. Yo le fruncí el ceño-. Gracias de nuevo, Berg.
Alzó una ceja. Esta vez me costó menos entender lo que quería decirme.
-Gracias -Repetí.
-No hay de qué -La mujer sonrió de forma melosa-. Espero que te pongas mejor pronto, dulzura.
Yo no estaba enfermo y no me gustaba que me llamase “dulzura”, pero me mordí la lengua porque aparentemente hacer comentarios desagradables a la gente que te trata bien está mal visto. Hm, ahora que lo pienso, creo que Roy hubiera podido enseñarte muchos modales a ti también.
Cuando subimos de nuevo a la habitación, Roy me miró con una gran sonrisa.
-Eso ha ido mucho mejor de lo que esperaba -Dijo. Yo le miré algo confundido-. En comparación con nuestro primer encuentro, al menos. Bien hecho, Leiftan. Estoy orgulloso de ti.
Esas palabras hicieron que me sintiera bien. Y eso me extrañó, porque no estaba acostumbrado a “Sentirme bien”. Recuerdo llevarme una mano al pecho, bastante confundido, porque notaba algo extraño ahí. No sé si Roy no se dio cuenta o si decidió ignorarlo.
-¿Te ha dado miedo? -Preguntó. Yo le miré con confusión- Tener que hablar con personas nuevas a veces es difícil.
-No me ha dado miedo -Me defendí. Él alzó una ceja, dudoso de mi valentía-. Era una señora rara, pero no me ha dado miedo. Sólo era rara.
-Vale, otra lección: aunque la gente no esté delante, no puedes decir cosas feas de ellos -Ahora le miré con fastidio-. Es así. Decir cosas feas de otra gente está mal.
-Hm -Me encogí de hombros y me fui al hueco de la ventana, que se había convertido en mi lugar favorito. Le dediqué una mirada a la multitud de la calle, algo menos ajetreada de lo normal esta vez, antes de hablar-. ¿Cuándo vamos a ir al mar?
-Ooooh, ¿tienes ganas? -Volví a encogerme de hombros, intentando aparentar indiferencia, no dispuesto a admitir que la idea me entusiasmaba- Algunos días más, ¿vale? Quiero que estés listo para salir afuera.
Su preparación para eso fue sacarme de la habitación en pequeñas dosis. Al día siguiente, volvimos a visitar a la mujer de la planta de abajo, y esta vez fue más rato y Roy intentó meterme en la conversación que tenía con ella. Al siguiente de eso, probó a hacer que los dos comiéramos en la planta baja, en lugar de en la habitación. El tercer día, hicimos las tres comidas ahí.
En algún momento tuvimos que cruzarnos con más gente que venía a la posada a comer. No demasiada, porque Roy se encargaba de subirnos arriba si había mucha gente, pero sí algo más. Era su forma de acostumbrarme a la gente, dejando que poquito a poco me hiciera a la idea de más personas a mi alrededor.
Y, después de unos días más de esto, una tarde, Roy me dijo que me echase una buena siesta, porque esa noche íbamos a ir al mar. No conseguí echarme esa siesta, fíjate.
Estaba emocionado ante la perspectiva de salir de la posada. Algunas veces que habíamos estado en la planta baja Roy me había dejado deambular un poco por ahí, siempre con los ojos puestos en mí, y había podido asomarme a la calle y comprobar que lo que se veía desde las ventanas era real… Y que todo era enorme. Los edificios, la calle, desde aquella altura se veía mucho más diferente, más… Grande. Y me gustaba. Mucho.
Así que prácticamente estaba pegando saltos en mi interior cuando Roy me dijo que finalmente iba a poder ver todo eso con mis propios ojos.
Aquella noche, como prometió, vino a recogerme a mi habitación, completamente preparado con todos sus útiles y su bolsa de viaje al hombro, y, cogiéndome de la mano para que no saliera corriendo por ahí, me sacó de la posada por primera vez.
El aire nocturno me sorprendió, habiéndome acostumbrado ya a estar a resguardo del viento, pero me resultó agradable. Olía a mar, algo a lo que no estaba acostumbrado, y estaba ligeramente húmedo, otra sorpresa.
-Por aquí -Me dijo, dándome un apretón en la mano para hacer que me pusiera en marcha y le siguiera por las calles.
El pavimento de las mismas era una novedad para mí. ¿Sabes qué era una novedad también? Zapatos. Era un poco raro no notar el suelo con mis pies, pero no estarse clavando cada maldita piedra del camino era una mejora de calidad de vida increíble. No sé cómo lo hace Ykhar, te lo juro.
Todo era increíble, en realidad, y todo llamaba mucho mi atención. Le iba preguntando a Roy cosas, sobre qué era esto, o qué era eso otro, y él me iba respondiendo como mejor podía, posiblemente bastante contento con mi entusiasmo, a juzgar por cómo iba sonriendo.
Fue un camino agradable hasta el mar. Y, cuando llegamos a la playa, me quedé completamente sin palabras ante la vista. El mar era… Enorme. Casi absurdamente enorme. No se acababa, no tenía fin, abarcaba hasta donde llegaba la vista. Era como el desierto de Infierno y, a la vez, era todo lo contrario. Se movía, y el movimiento resultaba completamente hipnótico para mí.
Roy me llevó a la playa, y me sorprendió la arena, suave y muy distinta a la de Infierno. Llegamos a la orilla, y yo no pude evitar una exclamación de sorpresa cuando una ola lamió mis pies.
-¿Te gusta? -Preguntó Roy, mirándome con una sonrisa. En esta ocasión ni siquiera me molesté en fingir indiferencia, simplemente asentí- Eso es genial. ¿Qué te parece si nos damos un baño, eh?
-Pero ya me he bañado hoy -Aún no me gustaba mucho todo el asunto del baño, y no me apetecía pasar por la misma tortura dos veces el mismo día.
-Es un baño un poco distinto -Se lo pensó-. Es más como… Verás…
Sin encontrar las palabras que buscaba, todo lo que hizo fue cogerme en brazos, ignorar el grito que pegué, y sin pensárselo un segundo empezar a correr mar adentro, adentrándose en el agua, hasta encontrar un sitio lo suficientemente profundo como para poder tirarme sin hacerme daño.
Yo salí a flote chapoteando, completamente calado y maldiciendo toda su estampa. De forma bastante literal, digamos que por aquel entonces tenía un lenguaje bastante más florido de lo que es habitual en un niño. Cosas de daemon.
El muy desgraciado se estaba riendo. A mí eso no me hacía ninguna, ninguna gracia, especialmente después del ataque, que yo me había tomado como una verdadera ofensa y amenaza. De mal humor, y sin nada con lo que atacarle, todo lo que pude hacer fue darle un golpetazo al agua para salpicarle, cosa que hizo que interrumpiera su risa, con lo que me quedé bastante satisfecho. Menos contento me quedé cuando él me devolvió la jugada.
Empecé a intercambiar saplicaduras con él, y en poco tiempo aquello se había convertido en una pelea marina en toda regla. Pero, extrañamente, sus ataques me ofendían cada vez menos y menos. Su risa era contagiosa, y el vaivén del mar y lo absurdo de la situación hacían que aquello fuera… Divertido. La pelea que tanto me había ofendido en un primer momento se convirtió en un juego, y yo disfruté de él.
No ganó nadie. Los dos acabamos igual de mojados, jadeando con fuerza y tirados en la orilla, dejando que las olas nos mojaran de cuando en cuando.
-Nada mal, chaval -Me dijo-. No esperaba encontrar contrincante tan digno en un mico como tú.
Sus palabras me llenaron de orgullo. Se me escapó una sonrisa.
Y él se dio cuenta al instante, y pegó un respingo donde estaba, casi asustándome, y me miró con una gran sonrisa en su propia cara.
-¿¡Acabo de ver una sonrisa!? -Dijo. A mí me cambió la cara al instante- Oh, no, ¡no la escondas! ¡La he visto! ¿Qué te parece? Hasta tú puedes ser adorable de cuando en cuando.
-No soy adorable -Me quejé. Para mí, aquella palabra era casi como un insulto, y de los gordos.
-No, la mayoría del tiempo no. Peeero… -Alargó un brazo hasta mí para pincharme la cara con un dedo, obligando a mi boca a sonreír- Con una sonrisa estás mucho mejor. La vida es bella, ¿sabes?
Sus palabras despertaron una sensación agridulce en mí. Una parte de mí aún no se creía que todo lo que había pasado en Infierno hubiera acabado ya. Aún esperaba a los dragones apareciendo desde el cielo para llevarme de vuelta y castigarme.
-No lo es -Rebatí-. La vida es difícil.
-Eso también es verdad -Admitió-. Pero una cosa no quita la otra. Y, ahora mismo, no tienes que preocuparte por nada -Dejó mi mejilla para darme un toque en la nariz, cosa que me mosqueó un poco-. Los críos de tu edad sólo deberían crecer y divertirse. Tú has pasado ya por una tortura mucho peor de la que se merece nadie, y eso no puede ser así. De ahora en adelante, todos tus días van a ser mejores. Vas a crecer siendo feliz, hasta que algún día todo lo que has pasado en ese lugar sea sólo una pesadilla -Me guiñó un ojo-. Ese es mi primer deseo cumplido.
-Pensé que necesitabas tu lámpara para cumplir deseos -Protesté.
-Pero este puedo cumplirlo sin magia -Aseguró-. Si estás dispuesto a colaborar, claro está. No puedo ayudarte a cambiar si tú no quieres hacerlo.
¿Quería yo cambiar? Me daba un poco de miedo. Sabía que Roy quería volverme un “buen niño”, uno que no dice groserías, no le muerde a la gente y no busca objetos afilados con la mirada cada vez que entra en una habitación. Para mí, eso era todo lo que yo conocía, y era mi único mecanismo de defensa. Si llegaban los dragones, iba a tener que luchar por mi vida. Ser educado y saber usar una cuchara no iba a servirme de nada.
Pero la idea de ser un niño normal, uno que podía jugar en el agua y pasárselo bien y divertirse sin tener que pensar en dragones, era algo que me gustaba mucho. Algo con lo que no había podido soñar hasta entonces. Ojalá hubiera sido todo tan sencillo como decir “Sí, vale”, y que toda mi psique cambiara. Es mucho más difícil que eso.
Pero todos los cambios empiezan… Aceptando que quieres cambiar.
-Quiero… ser feliz -Admití. Él me lanzó una mirada llena de calidez, y tal vez un poco de lástima-. No quiero más dragones. Ni más Infierno. Quiero poder viajar, como tú.
-Entonces, ya está todo dicho -Se puso en pie y me tendió una mano para ayudarme a levantarme-. Vamos -Me sonrió-. Nos espera un gran viaje.
Por un instante, me dio un vuelco el corazón.
Después acepté su mano, sin poder evitar una sonrisa, y él me ayudó a levantarme. No se burló esta vez de mi sonrisa, sino que la complementó con una carcajada por su parte, y cuando me tuvo en pie me revolvió el pelo de forma cariñosa, gesto que, aunque me fastidió, encontré bastante reconfortante.
Tras recoger del suelo su mochila y su sombrero, que había dejado en la arena, emprendió la marcha, llevándome de la mano consigo.
Así empezaron mis viajes con Roy. Fue posiblemente la etapa más importante de mi vida. Una etapa en la que aprendí muchas cosas, y en la que cambié… Mucho.
Quiero pensar que para bien.
Parte 3
Salimos de la ciudad aquella misma noche, cuando las calles aún seguían vacías, y empezamos un viaje a quién sabe dónde. A mí me daba igual y, si algo aprendí de las rutas de Roy, a él también.
Solía viajar sin rumbo, a dónde le llevasen sus pies. Si se le ponía ir en una dirección, en esa iba, si le apetecía cambiar la ruta a mitad de camino, hacía exactamente eso. Era un espíritu libre.
En aquel momento, nos adentramos en el bosque que rodeaba la ciudad. Como puedes imaginarte de mi descripción de Infierno, los árboles no eran muy habituales por ahí. Los pocos que habían estaban secos y deshojados, y eran más bien troncos muertos esperando a que algún rayo les acertase en una tormenta.
Así que mi reacción al bosque fue bastante intensa. En un primer momento me dio hasta un poco de miedo, con tantos árboles y tan altos, pero cuando nos adentramos en ello y empecé a ver la vegetación, tan diversa y singular, en seguida me sentí encandilado por el bosque. Le preguntaba a Roy por algunas cosas y otras, qué eran, para qué servían, si se podían comer o no. Él me respondía como mejor era capaz, y estoy bastante seguro de que muchas cosas se las inventaba directamente. A mí me daba igual.
El camino por el bosque fue algo mágico, como lo estaba siendo todo para mí. Estaba fascinado. Si no fuera porque Roy me tenía bien agarrado de la mano, creo que hubiera sido muy capaz de adentrarme en el bosque y perderme ahí dentro sin ni siquiera darme cuenta de ello.
Después de algunas horas de caminata llegamos a una zona algo más despejada, y fue ahí donde Roy quiso hacer nuestra parada.
-Vamos a montar un campamento -Anunció-. Un campamento es un…
-Cuando duermes en el suelo -Corté yo. Él asintió-. Pero, ¿por qué? Es incómodo y peligroso. Las camas son mejores…
-¿Sabes? -Me miró rascándose la barbilla de mala manera- Cualquier crío de tu edad se hubiera vuelto como loco por hacer una acampada. Supongo que para ti no tiene el mismo encanto…
No lo tenía. Estaba ya muy habituado a dormir al aire libre, así que toda la “magia” de la acampada no existía para mí. Era una molestia. Pero tampoco es que hubiera otra opción en aquel momento, así que simplemente me puse a ayudarle a montar el campamento. Intentó enseñarme a montar una tienda de campaña, pero resultó que él no era demasiado habilidoso con aquello, y yo empezaba a sentirme frustrado y cabrearme, así que dejamos la tienda a un lado antes de que me pusiera a partir árboles a puñetazos y nos acabamos resignando a dos sacos de dormir, que era suficiente. Luego le ayudé a hacer un círculo con piedras en el suelo, y lo llenamos con ramitas y madera.
-Voy a hacer algo de magia -Me avisó-. No te asustes, ¿de acuerdo?
Yo asentí. Él chasqueó los dedos, y de repente vi una chispa surgir entre ellos y, entonces, una llama.
Me asusté. Me asusté, y mucho. En mi cabeza, el fuego equivalía a los dragones. Eran ellos los que podían hacer fuego, nosotros no. No lo necesitábamos, porque podemos ver bien sin él y no teníamos nada que cocinar. El fuego era sólo para causarnos dolor. A veces, los dragones marcaban a la gente con metal al rojo vivo para dejarles una “señal”. Otras, directamente les provocaban quemaduras simplemente por hacerlo. Había escuchado de gente a la que les habían quemado las alas o… Gente a la que directamente habían quemado viva. Porque sí. Por diversión, para verles agonizar entre las llamas.
Así que el fuego era malo. Era muy malo, y cuando vi aquello surgir de sus manos, me asusté muchísimo.
Retrocedí rápidamente lejos del hogar, horrorizado ante ello, hasta que mi espalda dio contra un árbol, que me sobresaltó. Sin pensarlo me giré para atacar a lo que fuera que me había tocado la espalda (que, recordatorio, aún me dolía a rabiar a causa de mis alas cortadas), y le arreé semejante puñetazo al árbol que conseguí hacerle una muesca a su corteza y astillarlo. No fue muy inteligente por mi parte, y estoy seguro de que me dolió más a mí que al árbol, porque en seguida empezaron a sangrarme los nudillos.
-¡Eh, eh, eh, eh; chico, eh! -Roy intentó calmarme, rápidamente apagando el fuego y acercándose a mí con calma- Tranquilo. Ya ha pasado. Te he asustado, ¿verdad? Lo siento.
-¿P-por qué has hecho eso? -Le grité. Él parecía no saber qué responderme, y me miraba casi como si tuviera más miedo de mí que el que yo tenía de él y del fuego- ¿¡Por qué has hecho eso!?
-Leiftan, respira -Me pidió-. No puedo hablar contigo si estás gritando. Baja la voz y cálmate. No va a haber más de eso, ¿de acuerdo? Si no te gusta, no lo hago.
Una parte muy agresiva de mí quería saltarle encima, clavarle las uñas en el cuello y abrirle la garganta. Me sentía muy amenazado en aquel momento, y, como creo que ya te he dicho… A veces es difícil controlar… Mis impulsos de daemon. La violencia es siempre una solución para nosotros, incluso si es injustificada. Simplemente es así… Está en nuestra naturaleza.
No hubiera podido con él si le hubiera saltado encima, de todas formas. Me temblaban las manos, así que las cerré en puños. Intenté hacerle caso. Sabía que era lo inteligente. Así que intenté calmarme, serenarme… Intenté olvidar el fuego, pero me costaba.
-Eso es -Viendo cómo poco a poco mi hostilidad iba disminuyendo, Roy me animó-. Ahora, ven aquí. Tranquilo, no voy a hacerte daño. Ya te lo he dicho muchas veces.
Me acerqué a él con pasos lentos pero todavía cautelosos y furiosos. Él empezó a agacharse poco a poco, y para cuando yo llegué frente a él, estaba sentado en el suelo y me miraba con una sonrisa.
-Muy bien -Dijo-. Vamos mejorando lo del control emocional. Antes te he asustado, ¿verdad? Lo siento. No quería hacerlo. ¿Me perdonas?
El tono de su voz, conciliador, no terminaba de gustarme del todo, la verdad, porque casi me daba la sensación de que se estaba burlando de mí por algo. Tampoco entendía del todo de dónde venía la disculpa, así que tuve que analizarlo un momento. Me dijo que había que pedir perdón cuando habías hecho algo que estaba mal a otra persona… Eso significaba que él había hecho algo mal, el fuego. Saber que no era el único que hacía las cosas mal me alivió un poco.
Asentí. Su sonrisa se hizo un poco más sincera.
-Bien. Mira, siéntate -Aunque era una invitación, casi me forzó a hacerlo al tirar un poco de mí-. Intuyo que no te gusta el fuego -Yo negué con la cabeza.
-¿Por qué lo has hecho? -Volví a preguntar. Quería saber qué tipo de problema mental tenía para ponerse a “hacer” fuego de repente, como los dragones.
-Que por qué lo he hecho… -Él pensó cómo darme la respuesta- Hmmm, verás, el fuego se utiliza para muchas cosas. Puedes usarlo para que haya luz, para cocinar, o para estar calentito si hace mucho frío. La gente normalmente lo usa para esas tres cosas -Yo fruncí el ceño. No me sonaban demasiado esos conceptos-. Es muy útil, y ayuda mucho a la gente…
-Pero el fuego duele -Me quejé. Dolía, o eso había oído.
-También puede hacer mucho daño, es cierto -Se frotó la barbilla-. Puede ser muy destructivo. Es un poco… Como tú -No me gustó la comparación, y le puse mala cara-. Cuando no se controla, el fuego puede arrasar con todo. Es horrible. No discrimina. Simplemente consume todo lo que se encuentra en su camino. Pero si se controla… El fuego puede ser una herramienta muy útil.
-¿Soy una herramienta?
-No me refería a eso -Él negó-. Lo que quería decir es que… Todo tiene dos lados, ¿sabes? Todo puede usarse para hacer el bien o para hacer el mal… Igual con las personas. Podemos elegir ser buenos, o ser malos. Normalmente es algo que está en nuestro poder. No siempre es fácil hacer lo correcto… Y no siempre puede hacerse -Hizo una mueca de pena-. A veces, por un bien mayor hay que hacer cosas que están mal… Pero no entraremos en esos grises por el momento. Hablemos del fuego, ¿vale?
-No me gusta hablar del fuego -Me quejé
-A ti no te gusta hablar de nada -Ni siquiera me molesté en replicar. Era cierto. Lo de mantener una conversación era algo que todavía me costaba a ratos-. Pero esto es importante, así que escucha. Hay muchas cosas para las que necesitamos el fuego, a fin de cuentas -Aún no terminaba de entenderlo, pero, bueno, si él lo decía… Tendría que ser verdad, como eso de que la “cuchara” era mejor para comer que beber de un plato directamente-. Lo primero de todo, quiero que sepas que todo el mundo puede hacer fuego, no solo los dragones.
-¿Incluso yo? -Él asintió.
-Incluso tú, con las herramientas necesarias. Haciendo chocar dos piedras, o frotando dos palos, o simplemente con un mechero o unas cerillas… -No tenía ni idea de qué me estaba contando, y eso del “mechero” sonaba raro, pero le dejé hablar- Todo el mundo puede hacerlo, y todo el mundo puede controlarlo, si se usa la cabeza. Pero, recuerda esto, y recuérdalo siempre: ¡No hay que jugar con fuego!
-¿Por qué iba a hacer eso? -Le puse mala cara- Quema, duele, y no parece divertido.
-Ya, eh… -Él se rascó la cabeza con confusión- Es una frase hecha, así que, eh… -Carraspeó- Lo que sea. Este, eh, vale, hay muchas formas de hacer fuego. La primera es la forma “manual”, que es lo que ya te he dicho. La otra es como lo hago yo, con magia. Tal vez si no tuvieras ese collar tú también pudieras hacerlo -Me llevé una mano al cuello, sintiendo el hierro de mi gargantilla. Sabía que estaba ahí para restringir alguna clase de poderes, pero no tenía muy claro cuáles exactamente-. Hay muchas especies de faéricos que pueden hacer magia… Eso lo sabes, ¿no? -No sabía demasiado sobre otras especies faéricas, pero era más o menos consciente de lo que era el maana y la magia, así que asentí- Vale. Hay algunas especies con más afinidad al maana que otras, y con mayor capacidad mágica… Y hay especies que tienen mayor afinidad a algunos tipos de magia concreto. Los djinn concretamente, además de tener fenomenales poderes cósmicos tenemos una afinidad especial con el fuego… Es el único poder que podemos usar de forma independiente sin que nadie pida un deseo, así que muchas veces lo usamos para defendernos. No es muy bonito cuando algún pirado con delirios de grandeza quiere frotar tu lámpara para pedirte que le conviertas en amo y señor absoluto del universo. En resumen, que puedo hacer fuego de la nada. ¿Me vas siguiendo? -Asentí- Bien.
>>Lo que iba a hacer yo ahora era encender una hoguera. Cuando acampas por la noche, es importante tener una encendida. El calor del fuego hará que no te quedes frío, y la luz hará que los familiares salvajes no quieran acercarse a ti.
-Pero atraerás a los dragones -Protesté. Él me miró fijamente unos segundos, hasta que caí-. Ah. Sí. “Aquí” no hay dragones.
-Parece que aún te cuesta, hmmm… -Se frotó la barbilla- Bueno. Por esta noche a lo mejor podemos pasar sin la hoguera, pero vas a tener que acostumbrarte al fuego en algún momento. Si no, no vas a poder cocinar nunca, por ejemplo.
-¿Cocinar? -Palabras nuevas. En Infierno toda la comida que nos daban era algún pastiche que no tengo muy claro del todo qué era, que sabía fatal y que apenas nos mantenía con vida.
-Te acuerdas de Berg, ¿no? -Yo asentí- ¿Y de la comida que preparaba? -Volví a asentir. Cómo olvidar aquello…- Pues esa era comida “cocinada”. Cocinar es coger un montón de ingredientes para hacer un plato muy muy rico y que sepa muy bien, como los de Berg. Normalmente necesitas fuego para hacerlo, porque la comida cruda, además de que no suele estar muy buena, puede hacer que te pongas malo. Algún día tú y yo podemos probar a cocinar algo, a ver qué nos sale -La idea no me convencía. Debió vérmelo en la cara-. No te preocupes, no es peligroso, y es muy fácil.
Sí, sé que Hiiro no estaría de acuerdo con esa afirmación, pero él es un caso aparte.
Estuvo un tiempo más explicándome las maravillas del fuego y las cosas que se podían hacer con él. Yo le objetaba que para mí el fuego era peligroso, y él me dio la razón en ello… Me habló de incendios y tragedias que podían ocurrir cuando el fuego no se controlaba. Pero me habló también de los usos buenos del fuego, no sólo para cocinar, o para iluminar, sino también para… Animar. Me habló de pueblos lejanos que danzaban en torno al fuego o con el fuego, y de lo mucho que esto unía a sus comunidades. Me habló del fuego como símbolo de vitalidad, de energía, de fiereza. Llegó incluso a contarme el mito de Prometeo.
-Pero Prometeo, que era menos rácano, se apiadó de las otras criaturas y les cedió el fuego también -Contaba-. Escogió a tres razas, aquellas que más virtuosas les pareciera, y les entregó el don del fuego. A los habilidosos humanos se lo dio como herramienta, para que aprendieran a usarlo y se lo enseñaran al resto de razas. A los Feng Huangs les dio el fuego de la vida, para que nunca se perdiese la esperanza y que ellos fueran el símbolo del renacer y de la eternidad. A los dragones se lo dio como arma, para que pudieran proteger al mundo de… -De repente se cortó- … Las cosas peligrosas.
Conoces el mito, así que sabes lo que son las “cosas peligrosas”. Yo no lo conocía, pero lo intuía, y sus palabras se clavaron en mi pecho. Estábamos ya ambos tumbados en el suelo, cada uno en un saco de dormir, y yo me revolví en el mío, incómodo.
-Lo siento -Al entender que no había conseguido salvar la frase, me puso cara de pena-. No pretendía… -Suspiró- Es así como es el mito. Los daemon no salen nunca bien retratados en este tipo de historias. Dice la historia que consiguieron engañar a un humano para que les enseñase el fuego y que a través de la magia negra crearon su propia versión… Que, por supuesto, usaron para hacer el mal.
El relato nos dejó con mal sabor de boca a los dos. Roy me había explicado ya que los daemon estaban mal vistos, pero a mí aún no terminaba de entrarme en la cabeza el por qué. Siempre que me contaba alguna historia, los daemon eran “los malos” y los dragones “los buenos”, y eso no tenía sentido para mí. Los dragones me habían hecho sufrir muchísimo… Eran ellos los que estaban portándose mal. Así que, ¿por qué eran ellos los buenos?
-¿Por qué los daemon son malos? -Pregunté. Por la cara que puso, mi pregunta le había pillado por sorpresa- Siempre dices que en las historias son los malos, y me dijiste que a la gente de Eldarya no le gustan los daemon. ¿Por qué? ¿Qué hemos hecho?
-Eso no es exactamente fácil de contestar… -Él tomó aire, incómodo- Verás… Hace mucho, mucho tiempo, cuando aún estábamos en el otro mundo, los daemon hicieron muchas cosas horribles. Crearon conflictos entre pueblos hermanos y organizaron guerras sangrientas que no beneficiaron a nadie, propagaron enfermedades que menguaron la población mundial a la mitad, causaron desastres que hicieron que la tierra se inundase o que empezase a llover fuego… Todo tipo de villanías. Se llegó a decir incluso que el origen de todo mal provenía de los daemon. Como puedes imaginar, eso no daba una imagen… Exactamente positiva.
En aquel entonces no podía creer que todo lo que me decía fuera tan grave o tan malo como para causar que, muchos años después, fuéramos nosotros los que sufrían todas esas penurias. En mi adolescencia leí mucho al respecto, queriendo saber más sobre daemon, sobre sus actos antes del Gran Exilio… Y me horroricé con lo que leí. Soy perfectamente consciente de las atrocidades que ha cometido mi raza… Y, por supuesto, me indignan y me apenan. Me sentí muy traicionado cuando leí todo aquello, porque siempre pensé que “No podía ser tan malo”, pero… Lo era, y era peor incluso de lo que podía haber imaginado jamás.
-No puede ser tan malo -Mi yo de siete años, sin embargo, aún no estaba convencido-. No para que los dragones hagan eso.
-Bueno… -Roy evitó mi mirada, girando para quedar sobre su espalda, y miró fijamente el cielo nocturno- Fue terrible, es cierto. Y tal vez los daemon se merecieran algún tipo de castigo por ello, pero… Desde luego no lo que los dragones están haciendo -Le vi fruncir el ceño-. Eso va mucho más allá de un simple castigo, y lo están haciendo sobre la gente equivocada. Eso es tortura. Lo que hacen no es mucho mejor que lo que hacían los daemon antaño…
-¿Por qué lo hacen entonces? -Si los dragones eran los “buenos”, ¿por qué nos estaban haciendo eso?
Él se pensó su respuesta durante unos instantes. Sus ojos escrutaban el cielo nocturno como buscando en las estrellas la solución a mi pregunta.
-Dicen… Que los daemon son malos por naturaleza -Cuando habló, lo hizo con un tono mucho más desanimado que el que él solía usar-. Que están destinados a traer el caos. Dicen que son incapaces de sentir amor o empatía. Que sólo buscan su propio placer, y lo encuentran en el horror y el terror. Que ellos nunca construyen, sólo destruyen. Y que todo esto está en el interior de cada daemon… Que todos son malos. Nacieron malos, y siempre lo serán. Por eso la gente los odia. Porque de un daemon no puede salir nada bueno. Nunca. Y si les dejas libres… Volverán a hacer que reine el caos. Por eso es mejor tenerles sometidos y controlados… Encerrados en una isla en la que no puedan escapar de la tortura eterna.
Sólo con escuchar sus palabras notaba cómo algo hervía en mi interior. Quería gritarle, decirle que eso no era así. Sentía mucha rabia. ¿Los daemon éramos malos porque sí? ¿Teníamos que estar encerrados en Infierno sin haber hecho nada malo, sólo por si lo hacíamos? Era injusto. Mucho. Los dragones y el resto de Eldarya se estaban portando mal con nosotros… Nosotros éramos las víctimas.
Entonces, Roy se giró hacia mí. Su expresión, antes sombría, de repente mostraba una sonrisa plácida… Casi dulce. En sus ojos volvía a chispear ese optimismo que tanto le caracterizaba, y también lo noté en su voz cuando hablé.
-Pero yo sé que no es así -Dijo-. Por mucho que lo diga otra gente, no puedo creérmelo. No hay nadie que sea malo por naturaleza, eso no funciona así. Ser buenos o malos… Es algo que decidimos nosotros con nuestras acciones. ¿Me escuchas, Leiftan? Olvídate de los daemon, o de todo lo que hayan podido hacer. Tú eres tú. Y tú decides quién quieres ser.
Sus palabras apagaron un poco mi rabia. Me hicieron reflexionar. Yo era yo… Era algo más que un daemon a merced de los dragones. Era… Una persona.
-Bueno, no sé si entenderás lo que te quiero decir, pero cuando seas mayor tendrá más sentido -Lo entendía perfectamente, e iba a responder algo al respecto, pero él desvió mi atención de repente señalando al cielo-. ¡Mira!
Efectivamente miré, esperando ver algo, pero no había nada más que el cielo nocturno. El azul oscuro de la noche espolvoreado con estrellas y una luna que aquella noche estaba muy bonita.
-¿No es precioso? -Me preguntó- Es una de las ventajas de no hacer fuego, que las estrellas se ven mejor. Ahí arriba, en algún lugar, está Galorze, galopando entre las estrellas…
-¿Alguna vez has estado en una estrella? -Él se rió con mi pregunta. A mí me ofendió un poco que lo hiciera.
-No -Respondió-. Y no creo que nadie lo haya estado nunca. Están demasiado lejos como para ir.
-Ah. ¿Y en el cielo? ¿Has estado allí?
-Hmmm… Sí, alguna vez.
-¿Y cómo es?
-Muy aburrido. Prefiero estar en tierra firme.
-¿Y en la Luna has estado?
-Está demasiado lejos también -Volvió a reírse-. ¿Sabes? Hay una especie de faéricos que son los hijos de la luna.
-¿Hijos de luna? -Sonaba a una combinación de palabras similar a otra que me conocía, cambiando un par de consonantes, pero quitando eso no tenía demasiado sentido- ¿Cómo vas a ser hijo de… la luna?
-No lo sé -Incluso él no parecía muy convencido-. Pero sé que ocurre. A veces, un rayo de luna deja embarazada a una mujer. El niño que sale de eso se llama “lorialet”... ¡Aaaah!
Se incorporó repentinamente, dándome un susto. Yo hice lo mismo, pensando que a lo mejor estábamos bajo ataque o algo similar, pero no era nada de eso.
-Ya sé, ya sé -Me miraba con una gran sonrisa-. Leiftan, si alguien te pregunta, diles que eres un lorialet.
-¿Cómo? -Le miré con confusión.
-Es posible que en algún momento te pregunten que de qué raza eres -Explicó-, y no podemos ir por ahí diciendo la verdad, así que… Lorialet.
-P-pero yo no sé cómo es un “lorialet” de estos…
-Yo tampoco -Se encogió de hombros-. Casi nadie lo sabe, y eso es lo mejor, porque así no se darán cuenta de que estamos mintiendo.
-¿... No me habías dicho que mentir era malo? -Le miré con duda. Él frunció los labios.
-Sí, pero… Eh… Ya te he dicho que, eh, a veces hay ocasiones en las que… B-bueno, no me cuestiones -Parece que abrirle un agujero a su lógica le hizo entrar en pánico por unos instantes-. Eres un lorialet, enhorabuena -Yo aún no estaba muy convencido pero, si él lo decía, tendría que hacerle caso-. ¿Qué hay del nombre? ¿Te lo cambiamos?
-¿Mi nombre? -Eso sí que me pilló por sorpresa.
-A lo mejor prefieres dejarlo atrás -Propuso-. Empezar de cero. A lo mejor podemos ponerte un nombre como… -Hizo una pausa para dramatismo- ¡Sapelio!
-¡No! -Rápidamente me negué. ¿¡Qué tipo de nombre es “Sapelio”!?
-¿No te gusta Sapelio? -Fingió decepción- Vale, ¿y qué hay deee…? ¡Covadonga!
-¡Ese tampoco! -Me lo pensé un instante- ¡Además, ese es nombre de chica!
-No, no, no -Él negó con la cabeza-; los nombres no tienen sexo, mi querida Covadonga.
-¡Acabas de usar el femenino! ¡Y no quiero llamarme Covadonga! -Empezaba a ponerme rojo tanto de rabia como de vergüenza, y él se echó a reír, lo que sólo me hizo ganar más color- ¡Leiftan está bien! ¡Me gusta mi nombre!
-¿Oh, así que te gusta? -Me sonrió de forma que me dieron ganas de arrearle un puñetazo. Cada vez que hacía esa sonrisa quería arrearle uno, la verdad, y por muchos ejercicios de control de la ira que hice, jamás fui capaz de reprimir esa sensación.
-Sí -Intenté hablar con orgullo-. Me gusta mi nombre.
En realidad, resulta que “Leiftan” es un nombre típicamente de daemon. El sufijo “-tan” significa “traedor” o algo así, y “Leiftan” es… A ver, cómo traducirlo... “El que trae las tormentas”... No son tormentas literales, lluvia y truenos, sino algo más… Metafórico. No hay una traducción exacta para la palabra, me temo… En resumen, mi nombre es un augurio de mala suerte. No sé si le tengo un especial cariño, pero… Es una pequeña forma de reivindicar mi verdadera naturaleza, ¿sabes?
A propósito, ¿sabías que tu nombre es también un nombre de daemon? Casi todos los que acaban en “-el” lo son. Miguel, Rafael, Gabriel… Hay un montón de nombres de daemon escondidos por ahí… Tienes cinco nombres, así que por probabilidad alguno tenía que salirte daemon, ¿no? … No me pongas esa cara, Zacarías. Por supuesto que me he aprendido los cinco nombres. Todos en la Guardia lo hemos hecho.
-Vale, vale -Cuando terminó de carcajearse a mi costa, Roy volvió a hablar-. Nos quedamos con Leiftan entonces. Si estás dispuesto a soportar el peso de ese nombre, entonces perfecto para ti.
Me costó algunos años entender qué quería decir con eso, pero en algún momento lo hice. Yo… Nunca empecé “de cero”, como sugirió él. Siempre quedó en mí una pequeña parte de Infierno, y mi nombre es ejemplo de ello. Nunca intenté olvidar esa isla, ni a los dragones, ni a mis padres. Lo he escondido, cierto, y ha habido momentos en los que me hubiera gustado olvidar, y momentos en los que he maldecido a mi especie, pero... Han sido sólo momentos. Sigo siendo un daemon. No rechazo mi verdadera naturaleza, incluso si tengo que ocultarla. Bastante tengo ya con que el resto del mundo me rechace, como para hacerlo yo mismo. Es tal como dijo Roy...Yo soy yo.
Soy Leiftan, soy un daemon. Y soy muchas cosas más que eso.
Decidí conservar mi nombre, y Roy se mostró de acuerdo con ello. Parecía casi orgulloso. En seguida cambió el tema de conversación, de nuevo señalando al cielo nocturno, y se pasó un buen rato señalando estrellas y hablándome de ellas, de constelaciones, de mil historias distintas. Yo le pregunté más cosas sobre el cielo y las estrellas, sobre la luna, sobre los lorialet. Puede que él hubiera elegido esa raza al azar simplemente porque era lo más sencillo, pero había conseguido despertar mi interés, y las historias que contó él sólo hicieron que me interesase más por ella.
Es muy posible que fuera entonces cuando me enamorase de las estrellas y la astronomía. Sí, siempre me habéis dicho que la decoración de mi habitación era muy cliché para un lorialet, pero… Ves que todo tiene su razón de ser. Es mejor que ponerle un altar de sacrificios y una pared llena de instrumentos de tortura, ¿no? Aunque estoy seguro que Nevra tiene que tener de esos últimos en su cuarto…
Hmmm, sí, sí; que me descentro. Estás muy callado, ¿tienes sueño? Podemos seguir otro día si… Oh, de acuerdo. Continúo entonces.
Aquella noche me dormí escuchando a Roy hablar de constelaciones. Me sorprendí hasta a mí mismo, porque no esperaba quedarme dormido con tanta facilidad… Pero lo hice.
Nos despertamos al día siguiente con la salida del sol. Estaba acostumbrado a dormir poco y a despertarme repentinamente, pero aún así me costó ponerme en pie, debe ser porque ya me había acomodado a los lujos de la buena vida. Después de un desayuno bastante básico, emprendimos de nuevo el camino. Roy me llevó a través del bosque otra vez, de nuevo como la noche anterior hablándome de la flora y la fauna del mismo.
Me tuvo, en realidad, varios días dando vueltas por el bosque. Te digo yo que ese bosque no era tan grande como pasar tanto tiempo en él, y sé que había una razón concreta para ello… Roy estaba intentando acostumbrarme a… Ser una persona normal, bueno. Aún debía de darle un poco de miedo dejarme a mi libre albedrío en una multitud (no le culpo), así que el bosque era un buen sitio para empezar a acostumbrarme.
Durante las noches, Roy intentaba convencerme de que el fuego no era tan malo como yo lo pintaba y que le dejase hacerlo. Tardó aún un par de días en convencerme, pero a la tercera noche al fin le dejé.
-Y esta vez no te asustes -Me pidió-. Haré que se apague si no te gusta, pero no le pegues ningún puñetazo a un árbol. Él no tiene la culpa de nada.
-Ya me disculpé con el árbol -Gruñí.
Después de advertirme un par de veces más, Roy chasqueó los dedos. Fuego.
Clavé mis ojos en el pequeño ascua que había surgido en sus manos, y él me la enseñó sin problemas, abriendo la mano y acercando la palma a mí de forma cautelosa. En ella bailaba la llama, no demasiado grande y bien contenida por su magia. A él no parecía estarle quemando.
-¿Ves? No pasa nada, no va a atacarte por su cuenta -Yo aún no estaba tan seguro. Le lancé una mirada desconfiada-. También te digo que no te acerques demasiado, porque entonces sí puedes quemarte.
-¿Por qué tú no te quemas?
-¿Preferirías que lo hiciera? -No respondí, así que quedaron unos instantes de silencio incómodo- Auch. Eso escuece más que mil quemaduras… -Carraspeó- Es porque lo controlo con magia. Si lo dejase salvaje, por supuesto que me quemaría. Voy a encender la hoguera, ¿te parece bien?
Me encogí de hombros.
Se acercó a la pequeña hoguera que habíamos montado en nuestro improvisado campamento y dejó que el fuego empezase a consumir la madera. Poco a poco la hoguera fue creciendo, hasta que consiguió arder bien, y los dos nos quedamos mirando cómo las llamas bailaban.
Yo seguía esperando que alguna chispa fuera a saltarme encima y prenderme fuego. Estaba a una distancia considerable, abrazado a mis rodillas a forma de protección. Roy vino a sentarse a mi lado y me puso una mano en la cabeza.
-Eres bastante valiente, ¿sabes? -Me dijo. Yo le miré sin entender- No todo el mundo se atreve a probar cosas nuevas.
-Pero sí tengo miedo -Objeté-. El fuego me… Asusta.
-Valiente no es el que nunca tiene miedo, sino el que es capaz de superarlo -Pareció muy orgulloso de la frasecita. Recordatorio de que Roy era Obsidiana… Y uno de los mejores ejemplos de la doctrina del coraje y el cuchillo que he conocido, sólo detrás de Lance-. Nunca tengas miedo de probar cosas nuevas, Leiftan. Puedes descubrir cosas geniales cuando sales de tu zona de confort.
-¿Tú le tienes miedo a algo? -Pregunté. Él asintió.
-A muchas cosas. Por ejemplo… -Se lo pensó- La frase “Tenemos que hablar”. Es aterradora -Yo le miré sin entender-. Aunque hay otras que dan más miedo, por ejemplo, la de “Este mes no me ha baj-
-¿Pero de qué estás hablando? -Le miré completamente perdido- ¿Te dan miedo palabras?
-Lo entenderás cuando seas mayor -Me palmeó la cabeza-. Pero hay otras cosas que también me dan miedo.
-¿Como por ejemplo?
-Oh, no, ya te he dicho un ejemplo -Me miró con miedo-. No te voy a decir nada más. Me da vergüencita.
Me entraron ganas de morderle. Muy fuerte. No lo hice.
Nos quedamos mirando el fuego un rato más. Roy lo apagó antes de que nos fuéramos a dormir, y yo se lo agradecí.
Al día siguiente, Roy me llevó a una ciudad.
Salimos del bosque, y desde una colina vimos a lo lejos la ciudad. Era grande, más que Jueleahpéç, y desde lejos podía ver ya que iba a estar llena de actividad… Y gente.
-La mano -Me pidió-. No me apetece que la multitud te espante y acabes huyendo despavorido por ahí.
-¡No voy a hacer eso! -Protesté.
-Por si acaso. La mano.
La mano le di. Cuando habíamos estado en el bosque, había interludios de tiempo en los que me dejaba ir por mi cuenta un rato, siempre que no me alejara mucho, pero en general prefería tenerme agarrado y seguro. Aún no se fiaba de que no fuera a causar una matanza repentina… O de que fuera a salir corriendo en cuanto se distrajera un poco, cosa que en realidad me sentí tentado de hacer en un par de ocasiones.
Llegamos a las puertas de la ciudad y, la verdad, a esas alturas más bien era yo el que no quería soltarle a él. Había mucha más gente de la que yo había pensado, mucha más de la que mi cabeza podía asimilar que existiera en el mundo siquiera, y eso empezó a causarme una cierta ansiedad.
-¿Todo bien? -Me preguntó Roy, antes de que nos internásemos en la multitud. Yo intenté hacerme el valiente y asentí- ¿Seguro?
-¡Que sí!
-De acuerdo, de acuerdo… Allá vamos entonces.
Entramos en la ciudad. Aquella era una ciudad bastante grande, un núcleo del comercio que tenía las calles abarrotadas de mercaderes que iban y venían, gente anunciando sus productos a voz en grito, carteristas de dedos largos rondando las calles y, en general, suficiente gente como para hacer que cualquiera se sintiera asfixiado.
Así que, bueno, no lo pasé muy bien en un primer momento. Había demasiado ruido en las calles, demasiadas cosas por ver, y el exceso de información que me llegaba por todos lados, sumado a la presión de la gente, me estaba poniendo bastante nervioso.
Roy se dio cuenta de ello, y en cuanto tuvo oportunidad de apartarnos de las calles principales lo hizo, aunque seguía habiendo bastante gente. Después de un rato de caminar, llegamos al fin hasta un edificio en el que entramos, y allí Roy se dirigió a la pareja del mostrador usando su mejor sonrisa… Imagínate la sonrisa de Nevra cuando intenta convencer a una chica de que se acueste con él. Pues algo así.
-¡Buenos días! -Saludó- Estaba buscando un lugar en el que el chaval y yo pudiéramos pasar algunas noches…
-¡Otra vez tú, gandul! -La mujer le miró con lo que parecía enfado- ¿Sigues sin ser un hombre de provecho?
-¡Perdona, pero soy un caballero muy provechoso! -Roy se enfadó también- ¡Soy un ejemplo de lo que debería ser un verdadero guardián! ¡Yo soy-!
-¡Eres un vago que se dedica a la buena vida mientras se aprovecha de la Guardia!
-¡¡Eso es mentira!!
-Con calma, con caaaalma… -El hombre del mostrador trató de serenarles a los dos- A nosotros nos da igual tu oficio o tu provecho en él… Siempre que se nos pague.
-Por supuesto -Roy asintió muy convencido-. Como siempre, la Guardia de Eel pagará todas mis expensas. Ponedlo toooodo a su nombre.
Sí. Sí, hacía eso. Creo sinceramente, y todavía está por desmentirse, que la mitad de los problemas presupuestarios que a día de hoy tiene la Guardia de Eel son gracias a Roy y su manía de cargárselo todo a la Guardia. Le gustaba mucho el despilfarro, además…
Aunque lo de que fuera un gandul es cuestionable. Él aprovechaba sus viajes para ayudar a toda la gente posible… Muchas veces, sin pedir nada, o casi nada, a cambio. A veces simplemente se dedicaba a ayudar a encontrar familiares perdidos, pero en otras ocasiones se tomaba la justicia por su mano y se enfrentaba a un grupo de delincuentes que asolara un pueblo… Hacía todo tipo de encargos. Le gustaba ayudar a la gente, igual que me ayudó a mí. Roy era muchas cosas… Muchas, muchísimas cosas, créeme, pero, por encima de todo… Era un hombre con un corazón de oro.
Así que, aunque gorronease a la Guardia, al menos era útil a la sociedad de una manera u otra.
A pesar de las protestas de la mujer, no le quedó más remedio que aceptar a Roy como cliente, y él le dedicó una sonrisa mordaz cuando anotó su nombre en el registro.
-¿Y qué hay de él? -Preguntó el hombre, mirando en mi dirección.
Fue sólo entonces cuando la mujer se fijó en mí. Al verme, soltó un grito. Yo empezaba a cogerle bastante manía a la señora.
-¡Pero bueno! -Se puso en jarras y miró a Roy completamente roja e indignada- ¡Serás sinvergüenza! ¡Has sido capaz de dejar preñada a alguna de tus frescas, so animal!
-¡Oh, por amor al Oráculo, cállate! -Roy se puso rojo también- Primero de todo, ¡no es mío! Segundo, si dejo preñada a alguna “fresca” no es tu problema, ¿¡y qué más da, si luego ayudo a encargarme del crío!? Y por último, ¿¡quién narices eres para hablar, cuando vosotros tenéis siete hijos!?
-Pero tener hijos fuera del matrimonio, con cualquier mujerzuela…
-¡Y dale! ¡¡Que no es mío!!
-¿Entonces qué haces con el crío, eh? -Roy suspiró de forma muy exagerada. Creo que en su interior estaba haciendo ejercicios de autocontrol para no saltarle al cuello a la señora.
-Sólo le estoy ayudando durante un tiempo -Explicó-. No tiene padres y está solo, así que yo me encargo de él. ¿Contenta ya, eh?
La mujer me miró a mí ahora. Hasta el momento había preferido ignorarme, pero ahora me lanzó una mirada crítica, como cuestionando mi misma existencia. Luego me miró con pena…
-Pobre niño… -Dijo- Acabar con un rufián como él…
No tenía muy claro qué quería decir con “rufián”, pero intuía que era un insulto y la señora me estaba sacando de quicio, así que no me molesté en contener mis siguientes palabras.
-¿Cuál es tu problema? -Hablé con bastante irritación. A ella le cambió la cara a una mueca de sorpresa- Roy me ha dado de comer y me ha tratado bien. Es un pesado, pero no es ningún “rufián”. Si no sabes nada sobre los demás, no tienes derecho a insultarles, vieja.
Fue la última palabra lo que la cabreó. Sí, sé que es un poco de mala educación… Pero no es que ella hubiera sido amable precisamente. Y, bueno, era una señora bastante mayor, así que desde mi perspectiva sí que era una vieja… Esteee… N-no estoy especialmente orgulloso de mis modales de aquel entonces… No me lo tengas en cuenta…
El caso, fue el último apelativo lo que terminó de cabrear a la mujer. Antes de que pudiera empezar a gritarnos, sin embargo, Roy me agarró con un brazo y me levantó en el aire para cargarme, agarró la llave de la habitación que el hombre había dejado sobre el mostrador y, con algo que era a medias una disculpa, una despedida y una carcajada, salió corriendo escaleras arriba, dejando atrás al matrimonio antes de que allí se desatara el infierno.
Yo no estaba exactamente contento con el tratamiento de saco de patatas que estaba recibiendo, pero no podía hacer mucho exactamente así que me dejé llevar (de forma literal) hasta que él abrió nuestra habitación y me dejó apoyado en una de las dos camas. Se me quedó mirando fijamente durante un buen rato. Yo le devolví la mirada.
Entonces, él se echó a reír.
-¿Qué es tan gracioso? -Cuestioné, a la par molesto y avergonzado.
-Tú -Él habló a través de la risa-. ¡Le has echado agallas, eh! Qué fiera.
-Ya vale -Me quejé, teniendo la sensación de que se estaba riendo de mí. Se me empezaba a subir el color a la cara-. ¡Se estaba metiendo contigo!
-Sí -Él se enjugó una lágrima que se le había llegado a escapar-. Me has defendido muy bien. Gracias -Que lo dijera con una sonrisa estúpida no hacía sus palabras muy creíbles-. Pero es de mala educación llamar “vieja” a una señora mayor, ¿vale?
-Ella también estaba siendo maleducada -Me defendí, cruzándome de brazos.
-Sí, pero… Hay señoras que son así -Se frotó la barbilla-. Se aburren mucho, así que le gusta criticar a los demás. No hay que tenérselo en cuenta… A veces tomarnos en serio algunas cosas sólo hace que nos enfademos más de lo que es necesario. Hay gente con la que simplemente no merece la pena… Ya lo irás entendiendo con el tiempo -Ahora su sonrisa cambió de tono, a otro menos… pedante-. Pero me ha hecho muy feliz que salieras a defenderme. Gracias, Leift.
-¿Leift? -Repetí la palabra, no del todo convencido de su sonido.
-De Leiftan, Leift. ¿No te gusta? -Me encogí de hombros- Vale. Hmmm… Ponte cómodo. Creo que vamos a pasar un buen tiempo aquí.
Dijo eso mientras él iba descargando parte de su mochila por la sala. Yo miré alrededor, curioso por la nueva habitación. Era más pequeña que la anterior, y esto se acentuaba por el hecho de que en esta ocasión era una habitación compartida con dos camas, pero era también más acogedora. Supongo que después de no haber sido apuñalado en el bosque Roy decidió que se fiaba de mí lo suficiente como para compartir habitación conmigo.
La habitación no tenía mucho que ofrecerme y en seguida me aburrí de ella, así que esperé pacientemente a que Roy terminase de instalarse, poco seguro sobre qué hacer.
-Vale, listo -Cuando terminó de hacer sus cosas, volvió a echarse la mochila a la espalda-. No tenemos mucho tiempo hasta que cierren, así que nos vamos yendo -Extendió una mano en mi dirección, y yo me levanté de la cama y se la agarré.
-¿A dónde vamos? -Pregunté, curioso, mientras salíamos de la habitación.
-A ver a una amiga mía, que va a ayudarnos un montón -Explicó-. Pero antes vamos a disculparnos con la viej-Con la señora, ¿vale?
Me hizo disculparme con la vieja. Sé que me cogió manía, pero yo le cogí manía a ella también. Aparentemente no iban a echarnos de allí, siempre que la Guardia fuera a pagarles después la factura que le mandasen, pero Roy me advirtió de que era mejor no enfadar a las señoras mayores.
Volvimos a salir a la calle, y Roy hizo un nuevo esfuerzo por llevarme por las calles menos ajetreadas, aunque era difícil. Después de un tiempo empezamos a alejarnos del centro de la urbe, y fue entonces cuando la cantidad de transeúntes empezó a disminuir hasta un punto en el que yo podía considerarlo moderablemente aceptable. Seguimos caminando un tiempo más, hasta llegar a un edificio bastante singular.
Miré a Roy algo inseguro sobre el edificio. No me había dicho exactamente qué era aquello, por qué estábamos allí, quién era esta “amiga” suya o con qué se suponía que iba a ayudarnos.
-No me dejes mal, ¿de acuerdo? -Me pidió- Actúa como un buen niño.
“No llames ‘vieja’ a nadie”, repetí mentalmente para mí, en forma de mantra, mientras nos internábamos en el edificio.
Lo primero que nos recibió fue una mujer con pinta de amable. Era joven, así que me sentí aliviado, porque entonces no iba a llamarla “vieja” sin querer. Pareció sorprendida de vernos, y Roy habló un poco con ella y explicó que veníamos a ver a alguien.
-Están a punto de terminar -Dijo la mujer-. ¿Podéis esperar aquí de mientras? Será sólo un ratito.
-No nos queda otra, supongo -Roy no pareció especialmente fastidiado, sólo resignado.
La mujer se agachó ligeramente, quedando a mi altura, y me sonrió con bastante dulzura. A mí me ponía un poco nervioso, así que intenté esconderme detrás de Roy otra vez. En esta ocasión ni siquiera me puse excusas a mí mismo, sólo lo hice. Pareció hacerle gracia a la mujer.
-Pobrecito -Dijo-. Dime, ¿tienes sed? Puedo traerte un zumito, si quieres -Negué con la cabeza.
-¿Puedo pedir yo uno? -Preguntó Roy.
Ella se rió de nuevo, pero su risa era bastante menos maliciosa que las que solía hacer Roy, así que no me dio la impresión de que se estuviera riendo de mí. Roy y yo nos sentamos en un banco de la entradilla, y ella volvió después de un poco con un zumo para Roy y, aunque le había dicho que no, otro para mí. No bebí del mío, pero Roy pareció disfrutar del suyo.
No sé exactamente cuánto tiempo después, pero un buen rato, se abrió una de las puertas que comunicaba con la sala. Miré con curiosidad hacia ella, y no pude evitar la sorpresa cuando vi lo que salió por ella.
Niños. Al menos una veintena de ellos. Algunos riendo, otros gritando, corriendo, tropezándose al correr… Haciendo cosas de niños. Salieron todos en tropel de la sala y del edificio, los más educados despidiéndose de la mujer de la entrada antes de hacerlo, y yo me quedé viendo el desfile algo sorprendido. Alguna niña de la multitud se fijó en mí y me saludó, pero yo no fui capaz de responder del todo al saludo, y ella se fue con las mismas.
Miré a Roy algo confundido. Lo único que se me ocurrió decir fue:
-¿V-vas a venderme?
-¿Q-¡No! -Respondió con mucha indignación- Qué ideas más raras tienes…
De la puerta de antes salió también otra persona. Una mujer, joven también, con una sonrisa amable similar a la chica del mostrador. Cuando paseó la mirada por la sala y nos vio a nosotros (específicamente a Roy), se le cayó la sonrisa de la cara, sin embargo.
-Tú -Gruñó.
-Yo -Roy sonrió con su mejor sonrisa (la sonrisa de Nevra que he dicho antes). No se levantó, esperó a que la mujer se acercase a nosotros-. ¿Qué tal, Viz? ¿Todo bien? Hace mucho tiempo que no nos vemos… ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos? ¿Un año? ¿Año y pico?
-La última vez que nos vimos fue cuando te escapaste por aquella ventana -Acusó ella, mirando a Roy con una irritación cada vez más creciente en su mirada-. Sin decir nada.
-¿En seriooo? -La sonrisa de Roy empezaba a vacilar- V-vaya… Qué cosas… -Carraspeó- Esteee, tengo que pedirte un favor.
-Tienes narices.
-Lo sé, y sé que quieres partírmelas, pero -Me puso una mano en la cabeza, haciendo que la atención de la mujer pasase a mí-. Es una razón de causa mayor.
La mujer, Viz, me examinó de arriba a abajo, como si acabase de percatarse de mi presencia. Después, pegó un respingo.
-¡No me lo puedo creer! -Gritó- ¡Vienes aquí, después de dos años, ¿a encasquetarme un crío que hayas podido tener con vete a saber qué fresca?!
-¿¡Pero por qué todo el mundo dice eso!? ¡Que no es mío! ¡No nos parecemos ni en el blanco de los ojos! -Frunció el ceño- ¿¡Y de qué vas, si tú también eres una fresca!?
-Yo no… -Ella frunció el ceño también. Luego me miró a mí de nuevo- ¿No es tuyo?
-No -Roy resopló-. No lo es…
La mujer me examinó de nuevo, esta vez se forma más atenta, bajando los anteojos que tenía en la frente para poder verme a través de ellos.
-Es cierto que no os parecéis mucho… -Se enderezó y se cruzó de brazos- ¿De dónde le has sacado?
-Información confidencial de la Guardia de Eel -Ella le alzó una ceja de forma escéptica-. ¿Qué hay de ese favor? Te invito a comer, venga, y allí te lo explico todo.
-¿Quién te ha dicho que no tengo yo ya planes para comer? -Ella volvió a poner mala cara- A lo mejor estoy ocupada, ¿sabes? A lo mejor tengo una vida que no se revuelve a tu alrededor.
-A lo mejor -Roy sonrió-. Pero sé que no has quedado a comer con ningún chico, al menos. Sigues teniendo la tobillera que te regalé.
Señaló hacia los pies de la chica donde, sí, estaba aquella tobillera. Viz pareció a la vez enfadada y avergonzada de que se hubiera dado cuenta, pero eso al menos consiguió convencerla de que comiera con nosotros.
Roy nos llevó a algún lugar pequeño y acogedor que no parecía ser del todo del gusto de Viz, pero que tenía una comida bastante decente y, lo mejor… Apenas había gente. Pudimos comer, y charlar, en paz.
-Así que, ¿vas a explicarme a qué viene todo esto? -Preguntó Viz, después de que el camarero nos cogiera la orden.
-Vamos a hacer un resumen… -Roy se lo pensó- El chaval es huérfano. No tiene a nadie, así que le he cogido yo. Está un poco… desconectado, digamos, del resto del mundo. Necesitaría ayuda con eso.
-Desconectado… -Ella me miró a mí- ¿En qué sentido?
-He tenido que enseñarle a usar cubiertos, y todavía le cuesta manejarse con el cuchillo -Quería protestar diciendo que no era tan fácil como él lo hacía ver, pero no dije nada. Estaba teniendo un duelo de miradas con Viz, y no iba a humillarme con una derrota-. No se le da muy bien estar en público, es un poquito insensible y nunca en su vida ha tenido ningún tipo de educación, así que no tiene ni idea de historia, y no sabe leer o escribir o hacer matemáticas. Por favor, ayuda.
Viz desvió la mirada, dándome la victoria, para mirar a Roy casi como ofendida.
-¿Vas en serio? -Él asintió- Quieres que le enseñe -Volvió a asentir-. Así, por las bravas.
-¿Sí? -Él se rascó la nuca- Sé que no es lo más ortodoxo, pero… Yo no puedo hacerlo, y el chico necesita aprender a leer y escribir al menos. Dijiste que querías ser profesora para ayudar a los niños que pasaban por tiempos difíciles, ¿no? Aquí tienes uno. ¿No vas a ayudarle?
El camarero nos interrumpió trayendo la comida. Hubo unos instantes de silencio tenso después de eso, con Viz frunciendo el ceño y pensando para sí, Roy mirándola a ella y yo olisqueando la comida e intentando averiguar qué demonios era eso y por qué soltaba tanto humo. Prioridades.
-¿Cómo te llamas? -Finalmente Viz me habló. Yo la miré aún sin intención de responderla, y mi silencio no le sentó muy bien, creo- ¿... Es mudo?
-No lo es -Roy extendió una mano hacia mí y me pellizcó un costado, haciéndome soltar un quejido-. Venga, bestiecilla. Te he pedido que no me dejes mal.
Es cierto que lo había hecho.
-Leiftan -Dije, en tono quedo, respondiendo a la pregunta. Ella meditó el nombre.
-Leiftan, eh… No es un nombre muy común, pero es muy bonito -Me sonrió, y la nube de irritación perenne que la había cubierto hasta el momento se difuminó en el acto-. ¿Y cuántos años tienes, Leiftan?
-Estoy a punto de salir de edad de cria-
-Tiene once años -Roy me cortó y respondió por mí. Mi respuesta había dejado algo descolocada a Viz, así que decidió quedarse con la suya.
-Bueno, once años no es muy tarde -Se lo pensó-. Puedo intentar educarle, sí, pero… ¿Exactamente qué quieres que haga?
-Mínimo leer y escribir -Pidió Roy-. Con eso, él podrá estudiar por su cuenta si le apetece más tarde. Matemáticas también estaría bien, pero eso posiblemente tarde más tiempo… ¿Cuánto tiempo tarda un crío en aprender a leer?
-Depende del “crío” -Ella se encogió de hombros-. Algunos más, otros menos. Algunos meses si se pone a ello.
-¿Meses…? -Roy hizo una mueca- No sé si tenemos tanto tiempo… Bueno, mejor empezar cuanto antes.
-Aún no he dicho que sí -Viz frunció el ceño. Roy le dedicó una sonrisilla, y ella bufó-. Eres asqueroso.
-Lo sé, lo sé -Su sonrisa se extendió un poco-. Gracias, Viz -Ella puso los ojos en blanco. Roy dio una palmada, satisfecho-. ¡Bien! Leiftan, te presento a Viz -Hizo un gesto en su dirección. Ella me dedicó un cabeceo-. Va a ser tu profesora durante un tiempo. Te enseñará a leer y escribir para que puedas usar los libros.
-¿Eso es muy difícil? -Pregunté.
-No lo es -Me contestó Viz-. Pero tienes que poner de tu parte. Estas cosas no salen solas por arte de magia, tienes que esforzarte. Prométeme que lo harás y yo te enseñaré, ¿vale?
Me lo pensé. La verdad es que tenía curiosidad por aquellos “libros” que Roy me decía que era tan importantes y yo no podía entender. Por otra parte, después de lo que había costado convencerla, me tentaba la idea de decir que no sólo para fastidiar a Roy.
Pero no lo hice. Aquello hubiera estado “mal”, posiblemente.
Asentí. Roy hizo un sonido entusiasmado, y volvió a aplaudir. Él era el único que parecía verdaderamente contento con todo aquello.
-¡Fantástico! -Exclamó- Todo decidido entonces. ¿Cuándo empezamos? ¿Cómo empezamos?
-Bueno, puede pasarse por la escuela mañana. Empezamos a las… -Se interrumpió cuando vio a Roy negar con la cabeza- ¿Qué?
-No creo que sea una buena idea llevarle a la escuela -Explicó-. No aún. No está acostumbrado a la… gente -Hizo una mueca-. No me gustaría dejarle en un ambiente en el que pudiera ponerse nervioso.
Tener un montón de niños a mi alrededor gritando y haciendo el cafre… A lo mejor no hubiera muy recomendable para mi yo de once años. No le culpo. Tal vez con aquello Roy pudo prevenir algunos cuantos infanticidios. Oh, vamos, no pongas esa cara. Puedes fingir lo que quieras, pero todo el mundo sabe que te chiflan los niños. Te hemos visto en Halloween, Ezarel, si de verdad odiases a los críos no te sacrificarías de esa forma, por mucho que te guste el regaliz. Sí, sí; tú pon excusas, cobarde.
Viz le lanzó una mirada a Roy. Él se encogió de hombros. Yo miré a uno y a otro intentando entender su conversación mental, algo frustrado por no llegar a entender del todo de qué iba todo aquello.
-De acuerdo -Viz terminó por suspirar-. Pasaos por mi casa mañana por la tarde. Estaré lista para entonces.
-Gracias, profe -Roy volvió a dedicarle otra gran sonrisa.
-Gracias -Añadí yo. Tenía que hacer quedar bien a Roy, a fin de cuentas.
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Al día siguiente, tal y como prometió, Viz nos recibió en su casa para las clases. Roy se había pasado media mañana sermoneándome sobre cómo me tenía que comportar en la casa de otra persona, así que yo estaba un poco hasta las narices de él, pero a la vez tenía curiosidad por aprender aquello de leer, así que me esforcé por intentar ver la situación con una luz positiva.
-Vale, pasad al salón -Viz nos recibió así, y Roy me llevó hasta la mencionada sala-. ¿Algo de beber?
-¿Qué tienes? -Preguntó Roy.
-A ti ni agua.
Empezaba a cuestionar por qué Roy me pedía que fuera amable con todo el mundo si nadie era nunca amable con él.
Viz trajo un libro de lectura, nos sentamos los dos en el suelo y mientras Roy nos miraba desde una mesa ella me enseñó lo que eran las palabras, las letras y los libros. Fue una tímida introducción en la que me sorprendió mucho cómo a partir de aquellos dibujos se podía hacer una historia entera, y me motivó lo suficiente como para querer aprender yo mismo a hacer esa magia de la lectura.
Las primeras lecciones fueron difíciles, pero también las más emocionantes. Me enseñó el alfabeto y el sentido de las letras, cómo se juntaban para hacer sílabas. Poco a poco me fue enseñando a pronunciar, y así empecé con el tiempo a leer algunas palabras de forma titubeante. Me maravillé al poder hacerlo, y con el tiempo yo mismo empecé a practicar por mi cuenta los trazos de las letras y a intentar conectarlas entre sí. A Viz parecía gustarle mi entusiasmo, y en cuanto pudo me dejó multitud de libros infantiles que yo me esforzaba por intentar leer por mi cuenta.
Fue un periodo de tiempo bastante corto, pero provechoso. No sólo con el tema de la lectura, sino también con otras cuestiones. En algún momento Roy dejó de acompañarnos durante las lecciones, limitándose a ir a dejarme y luego recogerme, y más tarde me dejaría también por mi cuenta leyendo en la posada mientras él se iba por ahí. Luego me contaba su día, diciendo que se había ido a “hacer misiones de la Guardia” (lo cual se traduce en ir por la ciudad haciendo recados para ganarse algunas monedas) y yo le contaba lo que había estado haciendo. Aún no me dejaba actuar de forma completamente independiente, y me tenía bien prohibido salir de la posada por mi cuenta, pero poco a poco me iba dando algo más de confianza.
Fueron unos buenos meses. Le cogí cariño a Viz, y creo que ella a mí también. Incluso se suavizó un poco con Roy, y todo. Nunca llegué a entender del todo su relación… Creo que ella había estado enamorada de él en el pasado, pero no sé entonces. Sé que Roy no correspondía a esos sentimientos, por mucho aprecio que le tuviera. Roy nunca se enamoraba… Me lo dijo una vez. Dijo que no podía, ni quería, y que si en algún momento llegase a hacerlo, sería su perdición.
Roy nunca se quedaba en un sitio demasiado tiempo. De nuevo, porque no quería… Y porque no podía. Aquello no fue una excepción. Cuando vio que empezaba a valerme por mi cuenta en el tema de leer y escribir, tomó la decisión. Una noche, después de que yo me acostara, se acercó a mi cama para hablarle.
-A lo mejor esto es un poco repentino -Dijo-, pero creo que deberíamos irnos pronto.
-¿Irnos? -Me tomó un poco por sorpresa- ¿A dónde?
-Hmmm, a dónde, a dónde… -Él se acarició la barbilla, fingiendo que se lo pensaba- No sé. ¿A dónde quieres ir tú?
Yo también me lo pensé. No tenía ningún sitio concreto al que quisiera ir, a decir verdad. Ni siquiera tenía muy claro que quisiera irme. Decidí cambiar la pregunta.
-¿Por qué nos vamos? -Reformulé.
-No me gusta estar mucho tiempo en el mismo sitio -Explicó-. Hay muchos otros lugares que visitar, y hay muchas cosas por hacer… Esa lámpara mágica no va a buscarse ella sola, ¿sabes?
Casi me había olvidado de que, en teoría, se suponía que yo le estaba ayudando a buscar su lámpara. Por el momento Roy había priorizado el educarme antes que su búsqueda, pero en algún momento tendríamos que ponernos con ello también.
Pese a eso, tenía emociones mezcladas con la idea de irnos. Roy se dio cuenta de ello.
-¿Preferirías quedarte? -Preguntó. Yo me encogí de hombros- Hmmm… ¿Le has cogido cariño a Viz?
-No -Rápidamente negué, frunciendo el ceño. En realidad sí que lo había hecho, pero me daba vergüenza la idea de decirlo en voz alta. Estoy seguro de que entiendes el sentimiento perfectamente-. Si quieres que nos vayamos, nos vamos.
-Vale -Él me miró fijamente. Lo llevaba haciendo un rato, como si estuviera buscando algo en mi cara, y empezaba a ponerme nervioso-. Entonces nos iremos… ¿Mañana, pasado? Tengo que hablar con Viz sobre esto y esperar que no me parta la cara… Bueno -Me dio una palmada en una rodilla oculta por las sábanas-, a dormir. Ya hablaremos mejor de esto mañana.
Y a dormir nos fui… Me fui, bueno, él todavía se quedó zanganeando por ahí un rato.
Dediqué parte de mi tiempo de duermevela a analizar la situación y cómo me hacía sentirme. En un primer momento la idea no me gustaba demasiado, pero tras darle un par de vueltas, encontré otro significado distinto al hecho de que nos fuéramos. Si nos íbamos… Eso significaba que iba a poder ir a más sitios. Iba a poder ver más cosas de aquellas de las que Roy me hablaba en sus historias… Eso me emocionaba. Aún me apenaba un poco tener que dejar a Viz detrás, pero la idea de explorar un poco más de Eldarya desequilibraba un poco la balanza.
Al día siguiente, cuando Roy fue a dejarme con Viz por la tarde, le explicó la situación. A ella no le hizo ninguna gracia.
-¿Cómo que os vais? -Preguntó, poniéndole mala cara a Roy- ¿Así, por las bravas?
-Oye, al menos esta vez he avisado, ¿no? -Se defendió el otro. El recuerdo de su última despedida-no-despedida no ayudó al mal humor de Viz.
-No podéis iros así de repente -Protestó-. Él no, al menos. Aún le quedan muchas cosas que aprender.
-¿En serio? Yo creo que estará bien.
-Tú crees muchas cosas -Se giró hacia mí, mirándome con cara de pena-. Leiftan, escucha, no tienes por qué ir con él… Puedes quedarte aquí. En la escuela podremos…
-Ah, ah, ah -Roy la cortó, y en su cara vi un ligero enfado… Cosa extraña, porque Roy casi nunca se enfadaba con nadie-. El chaval se viene conmigo.
-No -Viz respondió con firmeza-. No sé qué tipo de vida se supone que llevas, Roy; y no me interesa demasiado, pero no creo que sea la adecuada para un niño. No puedes quedarte con él. ¿No sería mejor buscarle una familia que pueda criarle?
-No necesita una de esas -Él se cruzó de brazos-. Me tiene a mí.
-Tú no puedes darle a un niño todo lo que necesita -Ella imitó el gesto-. Necesita estabilidad, Roy. Una casa, no una habitación cutre en una posada cualquiera. Necesita un plato de comida caliente en su mesa todos los días. Necesita ir al colegio, aprender, jugar, relacionarse con otros niños. No puedes darle nada de eso si te dedicas a arrastrarle por ahí. Tiene que quedarse. Si tú no vas a hacerlo, tendrá que ser con otra persona.
-No va a quedarse -Volvió a negar-. No puede. Se viene conmigo, te pongas como te pongas. Sé que te preocupa, pero no tiene por qué. Me encargaré de alimentarle y cuidarle. Estará seguro conmigo.
-Eso no es suficiente, Roy.
-Eso es mucho más de lo que él ha tenido nunca.
Viz simplemente negó con la cabeza, rechazando completamente los argumentos de Roy. Puedo entender su punto de vista, ¿sabes? Si hubiera sido un niño normal… Estoy seguro de que Roy me hubiera dejado con ella. El estilo de vida que llevaba con Roy… No era exactamente lo ortodoxo para un niño de mi edad. La cosa es que yo no era un niño normal. Yo tenía ciertas… Necesidades especiales. Y la única persona en todo Eldarya capacitada para atenderlas… Era Roy. Evidentemente no podía quedarme con Viz, por mucho que eso le apenase a ella.
-Leiftan -Ella se giró hacia mí de nuevo, agachándose un poco para quedar a mi altura-. ¿No prefieres quedarte aquí? Puedes aprender muchas más cosas si te quedas… No tienes por qué irte con él si no quieres. No te faltará la comida, y buscaremos a alguien que pueda cuidar de ti.
Me quedé un poco aturdido con la propuesta, porque no me esperaba eso. Miré a Roy, pero él estaba demasiado ocupado bufando y gruñendo para sí como para decirme nada, y luego volví a mirar a Viz, que me miraba… Esperanzada.
Como ya he dicho, es cierto que la idea de abandonar ese lugar no me había convencido del todo en un primer momento. Después de tanto tiempo huyendo, yendo de un lado para otro… La posibilidad de tener un lugar en el que quedarse era bastante tentadora, ¿sabes? Una parte de mí fantaseó con la idea.
Pero como ya te he dicho también, había otro argumento al otro lado de la balanza. La… aventura. El ir a descubrir nuevos lugares, y ver más cosas. Desde luego, Viz podía enseñarme muchas cosas, pero… Quería vivirlo, quería experimentar lo que era Eldarya por mi cuenta.
Y, por otro lado, había hecho un trato con Roy. Tenía que ayudarle a buscar su lámpara.
-Quiero ir con Roy -Dije. Ella pareció herida al escucharme-. Quiero viajar y ver sitios nuevos. Roy puede llevarme.
Él dejó de gruñir y me miró, pero no recuerdo exactamente qué tipo de cara me estaba poniendo. Yo me centré en Viz, que se había estirado y me miraba con mucha pena.
-¿Estás seguro de eso? -Volvió a intentarlo. Yo asentí- Puede… que no vuelvas a tener una oportunidad así, Leiftan. Podrás viajar cuando seas más mayor, pero…
-Pero yo quiero hacerlo ahora -Corté-. Con Roy.
No pudo responder a eso, sólo suspiró. Se quitó las gafas para frotarse los ojos, y pasó un instante antes de que volviese a hablar.
-Entiendo -Dijo-. En ese caso… Supongo que no tengo nada más que decir.
-Viz… -Roy intentó llamarla, pero ella negó con la cabeza.
-No. Yo ya no… -Volvió a soltar aire- Lo que sea. Entiendo que hemos terminado las clases, entonces. Podéis iros.
Roy parecía que quería decir algo más, pero se lo guardó para sí. A mí me ponía un poco triste ver a Viz así, pero tampoco tenía muy claro qué hacer, así que simplemente seguí a Roy cuando fue hacia la entrada de la casa. Viz nos acompañó también, dispuesta a despedirnos… O a despedirse de mí, al menos.
-Gracias por todo -A pesar de la situación. Roy le dio las gracias cuando íbamos a salir.
-Gracias -Yo lo dije también. Empezaba a entender eso de los agradecimientos.
-Sí… -Viz hizo una mueca- Venid… Venid a visitar alguna vez al menos, ¿vale? Aunque sea dentro de otros dos años.
-Volveremos, Viz -Prometió Roy-. Y verás que esta no es tan mala decisión como tú piensas.
-Espero que no. De verdad, espero que no…
Así nos despedimos de ella. Después, Roy y yo nos fuimos hacia la posada, y Viz volvió al interior de su casa. Recuerdo echar un vistazo por encima del hombro por última vez… Lo último que vi fue la puerta cerrarse.
No volvimos a ver a Viz después de eso. Nunca volvimos de visita.
No porque no quisiéramos. Simplemente, no se dio la ocasión. Nunca volvimos, y nunca cumplimos nuestra promesa. Nunca he intentado ponerme en contacto con ella, tampoco. No sé si quiere saber nada de mí a estas alturas. Aún la recuerdo con cariño, pero… Pensar en ella me hace sentirme incómodo.
Al día siguiente, al alba, Roy y yo nos fuimos al fin de la ciudad. A dónde, yo no lo tenía muy claro. Simplemente… Nos fuimos. A seguir nuestro viaje.
Parte 4
Habían pasado ya algunos meses desde mi fuga con Roy cuando un día, al salir del baño y verme en un espejo, me di cuenta de algo.
-Roy -Le llamé al volver a la habitación que compartíamos en la siguiente posada… O la siguiente de la siguiente, o… No sé exactamente cuántos sitios habíamos visitado ya-. Están volviendo a crecer…
-¿El qué? -Él levantó la vista de un mapa que estaba estudiando para mirarme con una cara que me decía que no me entendía.
-... Las alas -Expliqué yo, de forma escueta.
Como ya te dije, las alas nos vuelven a crecer si te las cortan de la manera correcta… Y los dragones sabían cómo hacerlo para torturarnos todo lo posible. Así que, sí mis alas estaban volviendo a crecer. De los muñones que habían dejado a mi espalda empezaban a salir las primeras plumas, pequeñas y muy sensibles, y los dos bultos se iban haciendo cada un poquito más grandes cada día. Además… Había otra cosa más, que me molestaba bastante.
-Oooh, es cierto -Roy examinó mi espalda, y de hecho intentó toquetearme las alas, con lo que se ganó un bufido por mi parte-. Te están volviendo a salir las plumas. Supongo que estarás contento.
-Sí -Lo estaba. Recuperar mis alas era muy importante para mí. Mejor todavía… Esta vez iban a crecer sin ese horrible cepo aprisionándolas. Iba a poder usarlas de verdad-. Pero hay algo que no me gusta…
-¿Te duele si te toc-
-NO ME TOQUES.
-Vale, vale -Le escuché retrocediendo un par de pasos, y yo me di la vuelta para proteger mi espalda-. ¿Qué es lo que no te gusta?
Eché un vistazo hacia atrás. Por encima de mi hombro alcanzaba a ver mi espalda y aquellas primeras plumas. Había algo mal con ellas.
-Son negras -Dije-. Me están saliendo alas… Negras.
-¿Y…? -Él me miró alzando una ceja.
-¡Antes no eran negras! -Protesté- ¡Eran blancas!
-¿Y no te gusta el negro? Yo creo que te favorece. Además, el negro combina con tod-
-¡Roy, va en serio! -Sintiendo que se estaba burlando de mí, empecé a enfadarme- No quiero tener las alas negras.
-Bueno, chico, ¿y qué quieres que yo le haga? Eso debe significar que, eh… -Se lo pensó- Estás creciendo, y madurando, y tu cuerpo hace cosas nuevas, yyyyy…
-No es eso -Yo hice un puchero.
Las alas negras son… Un símbolo de impureza. Cuando las alas de un daemon se tiñen de negro, significa que ha… pecado.
Creo que esa es la diferencia entre aengels y daemon. Los aengels están libres de pecado, y sus alas son blancas y puras. Los daemon, que ya han caído, tienen las alas negras.
Supongo que yo caí en pecado en el momento en el que maté a mis padres, y por eso mis alas crecieron de color negro. Es una especie de castigo… Una penitencia. Es un recordatorio de lo que has hecho. Supongo que a cualquier otro daemon le hubiera resultado indiferente, puede que alguno se sintiera orgulloso, pero yo… No.
Me disgustaba bastante el tener las alas negras, la verdad. Al final te acabas acostumbrando, y… Supongo que incluso si no se me hubieran teñido de negro entonces, lo habrían hecho más tarde. No tengo muy claro qué tipo de cosas se consideran pecado y cuáles no, pero a veces, simplemente… Hay cosas que ocurren, y tienes que responder a ellas.
Hubiera matado a Naytili en Latteria si tú no me hubieras parado. No porque sea una criatura viciosa y me regocije en la violencia, sino porque… Quería proteger a Erika. Quería vengarme de todas y cada una de las atrocidades que había cometido esa mujer. Quería terminar con ella, y con todas sus fechorías. Sé que perdí la cabeza en aquel momento, pero… La hubiera matado sin ningún arrepentimiento.
De igual manera que eso ocurrió, hay otras cosas que han… Ocurrido en mi vida. Mucho peores que Naytili. Mucho más crueles. Ya llegaremos a eso.
El punto al que quería llegar es que, no, no estoy libre de pecado, desde luego que no. He hecho cosas malas, como todo el mundo. Me merezco estas alas negras… Y, sin embargo, sigo deseando que fueran blancas. Por eso me sigo llamando “aengel” a mí mismo…
Volviendo a la historia, le expliqué a Roy el tema de las alas. No entré en detalles. No le había explicado qué era lo que había sucedido con mis padres, y no quería hacerlo. Incluso si había sido en defensa propia, para sobrevivir… No quería que Roy se enterara de que había matado a nadie.
-Bueno… -Él me miró con duda después de que le diera la explicación, rascándose la cabeza como esperando que así se le fuera a ocurrir qué decirme- Lo hecho hecho está, supongo. Lo que ocurriese en esa isla es pasado ahora. Hay cosas que no pueden remediarse… Lo que tienes que hacer ahora es centrarte en el futuro. Sé que te estás esforzando mucho para mejorar todos los días, y estoy muy orgulloso de ti por ello. Llegará un momento en el que tú también estés orgulloso de ti mismo, y entonces las cosas que hayas hecho en el pasado no te molestarán tanto.
Lo dijo mientras me daba palmadas en la cabeza, gesto que siempre conseguía fastidiarme, así que sus palabras, más que consolarme, sólo me incordiarion. Aún así, había una parte de mí que las apreciaba, aunque me hubiera dejado cortar un brazo antes de admitirlo.
-No necesito que tú te sientas orgulloso de nada -Gruñí, apartándole la mano de un manotazo. Él se rió.
-De acuerdo, de acuerdo. Pero ten en cuenta que nada de lo que ocurriese en esa isla fue culpa tuya, ¿vale? -No dije nada en respuesta a esa. No quería recordar… Lo ocurrido- Ahora… Vamos a tener que pensar en qué vamos a hacer con esas alas.
-¿Qué quieres decir con eso? -Le lancé una mala mirada.
-Bueno, no puedes ir por ahí con dos alas negras a la espalda, señor daemon -Se cruzó de brazos-. La gente se daría cuenta de que hay algo raro contigo, y lo del lorialet no va a colar así. No puedes… No sé, ¿hacerlas desaparecer o algo?
-¿No puedes tú desaparecer? -Cuestioné. Él fingió un gesto de ofensa- ¿Cómo quieres que haga eso exactamente?
-No sé, ¿de la misma forma que haces con los ojos y los cuernos? -Yo le miré raro.
-¿De qué cuernos hablas?
-Anda, mira, al menos he conseguido hacer que sustituyas las palabrotas por vulgarismos comodín.
Quise pegarle un puñetazo. No lo hice.
Unas cuantas lecciones más en anatomía daemon. Tenemos, hmmm… Muchas formas distintas. La forma con la que me ves ahora mismo, con los cuernos, los dos pares de alas, los ojos negros y toda la pesca es nuestra forma “plena”. La original, digamos. Como cuando Valkyon se transforma en dragón. Es la más cómoda, pero también la que más miedo da, así que no esperes verme con ella muy a menudo.
Luego está la forma semiplena, que es la que uso yo para volar. Es simplemente un par de alas, así que es mucho más fácil para navegar el aire. ¿Sabes lo complicado que es intentar volar con dos pares de alas distintos? Una agonía, te lo digo yo.
El collar que te he dicho antes, ese que reprimía mis poderes de daemon, estaba también bloqueando que pudiera alcanzar mi forma plena. Inconscientemente, sin yo saberlo siquiera, había pasado toda mi vida en forma semiplena. Esa era la razón por la que sólo tenía las alas, y no el resto del… atrezzo.
Nunca había visto un daemon en forma plena, así que me quedé algo confundido cuando Roy me explicó cómo se suponía que tenía que ser un daemon exactamente. A mí nunca nadie me había dicho nada de eso… Posiblemente porque mis padres no tuvieran ni idea tampoco. La esperanza de vida de un daemon en Infierno no era exactamente alta, así que mis padres en realidad no eran tan mayores… No lo suficiente para haber vivido en tiempos arcaicos cuando los daemon éramos libres, al menos.
Al caso.
-Así que, ¿no puedes esconder las alas? -Me preguntó Roy- Vamos a tener que pensar en alguna excusa para cubrirlas si no.
-No… no sé -Ahora ya dudaba. Si se suponía que de alguna forma que no era consciente estaba escondiendo otro pares, entonces debería ser capaz de esconder esas alas también, ¿no?-. No sé cómo funciona esto…
-¿Ves? Lo que yo decía, tu cuerpo está empezando a cambiar y es difícil acostumbrarse a-
-Roy.
-Vale, vale -Él se rió levemente. Agarró su sombrero, que había dejado enganchado en el cabecero de su cama, y miró alrededor de la habitación-. Recoge tus cosas, Lei-Lei. Nos vamos de viaje.
-Deja de cambiarme el mote.
---
Nos fuimos. Lejos. A las montañas.
Al extremo oeste de la Cordillera Muchophikho. Sabes dónde está, ¿no? En efecto, a tomar por c-Este, sí, muy lejos.
Las montañas de Muchophikho tienen un roquedo bastante curioso, gracias a los vientos áridos del sur que traen la arena del desierto y la erosión que estos provocaban en la piedra arcillosa. El paisaje me recordaba a una versión de Infierno pero con montañas, así que no era exactamente un sitio en el que me sintiera cómodo. Pero resulta que Roy no eligió el sitio por casualidad.
En esa cordillera hay unas corrientes de aire fabulosas, cálidas en su mayoría, de nuevo gracias al desierto, y el paisaje natural es un campo de entrenamiento perfecto, con tantos recovecos en la pared y tantos obstáculos naturales hechos en la piedra. Además, era un sitio lo suficientemente aislado como que nadie fuera ahí a merodear por allí para pillarnos con las manos en la masa.
Que qué tipo de entrenamiento íbamos a hacer, preguntas…
Entrenamiento de vuelo. Roy me enseñó a volar.
Me quedé un poco sorprendido cuando me lo propuso, la primera noche que pasamos al llegar, en un campamento improvisado que hicimos en alguna cueva excavada por el aire en una de las laderas de las montañas.
-Sería un desperdicio que no aprendieras a hacerlo -Dijo, sonriéndome-. Ya que tienes esas alas, es mejor que sepas usarlas para algo, ¿no? Quién sabe, a lo mejor en algún momento pueden salvarte de alguna. ¿O es que te da miedo?
-¡No me da miedo! -Protesté yo, indignado.
Así que… Sí. Entrenamiento de vuelo.
Déjame decirte algo: No tengo buenos recuerdos de aquello. No es que fuese una tortura, pero comí mucha más tierra de lo que me es cómodo admitir. Es francamente difícil aprender a manejarse en el aire. Hay un montón de cosas a tener en cuenta… Y Roy no es que fuera el mejor instructor del mundo tampoco, especialmente cuando la mitad de las lecciones se nos iba en gritarnos el uno al otro porque “Es que no dices las cosas claras” o “No es culpa mía que tú seas tan torpe”. Me quedé verdaderamente sorprendido cuando Valkyon volvió de su viaje a Hasefrío con la formación de dragón completa y sabiendo volar… Me pregunto qué escribiría Lance en ese cuaderno…
¿Q-qué? ¿Q-qué cuaderno? Y-yo no he dicho nada deee… Eehehehee, ha, ha…
¿P-podemos simplemente seguir con la historia? ¿Por favor? Estamos a punto de llegar a un punto interesante.
Ejem. Sí. Bueno. Entrenamiento de vuelo. Yo había conocido a Roy en… Junio, julio, algo así, no lo tengo muy claro. Era bien entrado enero cuando al fin terminamos el dichoso entrenamiento. En el tiempo que habíamos estado allí me las había apañado para más o menos aprender a maniobrar en el aire y revolotear y, lo que es más importante, a esconder mis alas. Resulta que sí se podía, si tienes la fuerza de voluntad suficiente para hacerlo y no te da asco cuando sientes cómo tu cuerpo se pliega sobre sí mismo. ¿Que si duele? Ah… un poquito, la verdad, sobre todo cuando despliego las alas… Pero nada que no pueda soportarse.
El caso es que, cuando al fin vio que dejaba de caer en picado a cada dos aletazos, Roy finalmente decidió que era hora de seguir con nuestro viaje.
-Te ha costado lo tuyo, peeeeeero lo has conseguido -Me dijo, el día que me comunicó que era hora de que acabásemos con el entrenamiento-. Ahora vuelas con la gracilidad de un plumobec.
-¡Sé lo que es un bicho de esos, y sé que no vuelan! -Me quejé yo. Él se rió muy abiertamente- No te reirías tanto si te tocase a ti hacerlo… Seguro que ni eras capaz de levantar el vuelo.
-¿Oh? -Él alzó una ceja- Yo creo que te daría mil vueltas. Una pena no poder demostrarte mis habilidades aéreas -Yo sólo resoplé-. En fin, ha sido divertido ver cómo te estampabas contra toda superficie posible, pero tenemos que irnos moviendo. La Guardia se enfadará conmigo si no les mando al menos un reporte de que estoy intentando hacer mi trabajo.
-Ah, ¿pero que trabajas de verdad?
Me pellizcó en las costillas. Es mi punto débil para las cosquillas, y él lo sab-¡EZAREL, NO!
…
…
…
Aparta tu mano de ahí lentamente y yo soltaré tu coleta sin hacerle ningún daño.
Muy bien. Buen chico, Ezarel. Sabía que podíamos llegar a un entendimiento. Ahora, no vuelvas a intentar hacer eso en tu vida. ¿De acuerdo?
Bien.
Al día siguiente a aquella conversación, empezamos a movernos. Nos dirigimos hacia el este siguiendo la cordillera, aprovechando aún el entorno para unas últimas y rápidas lecciones de vuelo. Terminamos de despedirnos de las montañas al salir por el este, dirigiéndonos ahora hacia el norte, buscando el próximo poblado en el que pudiéramos reposar durante algunos días.
El próximo poblado, resulta, estaba bastante lejos.
Hacia el noroeste, protegido por la cordillera de los aires secos del sur, con una mayor altitud todavía gracias a Muchophikho, curiosamente hay un bosque conífero bastante tranquilo. Es increíble el contraste que hay de un lado a otro de la cordillera, a mí me fascinó completamente.
-Había desierto… Pero ahora hay árboles -Dije, mirando con mucho asombro a alguno de los mencionados, un árbol que me parecía increíblemente alto.
-En este mundo hay de todo -Roy me respondió con una sonrisa-. Conozco un sitio que tiene un poblado de hongos creciendo dentro de una caverna. Me pilló muy por sorpresa, porque no me esperaba encontrar nada allí dentro, pero-
De repente, escuchamos un… Grito. Era el grito de una mujer, uno cargado de dolor, y en seguida los dos nos giramos en dirección al sonido, alerta. El grito no tardó mucho en volver a repetirse, y esta vez venía acompañado con lo que parecía ser un nombre. Es como si estuviera pidiendo ayuda.
-Leiftan, quédate aquí y espera a que vuelva -Me dijo, ya saliendo corriendo en dirección a donde provenía la voz.
Por supuesto que no me quedé ahí esperando. En cuanto él se fue, yo sólo tardé un segundo en salir corriendo detrás de él. ¿Qué iba a hacer, quedarme aburrido en mitad del bosque?
Así que le seguí, corriendo sobre la maleza, saltando por encima de los troncos y siguiendo el sonido de los gritos de aquella mujer.
Encontré a Roy y a la mujer en un área algo despejada en la que alguien había montado un improvisado campamento. Nada demasiado estable, algo para un par de noches como máximo. Esperaba encontrarme a alguien atacando la mujer, a juzgar por cómo estaba gritando, pero, curiosamente, no había nadie. Estaba gritando por su propia cuenta, pero había mucho dolor en su voz, casi llanto, como si estuviera soportando el más terrible de los dolores.
Cuando la vi mejor me pregunté si esa barriga tan hinchada que tenía tendría algo que ver. Casi parecía como si fuera a explotar en algún momento, como si hubiera algún tipo de criatura en su estómago que fuera a surgir de repente abriéndole las entrañas. Qué idea más estúpida, ¿verdad?
… No, Ezarel, no tenía ningún párasito, simplemente estaba embarazada. Y no hagas la comparación obvia. …No creo que él lo aprecie demasiado.
-Hostia put-Eeeeeh -Roy, en pánico, no parecía saber muy bien cómo reaccionar a aquello. No le culpo. Rápidamente se agachó junto a la desconocida, la preocupación inundando su rostro-. Respira, calma, eh, eh, toma grandes bocanadas de aire, eh, ¿vale? -La mujer tuvo otra contracción, y de forma involuntaria se aferró al brazo de Roy con una mano, haciéndole genuino daño a juzgar por la cara que puso él- V-vale, agárrate si quieres… Eeeeh, ¿p-puedo hacer algo? ¿Q-quieres agua, o, e-eh, qué se hace en estas situaciones…?
-¡ISABEL!
Por fortuna, o puede que no tanta, alguien vino a interrumpir el momento de pánico de Roy. Un hombre que apareció de repente de entre la maleza, jadeante y alterado, y saltó en mitad del campamento, buscando a la mujer con la mirada. En cuanto vio a Roy su cara cambió del pánico a la furia, y yo sentí una tenaza de miedo pellizcándome de repente, por… Por puro instinto.
-Aléjate de ella -Rugió el hombre, fulminando a Roy con la mirada. La cara de Roy también cambió al verle a él, por un instante una expresión de sorpresa apareciendo antes de poder disimularla con una máscara de perfecta neutralidad.
-Tranquilo, amigo -Respondió, en tono calmado-. No he hecho nada.
-Aléjate. De ella.
Una sensación de tensión pesada invadió el ambiente. Yo miré a uno y a otro, algo confundido, pero dispuesto a intervenir si era necesario. No iba a dejar que ese tipo le hiciera ningún tipo de daño a Roy. Había algo en él que me daba mala espina… Algo que me causaba mucho malestar, y en aquel momento simplemente atribuí a lo violento de la situación.
-Lugh -La mujer suspiró la palabra, y de nuevo todo el lenguaje corporal del hombre cambió.
Rápidamente acudió a ella, agachándose a su lado, pasando una mano por el pelo de ella mientras que con la otra cogía su mano. Roy en seguida se levantó, dejando a la pareja su espacio, y retrocedió un par de pasos, en silencio.
-¿Estás bien? -Preguntó él. Ella, mordiéndose el labio, simplemente asintió.
-Ha sido otro aviso -Dijo, hablando con voz débil-. No debe quedar mucho para…
No terminó la frase. El hombre la miró con ojos llenos de preocupación por un instante. Tras comprobar que ella estaba bien y que las contracciones habían pasado por el momento, todavía sujetando su mano y acariciando la misma con un pulgar, levantó la mirada hacia Roy.
-Lo siento -Habló con sinceridad-. He malentendido la situación...
-No pasa nada -Roy se llevó las manos a las caderas-. Es normal. Lo siento yo por entrometerme.
-Por favor, n-
-¿Papá? ¿Q-qué ha pasado? ¿Está mamá bien?
De nuevo, una interrupción según otra persona apareció desde el bosque, en esta ocasión de forma menos acelerada, pero con el mismo aire de preocupación que había destilado el hombre antes.
El nuevo personaje llamó más mi atención que el anterior.
Era un niño. Un niño de mi edad, por las pintas que tenía. Era la viva imagen de su padre. El mismo pelo de un blanco impoluto, los mismos ojos afilados y azules. Sus rasgos eran bastantes similares también, y puedo decirte que la sonrisa era la misma. La misma sonrisa radiante y despreocupada, sin temor al futuro, siempre llena de ánimo…
Lo único que había sacado de su madre era el tono de piel, una mezcla entre el oscuro bronceado de ella y el blanco pálido de su padre. De los dos, desde luego no era él el que más se parecía a la madre... Valkyon se parece mucho más, especialmente desde que decidió dejarse el pelo largo. Siempre he pensado que esa era una de las razones por las cuales Lance insistía tanto en que se lo cortase.
Sí. Sí, son ellos. El destino es muy curioso en ocasiones, ¿verdad?
-¿Quién es esta gente...? -Habló con un tono de voz algo asustado. Tras comprobar que su madre estaba bien, su mirada empezó a cambiar de forma intermitente de Roy a mí. Me puso bastante incómodo.
-Nadie -El padre suspiró, poniéndose en pie tras soplar un beso sobre la mano de ella-. Han venido en auxilio de tu madre, nada más. No has de preocuparte, Lancelot.
Sí, oh; sí, OH, SÍ. No sabes cuántos años llevo esperando para decirlo. Su nombre completo era Lancelot. Me hizo jurar y perjurar que no se lo diría a nadie… Me amenazó, de hecho, con partirme la nariz si se me iba la lengua. Creo que ni siquiera Valkyon lo sabe. Una pena, porque creo que es un nombre bastante bonito, por mucho que él insistiera en que era muy… “Pedante”. Seguro que si hubiera escuchado el tuyo cambiaba de ide-¡Ey, AUCH! Vale, vale, vuelvo a la historia…
El hombre, Lugh se llamaba, se acercó a su hijo para ponerle una mano en el hombro, en un intento de transmitirle tranquilidad. Él parecía haberse relajado un poco, pero nuestra presencia aún le perturbaba, por cómo nos miraba. No le juzgo, no debía estar muy acostumbrado a la gente... Como yo, en realidad.
-De nuevo, me disculpo -Lugh habló con tono firme.
-No pasa nada -Roy gesticuló con las manos para quitarle importancia al asunto-. Era un momento de tensión. Bueno, pues; yo ya me debería ir yendo, mucha suerte con… -Habló mientras se giraba, pero al hacerlo finalmente me vio a mí, y la cara le cambió al instante- ¿¡Qué haces aquí!? -Yo me encogí de hombros- Oh, da igual, nos vamos.
Fue en ese momento en el que la mujer intentó levantarse del suelo, quejándose un poco al tener que hacer el esfuerzo, y tanto Roy como Lugh se giraron hacia ella de inmediato al escuchar el sonido. Ella les tranquilizó a los dos con un gesto de la mano.
-Estoy bien -Aseguró. Hablaba con un acento muy fuerte, uno que nunca he sabido de dónde era, pero puedo asegurarte que… No era de aquí-. Es sólo la espalda…
-No deberías hacer esfuerzos… -El hombre suspiró de forma que me hizo saber que no era la primera vez que decía esas palabras.
-Oh, cállate, déjame al menos ponerme de pie si quiero.
Miré a la mujer con curiosidad. Ahora que estaba de pie, la prominente barriga se le notaba más que en el suelo, y eso me llamaba la atención, porque no conseguía encajar la barriga con el resto de su cuerpo. No estaba gorda, simplemente parecía que se hubiera comido una roca o algo y la tuviera en la tripa.
-Roy, ¿qué la pasa? -Pregunté, cuando él llegó a mí al fin. Me puso una mano en el hombro para invitarme a caminar lejos del grupo.
-Luego te lo explico -Prometió-. Por el momento, es mejor si nos vamos.
-Pero… -Yo me quedé clavado en el sitio- ¿No se supone que tú ayudas a la gente que lo necesita? -Vi cómo su mandíbula se tensaba- ¿Qué hay de ella?
-Probablemente estén bien -Lanzó una mirada de reojo al grupo, que todavía nos miraba a nosotros. Tomó aire de forma pesada antes de girarse a ellos-. Deberíais llevarla a un hospital.
-Ciertamente... -Lugh se cruzó de brazos y evitó la mirada de Roy- Agradecemos el consejo.
Silencio tenso durante unos instantes. Yo miré a Roy preguntándome de qué iba aquello. ¿Estaba la mujer herida? Tenía toda la pinta, si necesitaba ir a un hospital. Entonces, ¿por qué parecía que no quería ayudarla? Estaba algo confundido. Él me devolvió la mirada, frunciendo algo el ceño. Había algo que le incomodaba en la situación, pero yo no era capaz de ver lo que era. Después de pensárselo bien durante algunos segundos, suspiró.
-Está bien… -Dijo, resignado. Metió una mano en el bolsillo para sacar su broche de Obsidiana y enseñárselo a la familia- Mi nombre es Roy. Pertenezco a la Guardia Obsidiana de la Guardia de Eel. Estoy al servicio de la ciudadanía, así que si hay algo en lo que pueda ayudaros… No dudéis en decirlo.
-Ah, apreciamos la oferta -Lugh fue el que respondió-, pero estamos… -Miró de reojo a su compañera, que hizo un gesto preocupado- Bien. Estamos bien.
-Pero no lo estamos -Inesperadamente, fue Lance el que habló, lo que pareció sorprender a sus padres-. Casi no tenemos comida y mamá está cada vez más cansada para hacer cosas… No deberíamos rechazar ayuda si nos la ofrecen.
-Lancelot -Lugh volvió a suspirar, casi dolido por las palabras de su hijo. Lance hizo un gesto incómodo.
-Es la verdad -Dijo-. No estamos para rechazar ayuda. Incluso con que puedan darnos algo de comida o agua ya nos harán un favor.
-Eso podemos hacerlo -Aseguró Roy. Gracias a su gorroneo constante de la Guardia y a su carisma natural para flirtear con o pelotear al mercader de turno, la comida era algo que no teníamos dificultad para conseguir, y dada la naturaleza errática de su viaje, siempre se aseguraba de tener gran cantidad de provisiones antes de que nos moviéramos, así que… Sí, teníamos comida-. ¿Qué tal?
-Bueno -Lugh hizo un gesto de resignación-. No soy tan necio como para rechazar comida cuando me la ofrecen, pero… Debo advertiros, no tenemos demasiado que dar a cambio.
-Una sonrisa es la mejor recompensa. O algo así, supongo -Roy se encogió de hombros.
En mitad del campamento empezamos a vaciar nuestras bolsas, a ver qué podíamos compartir con aquella gente. Lugh aún no estaba convencido del todo, pero tuvo que resignarse al ver el entusiasmo de Lance y la alegría de Isabel.
Mientras los adultos se dedicaban a hacer, eh, cosas de adultos, como responsabilizarse de la comida y esas cosas; Lance se acercó a mí. Me dio un toque en el hombro para llamar mi atención, y cuando me giré hacia él me dedicó una sonrisa.
-Hola -Dijo.
-... Hola -Respondí yo.
Luego nos quedamos en un silencio incómodo durante un rato. Yo todavía no tenía muy claro cómo iba eso de “interactuar con otra gente”, menos aún con alguien de mi edad, y creo que Lance tampoco era un especialista en el tema por aquel entonces. Eso no significa que no le echara ganas. Demasiadas, incluso.
-Esteee… -Fue él el que intentó romper el silencio- Me llamo Lance. Bueno, Lancelot, pero eso es muy largo. Me gusta más Lance -Su sonrisa se afiló- ¿Cómo te llamas tú?
-Leiftan -Me presenté. Él me ofreció una mano, y por pura cortesía acepté el apretón. Algo en el gesto hizo que se me revolvieran las entrañas, y no pude evitar fruncir el ceño, pero él ignoró el gesto.
-Así que -Incómodo después de que el apretón durase algo más de lo que debería haberlo hecho, me dejó ir y empezó a balancearse sobre sus talones-. Hmmm… Esteeee… Eeeeeh… Guau, no sé qué decirte. Qué incómodo.
-Si no tienes nada que decir, entonces no digas nada -Aconsejé. Él hizo una mueca.
-Aw, sólo quería hablar un poco. Normalmente no puedo hablar con otros niños -Su cara se iluminó con una idea-. Oye, ¿cuántos años tienes?
-Acabo de salir de ed… -Me interrumpí- Doce.
-¡Entonces como yo! -Mi respuesta pareció satisfacerle- Qué guay, entonces podemos-
-Lancelot, no molestes al chico -Su madre le reprendió, acercándose a nosotros. Me fijé en que Roy y el otro tipo se alejaban en dirección al bosque, y eso me inquietó un poco.
-¡No le estoy molestando!
-¿A dónde van? -Pregunté, algo molesto por la situación. A lo mejor ese tipo aprovechaba para apuñalar a Roy y la mujer intentaba matarme a mí para quedarse con la comida… Había visto cosas mucho peores en Infierno, así que no podía descartar la posibilidad. Por si acaso, me preparé para el combate, mirando a mi alrededor para distinguir qué podía llegar a usar como arma en caso de que fuera necesario defenderme.
-A por agua -Explicó ella, con una sonrisa amable-. Hay un río no muy lejos, y tu padre se ha ofrecido a ayudarnos a conseguir un poco.
-No es mi padre -La corregí al segundo. Ella pareció algo sorprendida al respecto, y eso a mí me exasperó. ¿Por qué todo el mundo asumía que éramos padre e hijo? Probablemente porque es la conclusión natural cuando ves a un adulto y a un niño juntos, ya, pero bueno, no intentes explicárselo al Leiftan del pasado.
-Papá y yo estábamos cogiendo agua antes -Explicó Lance-. Antes de que a mamá le dieran los dolores de la tripa…
Miré de nuevo la barriga de la mujer. Había algo en el abultamiento que me perturbaba bastante, y parte de mí quería intentar pincharla a ver qué pasaba. Curioso, a la vez que ligeramente asqueado, no pude evitar contener mis siguientes palabras.
-¿Qué te pasa en el estómago? -Pregunté. Ella volvió a sonreírme, poco molesta por la pregunta.
-Estoy esperando un bebé -Explicó-. Lo tengo aquí dentro, por eso mi tripa está inflada.
-Ah -Fruncí el ceño. Eso no tenía sentido-. ¿Por qué lo tienes en la tripa? ¿Te lo has comido?
-¡Cómo va a haber hecho eso! -Lance me miró con sorpresa- ¿Eres tonto?
-¡Lancelot! -Su madre le dio un tirón de oreja antes de que ninguno de los dos pudiéramos reaccionar.
-¡Ay, ay, ay; lo siento, lo siento, perdón, no quería decir-!
Ella empezó a gritarle palabras en algún idioma que desde luego yo no entendía, y yo asistí algo confundido a la escena, hasta que al fin liberó la oreja de Lance, dejándola algo roja y al chico con una cara de completo horror.
-Perdón -Repitió, mirándome a los ojos con verdadero arrepentimiento.
-No pasa nada… -Yo respondí también con miedo, por si acaso la mujer empezaba a gritarme agresivamente a mí también.
-Los bebés se hacen en la tripa de una mamá -Explicó ella amablemente, con un cambio de actitud que me pareció bastante drástico-. Cuando una mamá se queda embarazada, su tripa empieza a crecer y a crecer con el bebé dentro, hasta que pasan los meses y el bebé está preparado y sale -Estuve a punto de preguntar que por dónde salía. Luego decidí que no quería saberlo.
-A mamá le queda poco -Dijo Lance, y parecía contento por ello-. Dentro de unas semanas tendré una hermanita.
-O hermanito -Advirtió ella-. No lo sabemos.
-¡Pero yo quiero que sea una chica! -Se quejó él.
-Pero si es un chico tienes que quererle igual, ¿vale? -La mujer acarició el pelo de su hijo, y él asintió.
-Por supuesto -Sonrió de forma radiante-. ¡Pienso ser el mejor hermano mayor del mundo!
Estoy seguro de que Valkyon se sentiría bastante avergonzado si se enterase de todo esto… Y de que se enfadaría conmigo por no decir nada.
A veces me siento culpable, porque hay… Algunas cosas que podría haberle contado. Bastantes. Pero Lance no quería que lo hiciera, y yo he querido respetar ese deseo, en lo que me ha sido posible. Además, tal vez hay cosas que es mejor que no sepa. Remover el pasado a veces sólo puede hacer daño… Y, aunque no me gusta mucho admitirlo, también es un poco para cubrirme las espaldas. No quiero tener que explicar qué tipo de circunstancias me llevaron a conocer a su familia en aquel entonces.
Además, yo tampoco tengo muy claro del todo cuáles eran sus circunstancias. Isabel venía del mundo humano, por lo que yo sé, pero no tengo muy claro cómo llegó a conocer a Lugh. Lugh era…
Ya sabes lo que era. Era un dragón.
Mi yo de doce años no tenía ni idea de aquello, aunque había algo en él que me molestaba, al igual que en Lance. Sería simplemente mi instinto daemon avisándome, algún rastro del miedo que aún le tenía a aquellas criaturas.
Lo poco que sé de su situación es que, aparentemente, estaban a la fuga. Lance nunca entró en detalles concretos sobre el asunto, y nunca me llegó a contar nada del destino de sus padres más allá de que… los habían perdido. Yo tampoco le conté todo sobre mí, sobre Infierno, cómo acabé son Roy y demás, así que no le juzgo por ello. Como sea, creo que simplemente esa fuga no salió bien.
Ya te he dicho dónde vivían los dragones, ¿no? Era en un sitio que se llamaba “Paraíso”. Por el nombre puedo deducir que el sitio era bastante mejor que Infierno. Los dragones habían decidido desaparecer de la faz de Eldarya después del Sacrificio Azul para encerrarse ahí… Y su existencia pasaba completamente inadvertida para el resto de faéricos, al igual que ocurría con los daemon. Así que, si Lugh estaba fuera de Paraíso, significaba que… Había tenido que salir de ahí de algún modo, posiblemente uno que no hubiera agradado demasiado a los de su especie. Era, al igual que yo, un prófugo. La razón para ello… Posiblemente fuera Isabel.
Bastante más romántico que mi situación, ¿cierto? Dejar un sitio así sólo para poder tener una familia y vivir con ellos, aunque fuera de forma modesta y a la fuga…
… Y es… Aún más triste, cuando lo miras en retrospectiva.
...
Lugh y Roy volvieron después de un rato con el agua prometida. En cuanto lo hicieron, Roy llamó mi atención para que me acercara a él y los dos nos alejamos un poco del campamento, dejando a la familia reunirse por su lado.
-He hablado con este hombre, Lugh… -Él tomó aire- Hemos llegado a un acuerdo, más o menos. La idea es que nos quedemos con ellos hasta que la mujer dé a luz… O sea, hasta que nazca el bebé -Explicó-. No debería ser mucho tiempo, por lo que me ha dicho. ¿Te parece bien?
-Hm -Me encogí de hombros. Yo había sido el que le había insistido en ayudar a la mujer, a fin de cuentas.
-Podrías tener una mejor reacción, ¿sabes? -Él suspiró y se cruzó de brazos- Necesito saber que estás de acuerdo con esto, ¿vale? ¿No te pone nervioso tener que convivir con otra gente?
Eché una mirada por encima del hombro a la familia. Aún había algo que no me terminaba de gustar tanto en el padre como en el hijo, pero le eché la culpa de eso a mi antipatía natural. Pensé que, a lo mejor, si conseguía “portarme bien” y llevarme bien con otra gente, Roy se pondría contento conmigo. Y, además, iba a poder ayudarle a ayudar a otros, así que…
-No, estoy bien -Dije-. ¿Entonces vamos a vivir con ellos?
-Sólo durante un tiempo -Explicó-. Luego tendremos que irnos. Escucha, si vamos a hacer esto… -Tomó aire y colocó ambas manos en mis hombros. El gesto me pilló un poco de sorpresa- Necesito que tengas mucho cuidado. No puedes decir nada sobre de dónde vienes o qué es lo que eres, ¿vale? -Yo asentí. Eso ya lo sabía, por supuesto. Hasta el momento, nunca me había ido de la lengua, así que me parecía algo innecesario el aviso- Ten cuidado con todo lo que dices y haces… Y no dejes que ninguno vea tu collar, ¿vale?
Recordatorio de que aún tenía alrededor del cuello aquella condenada gargantilla metálica. Como te puedes imaginar, un niño con semejante accesorio llamaba bastante la atención y hacía cuestionar la moralidad de Roy, así que en algún momento había empezado a esconderme el cuello debajo de una bufanda, muy a lo Nevra.
Sí, era increíblemente incómodo, ya. A día de hoy todavía tengo cicatrices en el cuello del roce continuo del metal… Al menos puedo agradecer que esa cosa no me asfixiara ni me partiera el cuello al crecer. Sí, yo tampoco tengo muy claro cómo funcionaba, pero era como que crecía conmigo… No sé exactamente qué tipo de magia dracónida llevaría imbuida esa cosa, pero me da igual, me alegro de haberme librado de ella… Aunque…
…
No, ya llegaremos a eso. Todo en su momento.
Asentí a todo lo que me dijo Roy. Me estuvo dando un montón de instrucciones sobre cómo tenía que comportarme, qué cosas podía decir y cuáles no, y algo más que no tengo muy claro porque en algún momento me aburrí y le dejé hablando de fondo mientras atendía a una mariposa que revoloteaba por ahí.
Cuando al fin terminó su sermón y después de preguntarme siete veces si me había quedado todo claro, me revolvió el pelo y con eso volvimos junto a la familia. Parecía que ellos también habían tenido su propia deliberación.
-¿Tenemos un acuerdo? -Preguntó Roy.
-Eso parece -Lugh respondió con una sonrisa-. Os estamos agradecidos por vuestra oferta, Roy. Nuestras condiciones no son las mejores, así que…
-Ni lo menciones -Él le quitó importancia con un gesto de la mano-. Es mi deber como miembro de la Guardia de Eel… Y como persona con un mínimo de decencia. Ahora, ya sé que queda un poco redundante, peeero… ¿Qué tal una ronda de presentaciones, para hacerlo oficial? Mi nombre, como ya he dicho, es Roy -Se señaló a sí mismo, y luego me puso a mí una mano en la cabeza-, y el chiquitajo es Leiftan. Es un poco duro de roer, pero es un buen chaval.
Procuré guardarme mis opiniones sobre el comentario para mí, limitándome a cabecear como forma de saludo.
-Es un placer -Fue Lugh el que respondió-. Bien… Mi nombre es Lugh, y el de mi compañera es Isabel… -Ella sonrió de forma agradable al ser presentada- El otro... chiquitajo -La palabra parecía hacerle gracia- es nuestro hijo, Lancelot.
-Yo no soy chiquitajo, soy más alto que él -Protestó Lance. Me sentí bastante ofendido por el comentario, la verdad-. Y Lancelot es un nombre muy largo… Prefiero Lance-
-Lan-ce-lot -El hombre silabeó el nombre, encantado, y Lance se limitó a murmurar algo sobre la injusticia del universo-. Y esperando hasta dentro de poco -Sonriendo con orgullo, se refirió a la barriga de su compañera-, la pequeña Valkyria.
-No vamos a llamarla Valkyria -Isabel respondió sin dejar que su sonrisa disminuyera. El otro pareció herido por sus palabras.
-¿Por qué no? Las valquirias eran mujeres guerreras llenas de honra y rectitud, es un nombre que refleja perfectam-
-He dicho que no vamos a llamarla Valkyria, así que deja de proponer ese nombre, Lugh -Aunque aún sonriente, el tono de Isabel fue tajante. Lugh no pudo hacer más que morderse la lengua-. Además, aún no sabemos si será niño o niña.
-Niña. Será una niña adorable con una sonrisa que pueda derret-
-Lugh.
-... Bueno, buscaremos alternativas de nombres -Él se rascó la cabeza con aire incómodo-. Pero yo sigo diciendo que Valkyria es muy bueno…
-Tantos nombres con ele, me siento desplazado -Roy intentó redirigir la conversación-. Bueno, ehm, pues… Supongo que asentaremos nuestro campamento, si no os molesta.
Nos pusimos a ello. Roy acabó ofreciéndole su saco de dormir a Isabel en un pobre intento de mejorar la calidad de vida de la mujer, porque la pobre ya tenía suficientes problemas de espalda con lo que tenía, y como yo no quería ser menos, también ofrecí el mío… No sé qué tipo de debate se llevó a cabo al respecto, pero recuerdo que al final se acabó decidiendo que lo mejor sería que yo me quedase con él, y eso me ofendió bastante, porque sentía que me habían dicho que era demasiado frágil… O más que Lance, al menos, y eso era una gran ofensa.
Fue así como empezamos nuestra convivencia con aquella familia. Ahora que lo veo en retrospectiva, evidentemente no era una buena idea juntar a un daemon con dos dragones, al menos no con uno adulto que era perfectamente consciente de toda la situación de Infierno… Pero en aquel entonces yo no tenía ni idea de aquello, como te puedes imaginar. Incluso con eso, me costaba un poco relajarme estando alrededor de Lance o su padre. No sabía decir por qué, posiblemente porque simplemente eran desconocidos, pero Isabel nunca me transmitió la misma sensación de intranquilidad.
Los primeros días fueron pacíficos. Intentamos hacernos los unos a los otros, con Roy echando una mano en todo lo que podía, yo más o menos aportando a la causa, Isabel y Lugh agradeciendo la cooperación y Lance… Intentando hacerse mi amigo. No se le estaba dando muy bien, la verdad.
Siento que no debería decir esto de él, teniendo en cuenta que le considero como el único amigo de verdad que he llegado a tener nunca, pero… Como ya sabes, la personalidad de Lance a veces puede ser un poco… eh…
No, esa no es la palabra. ¿Enervante, tal vez? ¿Exasperante…? Abrasiva.
Su simpatía natural a veces no resuena bien con otras personas… Incluido mi yo de doce años. A lo largo de aquel tiempo que pasamos con ellos, se empeñó en intentar acercarse a mí, y tal vez lo intentó demasiado y con una energía que yo no estaba dispuesto a soportar.
Hablaba por los codos. Ni siquiera sé de qué, simplemente se dedicaba a parlotear sobre mil cosas distintas a la vez, y yo intentaba con todas mis fuerzas ignorarle y centrarme en cualquier otra cosa: Mi lectura, si estaba leyendo un libro; Roy, si le estaba ayudando a hacer algo; el esfuerzo ímprobo que me costaba el no lanzarme a estrangularle, cuando me asaltaba por sorpresa y no tenía nada para distraerme.
A los tres días estaba ya hasta las narices de él. Roy se dio cuenta.
-No tienes muy buena cara, chico -Me dijo, después de que Lance me friyera con alguna de sus conversaciones unilaterales y yo saliera huyendo en cuanto se me presentó la oportunidad. Le lancé la mirada más irritada que podía-. Oye, no lo pagues conmigo.
-Si no lo pago contigo, lo voy a pagar con él, y no creo que ninguno de los dos quiera eso -Amenacé, crispando mis manos con la necesidad de tener un cuello debajo de ellas. Roy suspiró.
-No puede matarte intentar hacer amigos, Leiftan -Volví a mirarle con fastidio-. Vamos, el chico está deseando que le hagas caso. ¿No te da pena?
-Me transmite una sensación de patetismo, como una criatura que se arrastra por el suelo después de que le hayan partido las piernas. Eso es “pena”, ¿no?
-¿Qué tipo de comparación es…? Mira, déjalo -Hizo un gesto de cansancio-. Ni siquiera le has dado una oportunidad. Es mucho mejor cuando eres amable con los demás, ¿sabes? Si eres bueno con la gente, la gente será buena contigo. Y siempre es mucho más divertido tener amigos que enemigos. Así, que, hale -A empujones me acercó al otro chico, y yo, que acababa de huir de él y no estaba preparado para otra ronda contra Lance, empecé a protestar-. Vamos a hacer amigos. ¡Oye, Lancelot!
-Es Lance, pero bueno -Él dejó lo que sea que estuviera haciendo, posiblemente nada demasiado importante, para girarse hacia nosotros-. ¿Qué pasa?
-Leiftan quiere ayudar recogiendo agua, pero no sabe dónde está el río -Mintió Roy, poniéndome una mano en el hombro mientras sonreía-. ¿Por qué no le llevas a él y la recogéis entre los dos? Tú sabes dónde está, ¿no?
-¿Sí…? -La propuesta pareció tomarle un poco de sorpresa- Pero, papá siempre me dice que no me aleje del campamento yo solo.
-Yo me encargo de convencer a tu padre. Tú llévate a este -Me dio una palmadita en la cabeza-. Es un poco tímido, así que le da vergüenza pedir las cosas, y por eso no habla mucho; pero está deseando conocerte mejor.
-¡Eso no es…! -Me giré hacia Roy. La expresión de su cara me pedía que me estuviera calladito- Sí, bueno, lo que sea. Vamos al río, ¿no?
-¡Vamos! -En seguida apareció una sonrisa en la cara de Lance- Ya verás, está muy cerca, y es un sitio muy chulo, hay un montón de azúlibelulas y…
Empezaba a arrepentirme. Me encargué de fulminar con la mirada a Roy mientras Lance se hacía con las cantimploras para rellenar y luego me agarraba del brazo para arrastrarme con él por el bosque.
Como ya te he dicho, el lado este de la cordillera era casi otro mundo comparado con el paisaje árido del oeste. Árboles enormes cuyas copas cubrían el cielo entorpecen el camino, los familiares se ocultaban entre los abundantes arbustos, el suelo estaba lleno de ramas secas que crujían bajo nuestros pies… Es un paisaje que se parece mucho al de los montes de los reinos élficos, para que te hagas una idea. Más o menos tienen el mismo clima, así que es un comprensible.
Pude distraerme con el bosque para evitar el parloteo de Lance, que iba diciendo algo sobre cómo la misión iba a ser pan comido y que estaba emocionado porque normalmente no podía ir por su cuenta y blablablá.
-Es porque papá está preocupado por la otra gente, y tiene miedo de que me meta en líos -Dijo. Algo en esa frase me llamó la atención.
-¿... La otra gente? -Pregunté.
-¿Eh? -Casi sorprendido porque por una vez respondiera a su conversación, el bajó la guardia- Sí, ya sabes, los… Eh… -Se cortó, dándose cuenta de que había hablado demasiado- ¡B-bueno, no importa! Contigo es lo contrario, ¿no? Roy parece confiar mucho en ti.
-... No realmente -Decidí dejarlo pasar, pero hice una nota mental de volver a insistir sobre esa “otra gente” en algún momento… Aunque, al final, nunca lo hice-. Cuando hay más gente no le gusta que esté solo.
-¿En serio? -Pareció sorprenderle- Bueno, supongo que tiene sentido. Papá siempre dice que no se lo perdonaría si me pasase algo malo, o algo así… Es el trabajo de los padres el preocuparse por los hijos, ¿no?
De manera fugaz recordé a mis propios padres, cuyos cuerpos estarían posiblemente pudriéndose al sol en algún lugar de Infierno. Esa gente nunca se preocupó por mí en ningún momento… Al contrario, no dudo de que a cada hora del día desde que nací no desearan más que mi muerte. El comentario no me hizo mucha gracia, como se entenderá.
-Hay todo tipo de padres -Dije simplemente.
-Hm. Supongo -Él se lo pensó-. Pero papá siempre dice también que “la familia es lo primero”. Roy no es tu padre, pero sois familia, ¿no? Así que tiene que preocuparse por ti.
“Familia”. Es una palabra que siempre me ha causado conflicto… La mayoría de la gente no entendería por qué, pero… Tú sí lo entiendes, ¿verdad?
Durante mucho, mucho tiempo, me he preguntado a mí mismo qué es una familia, y, sobre todo, quién. Quién es mi familia. Es uno de los dos debates que me ha estado atormentando toda mi vida.
Aquella fue la primera vez que me planteé la pregunta, y que Lance la hiciera de forma tan inocente hizo que yo me parase en seco por un instante y la mirase completamente desencajado.
-¿Qué? -Preguntó- ¿Q-qué pasa? ¿He dicho algo malo?
-No somos familia -Escupí mis palabras-. Roy y yo no somos… -Fruncí el ceño- Nada.
-Ah -Él también se quedó un poco cortado-. No sé, estabais juntos, así que…
-Sí, bueno, yo no tengo una familia feliz como la tuya, así que cállate -Solté, y a él le cambió la cara, dándose cuenta de que lo que había dicho me había molestado bastante-. ¿Dónde está ese estúpido río?
-... Por aquí.
El resto del camino lo hicimos en un silencio tenso, yo todavía enfadado y él claramente incómodo con la situación.
Llegamos al final al río, y yo me apoyé contra un árbol de mal humor mientras que Lance se encargaba de llenar las cantimploras. No coincidía exactamente con la excusa que había dado Roy para nuestro paseo, pero no importaba, porque estaba… Irritado.
Molesto.
Enfadado.
Con Lance y con su estúpida boca, demasiado grande y demasiado parlanchina. Decía demasiadas cosas, algunas de ellas… Terriblemente innecesarias.
Sé que esto va a sonar muy infantil, y no sé si se justifica con el hecho que de fuera un niño, pero el verle tan tranquilo recogiendo agua despertó en mí un sentimiento de mezquindad. De repente, tenía el urge de ser… Malo.
De hacerle algo. Algo, lo que fuera, cualquier maldad. Agarrarle por la nuca y hacer que se ahogara en el río me parecía algo demasiado extremo, aunque hubiera sido emocionante… Pero se me ocurrió una idea mejor, y mucho más entretenida.
-Lance -Le llamé, separándome del árbol y acercándome a él. En seguida él se incorporó y me miró expectante. Yo intenté fingir una sonrisa… Que me salió mejor de lo que yo esperaba y que no transmitía para nada mis verdaderas intenciones-. Ahora que hemos terminado con esto, ¿qué te parece si jugamos a algo?
-¿Jugar? -Aunque parecía confundido, había llamado su atención. Yo asentí.
-Podemos aprovechar que no hay adultos -Dije, con la voz más melosa que pude. No estoy seguro, pero creo que sin darme cuenta estaba intentando usar algún tipo de herramienta de daemon para… Eh, tentar a la gente. Aparentemente podemos hacer eso, y eso es en parte lo que nos hace tan puñeteros. Es especialmente efectivo en humanos, y Lance era medio humano, así que…-. Así nadie puede enfadarse con nosotros. Será divertido.
-Hmmm… -Él me miró muy atentamente, sus ojos azules reflejando nada más que inocencia- Sí, vale -Sonrió-. ¿A qué quieres jugar?
-¿Qué tal esto? -Me acerqué aún más a él, quitándole las cantimploras de las manos y dejándolas en la hierba de la ribera- Tú vas a esconderte por ahí, y yo tengo que ir a encontrarte.
-¡Suena sencillo! -Él se entusiasmó- Hay muchos árboles por aquí, así que seguro que es pan comido.
-Oh, pero… -Intenté que el veneno no se colase en mi voz- Tú ya te conoces esta parte del bosque, y yo no… Sería un poco injusto, así que… -Señalé hacia el otro lado del río- Deberíamos hacerlo por allí.
-Hmmm, pero nunca he cruzado el río -Habló con duda, mirando en aquella dirección-. No sé si a papá le gustará que me aleje tanto…
-No tienen por qué enterarse -Imitando a Roy cuando quería camelarse a alguien, guiñé un ojo-. Yo no hablaré si tú no lo haces. ¿Qué te parece?
Volvió a pensárselo. No le costó mucho llegar a su conclusión.
-¡Venga, vale! Entonces yo me escondo, ¿no? -Asentí.
-Contaré hasta treinta, y cuando termine de contar iré a por ti -Dije-. Tú tienes que ir a esconderte… Y tienes que quedarte escondido, ¿vale? Incluso si tardo un poco, quédate escondido y no salgas del escondite… Bajo ningún concepto.
-Entendido, entendido -Me dio un golpe amistoso en el hombro. Yo quise romperle todos los dedos uno a uno-. Prepárate para pasarte un buen rato buscando, porque va a ser imposible q-
-Uno -Empecé a contar para interrumpirle, temeroso de que fuera a ponerse a parlotear de nuevo-, dos. Tres, cuatro…
En seguida salió corriendo, con una risa, y saltó por encima del río usando algunas piedras como apoyo. Yo seguí contando en voz alta, con toda la calma del mundo, mientras recogía las cantimploras y me preparaba para irme.
Por supuesto que no tenía ninguna intención de ir a buscarle. Ya te lo he dicho, es algo muy… Infantil. Es una venganza ridícula, absurda, y ni siquiera tan buena como yo me estaba haciendo creer. Era mezquino. Lo sé.
Pero estaba dispuesto a hacerlo, sólo para fastidiar al niño que me había fastidiado a mí.
Así que conté hasta treinta, solté un “¡Allá voy!” y me di la vuelta para volver al campamento, sin pensar un sólo segundo en ir a buscarle. Lance era un completo cabezahueca, así que por supuesto que no se había planteado siquiera que pudiera estarle tomando el pelo y había ido a esconderse en el bosque.
No sé exactamente en qué estaba esperando sacar de aquello. A lo mejor en simplemente dejar que se perdiera por ahí, con un poco de suerte encontrándose con alguna bestia, o tal vez el chico no era tan tonto y después de un rato se cansaba de esperar y se volvía por su cuenta. Tampoco tenía muy claro qué iba a decirle a sus padres y a Roy, posiblemente que simplemente había salido corriendo de repente, vete a saber a dónde, y que le había perdido de vista. No me importaron demasiado las consecuencias, simplemente estaba… feliz.
Ni siquiera me di cuenta de la sonrisa que se estaba expandiendo por mi rostro, una muy diferente a la que le había enseñado antes a Lance.
Empecé a reír, contento con mi travesura. Durante unos segundos no me percaté de que lo estaba haciendo, y me pregunté qué sería ese sonido…
Hasta que me di cuenta de que venía de mí. Me congelé en el acto, cortando la risa de inmediato. Nunca en mi vida había escuchado algo así… Menos aún, saliendo de mí. El sonido era alegre, y era una risa infantil, pura… Posiblemente una de las risas más sinceras que he podido hacer nunca, porque me salió del corazón.
Pero me horrorizó.
Escucharme hacer ese sonido hizo que se me revolvieran las entrañas, y por un instante tuve mucho, mucho miedo de mí mismo. De algo que había en mi interior, algo que era lo que había hecho que surgiera esa risa… Y que era lo que me había llevado a mandar a Lance al bosque.
Tomé conciencia de mis acciones muy repentinamente, y la culpabilidad me golpeó como un mazo. Le había mandado al bosque a él solo, a la espera, vete a saber por cuánto tiempo, de que yo fuera a volver a aparecer. Incluso había barajado la idea, y me había deleitado con ella, de que le atacasen mientras se escondía.
Eso no era lo que Roy me había enseñado.
Desde el primer momento había intentado enseñarme que había que ser bueno con todo el mundo. Que había que echar una mano a quién lo necesitara, y que herir a otros estaba mal. Puede que no estuviera hiriendo directamente a Lance, pero lo que había hecho no era mucho mejor que aquello.
Le había… abandonado. Y me sentía mal por ello. Me sentía muy, muy mal. Sentía que estaba traicionando a Roy, de alguna manera… Y que me estaba traicionando a mí mismo.
Una parte de mí decía “¿Y a mí qué?”, pero esa parte quedó ahogada por la culpa. No estaba haciendo las cosas bien, y lo sabía. Y eso… No era lo que quería.
Quería ser una buena persona. Quería… ser como Roy.
Lentamente giré sobre mí mismo, volviendo en dirección al río. Dejé las cantimploras en la hierba y con un salto crucé el río, aterrizando al otro lado sin mayor complicación.
Empecé a pasear por el bosque con calma, atento a mis alrededores. En mi interior, aún estaba teniendo un debate interno. Mi corazón martilleaba mi pecho con fuerza, y cada palpitación mandaba a mi cuerpo más y más pensamientos negativos.
Una ansiedad creciente comenzó a invadirme según buscaba por el bosque, como el tallo de una planta que se enroscaba en mi alma. ¿Y si resulta que sí que se había perdido? ¿Y si algo le había atacado de verdad? ¿Y si el muy idiota se había caído en una zanja y se había abierto la cabeza? Si algo le pasaba a aquel chico sabía que no iba a perdonármelo nunca, y, más importante, que Roy no iba a hacerlo.
Y entonces escuché un sonido, el crujir de un arbusto, y me pareció escuchar el sonido leve de una risa. Me giré hacia allí.
El escondite era lo suficientemente obvio, y el arbusto no lo suficientemente frondoso como para ocultar en su totalidad a Lance, especialmente con ese pelo blanco tan llamativo que sobresalía de forma clara por detrás de las ramas más altas.
Suspiré, aliviado y a la vez algo frustrado conmigo mismo.
Luego me acerqué al sospechoso arbusto y, sin mucha ceremonia, le di un toque sobre la cabeza, haciéndole soltar un “Ah”.
-Te encontré -Dije.
-Me has encontrado -Él apartó las ramas del arbusto para poder verme mejor y me dedicó una sonrisa-. No se te da mal… Me había escondido muy bien.
-Se te veía de lejos -Me contuve para no poner los ojos en blanco. Ahora que le había encontrado, la sensación de culpabilidad había disminuido bastante-. Volvamos al campamento.
-Espera -Él se puso de pie, agarrándome de un brazo. Iba a ponerle mala cara al respecto, pero entonces me di cuenta de una hoja que se le había quedado enganchada en el pelo y la vista me pareció tan estúpida que tuve que concentrar todas mis fuerzas en reprimir una sonrisa-. Te toca a ti esconderte ahora, ¿no?
-¿Cómo? -La propuesta me sorprendió.
-¡Claro! No es divertido si sólo uno se esconde -Aún sonriendo de forma radiante, se acercó a un árbol para ponerse contra él-. Venga, yo cuento treinta y tú te escondes, como antes.
-... Bueno -Jugué con el borde de mi bufanda, algo nervioso. ¿Se había dado cuenta de mi artimaña y quería devolverme la jugada? ¿O genuinamente estaba interesado en jugar al escondite conmigo?
-¡A esconderse entonces! -Se puso de cara al árbol, tapándose los ojos con los brazos- ¡Uno, dos, tres…!
Algo confundido por la situación, sin saber del todo qué sacar de ella, miré a un lado y a otro. ¿Y ahora qué? ¿Le seguía el juego? Iba a quedar muy raro si no lo hacía, después de que hubiera sido yo el que hubiera hecho la propuesta.
Así que, algo nervioso por la situación, busqué algún escondite en los alrededores. No quería irme muy lejos, por si acaso. Tras meditarlo un poco, decidí que el mejor lugar para esconder un árbol era el bosque y, fiándome de que tuviera los ojos bien cerrados, con un batir de alas tal vez demasiado arriesgado me elevé del aire y me colgué de una de las ramas del árbol en el que se había puesto a contar, en seguida escalando el resto y escondiéndome en la copa.
-¡... yyyyy treinta! -Él se separó del tronco y miró en todas direcciones- ¡Allá voy!
Desde mi escondite le observé con atención, juzgando sus movimientos. Él miró en derredor, algo confundido, y empezó a buscar. No parecía dispuesto a darse la vuelta e irse, como había intentado hacer yo, sino que realmente se puso a buscarme. En ningún momento se le ocurrió mirar hacia arriba, sino que se limitó a buscar entre los arbustos, detrás de los troncos caídos, rodeando las rocas… Escondites simples, pero normales, supongo.
Cuando él empezó a alejarse del árbol, a pesar de que sabía que me arriesgaba a que me descubriera, la curiosidad me pudo, y empecé a seguirle saltando de árbol en árbol.
Él siguió su paseo por el bosque, muy claramente buscándome, confundido cada vez que rebuscaba en algún escondite y no me encontraba allí, pero sin rendirse. Después de un rato, sin embargo, debe ser que porque se aburría, empezó a hablar en voz alta.
-Oyeeeee, Leiftan, ¿me oyeeeees? -Dijo. Yo no respondí, porque ni de casualidad iba a caer en un truco tan simple y desvelar mi posición- No tienes que responder si no quieres. Y si no me escuchas no pasa nada, tampoco. De todas formas, cuando te hablo nunca contestas -Al menos era consciente de ello-. Es sólo… Lo siento si te ha enfadado lo que he dicho antes, ¿vale? No quería decir nada malo.
Me sorprendió un poco que se disculpara por eso. Aparentemente sí que le dedicaba al menos un segundo pensamiento a las cosas antes de abrir la boca.
-Nunca he podido hablar con alguien de mi edad antes, así que, eh, me puso muy contento cuando Roy y tú os quedasteis en el campamento -Siguió hablando-. Pensé que podíamos ser amigos, pero por mucho que lo intentaba, no parecía que te estuviera cayendo muy bien… Supongo que soy un poco pesado, lo siento… -Se rió de forma incómoda- Estoy contento de que hayas querido jugar conmigo a pesar de todo, así que, eeeeh… A partir de ahora voy a intentar ser un poquito menos pesado, y… Más mejor. E-espera, eso está mal dicho, ¿no? Hmmm, ni siquiera sé si me escucha… Me siento estúpido hablando solo…
Siguió hablando solo un tiempo, quejándose de lo ridículo que se sentía haciéndolo, hasta que tras un suspiro exasperado y lo suficientemente avergonzado de sí mismo, decidió callarse.
Yo me quedé un poco descolocado con aquello. ¿Sabía que le estaba escuchando y por eso se había puesto a hablar? ¿No tenía ni idea y confiaba en que por un golpe de suerte fuera a escucharle de paso? ¿O simplemente estaba hablando para sí?
No sentía ninguna malicia en sus palabras. Era similar a mi primer encuentro con Roy, cuando su voz me había sorprendido tanto al no haber escuchado maldad en ella. Aquel chico era simplemente… Un niño normal.
A lo mejor había sido demasiado duro con él y su entusiasmo. Roy me había dicho que intentase llevarme bien con él, así que a lo mejor podía hacer un esfuerzo e intentar tragarle un poco. No es que necesitara amigos, ni los quisiera, menos aún un cabezahueca como él, pero estar enfadado todo el rato empezaba a serme cansado.
Después de un rato más de búsqueda, Lance casi que se dio por vencido y volvió al árbol en el que había hecho la cuenta. Yo le seguí desde mi refugio entre los árboles, algo complacido por el hecho de que no hubiera sido capaz de encontrarme hasta el momento.
-¡Vale, me riiiiiiiiindo! -Gritó, poniendo las manos alrededor de la boca para amplificar el sonido. Desde lo alto, yo sonreí- ¡Se te da demasiado bien esto! Ha pasado ya un buen rato desde que nos fuimos, así que deben estar preocupados por nosotros… Deberíamos volver -Hubo un momento de silencio en el que yo no me atreví a salir aún, por si acaso era alguna engañifa-. Oyeeeeee, ¿me escuchas? -Se lo pensó un instante- ¿No se habrá perdido en el bosque, no…? O a lo mejor alguna bestia le ha atacado…
Fue un poco como una patada a mi honor, uno que en realidad no tenía muy desarrollado del todo, que precisamente él se preocupara de que a mí me pasara lo que yo había estado casi deseando que le ocurriera a él unos minutos antes.
Sentándome sobre una rama del árbol para dejar mis piernas en ella, dejé caer mi cuerpo de la forma más dramática posible justo en frente de Lance, asustándole cuando de repente aparecí boca abajo a menos de un palmo de distancia de él. Por supuesto que soy un maestro acróbata, Ezarel. Estoy esperando a que al fin decidas perseguir tu carrera como payaso profesional para seguirte en tus aventuras circenses.
-Estoy aquí -Dije, y mi voz pareció asustarle de nuevo.
-¿¡Pero de dónde sales!? -Miró hacia arriba, dándose cuenta de cuál había sido mi escondite- Oh, tío. ¿Llevas ahí todo el rato?
-Tal vez.
-¿E-entonces has escuchado todo lo que he dicho?
-Es posible.
-E-eso no se hace -Se quejó, de repente avergonzado por su monólogo.
-Es lo que tiene hablar en voz alta, que la gente te escucha. Si no quieres que nadie te oiga, entonces tienes que hacerlo aquí dentro -Le di un toque en la frente con un dedo-. Se llama pensar. Prueba a hacerlo de cuando en cuando.
-Hm -Por cómo me miró, no parecía saber si tenía que sentirse ofendido por el comentario o no-. Este, estás, ¿riéndote de mí? -Desde la postura en la que estaba me era imposible encogerme de hombros, así que sólo ladeé la cabeza- ¿Eso significa que tienes sentido del humor?
-... ¿Supongo?
Se me quedó mirando fijamente unos instantes. Yo le devolví la mirada, algo incómodo. Empezaba a marearme de estar bocabajo.
-¿Entonces no estás enfadado conmigo? -Preguntó.
Me pensé mi respuesta. El comentario que había hecho me había molestado, aunque, viéndolo en retrospectiva, no entendía qué era lo que me había irritado tanto. Era una tontería sin importancia, y mi reacción había sido desmesurada, especialmente teniendo en cuenta que había estado a punto de dejarle abandonado a su suerte. Él debería estar enfadado conmigo.
-No -Respondí simplemente. La palabra hizo que una brillante sonrisa apareciera en su cara.
-¡Genial! -Habló con entusiasmo- Entonces, entonces, ¿aún podemos ser amigos?
-... Si tanta ilusión te hace.
-¡Claro que me hace ilusión! -Sus ojos estaban… casi brillando- Eres como, súper guay, ¿sabes? Porque siempre parece que lo tienes todo bajo control y que siempre sabes lo que vas a decir y hacer y, y eso mola mucho porque la verdad es que yo no puedo hacerlo, así que m-
-Hablas demasiado -Me quejé, cortándole.
-¿Ves? Es lo que te decía, tú que yo no… -Su expresión cambió a la sorpresa de repente- ¿Te has puesto rojo? ¿Te ha gustado lo que he dicho?
-¡E-es porque en esta postura, la sangre se…! -Su sonrisa me estaba molestando. Igual que la de Roy, me apetecía quitársela de la cara con un puñetazo. En lugar de eso, simplemente hice un esfuerzo por levantarme a mí mismo y agarrame a la rama de la que me había colgado, y desde ahí dejarme caer al suelo con toda la elegancia que fui capaz. Ríete, pero estaba muy comprometido con mi papel de acróbata- Lo que sea. Volvamos ya, llevamos mucho rato fuera.
-Ooooh, a propósito, ¿cómo has hecho lo de colgarte así? No necesitas, como, ¿mucha fuerza para hacerlo? ¿Puedes enseñarme?
Le soporté de vuelta al campamento. Su parloteo incesante seguía siendo un poco molesto, pero intenté tomármelo con filosofía y descubrí que, si no me dedica a odiar su existencia activamente, Lance podía ser una persona al menos tolerable.
Nos cayó una pequeña bronca cuando volvimos al campamento, concretamente por parte de Lugh, que aparentemente no estaba muy cómodo con la idea de que Lance se alejase demasiado por su cuenta. Roy intervino a nuestro favor, diciendo que había sido idea suya, y que los chavales de nuestra edad necesitábamos alejarnos de los adultos a ratos y que “¡Ja, ja; apuesto que en tus tiempos tú también eras un pilluelo igual!”. Isabel terminó por ser la que aplacara la ira de Lugh, y así al final todo pasó sin incidentes.
A pesar de eso, luego Roy vino a hablar conmigo para asegurarse de que todo había ido bien.
-No has intentado ahogarle en el río, ¿no? -Me preguntó. Yo negué con la cabeza inocentemente. Que el pensamiento se me hubiera pasado por la cabeza era irrelevante.
-No. Ahora somos amigos.
-Oh, ¿en serio? -Habló con tono sarcástico. Yo asentí- Espera, ¿¡en serio!? -Ahora me miró como si me hubiera salido una segunda cabeza- ¡Has hecho un amigo! -Se agachó para quedar a mi altura, poniéndome las manos en los hombros- ¡Eso es genial, Tian!
-... Si vas a ponerme apodos, al menos decídete por uno -Me quejé.
-Estoy orgulloso de ti -Me revolvió el pelo de forma insistente, lo que me hizo sentirme algo incómodo… Pero saber que estaba “orgulloso” hizo que me sintiera bien. Incluso si no quisiera admitirlo ni para mí-. Lo has hecho bien, chico. Ya te lo he dicho, es mucho mejor cuando te llevas bien con la gente, ¿no? Ahora entenderás los beneficios del poder de la amistad y el amor.
Amor. Ese es un concepto supuestamente desconocido para los daemon. De las muchas cosas que se dicen sobre nosotros, una de ellas es que no somos capaces de sentir amor o empatía. No sé hasta qué punto es cierto. Sería completamente aterrador una criatura incapaz de sentir ambas cosas… Y no sé si soy capaz de decirte si en mis momentos más oscuros no he llegado a… bloquearlos. Es difícil de explicar, lo siento. Intentaré hacerlo de la mejor manera posible cuando llegue el momento.
Por el momento, basta con que sepas que la palabra me hizo reflexionar. Sabía, hasta cierto punto, lo que era el amor. Roy me lo había explicado. El amor hacía que una dos personas se convirtieran en una pareja, me había dicho,. Me confundió un poco que usara esa palabra, porque, no sé Lance, pero yo no tenía ninguna intención en convertirme en su pareja.
-Pero esto no es “amor” -Objeté.
-Lo es -Parece que contento con mi debate, Roy se sentó en el suelo, invitándome a hacer lo mismo, y así hice-. Hay muchos tipos de amor, Leiftan. La gente cuando piensa en “amor” generalmente se refiere al… Romántico. Como el que hay entre Lugh e Isabel -Señaló con la cabeza hacia ellos. Estaban al otro lado del campamento, creo que con Lugh todavía sermoneando a Lance, e Isabel intentaba tranquilizarle acariciando su espalda-. Por eso son una pareja. Pero el amor amistoso, que es el que Lancelot te ha hecho sentir, también es amor -Yo no estaba tan seguro de haber sentido algo así, pero bueno-. Las amistades son bastante bonitas, y tener un buen amigo en el que confiar es de lo mejor que te puede pasar. Todo es un poco menos difícil cuando tienes a alguien de tu lado.
-¿Como tú con Viz? -Pregunté. Estoy bastante seguro de que esas palabras fueron una puñalada.
-Eso es… eeeeh, otro caso. Es más complicado -Carraspeó-. Bueno, este, que hay muchos tipos de amor.
-Hm -Reflexioné sobre sus palabras. Una idea iluminó mi mente-. Y… ¿las familias tienen amor?
-¿Las familias? -Por cómo dijo la palabra, no se esperaba que fuera a salir por ahí- Eeeh… Sí, supongo que sí, el amor familiar es importante también -Se rascó la cabeza de forma incómoda-. Hmmm…
Ninguno de los dos dijo nada durante un tiempo. Yo no quería hacer la pregunta que tenía en la cabeza y Roy tampoco parecía seguro sobre cómo lidiar con la situación. Fue un poco incómodo. Finalmente, después de algunos minutos de silencio, decidí que había tenido suficiente y me fui a buscar a Lance para empezar su primera lección sobre cómo trepar árboles y colgarse de ellos. Verle comerse el suelo me puso de mejor humor.
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Pasamos un tiempo en aquel campamento y, casi a la fuerza, terminé por congeniar con Lance de verdad. Al principio simplemente adopté una política de tolerancia con él, pero descubrí que cuanto menos esfuerzo le ponía a ser un borde, mejor me lo pasaba con él.
Lance me suavizó bastante. Con él pude poner en práctica toda la teoría que Roy me había enseñado sobre cómo tratar “bien” a la gente. No era un adulto, así que no tenía que guardar el mismo respeto formal que tenía con sus padres, y podía ser más abierto.
Descubrí que, igual que Lance no era tan insufrible como yo pensaba que era, yo tampoco era tan arisco como me había hecho creer a mí mismo. Quién iba a decir que mantener una conversación con una persona sin cortarle de manera brusca o pensar en cómo arrearle un puñetazo pudiera ser algo agradable. Sé que a ti te cuesta creerlo, pero a lo mejor algún día maduras y comprendes que pasarse todo el día enfadado no es lo normal.
Como sea... Empecé a disfrutar genuinamente de la presencia de Lance. Y eso me hizo sentirme mejor conmigo mismo. Por unas semanas fui un niño normal, y esa fue… Una gran experiencia para mí. Lance me hizo sentir como que encajaba en algún sitio, que no era simplemente un bicho raro, un… daemon llegado de cualquier parte e intentando camuflarse entre la gente. Era exactamente lo que era, y de hecho Lance era bastante similar en ese aspecto, incluso si yo no lo sabía pero, oh, bueno, el sentimiento era el mismo.
Charlábamos, jugábamos y nos picábamos entre nosotros. Él a veces me preguntaba que por qué ni Roy usábamos camisetas y yo le preguntaba que por qué él no usaba su cerebro. Otras veces escuchábamos a Isabel contarnos historias fantásticas que no sé si se inventaba en el momento o si serían de su lugar de origen. A veces también nos cantaba algo en un idioma que yo no entendía (y Lance tampoco, a pesar de que lo intentaba con todas sus fuerzas… Creo que siempre le molestó el no ser capaz de aprender la lengua de su madre). A veces simplemente teníamos conversaciones con ella de cualquier tipo. Una vez se me ocurrió preguntar que cómo había hecho para meterse un bebé en la tripa.
-Ah, este… -Ella se pensó la respuesta- A veces ocurre, cuando, eh, un papá y una mamá quieren tener un hijo, eh… -La pregunta le había pillado en una encrucijada- Cuando seáis un poco más mayores lo entenderéis, no os preocupéis.
La respuesta había sido lo suficientemente vaga como para que nos picase la curiosidad, así que inmediatamente después de eso fuimos a preguntarle a Roy, que siempre estaba dispuesto a responder a todas nuestras preguntas. Aquello no fue una excepción.
-Ahá, que cómo se hacen los bebés… -Él sonrió- Soy un experto en la materia.
-Pero tú no tienes hijos, ¿no? -Cuestioné, dudoso de su “experiencia” si no había conseguido hacer ningún bebé.
Él simplemente sonrió un poco más y nos dijo que tomásemos asiento.
Fue así como Lance y yo perdimos nuestra inocencia. El tipo fue ridículamente explícito. Podía haberse limitado a una explicación meramente biológica, pero no, fue más allá… Mucho más allá. Mi mente no podía, ni quería, comprender todo aquello. Lance tampoco pareció entusiasmado con la lección de anatomía, más asqueado que otra cosa, y los dos decidimos no volver a hablar de eso ni hacer preguntas para adultos, por nuestro propio bien.
Pasó el tiempo. Día tras día, la fecha del parto se acercaba cada vez más… Lugh e Isabel tenían ya cierta experiencia en la materia, como te podrás imaginar, así que empezaron los preparativos para recibir a la criatura. Roy y yo ayudábamos a lo que podíamos, aunque a decir verdad, yo no hacía demasiado… Ni Lance tampoco, bueno. Intentaban dejarnos más o menos al margen de la operativa. El tiempo que teníamos libre lo dedicábamos a hacer el gamba por ahí.
Un día, volvimos al río en uno de nuestros paseos. No habíamos vuelto a cruzar al otro lado, pero nos gustaba ir por ahí de cuando en cuando. Aquella era una de esas ocasiones.
Lance le estaba lanzando piedras al agua, cuando de repente se le ocurrió una idea.
-Oye, Leiftan -Dijo. Yo respondí vagamente-. Estaba pensando, ¿crees que podremos bañarnos en el río?
-Te pondrás enfermo si haces eso -Contesté-. Hace demasiado frío.
-Si tanto frío hace, ¿por qué vas por ahí sin camiseta? -Le tiré una bellota del suelo a la cabeza- Auch. Bueno… No sé, yo no tengo frío.
Supongo que tener una caldera interna te hace hasta cierto punto inmune a las inclemencias del tiempo, sí. En mi caso, no sé si es por algún tipo de resistencia de daemon o por mera cabezonería y rebeldía ante el hecho de que no me da la gana de cubrirme, pero se me da bastante bien aguantar el frío. No te atrevas a cuestionar mi abrigo, que tú llevas siete capas de ropa inútiles encima… No sé cómo lo haces en verano para que no te dé un patatús.
-Hmmm… -Él siguió con su idea. Se acercó al agua, metiendo una mano en el río- Yo no creo que esté fría…
Sin un instante de vacilación, arrastró su mano por el agua y me tiró un montón encima, salpicándome. No me esperaba el ataque así que mi reacción inmediata fue ponerme en pie de un salto y gritar. A él debió parecerle hilarante, porque empezó a reírse a carcajada limpia.
-¡Bwajajajaja! -Se llevó una mano al estómago mientras se reía- ¡Oh, eso ha sido genial! ¿Qué pasa, te da miedo el agua o algo?
-¡Por supuesto que no! -Respondí con indignación, la vergüenza que sentía hacia mi reacción opacando mi enfado hacia el causante de ella- ¡Me has asustado!
-Si te ha asustado es porque te da miedo, ¿no? Ah -Al llegar a una conclusión, su sonrisa se hizo más amplia todavía- ¿A lo mejor…? Leiftan, ¿es que no sabes nadar? ¿Por eso te da miedo el agua y no quieres bañarte? ¡No te preocupes, el río no es tan profundo, no va a pasarte nada!
No, no sabía nadar. En Infierno no es que hubiera muchos sitios para hacerlo, e incluso de haberlos habido, si no hubiera sido estrictamente necesario para mi supervivencia, nadie me hubiera enseñado a hacerlo. Y después de salir… Bueno, Roy me había enseñado muchas cosas, pero nadar no estaba entre ellas. Respondí de la única forma que cualquier niño de ocho años respondería ante la situación:
-¡P-por supuesto que sé nadar! -Ya… Sí, sí; era idiota, lo sé…- ¡Pero no me apetece! No quiero… Eeh, que se me moje la bufanda.
-¿Normalmente la gente se desviste antes de entrar al agua? -Cuestionó- Ahora que lo pienso, nunca te he visto sin esa cosa encima. ¿Te la quitas en algún momento?
-¡... No es tu problema! -Me quejé, picado por la situación. Había hecho caso a la advertencia de Roy de no dejar que nadie viera mi gargantilla, así que esa bufanda se había convertido en una extensión de mi cuerpo, prácticamente.
-Vale, vaaaaale -Él resopló, poniéndose en pie-. No te molesto más con el tema de la bufan… ¡da!
Pegando un brinco se lanzó a por mí, posiblemente con la intención de agarrarme la bufanda para quitármela. Afortunadamente, esta vez sí que estaba en guardia, así que fui capaz de agarrarle por las muñecas antes de que pudiera hacerlo. Aún haciendo el esfuerzo de intentar robarme la prenda mientras yo le sujetaba, Lance me dedicó una sonrisa tensa.
-¿Qué intentas hacer? -Cuestioné, sabiéndome en una posición de poder en aquel momento.
-Nadaaa… -Él respondió con toda la falsa inocencia que pudo- Es… sólo… que… tienes un bicho en… Maldita sea, ¿cómo eres tan fuerte?
Lo de la súperfuerza viene en el paquete de daemon, sí. Estaba a punto de responder con algún comentario arrogante cuando, de repente… Sorpresa, Lance me ganó el pulso. No lo suficiente como para agarrar la bufanda, pero sí para hacer que me desestabilizase y tropezase, haciendo que los dos acabásemos en el suelo. Ahora era él el que tenía la posición de poder, estando colocado encima de mí, y de repente me estaba costando un esfuerzo increíble el sujetarle las manos. Eso me confundió un poco. Collar o no, era un daemon, así que en teoría debería tener algo más de fuerza que el resto de niños de mi edad, al menos.
Viendo cómo iba a volver a ganarme en fuerza, con una de mis piernas nos empujé, haciendo que los dos rodásemos por el suelo un poco. La inclinación natural de la ribera me ayudó a ello, en cierta medida… El problema de eso fue que acabamos los dos en el agua. Justo lo que yo quería evitar, pero eso al menos hizo que Lance se me quitase de encima cuando los dos dimos con nuestros huesos en el río.
-¡Ah, tío, no! -Se quejó, apartándose rápidamente y poniéndose en pie. Yo hice lo mismo, algo disgustado por el chapuzón. Como Lance había dicho, el río no era lo suficientemente profundo como para tener que preocuparme de morir ahogado, pero aún así no me hacía gracia- ¡Má me va a matar cuando me vea con la ropa mojada!
-¿No eras tú el que quería bañarse? -Dije, recolocándome la bufanda, que con el rifirrafe se había ido un poco de su sitio. Le di una vuelta más de lo normal, un poco paranoico con la idea de que a Lance se le fuera ocurrir ir a por ella de nuevo- Eso es lo que pasa cuando te metes conmigo.
-Eres un abusón -Lloriqueó.
-Podría decir lo mismo -Era él el que había empezado, de hecho, así que me indignaba que quisiera pintarme como el malo.
-Hmmm -Él me miró con aire pensativo-. Oye, este, ya que nos hemos acabado mojando, ¿te apetece hacer algo?
-Sigo sin querer bañarme.
-No, no; es… este… -En el fondo de su mirada apareció un brillo que llamó mi atención. Algo peligroso que me susurraba una advertencia y que hizo que todo mi cuerpo se tensara ligeramente- ¿Crees que podríamos… tener un combate?
-¿Como una pelea? -Pregunté. Él asintió. No entendí a qué venía aquello de repente- ¿Por qué quieres eso? Pelearse está mal -O eso decía Roy, al menos.
-Sí, bueno, pero… No es como una pelea de verdad. Es una pelea amistosa -Su explicación a mí no me convencía del todo-. Antes lo hacía con papá, pero desde que llegasteis al campamento no hemos vuelto a hacerlo… Era lo único emocionante que hacíamos en todo el día, así que lo echo un poco de menos.
No entendía del todo el concepto de “pelea amistosa”. Las peleas que yo conocía eran… Bueno, puedes hacerte una idea. Roy siempre me decía que pelearse estaba mal y que hacerle daño a la gente no era bueno, así que me costaba un poco creer que las dos cosas pudieran mezclarse… Pero Lance parecía entusiasmado por ello.
-No sé yo…
-¡Sí, venga! -Insistió, sonriendo- Será como un juego. Y el que pierda tiene que hacer todo lo que el ganador diga durante un día entero, ¿vale?
-¿Estás dispuesto a hacerme caso durante todo un día?
-¡Aún no he perdido! -Protestó. Su reacción me levantó una sonrisa- Soy, como, súper fuerte, así que no te lo tengas tan creído.
Medité mis opciones. Roy me decía que no pelease, pero también me decía que me hiciera amigo de Lance… Así que era un poco contradictorio. Pero era el mismo Lance el que me lo estaba pidiendo, así que, ¿a lo mejor no era tan malo?
Yo no estaba convencido del todo, pero Lance ya se había puesto en guardia y en posición de pelea, levantando sus puños listo para el ataque.
Debería haber dicho que no.
-No llores cuando te gane -Advertí.
-Oh, serás tú el que acabe llorando.
Con eso y con una sonrisilla, se lanzó al ataque. Vi su puñetazo venir con facilidad, así que me deshice de él con un movimiento del brazo y le encajé yo uno directamente en el pecho. Él se apartó de un salto, tosiendo, y por un instante me asusté pensando que a lo mejor le había dejado sin respiración.
-Sí que pegas fuerte -Dijo, y parecía sorprendido. Yo me encogí de hombros.
Volvió a lanzarse a por mí. Volví a deshacerme de su puño y me agaché para esquivar un segundo puñetazo, listo para hacer un barrido con la pierna que le tirase al suelo. Sorpresa, me esquivó él mismo con un salto, y la recompensa por despistarme fue un puñetazo directo a la mejilla que… dolió. Bastante.
Ahora me alejé yo, poniéndome en pie un par de pasos más allá, y me masajeé la mejilla herida. Iba a hinchárseme, y lo sabía. Miré a Lance, que me tentó a ir a por él con un gesto de la mano. Acababa de convertirse en algo serio para mí, así que no me lo pensé un segundo antes de lanzarme hacia él con un puño listo. Él hizo exactamente lo mismo.
Nuestros puños chocaron y estoy seguro de que a los dos nos dolió bastante, pero ninguno lo dejó ver en su cara. En ese momento, en ese mismo momento, algo se encendió en nuestro interior.
No era simplemente una sensación de competitividad. Era algo mucho más profundo, algo que probablemente llevásemos escrito en nuestros genes. Un instinto salvaje se apoderó de mi cuerpo en aquel momento, y, de repente, lo único que quería era ganar.
Peleamos, intercambiando golpes de todo tipo. Puñetazos, patadas… En algún momento hasta los arañazos empezaron a volverse válidos.
No sé quién fue el primero en abrir una herida en la piel del otro. No fui consciente de que estaba sangrando hasta bastante después. Mis nudillos estaban rojos, pero era difícil de decir si por mi piel despellejada o por los golpes contra aquel… enemigo.
En algún momento lo de “amistoso” se desvaneció en el aire. Simplemente nos volcamos en un combate de fuerza bruta y, aunque no me he puesto a analizarlo nunca, y no sé si quiero hacerlo, tal vez estuviéramos intentando matarnos el uno al otro.
Ese instinto salvaje que he mencionado se convirtió en algo oscuro, peligroso… Algo amargo que me pedía que le golpease hasta hacerle sangrar, que rompiera cada hueso de su cuerpo y que… acabase con él.
No fui el único afectado por aquello. Sé que Lance hubiera parado el combate si yo me hubiera puesto demasiado agresivo y se hubiera dado cuenta, pero él estaba exactamente igual que yo. Igual que la oscuridad me había atrapado, a él le consumía un fuego que no podía evitar. De forma bastante literal, porque de hecho el agua sobre la que luchábamos, la parte que no se teñía de rojo o salía despedida por la fuerza de nuestros golpes, se evaporaba a su alrededor. No fui capaz de registrar aquello, ni las quemaduras que más tarde aparecieron sobre mi piel allí donde había conseguido asestarme un golpe.
No sé cuánto tiempo estuvimos así. A lo mejor fue cuestión de cinco minutos hasta que los dos enloquecimos por completo… Es todo una mancha un poco borrosa en mi memoria, y la verdad es que tampoco tengo interés en recordar los detalles concretos.
Recuerdo el final del combate.
Ninguno de los dos tenía una victoria clara. Los dos estábamos igual de heridos, pero en los dos ardía también la misma pasión competitiva que nos prohibía aceptar la derrota. Nos hubiéramos matado el uno al otro allí mismo…
De no ser porque, de repente, cuando después de haber salido despedido por ahí de un golpe yo iba a lanzarme a por él para hundir mis uñas en su piel, una cortina de fuego apareció repentinamente entre los dos, separándonos.
Al ver el fuego me acobardé, el pánico que sentía por él abriéndose paso en mi cabeza y aclarando mi mente, y detuve mi ataque de inmediato, parándome en seco de forma que caí de bruces en el agua del río.
-¡¡LANCELOT!!
-¡LEIFTAN!
Dos voces.
Roy y Lugh irrumpieron de repente en escena. Volviendo en mí después de la intensidad del combate, me puse en pie y miré a mi alrededor, confundido.
Fue entonces cuando empecé a darme cuenta de algunas cosas. De todas las heridas que tenía por el cuerpo, del dolor que sentía por todas partes, del estado de la ribera, llena de marcas del enfrentamiento. Poco a poco empezaba a ser consciente de lo ocurrido, de cómo en algún momento había perdido el control y me había puesto a atacar a diestro y siniestro, sin importarme… Nada.
-¡Leiftan! -Roy llegó hasta mí, y cuando le intuí a mi lado rápidamente me giré hacia él. Él se detuvo en el acto y puso las manos en alto, casi como si esperase que le fuera a atacar. Que hiciera eso me hirió un poco, pero no puedo culparle. No puedo ni imaginarme en qué estado debió encontrarme- ¿Qué has hecho?
-¡Y-yo no he hecho nada! -Intenté defenderme. Era difícil de creer, supongo. Miré hacia el otro lado del río, más allá de la cortina de fuego que se había ido de forma tan repentina como había aparecido, y vi a Lugh junto a Lance, interrogándole de forma similar- N-no sé, yo… Lance dijo que peleásemos, y…
-Sabía que esto era una mala idea… -Roy se pasó una mano por la cara- Tenemos que irnos, ya.
-¿Q-qué? -Aún estaba confundido, y sus palabras no me ayudaron a orientarme- Pero…
Escuché el chapoteo del agua. Lugh había ayudado a Lance a ponerse en pie y, dejando que se apoyara en él, los dos se acercaban. Me fije en Lance, y en cómo le había dejado. Igual que yo, estaba hecho polvo. Moratones de distintos colores florecían en su piel, su ropa estaba rasgada y debajo de ella se abrían heridas sanguinolentas, su rostro estaba hinchado por los golpes y en una de sus cejas tenía un corte especialmente feo del que aún manaba una cantidad importante de sangre, obligándole a cerrar el ojo. Si te acuerdas, Lance tenía una cicatriz en la ceja… Ese fue el origen. No tengo nada que ver con la de la cara, promesa… No tengo ni idea de cómo se la hizo, pero por cómo evitaba el tema cada vez que se le preguntaba, supongo que sería de alguna forma estúpida.
El caso, que estaba hecho un cuadro. Como yo, bueno. Pero verle así me… Conmocionó. Una parte muy siniestra de mí se alegraba de la vista, pero tomar conciencia de que yo había hecho eso y, peor aún, que ni siquiera me había dado cuenta de ello, hizo que me sintiese completamente horrorizado conmigo mismo.
Sentí náuseas y las piernas me fallaron. Roy no fue capaz de agarrarme antes de que cayera al suelo, pero en seguida se acercó para asegurarse de que estaba, dentro de lo que cabe, bien.
-No entiendo qué puede haber pasado… -Lugh habló con pura confusión en su voz. No debía estar acostumbrado a esos arrebatos de violencia en su hijo- Aparentemente empezó como una competición amistosa, per-
Se cortó de repente, fijando sus ojos en mí. Yo sentí su mirada e instintivamente alcé la mía para conectar nuestras líneas de visión.
Acababa de darse cuenta.
En algún momento del combate mi bufanda había pasado a mejor vida. No sé si me la quitaría yo mismo para que no estorbase, si Lance la redujo a jirones o si simplemente se desintegró, el caso es que no estaba, y yo no volví a verla.
Lugh se fijó inmediatamente en la gargantilla de mi cuello. Lo comprendió todo en un instante. A Roy le costó un segundo más entender lo que estaba pasando, pero en cuanto lo hizo me hizo ponerme en pie con un tirón más bien brusco y, agarrándome de la mano, me empezó a arrastrar hacia el campamento.
-Nos vamos -Musitó.
-Deteneos inmediatamente -La voz de Lugh se escuchó detrás de nosotros. Roy no paró, simplemente se aferró a mi mano con más fuerza-. He dicho… ¡DETENEOS!
La palabra salió de sus labios como un rugido. Al escucharla, me quedé congelado donde estaba.
De forma literal.
De repente, no podía moverme. No pude dar un paso, y Roy casi me desencaja el hombro dando un tirón de mi brazo. Miré al suelo, buscando qué era lo que me impedía moverme y vi… Hielo. Mis pies estaban congelados, pegados a la tierra por un bloque de puro hielo. Noté un escalofrío recorrerme.
-Roy -Aterrado, musité su nombre.
Había visto a Lugh usar sus poderes de hielo antes, pero siempre en pequeñas cantidades. A veces se le “escapaba”, debe ser porque estaba acostumbrado a hacerlo sin pensar, pero estoy seguro de que si hubiera sido consciente de ello los hubiera escondido. La primera vez que los había visto Roy había preguntado que si tenía sangre criónida, y Lugh le había seguido el juego, pero claramente no era así.
Aparentemente hay… Dragones de hielo. No lo supe hasta que no le pregunté a Lance al respecto muchos años después. Me dijo que era algún tipo de mutación extremadamente rara, o eso le había explicado su padre, y que no había muchos. Él no había heredado el… gen, o lo que fuera, que hacía aquello, y en una ocasión me dijo que le habría hecho ilusión si Valky… on, Valkyon, lo hubiera heredado. Parece que no fue el caso.
Como sea, el hielo me asustó. Mucho. Aún estaba algo atontado, y entre el enfado de Lugh y la insistencia de Roy por irnos tenía la sensación de que algo malo estaba pasando, pero no sabía decir el qué exactamente.
Roy ni siquiera me miró, no comprobó qué era lo que había pasado. Con un sólo gesto sacó uno de sus cuchillos y en el mismo movimiento que usó para girarse se lo lanzó a Lugh. El otro no se inmutó, siguió con su mirada fija en nosotros, y la cuchilla pasó rozando su mejilla y abriendo un pequeño corte en ella.
-Eso -Roy habló con la voz más fría que le había escuchado usar nunca- es una advertencia. Siento las molestias, y siento lo ocurrido. Vamos a irnos de aquí y os dejaremos tranquilos. Podéis quedaros con la comida. Seguiremos nuestro camino y no volveremos a encontrarnos.
-No puedo permitir que eso ocurra -Dejó ir a Lance, que sin fuerzas se cayó al suelo, y se adelantó un par de pasos hacia nosotros. Desde el suelo, Lance miró con mucha confusión a su padre, siendo posiblemente el que menos entendiera de la situación-. Esa... cosa no debería estar aquí. Debe morir, aquí y ahora.
Comprendí que se estaba refiriendo a mí. Que se había dado cuenta de lo que era, y que al descubrirlo quería… Matarme.
-Vigila tus palabras -Roy se giró del todo para encararle, y con el gesto chasqueó los dedos, invocando su habilidad piroquinética para derretir el hielo que me había atrapado. En cuanto estuve libre, me movió de forma que me quedase detrás de él, escudándome-. Si lo que quieres es pelea, la tendrás, pero te advierto de que a lo mejor te llevas una sorpresa. Y no creo que ni tú ni tu mujer necesitéis sorpresas ahora mismo.
Lugh recibió la amenaza torciendo el rostro y apretando los puños. La expresión de su rostro me asustó, más aún cuando dio un paso más hacia adelante. Sin vacilar, con pulso de acero, Roy arrojó otro de sus cuchillos hacia él, el acero clavándose con precisión perfecta delante del pie de Lugh.
-Segundo aviso -Advirtió.
-Sabes lo que estás haciendo -Lugh habló con desprecio.
-Protejo a mi crío de la misma forma que tú proteges a los tuyos -Roy respondió de manera seca-. No está bien que los inocentes paguen por el egoísmo de otra gente.
-¿Inocentes? No me hagas reír…
-No me parece motivo de risa -La voz de Roy era firme-. Nada de esto es para reírse. No pretendo debatir esto contigo, porque no me apetece malgastar saliva, pero te invito a la reflexión: Lo que tú estás haciendo con esa mujer es exactamente lo mismo que estoy haciendo yo con este niño.
-Son situaciones muy distintas…
-No lo son tanto, si lo piensas fríamente en lugar de dejarte cegar por el odio. Ahora, si no te importa, Leiftan y yo tenemos que irnos. Ni tú ni yo queremos llamar una atención innecesaria, así que propongo que esto se quede así y todas las partes involucradas olvidemos que esto ha pasado siquiera. A menos, de nuevo, que quieras pelea; en cuyo caso, ya estamos tardando.
Lugh no estaba dispuesto a dejarnos ir. Volvió a adelantarse, pero se interrumpió cuando de repente Lance se tiró a él y le agarró de una pierna. Por la cara que puso, aquello le pilló por sorpresa.
-No… No sé qué está pasando aquí… -Él habló con voz temblorosa. Estaba claro que la actitud de su padre le estaba asustando bastante- P-pero no… No te pelees con ellos, por favor, papá… S-si quieren irse, déjales que se vayan.
-Lancelot, no te interfieras -Pidió.
-¡Acabas de amenazar con matar a mi amigo! ¡No voy a quedarme callado y quieto esperando a que le hagas daño!
Las palabras impactaron a los tres que las escuchamos. Roy pareció a la vez impresionado y sorprendido, Lugh estaba simplemente sorprendido, pero al extremo, y yo…
Creo que la palabra que más se aproxima a cómo me sentía en aquel momento era “conmovido”. Era… Posiblemente algo infantil por su parte. No sabía del todo qué era lo que estaba pasando, pero a él le daba igual. Yo era su amigo, y esa era razón más que suficiente para defenderme, sin importar lo que dijera su padre.
Me llegó al corazón.
-Tu chico tiene coraje -Dijo Roy-. Deberías escucharle.
-Silencio -Lugh se volvió hacia Lance, mirándole con una expresión que mezclaba la pena con el enfado-. Lancelot, no sabes lo que estás diciendo. Esa… esa criatura no puede ser tu amigo, es…
Esas palabras también me llegaron al corazón. Pero por otro motivo. Y exploté.
-¿¡Por qué no puedo ser su amigo!? -Grité, llamando la atención de todo el mundo. Roy pareció especialmente sorprendido de verme alzar la voz- ¡Lo llevamos siendo todo este tiempo! ¡No es justo que porque tú digas que no podamos serlo, no lo seamos! ¡Yo también quiero tener amigos y jugar con ellos y ser un niño normal, y quiero tener una familia como tenéis vosotros, y quiero muchas, muchas cosas que todo el mundo tiene! ¿¡Por qué yo no puedo!? ¿¡Por qué no puedo tener cosas buenas por ser un daemon!?
Se me rompió la voz después de pronunciar aquella palabra, esa que tenía prohibido decir, y me eché a llorar. De repente, me sentía muy, muy dolido.
¿Por ser un daemon tenía que ser malo? ¿Tenía que ser como esas criaturas horribles que Roy me había dicho que la gente se pensaba que éramos? ¿Por qué no podía tener amigos, tener una familia, sentirme querido? Me estaba esforzando por conseguir esas cosas, por cambiarme a mí mismo y ser mejor, por llevar una vida normal. Y me frustraba mucho que alguien me dijera que no podía tenerlas simplemente por ser… quien era.
Así que, sí, lloré. De pura frustración, en parte, pero también de tristeza. Tristeza porque ese hombre acababa de invalidar toda mi amistad con Lance sólo porque a él le apetecía. Porque me estaba negando el derecho a tener una de las cosas que yo más quería en el mundo.
Amor.
Romántico, amistoso, familiar. Me daba igual. Quería amor. De quién fuera. Quería sentirme querido por alguien. Que se me aceptase, a pesar de ser un daemon. Que alguien me amase por ser… yo. Simplemente.
En aquel momento me rompí completamente.
Nadie dijo nada por unos instantes. Todo lo que se escucharon fueron mis sollozos según yo me volcaba en el llanto, no importándome por una vez mostrar cómo me sentía por dentro.
-... Pensaba que los daemon eran incapaces de sentir amor o empatía -Lugh musitó sus palabras, pero aún así todos fuimos capaces de escucharle-. Es evidente entonces… Que mi juicio ha sido errado. Es imposible que ese chico sea una de esas… criaturas. Mis más sinceras disculpas.
Tomó aire. Vi a Roy tensarse cuando se movió ligeramente, pero lo hizo para agacharse junto a Lance y, con amabilidad, retirar sus manos de la pierna que tenían agarrada y ayudar a su hijo a levantarse.
-Será mejor que te lavemos esas heridas -Dijo, con un tono mucho más calmado que el que había usado hasta el momento, pero en el que aún se notaba un frío helador-. No queremos que tu madre se asuste al verte. Mientras lo hacemos -Levantó un poco más la voz para que pudiéramos oírle-, sería conveniente que vosotros dos volvierais al campamento y recogierais vuestras cosas. Cuento, sin embargo, con vuestra discreción; como bien has dicho, Isabel no está especialmente receptiva a las sorpresas…
-... No te preocupes por eso -Relajándose un poco al fin, Roy también se dio la vuelta para recogerme a mí. De forma literal porque, bueno, yo no estaba para moverme, y tuvo que cogerme en brazos-. Espero que tu familia y tú llevéis consigáis la vida por la que tanto estáis luchando.
-Gracias. Por mi parte, espero que esta no sea una decisión equivocada.
Ninguno de los dos dijo nada más. Creo que Lance sí que intentó decir algo, pero yo no llegué a escucharlo, así que ni siquiera sé si estaba dirigido a mí, o si era para su padre.
Mientras yo aún lloraba, Roy cargó conmigo a través del bosque. Me dejó apoyado en el tronco de un árbol, no muy lejos del campamento, y revolviéndome el pelo me pidió que esperase un poco a que volviera.
No tardó demasiado en hacerlo, y lo hizo con la mayoría de nuestras cosas. En el campamento había dejado, como había dicho, la mayoría de la comida, los dos sacos de dormir y algunos otros útiles que desde luego ellos necesitaban más que nosotros.
Se sentó en el suelo frente a mí, viéndome luchar contra las lágrimas, y me miró con cara de conflicto. Después de un rato, habló con mucha pesadumbre en su voz.
-Lo siento, chico -Dijo-. Todo esto se hubiera podido evitar si hubiera usado un poco más la cabeza.
-P-pero es culpa mía -Balbuceé, a través del llanto-. Por no hacerte caso. Porque he peleado con Lance, y he perdido la bufanda, y luego les he dicho que soy un…
-No -Él me cortó-. No es culpa tuya, Leiftan. Tú sólo estabas actuando como un niño. Lo que has hecho es perfectamente normal… Aunque se os haya ido de las manos, pero eso no es culpa ni tuya ni de Lancelot tampoco.
-¿No estás enfadado conmigo? -Hice un esfuerzo por secarme las lágrimas para mirarle. Él negó con la cabeza.
-Créeme, estoy mucho más enfadado conmigo mismo de lo que estoy contigo.
-Entonces… -Mastiqué mis palabras antes de decirlas- ¿No me odias?
La expresión de su cara cambió rápidamente al escuchar eso. Vi en un primer momento sorpresa, pero luego mucha tristeza, y algo más… Culpa, arrepentimiento… Nada bueno.
-Por supuesto que no -Sólo le tomó un segundo responder-. No te odio, Leiftan, claro que no. ¿Por qué ibas a pensar-
-Porque soy un daemon -Corté-. Lugh me odiaba. Me odiaba porque era un daemon, y, y Lance…
-Tenía que haberle partido la cara a ese gilipollas por decir eso… -A juzgar por cómo lo dijo, las palabras le salieron solas- No hagas caso a ese hombre, Leift. No sabe lo que está diciendo. No te conoce, así que no sabe lo genial que eres. Se está comportando como un imbécil… Piensa en Lance, ¿vale? -Le miré con duda- Él no te odia. Ha dicho que era tu amigo, incluso después de la pelea. No creo que le importe que seas un daemon o cualquier otra cosa. Eres su amigo y eso es lo importante. Y yo… Yo soy igual -Colocó una mano en mi cabeza y, como siempre hacía, me revolvió el pelo, aunque esta vez de forma mucho más suave, casi como una caricia-. No puedo odiarte, porque te conozco, y sé que, aunque seas gruñón y te guste meterte con los demás, eres un chico genial lleno de cosas buenas. A lo mejor… -Frunció el ceño- A lo mejor tenía que habértelo dicho antes, o más a menudo, pero… Te quiero, Leift. Un montón.
-Oh.
El monosílabo se me escapó. No esperaba que fuera a decir eso. Sus palabras hicieron que parte de la angustia que sentía en el pecho se disipara, y de repente me sentí un poquito mejor.
-No quiero que vuelvas a pensar que te odio -Siguió hablando-. Así que a partir de ahora te lo voy a decir muy a menudo. No importa que seas un daemon, mereces el mismo amor y todas las cosas que cualquier otra persona en este mundo. Lo siento si no he sido capaz de transmitírtelo hasta ahora.
Yo… Aghf, esto es vergonzoso de narrar. Pero esas fueron sus palabras. Y me enternecieron, no te imaginas cuánto. Hasta el momento, Roy había sido mi… Guía, en un cierto sentido, pero fue entonces cuando nuestra relación se convirtió en algo mucho más profundo.
-¿Roy? -Cuando conseguí encajar lo que acababa de decir, sólo tenía una pregunta en la mente. Él me animó a hablar con un gesto tranquilizador- ¿Somos… somos familia?
-¿Eso te haría feliz? -Preguntó él a su vez. Yo asentí, con algo de timidez, pero perfectamente consciente de qué era lo que quería- Entonces, sí, somos familia.
Fue así como nos convertirmos en… Familia. O un intento de ello, al menos, porque los dos éramos un verdadero desastre.
-Venga, no llores -Riéndose de forma tierna ante las lágrimas que yo aún derramaba, Roy me revolvió el pelo ahora con más ímpetu-. Ya ha pasado lo malo. ¿Qué, quieres que te dé un besito en la frente o algo?
-N-no hagas esas cosas -Protesté, avergonzado.
-Vale, vale -Volvió a reírse-. ¿Y qué tal un abrazo?
Eso sí podía aceptarlo. Asentí, y sin dudar un instante Roy me rodeó con sus brazos.
El gesto fue tan… cálido. Aún lloré un poco, en sus brazos, porque tenía demasiadas emociones dentro y necesitaba que salieran, pero… Cuando al fin terminé, me sentí mucho, mucho mejor.
Galería de arte - Amigos de la infancia
-¡Leift, Leitf! ¿Ahora somos amigos, no?
+... si te hace ilusión...
-Y somos mejores amigos, ¿¡verdad!? ¡Así que podemos hacer cosas de mejores amigos!
+... ¿Como por ejemplo?
-Jugar por ahí... ir a cazar ranas... burlarnos de los adultos... Organizar una rebelión a gran escala que implique destruir el cristal que trae el equilibrio a nuestro mundo y traiga consigo el sacrificio de miles de faéricos, entre ellos mi propio hermano al que asesinaré a sangre fría y tú mismo junto con tu novia cuando os veáis forzados a internaros en el Gran Cristal para detener las terribles consecuencias de mis acciones egoístas... Nadar en el río..
+... ¿Qué?
-Nadar en el río.
+No, antes de eso...
-¿Burlarnos de los adultos?
+No, eh... O-olvídalo.
-¡Heehee!
Parte 5
Has aguantado muy bien sin fingir inducirte el vómito durante toda esa escena. Es bonito saber que al menos en algunas ocasiones puedes intentar tener un mínimo de sensibilidad. Oye, no te enfades… Eres tú el que se ha autodiagnosticado con alergia a las emociones.
Reconozco que me da algo de vergüenza contarte todo esto… Es algo muy personal. Pero creo que es necesario para entender lo que vendría después.
No volví a saber nada sobre Lance o su familia hasta mucho, mucho tiempo después de aquello. Fue una verdadera casualidad que volviéramos a encontrarnos… No esperaba volver a verle en mi vida, y después de todo aquello no sabía si quería hacerlo, la verdad.
Lo ocurrido con aquella familia nos... traumatizó, en cierta manera. A ambos. Tanto Roy como yo tuvimos un cambio de actitud bastante drástico a partir de entonces.
Él cumplió con su promesa de no dejarme pensar que me odiaba. Intentó hacerme sentir querido… Al extremo, casi. Se volvió bastante pegajoso conmigo, me cubría de cumplidos cada vez que hacía algo bien, nunca se enfadaba conmigo y siempre me trataba como si fuera lo mejor que le hubiera pasado en la vida… No fue de la noche a la mañana, por supuesto, fue un cambio gradual.
Yo también tuve un cambio de actitud, y posiblemente el mío fuera más repentino que el de Roy. Después de ocurrido, empecé a… Odiarme a mí mismo. Si ser un daemon significaba que no iba a poder tener amigos, que la gente iba a querer matarme, entonces era horrible. Me costó mucho llegar a encontrar la paz conmigo mismo al respecto, y ese… odio… es algo que a veces repunta en mis momentos más oscuros. No quiero huir de lo que soy, sin embargo. Me guste o no, soy un daemon, y ahora, con más experiencia en la vida, sé que no es mi raza lo que me define como persona… O eso quiero creer, al menos.
De nuevo, quise cambiar. No valía con limitarme a esconder mi raza y mantenerme pasivo, esperando a que la gente simplemente decidiera que no fuera a morderles y valiera la pena acercarse a mí… Tenía que hacerme querer. Tenía que hacer que la gente me apreciase… Así que decidí convertirme en alguien a la que la gente pudiese querer.
Lo aprendí viendo a la gente. Viendo a Roy, sobre todo, cómo cuando ayudaba a alguien siempre conseguía un agradecimiento. Viendo a los posaderos, cuando prestaban un oído a alguien que se quejase de su vida en la barra y ofrecían sabios consejos a cambio de nada. Viendo a los tenderos de los mercados, que sonreían a todo el mundo y lanzaban piropos y cumplidos a sus clientes para alegrarles el día. Lo aprendí también leyendo. Leí sobre doncellas puras, sin mancha, dulces como la miel y serviciales como ninguna, por las que los hombres de mil reinos suspiraban. Sobre caballeros llenos de valor y honra que luchaban por la justicia y que eran admirados por todo el mundo. Incluso leí sobre dragones, tan nobles y entregados ellos, sacrificándose por los faeries para conseguir llevarnos a todos a un lugar mejor.
Sí, ese es un buen momento para fingir inducirse el vómito. Gracias.
Con toda esta investigación, llegué a crear… La persona perfecta. Alguien de actitud serena y amable que inspirase tranquilidad a la gente con su mera presencia, cuya sonrisa fuera capaz de calmar las almas más turbulentas. Alguien siempre dispuesto a escuchar a los demás, el perfecto oyente, que fuera capaz de decir las palabras oportunas en el momento perfecto. Alguien solícito dispuesto a hacer lo que fuera por los demás, por la misma bondad de su corazón. Alguien con una personalidad… Angelical.
Esa… fue la personalidad que adopté, en un desesperado intento de que la gente me quisiera. ¿Te suena de algo?
No entiendas esto como que llevo toda mi vida fingiendo ser alguien que no soy… Eso no es así del todo. Aunque en un primer momento usara esta personalidad como algún tipo de fachada, hoy día es… Simplemente quién soy. No es que me dedique a engañar a la gente vendiendo una versión de mí mismo que no es real mientras en las sombras me dedique a maquinar la caída de la Guardia. Por supuesto que hay un toque de, digamos, maquillaje, con mi actitud, pero todo el mundo hasta cierto punto hace eso cuando está en público… Ya, ya, sé que tú vas sin filtro y no tienes intención de fingir nada para caerle bien a nadie, pero tu personalidad real es ligeramente diferente de la persona de niño rico y arrogante de Lund’Mulhingar que intentas proyectar, por mucho que te reviente admitirlo.
Pero… Todo empieza en algún sitio. Poco a poco empecé a comportarme así, buscando ser una mejor persona, ocultando todo aquello que odiaba de mí mismo y que pensaba que me iba a hacer ser odiado por los demás. A la gente le gustan los niños bien educados y que se comportan bien, así que mi esfuerzo tuvo su recompensa.
Empecé a ayudar a Roy con sus tareas de la Guardia de Eel, al principio cosas pequeñas, y la gente nos agradecía lo que hacíamos, y a veces me gané caramelos o alguna cosa así por “ser un chico tan diligente”. Hacer buenas acciones y ser felicitado por ello me hacía sentirme mejor conmigo mismo, así que me esforcé en hacer más y más de aquello.
Según fui creciendo, mi personalidad se fue naturalmente moldeando en torno a ello. Ayudar a la gente era gratificante. Ya no sólo por mi necesidad de sentirme aceptado, que también, sino por la propia satisfacción de hacer las cosas bien hechas.
Roy empezó a depositar más confianza en mí según me vio crecer, también, y poco a poco fui teniendo más responsabilidades. Los días en los que no podía salir de una posada sin su compañía pasaron rápido, y muy pronto me convertí en su chico de los recados, para más adelante ser la única persona competente en nuestro equipo capaz de hacer una compra decente sin gastarse una excesiva cantidad de dinero en… Yo qué sé, cinco kilos de cerezas al cacao. ¡Por supuesto que eso es innecesario! ¿¡Quién necesita tantas cerezas al cacao!? ¡Se ponen malas en seguida, no te las puedes llevar de viaje, y en cuanto les da un poco el calor se ponen todas pringosas y… puaj!
En fin. Responsabilidades. Entre ellas, manejar nuestras finanzas para evitar abrirle un agujero presupuestario (aún más grande) a la Guardia. También otras cosas, por supuesto. Me involucré mucho más en las misiones de Roy, y de vez en cuando hasta yo mismo me buscaba algún encargo que hacer por mi cuenta.
En algún momento, Roy me enseñó a pelear… O a defenderme, al menos. A veces cuando intentas luchar por el bien común te encuentras con tipejos cuestionables, y es mejor estar preparado para esas ocasiones, como entenderás. El combate en sí no era un problema porque, bien, ya sabía pegar puñetazos, pero me enseñó a controlar mi fuerza de daemon para evitar accidentes innecesarios… Y me enseñó a lanzar cuchillos.
Son… Una buena manera de meterle miedo a la gente, ¿sabes? Y me deja atacar a distancia, con lo que se reducen los riesgos de que se me vaya la pinza e intente asesinar a alguien con mis manos desnudas. La, uh, adrenalina del combate, me, eh… Excita demasiado. Por eso suelo preferir quedarme en la retaguardia.
Fue divertido de todas formas, aprender a lanzar cuchillos. Tuvimos un único accidente en una ocasión, pero nada que no pudiera arreglarse con una visita rápida al hospital. Fue mejor todavía cuando aprendí que podía usar mis plumas como arma arrojadiza. Roy tenía una buena colección de cuchillos, los tenía contados y era una tragedia cuando perdía alguno, así que tener munición ilimitada no estaba mal.
¿Que cómo lo descubrí? Oh, bueno… A veces me gustaba ir a estirar las alas. En alguno de mis vuelos descubrí que mis plumas podían metalizarse… Fue un descubrimiento verdaderamente fascinante. No sé si es una característica compartida de todos los daemon o no, pero fue también divertido explorar qué podía hacer con esta nueva habilidad.
Oh, sí, esto fue… Bastante después de todo lo ocurrido con Lance. Después de aquello no quise sacar mis alas ni nada que me identificase como daemon durante mucho tiempo, por supuesto.
La anécdota que te voy a contar sería como deeee… Algunos años después de aquello. Yo tenía alrededor de… ¿Quince, dieciséis años? Oh, sí. La pubertad. Dulces tiempos aquellos, especialmente con alguien como Roy. Oh, no, todo lo contrario. Era él el que me lo ponía difícil a mí.
Como ya lo he dicho, a Roy le gustaba la fiesta y el despilfarro… Y en cuanto yo me hice lo suficientemente mayor como para poder cuidar de mí mismo, él empezó a pasar más tiempo fuera por las noches. En algún momento intentó llevarme consigo, pero se tuvo que rendir después de muchas negativas, aún a riesgo de que me llamase “soso” y me acusara de “no saber divertirme”. Sé divertirme perfectamente, gracias, pero el póker pierde parte de su encanto cuando pierdes todo el rato...
Ja, ja; no, Ezarel, no pienso jugar una partida de demostración contigo. Tengo dignidad. ¿Soltarme el pelo? Ni de broma, no sabes lo que cuesta hacerse las trenz-Oh, ya, eh, no de forma literal… Eh, no, pero… Bueno… N-no sé, yo… Me lo tengo que pensar, ya te he dicho que no es buena idea juntarme con el alcohol… Aunque con Lance sí bebía en ocasiones, si no hay nadie más a lo mejor alguna vez no te diría que… ¡B-bueno, que me dejes contar la historia! P-podemos hacer planes en otro momento.
Durante aquellos años, había viajado con Roy por casi toda Eldarya en busca de su lámpara. No dimos con ella, ni encontramos ninguna pista al respecto.
-¿Cómo exactamente la perdiste? -Le pregunté en algún momento, empezando a pensar que no encontraríamos nunca la dichosa lámpara, porque perseguir una lámpara de aceite por toda Eldarya no es exactamente tarea fácil.
-Este… Esa es una buena pregunta -Él evitó mi mirada muy adrede- Tal vez se la di a alguien… ¿O la perdí en una apuesta…? A lo mejor me la robaron… No lo tengo muy claro, fue una noche muy loca.
-Eres un desastre -Él sólo se rió ante mis acusaciones, aunque era una risa incómoda-. Y, tengo una pregunta, si alguien frota tu lámpara ahora, ¿qué pasa exactamente? ¿No se supone que tienes que ir a cumplir sus órdenes?
-Pues no lo tengo muy claro -Se lo pensó-. A lo mejor como estoy fuera de rango no funciona… O… ¿a lo mejor mi lámpara se ha olvidado de mí? No haría eso, ¿no? No me cambiaría por otro, ¿¡verdad!?
-¿Se supone que la lámpara es una entidad consciente? -Él se encogió de hombros- Si puede irse con otro, ¿no te puedes meter tú en una lámpara cualquiera y listo?
-Qué grosero, ¡por supuesto que no! -Casi pareció ofendido- Mi lámpara es especial. No puedo usar mis maravillosos poderes sin ella. Oh, tendrías que verla… Esos grabados y filigranas… Las incrustaciones de rubí… La forma del asa…
Dejé de preguntar sobre la lámpara, porque cada vez que lo hacía Roy entraba en un bucle depresivo. A veces aún tengo sueños sobre tener que perseguir una lámpara a través del desierto… Nunca soy capaz de agarrarla.
La cosa es que, mientras siguiéramos sin encontrar la lámpara, yo iba a seguir sin ser libre del todo. Hacía tiempo que había decidido que, con lámpara o sin ella, iba a seguir a Roy hasta el fin del mundo si hacía falta. El primer “contrato” que habíamos hecho era ya una mera formalidad, lo que nos unía era algo mucho más fuerte que aquello… Éramos familia, al fin y al cabo. Pero… Soñaba con el día en el que al fin encontrásemos la lámpara y Roy fuera capaz de quitarme aquella horrible gargantilla.
Era lo único que todavía podía identificarme como daemon. Todo en mí había cambiado por aquel entonces… Desde mi actitud, tanto hacia mí mismo como hacia los demás, hasta mi propio aspecto físico. Ya no era un crío malnutrido y con cara de asco, sino un adolescente casi hecho y casi derecho. La marca que el hambre de Infierno había dejado en mi cuerpo se había ido borrando con el tiempo, y ahora era un joven saludable como cualquier otro. Me cambió hasta el color del pelo… por alguna razón. No, a mí no me lo preguntes porque no tengo ni idea de cómo se supone que funciona eso. A ratos crece negro, otras veces rubio… No tengo ni idea de qué depende, la verdad. En aquel momento, se me había puesto completamente rubio…
Así que prácticamente todo lo que me quedaba para recordarme quién era en realidad era aquel collar, que continuaba día tras día oprimiéndome el cuello y suprimiendo mis muy peligrosos poderes de daemon. Odiaba aquello con toda mi alma, pero… No me quedaba otra más que aguantar, sabiendo que sólo el fuego de un dragón, o Roy cuando consiguiera su lámpara, iban a librarme de aquello. Ansiaba poder deshacerme de eso y ser, al fin, un chico normal.
Ya te he situado en el tiempo, ahora te situaré en el espacio. Esto ocurrió en un lugar cuyo nombre tal vez hayas escuchado… Lund’Mulhingar, ¿te suena de algo? Jo, menuda cara de asco… Supongo que le has cogido más manía que la que ya le tenías. No te culpo.
Hmmm… Sé que apareció en los periódicos, pero no creo que te acuerdes de algo así, especialmente teniendo en cuenta que probablemente a ti no te afectase en lo absoluto. Hubo un incendio en algún taller, y el fuego consumió alguna de las calles comerciales, amenazando con llegar a las zonas residenciales. Roy y yo estábamos en la ciudad por pura coincidencia, pero en cuanto escuchamos que había un fuego dejamos nuestra sesión de compras y en seguida nos lanzamos en su búsqueda, listos para ofrecer toda nuestra ayuda.
Los apagafuegos estaban luchando contra las llamas con todo lo que tenían, grupos de médicos se encargaban de ayudar a los afectados y la Guardia Real intentaba tranquilizar a la población y evitar el pánico, cosa difícil cuando tienes una calle entera en llamas.
Nos presentamos como miembros de la Guardia de Eel que querían echar una mano (aunque técnicamente yo no fuera un miembro, pero bueno), y, aunque se mostraron algo reticentes, nos dejaron colaborar. Por supuesto, no nos dejaron meternos en el fuego para hacernos los héroes, pero aún así estuvimos mariposeando por allí, ayudando a los apagafuegos en lo que fuera necesario, evitando que ciudadanos estúpidos se acercasen a las llamas más de lo debido y asegurándonos de que todo iba bien.
En mitad del frenesí, mientras asistía a uno de los médicos en ayudar a un elfo ahumado a volver a respirar, llegaron hasta mis oídos los gritos histéricos de alguna mujer. Viendo que el médico tenía la situación más o menos controlada, me incorporé y miré en todas direcciones, buscando de dónde provenían los gritos. Me encontré con una mujer completamente fuera de sí, que le estaba gritando a unos guardias que no tenían mucha pinta de querer hacerla caso, a juzgar por sus caras. Inmediatamente me dirigí a ella, preparando mi mejor tono de voz tranquilizador.
-¿Qué ocurre? -Pregunté. Uno de los guardias se giró para mirarme casi con desprecio.
-No pasa nada, guardia, tú sigue a lo tuyo…
-E-el señorito… ¡Hay un niño ahí dentro! -Gritó la mujer, aterrada, refiriéndose a un edificio concreto- ¡A-ayúdeme, por favor! ¡Esta gente no me hace caso!
-Señora, ya le hemos dicho que allí no hay nadie -Se quejó otro guardia-. Posiblemente lo haya perdido en la multitud… El edificio se ha evacuado ya.
-¡No, yo sé que está ahí dentro! Sólo tiene siete años, por favor… Si no le sacan rápido...
Estaba completamente convencida de que aquel chico seguía ahí. Miré hacia el edificio que decía. Era uno que yo mismo había visto evacuar… Los apagafuegos se habían asegurado de que no quedase nadie dentro antes de pasar al siguiente rescate. Aún seguía en llamas, estaba completamente lleno de humo y la estructura había sufrido los suficientes daños como para poder venirse abajo en cualquier momento.
Tal vez debería habérmelo pensado al menos dos veces antes de lanzarme corriendo al edificio en llamas, pero supongo que es que con esa edad todo el mundo es idiota, sea de una manera u otra. Me subí la bufanda hasta la nariz y en seguida me metí dentro, pasando por una puerta ya casi inexistente y saltando por encima de una viga de madera medio chamuscada al entrar.
Era un edificio de dos plantas, alguna tienda de textiles. Posiblemente la mujer estuviera de compras y hubiera despistado al niño, separándose de él antes de que el caos empezara a cundir. Miré en todas direcciones, registrando la primera planta, donde todo tipo de telas y prendas de ropa eran consumidos por el fuego. Eso hacía que el humo fuera bastante espeso, y en seguida empecé a notar cómo la respiración se me hacía difícil y mis ojos empezaban a llenarse de lágrimas.
Empecé a llamar a gritos a quién fuera, buscando en cada rincón posible, pero no di con nadie. Cuando el calor empezaba a agobiarme y la cabeza comenzaba a darme vueltas decidí que el chaval no estaba ahí, y me fui a buscar alguna manera de subir al segundo piso.
Las escaleras estaban… Inviables. Además de destrozadas y con toda la pinta de ir a ceder bajo el más mínimo peso, había una cortina de fuego consumiéndolas, que fue lo que me hizo disuadir de aquella ruta y buscar otra alternativa.
Otra de las vigas del techo cedió mientras me lo estaba pensando. El sitio se estaba yendo al garete, y yo iba a irme con él si no me daba prisa. Al menos con el derrumbamiento se había abierto un camino para mí.
Me acerqué al mostrador de la tienda, subiéndome a él de un brinco, y luego con otro salto me lancé hacia el agujero que se había abierto en el techo. No exactamente la idea más inteligente, porque alguna de las tablas cedió y casi me voy al suelo con ella, pero logré agarrarme a otro trozo de madera más estable que consiguió aguantar mi peso. A puro pulso, llenándome las manos de astillas, fui capaz de salir de aquel agujero y encaramarme al fin al segundo piso.
Casi sin aliento y jadeando de forma pesada me puse en pie y empecé a inspeccionar la segunda planta. El fuego había sido más generoso con ella, las llamas aún no habiendo llegado del todo hasta allí, pero estaba lleno de un humo espeso y dañino que empezaba a complicarme bastante la vida.
-¿¡Hay alguien aquí!? -Grité, con toda la fuerza que me quedaba, antes de romper en un ataque de tos que me hizo daño a la garganta.
Y con mi propia tos casi se me pasa escuchar el lloriqueo que vino de algún lugar de la habitación. Repetí mi grito, y la segunda vez no obtuve respuesta, pero me puse a buscar por todas partes… Hasta que le encontré.
Estaba escondido en uno de los probadores, apenas consciente y lloriqueando, un niño hecho una bola sobre sí mismo. Que cómo había llegado hasta ahí nunca lo supe, posiblemente se asustase y decidiera que esconderse era la mejor opción, pero que cómo los apagafuegos no le encontraron y le habían pasado por alto sí lo entiendo. Estaba bastante bien escondido, y ni siquiera cuando llegué hasta él y le grité que si estaba bien y que si podía escucharme o si le dolía algo pudo decir nada.
Tras unos instantes de vacilación, me quité la bufanda y se la dejé a él, decidiendo que era mejor si conseguía protegerle del humo de cualquier manera, y luego me le cargué en brazos y busqué una ruta para salir de allí. De nuevo, las escaleras eran una opción inviable. Podía intentar hacerme el héroe y saltar por la ventana, pero me iba a doler. Sabía que iba a aguantar bien el golpe, pero no podía decir lo mismo del niño, que ya parecía lo suficientemente afectado por la situación como para encima necesitar una costilla rota.
Finalmente decidí volver por donde había venido, y rápidamente me escurrí por aquel agujero, dejándome caer en el primer piso intentando absorber todo el golpe de la caída, protegiendo al niño.
En pocos minutos el primer piso se había convertido en todo un infierno, y resoplé con desgana, ya cansado de aquello. Necesitaba aire fresco, oxígeno, algo que me refrescara… Y lo necesitaba YA.
Me lancé hacia la puerta del negocio sin pensármelo dos veces, dispuesto a salir de allí con toda la prisa del mundo.
El universo tenía otros planes para mí.
De repente, el techo volvió a ceder, una cantidad importante de escombros cayendo justamente en frente de mí, y yo sólo pude lanzar un grito en sorpresa y retroceder de un salto. El resto del techo parecía ir a derrumbarse también, así que rápidamente me di la vuelta para huir sólo para encontrarme que, mala suerte, el fuego me bloqueaba el paso.
Miré con preocupación al techo, a la viga que teníamos encima y que, si el serrín que llovía sobre nosotros era algún indicativo, estaba a punto de partirse en dos y tirarnos encima vete a saber cuántos kilos de escombro.
Ni siquiera me dio tiempo a pensar en qué hacer antes de que la viga se partiera con un sonido seco y el techo cediera. Estuve a punto de moverme para pararla, sabiéndome con fuerza suficiente como para poder agarrarla y sujetarla, pero con el niño en brazos no podía, así que todo lo que fui capaz de hacer fue encogerme sobre mí mismo y apretar al niño contra mi pecho, en un intento casi desesperado de protegerle de los escombros.
Y, entonces, bola de fuego. Fuego del bueno.
-¡Leiftan! -Roy irrumpió en el edificio, gritando mi nombre y saltando por encima de la viga que yo había esquivado al entrar. Ni siquiera se lo pensó antes de lanzar aquella llamarada que simplemente había volatilizado los escombros y que impactó de lleno contra una de las paredes del fondo, a la que ya le daba igual un poco más de fuego- ¡Tienes que salir de aquí ya mismo! ¡Vamos, chico; vamos, vamos!
No tuvo que repetírmelo. En seguida eché a correr, aún con el chaval en brazos, y conseguí alcanzar a Roy. Él me pasó un brazo por los hombros para ayudarme a estabilizarme (ni siquiera me había dado cuenta de ello, pero mi motricidad estaba básicamente arruinada en aquel momento) y me sacó de allí.
Aún notaba el calor del incendio a mi espalda, pero poder tomar una bocanada de aire fresco fue una verdadera salvación para mí. Al menos durante un segundo, luego sentí todo el hollín que había respirado y en seguida me dieron ganas de vomitar. Apenas tuve tiempo de pasarle a Roy el ahora inconsciente niño antes de hacerlo.
-Ey, ey -Roy fue a darme una palmada en la espalda, pero se detuvo. El punto negativo de no vestir nunca camisetas es que te quemas la espalda con bastante facilidad, sobre todo cuando eres idiota y te lanzas al fuego-. Lo has hecho muy bien, chico. ¡Médico, necesitamos un médico… o dos!
Con mi cuerpo dejando de producir cantidades excesivas de adrenalina, de repente se me fueron todas las fuerzas, y me caí al suelo en un ataque de tos agónica que no me dejaba ni respirar.
No tengo muy claro cómo salí de aquello porque entre la tos, la intoxicación por carbono, el calor y la torta que me debí de pegar contra el adoquinado no tengo mucha memoria de todo aquello, salvo que aquella noche dormí fatal. Sé que Roy pasó la noche en vela atendiéndome y escuchando a mis lloriqueos, así que se portó bastante bien conmigo.
Al día siguiente también se portó bien, intentando animarme a pesar de que yo sentía asco de mí mismo y dándome pomada anti-quemaduras en la espalda mientras yo me quejaba de todo.
-Los héroes no siempre tienen la recompensa que se merecen -Me decía, untándome con el ungüento-. Pero hiciste bien lo que hiciste, incluso si fuiste algo temerario. Le salvaste la vida a aquel chaval.
-El niño -En mi miseria, me había olvidado de él. Desenterré la cara del cojín contra el que la tenía para dirigirme a Roy-. ¿Qué fue de él? No me enteré de mucho después d-Ah, ¡ah!, ¡aaagggghhhhh!
-Huy, perdón -Volví a enterrar la cara en la almohada, aunque sólo fuera para secar mis lágrimas-. Se lo llevaron a un hospital, pero posiblemente esté bien. Ya sabes cómo son los elfos, un poquito de luz y como nuevos. Qué envidia, ¿eh?
-Dices eso, pero no eres tú el que tiene media espalda despellejada… ¿Cómo es que tú no te has quemado ni un poquito siquiera?
-¿Oh? -Dejando mi espalda en paz y frotándose las manos, hizo un gesto de orgullo- Ya te lo he dicho, los djinn somos elementales de fuego. No puedes quemar al propio fuego.
-Pero la gente dice que hay que combatir el fuego con fuego.
-Ya, per-... Este sí… Pero eso no significa… -Hizo un gesto de confusión- ¿Por qué dice eso la gente…?
Los dos pasamos unos instantes en silencio intentando descifrar qué quería decir “la gente” con aquello. Un par de toques en la puerta de nuestra habitación nos sacó de nuestros desvaríos mentales, y Roy se excusó con manos aún pegajosas yéndose al baño, mientras que yo me acerqué a abrir. Al otro lado estaba uno de los dueños de la posada, que me dedicó una sonrisa amable antes de hablar.
-Buenos días. ¿Estás ya un poco mejor? -La última vez que me había visto había sido la noche anterior, cuando Roy me había arrastrado de vuelta a la posada envuelto en vendas casi como una momia.
-Un poco… -Intenté no sonar demasiado miserable- Siento las molestias…
-Para nada, para nada -Él casi se rió con mi incomodidad-. Al contrario, sentimos no poder proporcionarte más medios para tu… eh, comodidad. Pero, traigo noticias que tal vez te animen. Tienes visita.
-¿Visita? -Las palabras me tomaron por sorpresa- Este… Pero no conozco a nadie que…
-Venían preguntando por “los dos caballeros de la Guardia de Eel”. He asumido que erais vosotros…
Lo de “caballeros” estaba en duda, y técnicamente yo no era parte de la Guardia, pero entrábamos en el abstracto de la idea. Mientras Roy aún estaba peleándose con la crema, yo seguí al posadero a la planta de abajo, donde esperaba la visita. Me dolía cada músculo de mi cuerpo, y las escaleras casi me matan, pero afortunadamente conseguí llegar hasta abajo, allí encontrándome con…
-Oh -No pude evitar el sonido de sorpresa.
-Buenos días -Una mujer, la misma que el día anterior había estado gritándole a los guardias por el niño, me dedicó una sonrisa amable. Agarrándose a su falda estaba el mismo niño, mirando al suelo y prácticamente escondiéndose debajo de un sombrero rojo bastante llamativo-. Me alegro de haberle encontrado… ¿Nos reconoce?
-Este… sí, por supuesto -Me había costado un instante ubicarlos, pero al fin lo había conseguido. Miré al niño con otros ojos-. Tú eres… Oh, ¿e-estás bien? ¿Puedes estar en la calle?
-No tiene que preocuparse -La mujer respondió por él-. Los elfos nos curamos rápido… Afortunadamente, y gracias a usted, el pequeño no ha corrido peligro. Dicho eso… -Con un golpecito en la espalda le animó a dar un paso adelante- Venga, señorito. Usted fue el que insistió en hacer esto.
-S-sí… -Él habló en voz baja. Hizo un esfuerzo por levantar la cabeza para mirarme, y yo intenté facilitarle la tarea de la comunicación agachándome ligeramente. El pobre estaba hecho un manojo de nervios- Este… ¡Muchísimas gracias por salvarme!
El agradecimiento me llegó al corazón. El dolor de mis músculos remitió al instante y el escozor de mis quemaduras desapareció, siendo todo reemplazado por una enorme ternura y una sonrisa que se formó en mi cara automáticamente.
-No hay de q-
-¡Al final sí que vas a tener recompensa, eh!
De repente, Roy. Roy, apareciendo por la espalda a traición, pegándome un susto y, sin pensarlo siquiera medio segundo, dándome un golpecito en la espalda. No pude contener el grito que salió desde lo más profundo de mi alma y que asustó a todo el mundo en aquella habitación, yo incluído.
En seguida me giré hacia Roy, furibundo, que me miraba con verdadero arrepentimiento en los ojos.
-Perdón -Dijo-. Se me había olvidado.
-Oh, por el Oráculo… -En mi gesto, había quedado de espaldas a la mujer y el crío, y ella había podido ver las quemaduras así- Eso parece bastante severo.
-¡N-no, no es nada! -Me volví de nuevo, el movimiento causándome un latigazo de dolor por toda la espalda que intenté que no se me notase en la cara- Los médicos ya me han atendido, así que sólo necesito reposar y echarme cremas y ya está…
Me fijé en la cara del niño. Parecía bastante disgustado, pero no estaba seguro de si era por el estado de mi espalda o porque sin querer le había gritado en la cara gracias a Roy. Intenté dedicarle una sonrisa, y el gesto sólo pareció reconfortarle a medias.
-Este… ¿señor? -Me habló con voz tímida- Si no es molestia, podría… ¿saber su nombre?
-Por supuesto -Contento con que no se hubiera asustado, accedí-. Me llamo Leiftan. No hace falta que me trates de usted… No soy tan mayor. Lo mismo para usted -Y ahora me dirigí a la mujer, que me sonrió de forma educada-. Y, este… ¿tú cómo te llamas?
-Veiss -Se presentó, diciendo su nombre con cierto orgullo.
-El señorito pertenece a la casa de Arlein -Aportó la mujer, en vista de que el chico había olvidado mencionar su apellido. ¿Es alguna casa importante? N-no les llames “de segunda”... No todo el mundo puede pertenecer a la alta nobleza, Ezarel Zacarí-Aouch, eso me pasa por bocazas-. Si en algún momento necesitan algo, por favor, no duden en contactar con nosotros. Los señores estarán encantados de devolver el favor.
Entendí por cómo hablaba que aquella mujer no era la madre del chico, sino alguna sirvienta de la casa. Nunca llegamos a pedir ningún tipo de favor a aquella gente, así que no sabría decir si la oferta iba en serio o no… Quiero pensar que sí, teniendo en cuenta que, bueno, habíamos salvado al niño de la familia.
-Este… perdí la bufanda que me diste, así que… -El chico extendió en mi dirección un costal, ofreciéndomelo.
-¿Para mí? -Él asintió- Gracias…
En el costal había, en efecto, una bufanda. Estaba en muchas mejores condiciones que la que había perdido, que ya llevaba sus batallas, así que agradecí mucho la renovación de la prenda.
Ni el niño, ni la mujer, ni los posaderos cuando lo habían visto habían comentado nada sobre mi collar. Los médicos que me atendieron sí, diciendo que iba a tener que quitármelo si no quería morirme ahogado y no quería tener secuelas severas en mis cervicales al crecer, pero Roy les contó alguna patraña sobre si “era lo que me definía como adolescente rebelde” y que “ya saben, está en esa etapa”, y yo tuve que tragarme mi amargura y mi vergüenza.
En cuanto tuve la nueva bufanda en las manos, sin embargo, me la eché al cuello, protegiendo mi collar de miradas indiscretas. Sonreí al chico.
-Muchísimas gracias -Repetí.
-¡A-a ti! -Él me sonrío de vuelta- Este… Vosotros sois de la Guardia de Eel, ¿no?
-Así es -Roy intervino en aquel momento, también sonriente-. Yo soy Roy, estoy en la Guardia Obsidiana. El chico no está en la Guardia, pero puedes contarle como miembro a él también.
-La Guardia de Eel es genial -El niño habló con ojos brillantes, animado.
-Lo genial es que pienses eso -Roy le guiñó un ojo, y al chico le hicieron los ojos chiribitas-. ¿Quieres ver mi broche? -Asintió, emocionado, y Roy lo sacó de algún bolsillo para dárselo- Ahí te va. Cuidado que pincha.
-¿No es genial, señorito? -La doncella parecía encantada del entusiasmo del niño, y nos lanzó a nosotros una mirada agradecida- La Guardia de Eel… Su influencia no llega hasta Lund’Mulhingar, me temo, y hay muchos rumores que la rodean, pero… Me alegra ver que esas son acusaciones en vano.
-No te creas -Roy hizo un gesto de duda-. La Guardia tiene luces y sombras… Pero aún hay algunos que estamos dispuestos a luchar por esa luz. Se supone que estamos al servicio de la población de Eldarya, así que más nos vale servirles bien.
-Con alguien tan capaz como ustedes, no dudo de ello -La mujer y Roy intercambiaron una sonrisa. Estoy bastante seguro de que en algún momento volvieron a contactar y… hubo contacto, pero, en fin, ese no es mi problema, ni lo era entonces.
-¿Qué hay que hacer para unirse a la Guardia de Eel? -Preguntó el niño, terminando de examinar el broche y devolviéndoselo a Roy.
-Hmmm, aún eres un poco chiquitajo -Respondió-. Tienes que crecer un poco más, yyy… Hacerte más alto y más fuerte. Después, sólo tienes que ir a Eel. El reclutamiento está siempre abierto.
-Entonces… ¡cuando sea mayor, pienso unirme a la Guardia de Eel! -El chico casi saltó en su sitio.
-Bueno, aún queda un poco para entonces -La mujer le colocó una mano en la cabeza-. Y estoy segura de que los señores apreciarían más si permaneciese en Lund’Mulhingar… Tal vez la Guardia Real sería una mejor opción.
-¡Pero la Guardia de Eel es mucho más chula!
-Bueno, no importa el sitio mientras te dediques a ayudar a los demás, ¿no? -Aporté yo. Por cómo me miró el chico, le había gustado aquello.
Aún hablamos un poco más, con el niño haciendo algunas preguntas sobre la Guardia, Roy respondiéndoselas de buena manera y la mujer sonriendo con dulzura. Fue a través de esa conversación que me di cuenta de algo importante…
… Realmente, nunca había hablado de la Guardia con Roy. Cierto era que al poco de conocernos me había explicado cómo funcionaba, y en algún momento me había explicado formalidades básicas sobre ella, pero nunca me había hablado de… La Guardia en sí, más allá de su faceta como institución. También era porque nunca había preguntado, lo cual me hizo sentirme un poco estúpido. Llevaba años trabajando para una organización sin saber nada de ella… Ni siquiera sabía si mi trabajo les estaba beneficiando, en realidad, porque lo hacía por mí y no por la Guardia… Y eso levantaba otro punto que hasta entonces no me había planteado.
¿Era yo parte de la Guardia de Eel? Sobre el papel, no. No estaba inscrito en ella y, hasta donde yo sabía, la Guardia no conocía de mi existencia siquiera. A veces me preguntaba siquiera si se acordaban de Roy, pero viendo cómo no había problemas cada vez que había necesitado que la Guardia cubriese sus gastos, era imposible que no tuviera el apoyo de la Guardia en sus viajes… Por extraña que fuera la situación.
Me quedé pensando sobre ello un poco, incluso cuando terminó la conversación y nuestros visitantes tuvieron que irse.
-Ha sido un verdadero placer -Dijo la mujer, que de un bolsillo sacó un pequeño trozo de papel que le ofreció a Roy-. Esta es la dirección de la casa de Arlein… No duden en visitarnos si surgiera… Cualquier cosa.
-El placer ha sido nuestro -Roy aceptó el papel y, con el mismo gesto, aprovechó para besar la mano de la mujer en una reverencia. Sí, estoy bastante seguro de que usaba el mismo libro de técnicas de ligoteo que usa Nevra…-. No dude que, de necesitarlo, nos pondremos en… contacto con ustedes.
Ella rió suavemente. Tras una nueva despedida en la que el chico nos dio las gracias de nuevo, finalmente se retiraron. Cuando dejamos de verles en la calle, Roy se estiró con ganas, satisfecho con el encuentro.
-¡No hay mejor recompensa que una gran sonrisa! -Exclamó- Estarás de acuerdo, ¿no, Leffy?
-Sienta bien que te den las gracias -Respondí, ignorando el mote. En algún momento terminaría por quedarse sin formas de acortar mi nombre.
-¿Qué me dices si ahora llenamos el buche? Gracias a alguien ayer nos saltamos la cena -Puse los ojos en blanco con aquello.
-El doctor me ha prohibido tomar comidas fuertes, así que no te pases…
-Oh, y yo que estaba de humor para una barbacoa.
Terminamos comiendo en la misma posada, con la comida corriendo a cuenta de los propietarios, que nos habían cogido cariño después de nuestras heroicas acciones… Aunque qué más nos daba eso a nosotros, si de todas formas hubiera pagado la Guardia de Eel.
Estábamos en aquello, comiendo, yo lanzando trocitos de pan a mi sopa y esperando a que se hincharan antes de c-¿Qué? S-sí, me gusta echarle pan a la sopa, ¿algún proble…? ¡Oh, cállate, yo a ti te he visto comer espaguetis con cuchara, eso sí que es un crimen! Pues ya hay que ser inútil si de verdad necesitas una cuchara como ayuda… Ugh, ¿a qué viene esto exactamente…? ¿¡Y por qué estoy siquiera describiendo cómo me comía una sopa!?
En fin. Estábamos comiendo, da igual cómo lo estuviéramos haciendo, y entonces a mí se me ocurrió hablar para hacer una pregunta que llevaba tiempo rondando mi mente.
-¿Roy? -Le llamé. Él levantó la mirada de su plato para mirarme a mí. Yo me puse un poco nervioso antes de hacer mi pregunta, por alguna razón- ¿En algún momento… vamos a ir a Eel?
Por la cara que me puso, aquello pareció pillarle completamente por sorpresa. Se me quedó mirando unos segundos como si no me hubiera comprendido, y luego vi cómo su cara cambió a una expresión un poco más seria de lo que me esperaba.
-¿Quieres ir a Eel? -Me devolvió la pregunta.
-No especialmente… -No es que tuviera un profundo interés en la ciudad, pero después de la conversación sobre la Guardia me había picado la atención, y… El Gran Cristal es un punto de interés turístico bastante importante, si lo piensas bien. Temo el día en el que a Miiko se le ocurra empezar a cobrar entrada por ir a verlo en su ansia por conseguir donativos- Sólo es, hum… En todos estos años ni siquiera nos hemos acercado a la región, y, bueno, teniendo en cuenta que la Guardia está allí, y tú eres miembro, pues… -Intenté cortarme antes de que me embalase en algún balbuceo sin sentido- Se me hace un poco raro que nunca hayamos puesto un pie allí.
-Hm -Él se echó atrás en su silla, olvidando la comida que tenía delante. Eso era raro-. No te voy a mentir porque no eres tonto: No es casualidad que nunca nos hayamos acercado a Eel. Preferiría evitar ese sitio todo lo posible.
-¿Hay… alguna razón en concreto?
-Varias -Apretó los labios-. Ninguna de ellas es fácil. Dejémoslo en que no se me ha perdido nada en Eel, y que mientras siga teniendo el apoyo de la Guardia, no necesito pasarme por ahí.
-Ah. Bueno… -Algo incómodo, viendo cómo Roy no tenía mucho interés en el tema, intenté redirigir la conversación por otro lado- Y, este… Y si yo, eh… ¿Y si quisiera convertirme en un miembro de la Guardia? ¿Uno de verdad?
-¿Hmmmmm? -Me dirigió una mirada de duda- ¿A qué viene ese interés repentino en la Guardia de Eel? ¿El chico te ha inspirado?
-Puede. Pero llevo bastante tiempo haciendo cosas “en nombre de la Guardia”, así que, ya que estamos, me gustaría hacerlo… De verdad.
-Pero ya lo haces de verdad -Ahora se echó hacia delante y empezó a jugar con un trozo de pan, desmigándolo-. Es como le has dicho al chico, lo importante es ayudar a los demás, no importa dónde.
-Supongo...
Se abrió un silencio incómodo que duró durante el resto de la comida. Sentía que había metido la pata mencionando a la Guardia de Eel, viendo cómo Roy no parecía especialmente atraído por la idea de que yo pasase a formar parte de ella. Roy también estaba sumido en sus propios pensamientos, que no expresó en voz alta hasta que no terminamos de comer.
-Eh, ¿chico? -Así llamó mi atención. Le vi hacer un gesto incómodo, rascándose la nuca- No es que quiera… impedirte que te unas a la Guardia, ni nada de eso. Me parece estupendo que quieras convertirte en alguien que ayuda a los demás de manera profesional. Es sólo que… La Guardia tiene algunos problemas ahora mismo, ¿sabes? Es parte del por qué me paso la vida de un lado a otro, además de por lo de la lámpara. No me gustaría meterte en un sitio del que puedes salir mal parado cuando pienso que no hace falta.
Medité sus palabras. Era cierto que no conocía las circunstancias de la Guardia, ni sus problemas internos. Me chocaba que Roy me estuviera avisando de aquello, teniendo en cuenta que hasta el momento había tratado a la Guardia como una organización noble que se dedicaba a la protección de cualquier criatura faérica y… Toda la pesca. A pesar de esa contradicción… Me fiaba de Roy, por supuesto que lo hacía.
-Si dices estas cosas es porque hay motivos para respaldarlas, y lo sé -Respondí-. No necesito unirme a la Guardia de Eel… Estoy bien como estoy. Simplemente me hacía… Ilusión, supongo, tener algo de oficialidad. Pero mientras pueda seguir viajando contigo y ayudando a la gente, me da igual cómo.
-Buena respuesta -Una sonrisa orgullosa apareció en sus labios-. La verdaaaaad… Es que no sé exactamente qué harían contigo si te unieras -Le lancé una mirada inquisitiva, esperando a que desarrollara-. No me imagino en qué Guardia caerías…
-¡Obsidiana, como tú! -Respondí sin dudar. El se rió- ¿Por qué te ríes?
-No, no, es que te falta… Coraje y cuchillos -Aquello me descolocó.
-Pero mi arma principal son… cuchillos… Puedo producir cuchillos de la nada… ¿Cómo me van a faltar…?
-No lo pillas -Negó con la cabeza-. Simplemente, no… No te veo madera de Obsidiana, chico. A lo mejor pegabas más en la Sombra… -Se lo pensó- No, qué estoy diciendo, con lo mal que se te da fingir nada… Te soplarían todos los secretos de la Guardia sólo mirándote a la cara -Nada que decir, es verdad. A veces puedo ser un libro abierto…-. Eres un poco un cerebrito, así que tal vez Absenta… Pero tampoco, tampoco me encaja, no eres lo suficiente Absenta…
Parecía que pensar en mi supuesta Guardia le estaba produciendo dolor de cabeza, así que le pedí que lo dejase estar, por su propio bien.
Sí, evidentemente terminé por unirme a la Guardia, como supongo que será obvio… ¿Que en qué Guardia lo hice? Hmmm…
Obsiombrenta, evidentemente.
Ooooh, ¿te has picado? Puedes jugar a intentar averiguarlo todo lo que quieras. Lo acabarás descubriendo al final de la historia, a fin de cuentas. Me he encargado de silenciar a todo aquel que conoce el secreto… Espero que tú también me lo guardes, o si no… Puede que haya… Problemas. Y no quieres problemas, ¿no, Ezarel? Me parecía.
No volví a mencionar la Guardia después de aquella conversación. El resto de nuestros días en Lund’Mulhingar se limitaron a esperar a que terminase de curarme mis heridas para poder seguir el viaje.
Tardaron bastante, de hecho, en curarse, pese a todo lo de ser la criatura más poderosa de Eldarya, heraldo del caos y la destrucción, etc, etc. No es de extrañar que los dragones nos esclavizaran si con un par de quemaduras nos tienen fuera de combate durante semanas.
Pero después de un tiempo empecé a tener mejoría, pudiendo volver a respirar como una persona normal de nuevo y con la espalda aún muy sensible pero al menos no plagada de quemaduras y ampollas, lo cual era de agradecer, especialmente por las noches. Visto esto, Roy empezó a hacer planes para nuestro próximo viaje, siguiendo con nuestro recorrido por los reinos élficos, y por primera vez en mucho tiempo quiso ser él el encargado de conseguirnos provisiones, lo que a mí me dejó terriblemente inquieto, temiendo que fuera a comprar nada más que cerezas al cacao como único alimento.
Un par de días antes de la que teníamos pensada que fuera nuestra partida, mientras Roy estaba por ahí aprovisionándonos y yo me quedaba en la posada matando el tiempo como mejor podía, ocurrió.
Estaba leyendo algún libro de algo, cuando de repente escuché escándalo en la planta baja de la posada. Era por la mañana y el sitio estaba en una de las calles principales, un barrio tranquilo, además de que no era ese tipo de establecimiento, así que dudé que se tratase de algún borracho armando jaleo. Algo preocupado por aquello, dejé mi lectura y procurando no hacer ruido, por si estaba siendo indiscreto, salí de la habitación y desde la barandilla del piso superior me asomé a ver qué pasaba.
Un grupo de gente, tres personas, parecían estar causándoles problemas a los dueños de la posada, que intentaban excusarse de alguna manera, pero que no parecían exactamente cómodos con la situación. Sin dudarlo un instante, me apresuré a intervenir, preguntando:
-¿Ocurre algo? -La atención de los tres invitados indeseados pasó a mí, así como la de los posaderos, que parecieron algo aliviados al verme.
-Estos, hum, caballeros… -El hombre habló con algo de apuro en su voz- Preguntaban por “Roy, de la Guardia de Eel”...
Me fijé mejor en los tres tipos. No les había visto en mi vida y, bueno, llevaba un tiempo ya viajando con Roy, así que me extrañó no ser capaz de reconocerles. No parecían especialmente amistosos, a juzgar por la expresión de sus rostros, y… Estaban armados. No eran civiles normales. Procuré afrontar la situación con todo el tacto que pude, empezando a bajar las escaleras del local.
-Roy no está aquí ahora -Dije-. Ha salido. Si quieren, pueden volver dentro de un par de horas…
-Así que está aquí -Habló uno de ellos, sonriente al haber encontrado una pista sobre Roy-. Bien.
-Precisamente acabo de decir que n-
-Tú cállate, chaval -Sin mucha prisa por irse, otro de ellos me interrumpió y se sentó en una silla, dispuesto a esperar allí mismo las horas que hicieran falta-. Ese maldito por fin se está quieto en algún sitio… Ni de coña nos vamos ahora. En algún momento volverá por aquí, y nosotros le estaremos esperando.
Lancé una mirada a los posaderos. Al igual que yo, no parecían saber cómo lidiar con la situación, inseguros sobre si echar a aquella gente o no. Decidí tantear las aguas un poco más porque, aunque a mí no me inspirasen confianza, si conocían a Roy de algo a lo mejor no era prudente mandarles a paseo tan alegremente..
-¿Puedo preguntar de qué conocen a Roy? -Me atreví a preguntar.
-¿Y a ti qué, chaval? -Fue la respuesta de uno, el de la silla, que parecía ser el que tenía la lengua más suelta.
-Bueno, soy su… -Medité qué decir- Aprendiz, en cierto sentido. Si tienen algún problema con él, posiblemente también sea algo que me incumba a mí.
-¿Aprendiz? -El tercero, que no había hablado todavía, pareció sorprendido por aquello. Se acercó un par de pasos a mí y yo procuré no retroceder, a pesar de que el tipo imponía bastante… Era más locuaz que un ogro, pero tenía su misma constitución- Eso es raro… Se suponía que Roy viajaba solo…
-Ooooh, ¿pero no decían los rumores que había un crío viajando con él? -Otro de ellos se me acercó, muy sonriente, como si de repente mi figura hubiera cobrado bastante importancia. Eso ya me intimidó un poco más, y retrocedí medio paso- ¿Así que era verdad? Qué curioso…
-Espera, ¿¡es su crío!? -El último de ellos se levantó de la silla y también se acercó. Ya prácticamente me estaban rodeando- No se parecen mucho, peeeerooo… A saber de qué fulana ha salido este. Lo que me sorprende más es que Roy se hiciera cargo de él.
-Disculpen -Viendo cómo la situación empezaba a volverse turbia, el posadero decidió intervenir-. Si no pretenden hospedarse aquí, tendré que rogarles que se vayan. No podemos permitir que acosen a nuestros huéspedes.
-¿Quién está acosando a nadie? -Uno de aquellos hombres pasó un brazo por encima de mis hombros. No me gustó el gesto, y quise quitármelo de encima, pero no se dejó- Sólo estamos conversando, nada más.
-Ah, ya sé, ¿qué tal si nos ponéis algo de comer? -Otro de ellos se dirigió al mostrador y dejó un pequeño costal con maana sobre la tabla- No pasa nada si nosotros somos clientes también, ¿no? ¿O es que aquí se le rechaza el servicio a la gente?
-Creo que no me han entendido -El posadero volvió a hablar, empujando el costal de vuelta a su propietario-. Van a tener que irse. Si se rehúsan, no dudaremos en llamar a las autoridades.
-¿Y si te dijera… -El tipo sonrió, de nuevo empujando el costal sobre la tabla- que nosotros somos “las autoridades”?
-El hijo de Roooooy… -Mientras aquello tenía lugar, uno de los dos hombres que aún estaba conmigo, el que no me estaba sujetando, me examinó de arriba a abajo, aparentemente satisfecho con lo que veía- Tal vez esto sea mejor que encontrarnos al tipo en sí. No creo que el tipo sea tan capullo como para salir corriendo si tenemos a su ojito derecho con nosotros, ¿no?
-Puede ser nuestra oportunidad -Añadió el otro. Sin que yo pudiera verlo o reaccionar, de repente sacó una navaja de algún bolsillo y me colocó el filo en las costillas, dispuesto a apuñalarme si hacía falta-. Muy bien. Nos le llevamos.
-¡Un momento! -La mujer de la posada saltó, tan indignada como asustada- ¡No vamos a dejar que…!
-¿No queríais que nos fuéramos? -El tipo que había estado intentando “negociar” con el posadero sonrió, recuperando sus maanas antes de alejarse del mostrador- Pues nos vamos. Pero el chico se viene con nosotros. Podéis decirle a ese desgraciado de Roy cuando aparezca que…
Se tuvo que interrumpir cuando de repente uno de sus compañeros salió volando por los aires.
Viendo cómo la situación iba a convertirse en un secuestro a ese paso, y no queriendo pasar por aquello, había decidido que, bueno, no me iba a dejar secuestrar. Con un sólo movimiento había agarrado al de la navaja por la muñeca, haciendo la suficiente fuerza como para que soltase la cuchilla, y aprovechando la posición que tenía con él sobre mí le había hecho una llave para mandarle lejos. Le di las gracias al factor sorpresa por ayudarme a hacer aquello, y luego me preparé cuando el segundo tipo desenvainó una daga y se dispuso a atacarme con ella.
Yo mismo saqué algunas de mis cuchillas y las lancé al suelo frente a mí, los tres cuchillos clavándose en la tarima a forma de advertencia para aquel hombre. Un segundo después de hacer aquello me arrepentí profundamente de todo, notando cómo mi espalda se quejaba de haberme arrancado las plumas de forma tan brusca. Sí, Ezarel, duele un poco. Te acabas acostumbrando, pero… A veces simplemente te arrancas una mal y te haces daño.
Aún así, no era el momento de ponerme a lloriquear, así que de nuevo arranqué unas cuantas plumas y, dejando que se metalizasen, se las enseñé a mi adversario, dejándole muy claro que no me iba a dejar secuestrar tan fácilmente.
-Aaaaaah, parece que Roy te ha enseñado bien -Comentó el otro, poco impresionado. Desde el suelo, su compañero caído se ponía en pie, y el otro también se alejó del mostrador para entrar en el conflicto-. Eso de los cuchillos me suena. Pero somos tres contra uno.
-La cantidad no implica calidad -Musité, mientras en mi cabeza estudiaba mis opciones. Aunque había dicho eso, no confiaba del todo en poder ganar esa pelea-. No creo que os convenga complicar la situación más todavía… Os recomiendo marcharos de aquí. Avisaré a Roy de vuestra presencia, aunque dudo mucho que quiera saber algo de vosotros en realidad. Iros, y dejaremos que esto se quede así.
-No te pongas chulo, chaval -Advirtió el del mostrador-. Porque sepas lanzar un cuchillo sin clavártelo en el pie no vas a conseguir nada. Tienes dos opciones: Venirte con nosotros sin oponer resistencia… O venirte con nosotros después de que te partamos las piernas. Tú eliges, pero será mucho más sencillo para todo el mundo si te portas bien y no nos causes problemas.
Como te puedes imaginar, elegí la segunda opción. No, no me partieron las piernas… Pero podrían haberlo hecho perfectamente, si hubieran querido.
Se lanzaron los tres a por mí y, aunque me hubiera hecho el valiente, la verdad es que no tuvieron demasiados problemas en reducirme. A lo mejor si no hubiera tenido la mitad de mi cuerpo aún convaleciente por el incendio hubiera podido defenderme mejor, pero no creo que eso hubiera podido cambiar el resultado, la verdad. De todas formas, hicieron trampas, conste en acta. Mientras yo intentaba que no me cortasen una oreja y lloriqueaba por mi dolorida espalda, no me di cuenta de cómo me estaban posicionando y sin querer acabé con el grandullón a la espalda… Que me agarró por detrás, inmovilizándome en el acto e impidiendo que pudiera hacer ningún movimiento. En cuanto me tuvieron sujeto, otro de los tipos, el de la lengua suelta, sacó de una riñonera algún tipo de jeringa, y…
Luces fuera.
Cuando recobré el sentido, lo hice en algún edificio ruinoso de lo que supongo serían los suburbios de Lund’Mulhingar. Me pesaba la cabeza y apenas podía moverme, pero intenté mirar a mi alrededor. Mi visión estaba aún un poco nublada, pero podía intuir más o menos el escaso mobiliario de la sala, alguna habitación grande de una casa abandonada, en la que los dos de los tres hombres merodeaban, mientras que el tercero del grupo vigilaba el exterior desde la puerta.
Sobre estos tres tipos… Este, vamos a ponerles motes aunque sea. El fortachón será, bueno, Fortachón… El que me caía peor, que era el de la lengua suelta y el que me dio el jeringazo, le llamaremos… Pulgarcito, porque era el más chiquitajo. Y al otro vamos a llamarle… Eh, ¿Recaredo? No, pero… ¿por qué…? Bueno, de acuerdo, Recaredo, si te hace ilusión… Es un nombre horrible, por cierto...
Recaredo era el que estaba en la puerta, mientras que Fortachón y Pulgarcito se mantenían en la habitación, Fortachón afilando su cimitarra de forma perezosa en un sillón destartalado y Pulgarcito paseándose de un lado a otro casi con impaciencia. Fue él el que se dio cuenta de que me había despertado, y en cuanto lo hizo vino a verme con una gran sonrisa.
-¡Ooooh, oooh, ya está despierto! -Vino trotando hasta mí y se agachó a mi altura. Me tenían atado con cuerda y apoyado contra una pared, así que mi movimiento era bastante limitado… Especialmente porque lo que fuera que me hubieran dado aún me estaba haciendo efecto- ¿Qué taaaal? Por un momento temí que te hubiéramos dado una sobredosis, siendo un chaval y tal, pero parece que lo has resistido muy bien. Esos de Absenta están locos, pero saben lo que se hacen al menos… Aunque sean un poco careros.
-¿Ab… senta? -Hablé con una lengua casi de trapo. Aquella palabra me sonaba… de la Guardia de Eel, pero no entendía por qué acababa de salir en la conversación.
-Pobre, aún está medio grogui -Me dio unas palmadas sobre la cabeza, casi burlándose de mí-. No te preocupes, tu papá va a venir a salvarte muy pronto.
-Sigo diciéndote que no es posible que sea su hijo -Recaredo habló desde la puerta-. Es demasiado mayor. Roy no tenía ningún crío.
-¿Y entonces de dónde lo ha sacado? -Cuestionó Pulgarcito- ¿Lo ha recogido del suelo?
-Posiblemente -Fortachón respondió con indiferencia, terminando de afilar su arma y guardándosela-. Quién sabe lo que se le pasa por la cabeza a ese tipo. La pregunta es: ¿estamos seguros de que va a venir a por él?
-Claaaaaro que lo hará -Contento con mi atontamiento, Pulgarcito empezó a jugar con mi cara, dándome toques en la nariz y tirándome de los mofletes. Como ya te he dicho, no me gusta cuando la gente hace eso-. Después de todo, Roy es taaan noble y caballeroso.
-¿Qué queréis de Roy? -Conseguí pronunciar, aunque me costó bastante. Mi lengua no estaba colaborando, especialmente para pronunciar la R de su nombre.
-Nada que a ti te incumba -Recaredo respondió de forma seca.
-Oh, no seas cruel, el pobre está perdidísimo. Ja, ja; mírale cómo babea… Da un poco de asquito -Con un gesto brusco me limpió la saliva de la boca- Pero yo creo que hasta cierto punto le importa, ¿no? Quiero decir, cuando acabemos con Roy, ¿qué hacemos con él? ¿Deberíamos matarle a él también?
La palabra encajó conmigo. “Matar”, acababan de hablar de “matar”. De “acabar” con Roy.
De repente, la situación tomó un nuevo carácter para mí. Aquellos tipos ya no eran sólo unos desgraciados de moralidad cuestionable. Eran una amenaza. Mi instinto de supervivencia se encendió, y un hormigueo recorrió todo mi cuerpo mientras este empezaba a despertar lentamente del letargo inducido por la droga.
-Quiero decir, me daría un poco de pena, porque aún es joven… -Pulgarcito siguió hablando- He oído que algunos elfos que se aburren mucho tienen como, un mercado negro de esclavos o algo así, ¿creéis que nos darán algo por él si le vendemos? Tiene buen cuerpo, a lo mejor sirve para ponerle a picar en las minas… -Me sonrió con mucha malicia, divertido con mi situación- ¿Qué opinas, eh? ¿Cómo te suena la vida de minero?
Me dio un par de golpecitos en la mejilla. El gesto fue lo que terminó de enfadarme, y ni siquiera lo premedité cuando con todas las fuerzas que tenía abrí la boca y directamente le arranqué un dedo de un mordisco.
¿Hm? No, sí, has oído bien. He elegido su mote muy, muy adrede.
Me arrepentí durante un segundo cuando de repente se me llenó la boca de sangre, y rápidamente lo escupí, asqueado conmigo mismo. Fue sólo un segundo, porque después la misma energía furiosa que me había llevarlo a hacerlo invadió mi cuerpo de nuevo y, luchando contra la sustancia que aún corría por mis venas, empecé a revolverme, intentando aflojar la cuerda, y a la vez ponerme en pie, poco a poco.
-¿¡PERO QUÉ COJ-¡¡AAAAAHHHH!! -Pulgarcito se levantó de un salto y rápidamente se alejó, agarrándose su mano herida y mirándosela con una cara de completo pánico, con un tono ligeramente purpúreo en su cara- ¿¡Qué coño!? ¡Este capullo acaba de…! ¡Me acaba de…! ¡Joder! -Sin pensárselo ni un segundo, me arreó una patada directa a la mandíbula, tirándome al suelo. Ni siquiera me inmuté por la caída, seguí intentando levantarme- ¡Hijo de puta…!
-¿Pero qué pasa? -Fortachón se levantó de donde estaba y se acercó a nosotros. Recaredo también nos miró mal desde la puerta- ¿A qué viene el-?
-¡Este hijo de puta me ha arrancado un dedo! -Se quejó, enseñándole la mano a Fortachón, que puso cara de impresión- ¡Joder! ¡Se estaba haciendo el grogui, pero…! ¡¡Aaghh!! -Frustrado, volvió a patearme, y esta vez me mandó rodando por el suelo. Yo simplemente aproveché la inercia del movimiento para hacer fuerza y conseguir hincar una rodilla en el suelo, dispuesto a levantarme y, si hacía falta, arrancarle el resto de sus dedos a mordiscos- ¿¡Pero qué coño le pasa!?
-Evidentemente esa medicina tuya no ha funcionado -Fortachón intervino, colocándole una mano en el hombro para hacer que se calmase-. Ve a atenderte eso, yo me encargo del crío. Le daré otra dosis, ¿dónde tienes las cosas?
-Por mí como si le inflas y que no se vuelva a levantar -De mala gana, Pulgarcito recogió su riñonera del brazo del sofá donde la había dejado y casi se la tiró a la cara al otro. Después, se alejó hacia otra habitación de la casa, aunque aún se le escuchaba maldecir por el fondo.
Fortachón rebuscó en la riñonera hasta dar lo que buscaba y en cuanto lo encontró se dirigió a mí. No parecía que le inspirase una especial impresión, a pesar de lo que le había hecho a su compañero, y no dudó un segundo antes de cruzarme la cara con una bofetada.
No me dejó caer al suelo, me agarró del pelo antes de que pudiera hacerlo y manteniéndome la cabeza bien sujeta me sacudió un rodillazo en la cara, haciendo con el gesto que me mordiera un carrillo. Luego me hizo levantar la cara y mirarle, no dudando un segundo en volver a clavar la jeringa en mi piel, esta vez en mi cuello, un poco por encima de mi collar. Yo le lancé la peor mirada que fui capaz de hacer.
Y debía ser muy mala, porque vi miedo en sus ojos, y estuvo a punto de soltarme.
-Voy a mataros -Dije, y hablé con una voz ronca y casi irreconocible para mí, como si fuera otra persona completamente distinta. No era una amenaza, las palabras estaban pronunciadas… como si fueran la verdad absoluta-. Voy a mataros a todos. Vais a lamentar haberos cruzado en mi camino siquiera… Cuando acabe con vosotros no va a quedar nada. ¿Me oyes? Nada.
Mi mirada penetró en la suya y le taladré con ella, intentando hacer que, simplemente, cayera muerto allí mismo, en el acto. Le vi palidecer. Noté sus manos temblar.
Pero todo aquello me dio igual, porque pulsó el émbolo de la jeringa igual y yo volví a caer.
Esta vez, soñé con algo. Con muchas luces, y colores brillantes que aparecían por todas direcciones y explotaban en… Más colores. Con criaturas fantásticas que a día doy sigo ligeramente perturbado de que mi mente fuera capaz de producir. Con enormes, aladas criaturas reptilianas que vomitaban fuego de todavía más colores. Con una mujer de ojos esmeralda que reía, reía como nunca, y en su risa había dolor, hasta que su risa de transformó en una versión horrible de mi nombre…
Moraleja… Di no a las drogas.
Cuando volví a despertar estaba aún más desorientado todavía, y me sentí… Diría que peor que nunca, pero, la verdad, si tuviera que hacer una lista con mis diez peores despertares, creo que este no entraría en el ránking, lo cual dice bastante de mis condiciones de vida.
Todo, absolutamente todo, daba vueltas. Tengo la sensación de que me desperté muchas veces y estuve yendo y viniendo entre la inconsciencia y la realidad durante bastantes horas hasta que al final terminé de volver en mí.
Cuando lo conseguí, lo primero que hice fue estar a punto de ahogarme en mi propio vómito. Repito, no el peor de mis despertares.
-¡Eh, eh, eh; chico, chico, espera!
Afortunadamente para mí, tenía a alguien que me estaba cuidando, y que me ayudó al menos a incorporarme y girarme para deshacerme de aquella sustancia tóxica de una manera que no implicase mi muerte por asfixia.
Cuando terminé de desintoxicarme, me sentí todavía peor que antes. Aún daba vueltas todo, estaba temblando de pies a cabeza y tenía mucha, mucha sed. Eso último estaba cubierto también, en seguida me pasaron una cantimplora de la que bebí con muchas ganas, vaciándola casi al instante.
-Eso es. Sorbos pequeños, ¿vale? Muy bien, chico, muy bien.
Una mano reconfortante en mi espalda, trazando círculos calmantes en forma de caricia sobre mi ropa. La calidez de otra persona. Una voz muy, muy familiar, que procuraba aliviarme.
Me dio igual.
En cuanto terminé con ella, solté la cantimplora y me lancé a matar, agarrando el cuello de aquel que tenía al lado y apretando con todas mis fuerzas, listo para asfixiarle o romperlo, lo que ocurriera primero.
Ni siquiera era capaz de entender qué estaba pasando del todo, aún no estaba orientado. Lo único que tenía claro era que tenía que matar a alguien, pero no sabía del todo a quién tampoco. Por si acaso, era simplemente mejor matar a cualquiera.
-Chico… No… -Una voz ronca intentó imponerse a la asfixia. Dos manos aparecieron de repente a ambos lados de mi cara, haciendo que mi mirada se fijase en dos ojos rojizos que me miraban con fijeza, siendo un mar de calma a pesar de que estaba intentando matarle- Leiftan…
La entonación de aquella palabra era… Familiar. Era mi nombre. Alguien me estaba llamando…
Sólo una persona podía estarlo haciendo.
Reconocí los ojos granate que me miraban. Mi agarre en el cuello de Roy se aflojó, y él tomó aire con fuerza.
Yo intenté decir su nombre, pero mi voz no quería salir del todo de mi garganta. Él me lanzó una mirada de pena.
-Tranquilo, chico -Me cogió de las manos para alejarlas de su cuello, y luego me abrazó de forma suave-. Ya está. Ya ha pasado todo.
No correspondí al gesto. Aún estaba demasiado mareado, y sabía que tenía algo que hacer. Algo que mi cuerpo me pedía, pero que no tenía muy claro lo que era.
-¿Cómo estás, chico? -Preguntó, acariciándome el pelo con ternura- Necesito que me digas si… Te han hecho algo, además de…
Entonces me acordé de ellos. De aquellas tres personas. Empecé a acordarme de dónde estaba y de cómo había llegado hasta allí. Estábamos en la casa ruinosa aquella, pero ya era tarde, con el atardecer tiñendo de naranja la estancia. Miré en todas direcciones, estudiando el lugar. ¿Dónde estaban? Era lo único que me importaba.
Les encontré un poco más allá, atados los tres los unos a los otros con el mismo tipo de cuerda con el que me habían atado a mí, y sin pensármelo un segundo me puse en pie y me dirigí hacia ellos.
Me costó un poco, porque mi cuerpo no quería colaborar, mis músculos estaban adormilados y tuve que acercarme arrastrando los pies prácticamente, pero a base de fuerza de voluntad y determinación conseguí hacer el trayecto…
-¿¡Qué narices le pasa a ese crío!? -Pulgarcito empezó a gritar cuando me vio acercarme- ¿¡Cuál es su problema!?
-Para la próxima, no os recomiendo meteros con alguien si no queréis sufrir su furia más tarde -Recomendó Roy, casi suspirando. Luego se dio cuenta de algo, y el tono de su voz cambió a uno más serio-. ¿... Leift?
Llegué hasta ellos. Sin pensármelo un segundo volví a arrancarme una pluma y la lancé directa contra la garganta del infeliz, muy dispuesto a acabar con su vida.
O casi, porque de repente había algo agarrándome la muñeca. Ni siquiera me giré hacia Roy, seguí con la mirada fija en aquellos tres.
-Déjame -Pedí, con voz seca y áspera.
-No -Él respondió con tono firme-. No puedes hacer eso, Leift.
-Déjame.
-No -Repitió. Noté mucho calor en mi piel de repente, y con un gemido abrí la mano para soltar la cuchilla. Ahora sí me giré hacia Roy para mirarle de forma acusatoria.
-Dijeron que iban a matarte.
-No lo han hecho.
-Querían matarme a mí también.
-Jamás les dejaría.
-Tengo que matarles.
-No lo hagas.
-Quiero matarles.
Me miró de forma triste. Tiró de mí para pegarme a él y rodeándome con un brazo me acarició el hombro de forma tranquilizadora.
-Simplemente vámonos -Me pidió-. Hablaremos de todo esto cuando estés más tranquilo y se te haya pasado el susto.
-Pero…
-Leift, no -De forma lenta me empujó hacia la puerta de la casa-. Quédate aquí un momento, ¿vale? Aún tengo que terminar con esos.
Me quedé en la puerta, como me había pedido, esperando a que terminase de hacer lo que fuera con aquella gente. Simplemente me quedé en el suelo, apoyado contra el marco, mirando con fijeza al interior de la casa, viendo por una rendija a aquellos tipos y a Roy, pensando en que si calculaba bien la trayectoria y con la fuerza suficiente todavía podía intentar lanzarles un cuchillo desde ahí. No lo hice, porque Roy me había pedido que lo hiciera, pero me quedé con las ganas.
Intenté tranquilizarme y calmarme, pero entre que aún estaba medio intoxicado y muy enfadado por toda la situación, era difícil. Aquella gente había conseguido enfadarme, y la verdad es que hacía mucho que no me enfadaba… Desde lo de Lance.
Como ya bien sabes después de nuestro encontronazo con Naytili, en ese tipo de situaciones simplemente me… daemonizo. Qué sentido tiene intentar aparentar nada cuando estás a punto de matar a alguien, a fin de cuentas. Es superior a mí… Es muy difícil luchar contra los instintos que salen de tu propia naturaleza…
Suelo conseguir ganarles la batalla, sin embargo, aunque en ocasiones sea una victoria pírrica. Allí también se la gané, y simplemente seguí las instrucciones de Roy, a la espera, mientras le escuchaba sermonear de fondo a aquellos tipos. Me fijé en que, después de un buen rapapolvo, se agachaba sobre ellos y les registraba, buscando algo… Agudicé la mirada, y me pareció distinguir lo que era, pero me descolocó un poco, porque no entendía por qué esa gente tenía… Aquello.
Roy salió de la casa después de un tiempo, y lo primero que hizo fue revolverme el pelo para intentar levantarme el ánimo. Luego, dejando que me apoyase en él, emprendimos el camino de vuelta a la posada.
-¿Estás ya mejor? -Me preguntó.
-... No -Simplemente respondí eso. Él me dedicó una sonrisa triste.
-Supongo. Siento que hayas tenido que pasar por eso, chico… Es culpa mía.
-¿Quién era esa gente, Roy? -Pregunté- ¿Por qué querían… matarte?
La gente normalmente no intenta matar a otras personas sin un motivo concreto, a menos que tengan algún tornillo suelto… Y esos tipos, sí, eran verdadera escoria, pero no parecían lo suficientemente dementes como para lanzarse a la caza de alguien simplemente porque sí. Parecían buscar específicamente a Roy por algún motivo, además, así que detrás de todo aquello debía haber… algo.
-Son… -Él suspiró. Sabía que iba a tener que darme al menos una explicación, aunque fuera algo vaga al menos- Gente peligrosa, pero de eso ya te has dado cuenta. Llevan mucho tiempo detrás de mí… Supongo que han conseguido alcanzarme.
-¿Es por eso que siempre nos vamos de los sitios tan rápido? -Él asintió- ¿... Les debes dinero?
-¿Q-¡No! -Casi se indignó con mi acusación- ¿Qué tipo de vida te crees que…? Oh, olvídalo, no quiero que respondas a eso. Es algo… -Volvió a suspirar. El tema parecía cansarle mucho- Bastante complicado. Algún día te lo explicaré, pero… Creo que no es el momento.
Seguimos caminando en silencio. Yo me notaba cada vez más cansado, incluso si a cada paso que daba mi cuerpo parecía ir activándose un poquito más, y en algún momento tuve que pedirle que parásemos en alguna plazoleta de la ciudad. Nos sentamos en un banco y allí nos quedamos un rato, esperando a que terminase de recobrar el aliento.
-No me gustaría quedarme más tiempo en la ciudad ahora que sé que me han localizado, pero… -Roy me miró con algo de enfado, pero no hacia mí- Tal vez deberíamos volverte a llevar al hospital…
-No, estaré bien -Intenté hacerme el fuerte-. Si hay más gente de ese tipo, preferiría… Preferiría poner tierra de por medio, cuanto antes mejor.
-Dices eso, pero te han dejado hecho un cristo…
-Sí… Por lo que he oído, es que a los de Absenta se les da muy bien hacer su trabajo.
Mi comentario pareció pillarle desprevenido. Yo le miré fijamente, esperando alguna explicación, pero no obtuve nada de eso. Llevé una mano al bolsillo de su pantalón y él no hizo nada, simplemente esperó a que terminase de trastear y consiguiera sacar una de las tres insignias metálicas que allí le había visto guardarse y se la enseñase de forma acusatoria.
-Esa gente era de la Guardia de Eel -Dije simplemente, exhibiendo el broche de Obsidiana que le había quitado, y que él a su vez le había quitado a aquellos tres tipejos.
Permaneció un instante en silencio, pensando cómo responder a eso.
-Sí -Admitió simplemente-. Lo eran… Ya no. No van a poder ir por ahí diciendo ser de la Guardia si no tienen sus broches… Lo que me recuerda, debería reportarles a la Guardia Real. Se encargarán de darles su merecido.
-Su merecido… -Medité aquellas palabras. En mi opinión, merecían la muerte- Roy, ¿por qué no me has dejado…?
-No era lo correcto, Leiftan -Me devolvió la mirada con un toque de fuego en ella, muy seguro de sus palabras-. Incluso si son personas horribles, no tienes que… Hacerles eso. Matar a alguien no… No está bien.
-Tú mataste a los dragones en Infierno -Acusé-. Lo vi.
-Lo sé, y no… No estoy orgulloso de haber tenido que hacer eso, pero… A veces no nos queda otra, ¿sabes? -Vi cómo parecía estar en debate consigo mismo, y eso era algo a lo que no solía estar acostumbrado, siendo que normalmente parecía siempre seguro de lo que hacía y decía- En ocasiones tenemos que hacer cosas que no están bien… Por nosotros mismos, por otra gente, o por un… “bien mayor”. Pero eso no las excusa, y no significa que no estén mal. Que sea la mejor opción no significa que sea la correcta. E, igualmente… -Tomó aire antes de hablar- Las vidas de la gente son importantes. Todas y cada una de ellas, no importa qué tan retorcida o malvada sea la persona. Quitarle la vida a alguien siempre tiene que ser el último recurso, y es algo de lo que nunca deberías sentirte orgulloso, y nunca, nunca, debes encontrar placer en ello. Leift, tú… Tienes poder. Mucho, mucho poder -Sus ojos se clavaron en los míos-. No exagero cuando te digo que, sin ese collar, posiblemente seas la criatura más poderosa de toda Eldarya. No puedes dejar que ese poder te nuble la vista y te haga olvidar lo que te acabo de decir. Que puedas hacer algo no significa que debas hacerlo… Y tomar la vida de alguien es algo que no debes hacer nunca mientras estás pensando en caliente. Por mucho odio o desprecio que te despierte la otra persona. ¿Me entiendes, Leiftan? Esto es muy importante. Prométeme que nunca, nunca, subestimarás la vida de la gente de esa manera. No te ahogues en el poder. No caigas en la tentación.
Sus palabras resonaron en mi cabeza durante un instante. Era lo más serio que le había escuchado hablar nunca. Algo en su voz me despertaba algo de miedo, pero sabía que lo que me estaba diciendo era importante. Asentí inmediatamente.
-Quiero escucharte decirlo.
-Lo prometo -Dije, procurando que no me temblase la voz.
-Bien -Él pareció aliviado al escucharme decir aquello. Su expresión se suavizó y me pasó una mano por el pelo-. Perdona por el sermón, chico, pero era importante… Bueno, ahora que hemos aclarado esto, deberí-
-Pero, ¿Roy? -Con algo de duda tiré un poco de su brazo cuando él iba a ponerse en pie, y me miró esperando a que hablara- Te… te enfadarías si… -Tomé aire- ¿Si en algún momento lo hiciera? ¿Si tuviera que matar a alguien?
-Hm -La conversación aún no se había acabado. Me miró con lástima-. Como acabo de decirte, matar es… Algo que no debería hacerse. Pero existen todo tipo de situaciones. Después de lo que me acabas de prometer… Sé que, si en algún momento tienes que hacerlo, cosa que espero que nunca te toque, será porque no te quedaba otra. No me enfadaría, Leift. Confío en ti para tomar la decisión correcta si el momento llega.
-¿Y si… -Me armé de valor para pronunciar las siguientes palabras- ya lo hubiera hecho?
Vi la comprensión aparecer en sus ojos, junto a una profunda lástima.
-Oh… -Le vi dudar un poco sobre qué decir- ¿En Infierno? -Yo asentí- Ese lugar es horrible… Con las circunstancias en las que os tenían, no me extraña que…
-Fue… el día que nos conocimos -Admití. Empecé a recordar aquel fatídico día, y una sensación de náusea se apoderó de mí al rememorar aquello-. Aquellos dragones… Nos alcanzaron a mí y a mis padres. Dijeron que sólo querían ver a uno de nosotros en pie, así que… Yo…
No dije nada más, porque no era necesario. Roy me rodeó con los brazos y me abrazó, en un intento de consolarme. Yo ni siquiera sabía que necesitaba ese consuelo, pero lo acepté junto con el abrazo.
-No me sentí mal -Confesé-. Había… Había conseguido sobrevivir. Era lo único que me importaba, me daba igual si ellos morían o no. Ni siquiera les quería, y ellos no me querían a mí. Nos odiábamos. Pero…
-Nadie debería verse forzado a matar -Me tranquilizó-. Especialmente un niño de… ¿cuántos años tenías?
-Estaba a punto de salir de edad de crianza -Recordé. Aquello me parecía tan lejano… Incluso si no hacía tanto tiempo, en realidad.
-Sea como sea, debió de ser horrible -Se separó un poco de mí para mirarme a la cara-. Ahora me arrepiento un poquito menos de haber matado a esas lagartijas. Lo siento muchísimo por ti… Y por tus padres, chico.
-Eran basura -Respondí-. Igual que yo lo era entonces. A lo mejor no salí perdiendo ese día… Puede que perdiera a mis padres, pero te gané a ti…
Dudé un poco. Paladeé la palabra. Me lo pensé muy bien.
-¿... Papá?
Pude ver el cambio en su cara de inmediato. Sorpresa absoluta, sumada a algún tipo de vergüenza. Notando mucho calor en mis mejillas de repente, me sentí terriblemente mortificado y me arrepentí al instante de haber pronunciado aquello.
-Hm -Fue toda la reacción que tuvo en un primer momento-. Ahá. Eh… Estem… -Carraspeó un poco, y vi que evitaba mi mirada. Yo hice lo mismo, incómodo de repente- Te, eh, uh… ¿t-te haría ilusión llamarme así?
-D-diría que tú eres el ilusionado -Contesté desde detrás de una pared de autodefensa-. S-simplemente me ha parecido oportuno, pero, s-si no estás cómodo con ello, o si no te gusta, entonces no… eh…
-O-oh, no, no querría privarte de, este, esa palabra, si te gusta usarla… -Noté duda en su voz, y la siguiente palabra que salió de sus labios lo hizo con un tono algo más agudo que el de su voz normal, como si la estuviera forzando de alguna manera- Hijo.
Ya te he dicho que como familia los dos éramos un desastre. T-tú me entiendes, ¿verdad? Q-quiero decir, tus madres y tú, eh… O-oh, que las llamas por su nombre. … Supongo que en tu caso decir simplemente “Mamá” sería confuso, pero… Este… B-bueno, ya entiendes el sentimiento, ¿cierto?
Me daba un poco de vergüenza, pero estaba… Contento. Contento de tener alguien al que llamar así, incluso si luego quería cortarme la lengua después de decir aquella palabra.
Sólo con eso, el drama vivido en las últimas horas pareció disiparse en el aire. Volvimos a la posada, donde nos preparamos en seguida para irnos, después de tener una larga conversación con los posaderos y de que Roy reportase al trío calavera a la Guardia Real y enviase una carta sellada como urgente a Eel en la que se incluían los tres broches que había requisado.
Salimos de la ciudad aquella misma noche, sin importarnos la hora o mi estado de salud, debido al cual tuvimos que hacer más de una inoportuna pausa. Pero los dos queríamos alejarnos de ese sitio lo más rápido posible.
La verdad es que, aunque al final todo hubiera terminado en una nota agradable, yo aún tenía una sensación de disconformidad sobre todo lo sucedido. Una que fue calando cada vez más y más en lo más hondo de mi mente…
Y aquella noche no fue, ni a la siguiente tampoco, pero al cabo de un tiempo empecé a hacerme preguntas.
¿Por qué había gente de la Guardia persiguiendo a Roy? ¿Por qué querían matarle? ¿Por qué Roy no quería acercarse a Eel? ¿Qué estaba pasando entre la Guardia y Roy?
Una vez empecé a hacerme preguntas… No pude parar. Todo empeoró cuando, con el tiempo, empecé a darme cuenta de que no tenía respuestas para ninguna de ellas.
Ni nunca las tendría.
Fue eso lo que, con el tiempo… Me llevó a romper mi promesa de la forma más cruel posible.
Galería de arte - Reparando una deuda
Parte 6
¿Qué problemas tenía Roy con la Guardia de Eel? ¿Qué había hecho en su vida antes de conocerme? ¿Cómo había perdido Roy su lámpara?
Preguntas.
Preguntas que empezaron a surgirme en algún momento, con cada vez más intensidad. Las preguntas generaron duda, que a su vez me hizo tener más preguntas aún.
¿Cómo había acabado Roy en Infierno? ¿Por qué estaba allí, siquiera? ¿Por qué conocía la existencia de la isla? ¿Por qué sabía tanto sobre daemons y dragones, si se suponía que no existíamos para Eldarya? ¿Qué le había llevado a adoptar un niño daemon?
¿Quién demonios era Roy?
Las últimas eran preguntas que me perturbaban seriamente y no me dejaban dormir por las noches. Cuando había sido un niño, no había cuestionado lo que sabía, pero de repente me asaltaba la duda. Roy simplemente había… aparecido allí, de la nada, en el momento oportuno, para salvarme de aquella gente. Me había sacado de Infierno… Pero, ¿cómo? Había estado desmayado todo el tiempo, así que no tenía recuerdos de ello, y él nunca me lo había contado.
Infierno es… Como ya te he dicho, una isla que no aparece en los mapas. Cuando empecé a interesarme por mis orígenes de nuevo, al alcanzar una cierta edad, intenté investigar al respecto sobre esa isla tan misteriosa… Y no encontré nada. No aparecía citada en ningún documento, ni de demonología ni de cartografía. Era incapaz de situarla en ninguno de los mapas… Sabía que tenía que estar cerca de Jueleahpéç, porque allí era donde me había llevado tras rescatarme, pero era incapaz de encontrar nada en ninguno de los mapas. Fue entonces cuando empecé a interesarme por la Historia Prohibida, en un intento de destapar la verdad… Ya no sólo sobre Roy, sino… sobre tantas cosas.
Quería saber por qué los daemon habían acabado… así. Lo de la penitencia eterna es hasta cierto punto comprensible cuando tu raza se ha dedicado a asolar la tierra desde tiempos del génesis pero, bueno, quería saber exactamente qué había llevado a los dragones a esclavizarnos… Cómo diantres lo habían conseguido.
Más preguntas.
¿Dónde estaban Infierno y Paraíso, y qué eran exactamente? ¿De qué forma habíamos acabado los daemon allí, y por qué los dragones tenían tanto poder sobre nosotros? ¿Qué había ocurrido durante el Sacrificio Azul exactamente?
Estas eran preguntas más complicadas, y son las que hoy día aún no he sido capaz de responder. Aún sigo… Estudiando, intentando averiguar algo, lo que sea, al respecto, pero he sido incapaz de encontrar nada. Sigo sin saber nada sobre Infierno, ni Paraíso, ni daemon ni dragones, ni el Sacrificio Azul, ni el Gran Cristal, ni… Nada. Es imposible encontrar información al respecto. No sé ni siquiera si existen registros escritos sobre nada de esto.
Sé que Lance sabía… algo. Algo más de lo que sé yo, al menos. Pero nunca me dijo absolutamente nada… estos temas eran un tabú absoluto para él.
Hay… alguien más que creo que puede saber algo al respecto, pero no hablemos de eso ahora. Podemos dejar mis teorías conspiroparanoicas después… Por el momento, hablemos de… Roy.
Igual que empecé a estudiar demonología, empecé a interesarme también por otras cosas. Entre lo mucho que estudié, lo hice también sobre los djinn. Djinn, jinn, genios… Se les consideraba criaturas extremadamente poderosas, con poderes casi divinos. Mucha gente ansiaba hacerse con uno de ellos para su propio beneficio, pero a veces no era la idea más acertada… Los djinn son de naturaleza no del todo benigna… Les gusta aprovecharse de aquellos que frotaban su lámpara. Eran criaturas a las que les gustaba el engaño y la… traición.
En algunas culturas, los genios son considerados demonios, incluso. En la gran escala faérica, podemos decir que son primos por parte de madre de Simonn, y por parte de padre… míos. O primos segundos, tal vez. Por algún lugar entremedias están los ifrit, creo… Es difícil hacer el árbol genealógico de una especie que en teoría no existe, así que no lo tengo muy claro del todo.
El caso es que los djinn eran criaturas taimadas y mezquinas… En teoría. En la práctica, ya tenía más que aprendida la lección de que la personalidad de un individuo no se define por la naturaleza de su raza, así que intentar aplicar aquellos términos a Roy era inútil. Quiero decir, si tan bien se le daba engañar a los demás, no hubiera perdido tanto dinero jugando a las cartas, ¿no? Aunque por otro lado era dinero de la Guardia, así que…
En fin. Que no, la astucia malévola que describía a los djinn era desde luego algo que no residía en Roy. Él era una buena persona, y se veía por todos lados… En cada acción, en cada palabra, en cada sonrisa. Vivía para ayudar a los demás.
Así que… No había manera de que Roy estuviera intentando… Engañarme de alguna manera, ¿verdad? No me estaba ocultando nada… Al menos nada malo. Simplemente era una situación complicada. Había prometido hablarme de ello en algún momento, así que sabía que lo haría. Tal vez, cuando al fin encontrásemos su lámpara y diéramos fin a nuestro viaje lo hiciera.
La condenada lámpara seguía resistiéndose. Aún no teníamos ni una pista de ella. Ya me había acostumbrado a ir de acá para allá de manera errática buscando la lámpara, así que, entre las muchas preguntas que me inundaron, también apareció la de “¿Qué pasará cuando encontremos la lámpara?”. Cuando lo hiciéramos y Roy me liberase de mi collar… ¿Qué? Para empezar, aún tendría otros dos deseos que pedirle… Uno de ellos estaba destinado a su liberación, lo tenía claro, pero el otro… Tal vez pedirle cambiar el color de mis alas para que volvieran a ser blancas. Tal vez pedir que me hiciera cambiar de raza, que me convirtiera en un lorialet de verdad. Tal vez pedir la liberación de todos los daemon… Lo que muy posiblemente hubiera traído consigo el apocalipsis de Eldarya, así que me alegro de no haber pedido eso.
Pero más allá de aquello… ¿Qué? Encontrábamos la lámpara, ¿se acababa nuestro viaje? Yo aún quería seguir viajando con Roy, aún después de eso. Tal vez con la lámpara Roy sí quisiera volver a Eel, y entonces pudiera ayudarle a solucionar lo que fuera que tenía pendiente allí. Y después de eso… Bueno… No sabía qué venía después de eso.
Por el momento, primero había que encontrar la lámpara.
Yo acababa de entrar en la adultez cuando recibimos la llamada de auxilio. A veces ocurría, aunque no era muy común, que gente específica solicitase nuestra ayuda para ciertas tareas, cuando sabían que había un miembro de la Guardia en los alrededores. La ayuda nos llegó en forma de carta, traída por un lappy que se posó en la ventana de nuestra habitación y me estuvo mirando interrogante durante veinte minutos hasta que yo levanté la mirada de mi libro y me di cuenta de que la criatura quería algo de mí.
-Esteee… -Me acerqué a ella, cauteloso, porque lo que menos necesitaba era un picotazo. El día anterior había estado recogiendo maramierizos para una señora y tenía las manos aún llenas de pinchazos- ¿H-hola?
-¿Ahora le hablas a los familiares? -Roy se burló de mí desde algún rincón de la habitación en la que estaba estudiando algún mapa. Creo que simplemente lo hacía para hacerse el interesante, porque no sé para qué carajos se pasaba tantas horas frente a los mapas si luego íbamos a dónde le salía del pie- Mira a ver qué quiere.
-Parece que trae un mensaje… -Recogí el pergamino que el pájaro llevaba atado a la pata, y en cuanto lo hice él se fue volando- Oh, adiós… Vamos a ver qué dice…
“A los caballeros de la Guardia de Eel que velan por el bien de Eldarya,
Les escribimos desde el pueblo de Prosperidad, al oeste de la Ciénaga Oscura, para pedir su auxilio. Somos un pueblo pobre y hambriento en el que los recursos son muy limitados, y en el que todos los días luchamos por nuestra supervivencia. Hace tiempo que aprendimos a luchar contra nuestros enemigos de la ciénaga, y conseguimos hacer de nuestro pueblo un sitio más seguro, pero una nueva amenaza se cierne contra nuestra pequeña comunidad, y requerimos ayuda para no vernos sumidos en una situación más oscura que los lodazales de la ciénaga-
¿Lo pillas? Porque era la Ciénaga Oscur-Sí, ya, bueno, el que escribió la carta no era un genio con las palabras, no vamos a mentirnos.
Un grupo de banshees acecha nuestro poblado, atormentando a nuestras gentes y rompiendo el orden por el que tanto hemos luchado. No podemos aguantar más ante esta amenaza... Por favor, por favor, imploramos de su ayuda y benevolencia.
Estaremos esperando su presencia en nuestras tierras.
Firmado, el pueblo de Prosperidad”
Sí, Prosperidad es un nombre horrible, ya te lo digo yo, y el pueblo no es muy próspero precisamente. Que no has oído hablar de él en tu vida…
… Ya.
Después de leer el mensaje, quedaron unos segundos de silencio en el aire. Luego, me giré hacia Roy.
-No nos han dado opción de negarnos exactamente -Dije.
-Nope -Él se rió-. Pero no íbamos a hacerlo de todas formas. Ven aquí, voy a enseñarte dónde está este pueblucho… Si consigo encontrarlo en el mapa. Después, prepárate, porque nos vamos para allá. Tenemos que darles nuestra ayuda y benevolencia, ya sabes.
Prosperidad era un puntito chiquitiiiiiiito, chiquitito, chiquitito en el mapa. Un pueblo en mitad de los cenagales del sur no es exactamente una idea muy inteligente, así que no cuesta explicar que nunca fuera capaz de desarrollarse demasiado. Precisamente por ello no íbamos a dejar que se hundiera más todavía, así que en seguida nos equipamos con todo lo necesario, nos preparamos para el viaje y… Salimos rumbo a Prosperidad.
No estaba muy lejos de donde nos encontramos, pero había que atravesar el cenagal… Odio ese sitio. Los ambientes excesivamente húmedos me ponen incómodo y me agobian… A lo mejor es por haber crecido en el desierto que prefiero el clima seco, a pesar de que en realidad tampoco me gustan los desiertos porque me recuerdan a Infierno y… Supongo que soy demasiado quejica para ser un trotamundos.
Como sea… Nos dirigimos a Prosperidad. Tardamos un poquito en llegar, porque el camino no era exactamente fácil, pero conseguimos abrirnos paso a través de la ciénaga a pesar de todo y llegamos al dichoso pueblo hasta las narices de los mosquitos, el lodo, la humedad y los sonidos siniestros de entre la maleza.
Prosperidad era un pueblo, como ya hemos dicho, pequeño. Alguna vez mencionaste haber visitado el pueblo de Eweleïn, ¿cierto? No he estado concretamente en Ghtrëen’ Djhal, pero sí en otros pueblos similares, y… No se diferencian mucho, para que te hagas una idea del nivel de vida. Sólo que este era aún más ruinoso si cabe porque ni siquiera tenía industria de ningún tipo… Está en mitad de la ciénaga, ahí no hay nada. Era increíble ya que esa gente hubiera sobrevivido, entre los monstruos de la misma y sus limitados recursos, pero parecía que la suerte no sonreía al pueblo de ninguna de las maneras, con la amenaza de las banshees.
La recibida por parte del pueblo fue… Rara. Cuando llegamos, no había nadie en las calles. El pueblo parecía casi desierto… Pero no lo estaba. A través de los ventanucos de algunas casas de vez en cuando se podía ver algo… Alguna presencia, una sombra, ojos curiosos…
-Esto es un poco siniestro… -Susurró Roy. Yo estaba igual de incómodo que él, pero intenté que no se me notase en la cara.
-No digas esas cosas… -Respondí, en el mismo tono. Después, me aclaré la garganta y proyecté mi voz en todas direcciones, intentando hacerme oír- ¿Holaaaaaaa? ¿Hay alguien ahíiiii? Venimos de la Guardia de Eel, leímos vuestra carta…
Silencio perturbador durante unos instantes. Crucé una mirada con Roy. Aquello empezaba a ponerme los pelos de punta.
-¿Holaaaa…? -Lo intenté de nuevo. Esta vez, sí hubo respuesta.
-¡D-demostrad que sois reales! -La voz angustiada de una mujer viniendo de alguna de las casas. Roy y yo nos giramos hacia allí.
-¿Cómo exactamente hacemos eso? -Preguntó Roy, algo confundido.
La respuesta vino en forma de una pedrada directa a su cabeza que le tiró el sombrero al suelo. Ninguno se lo esperaba, así que nos pilló por sorpresa, y a él le arrancó un quejido de dolor. Inmediatamente preparé mis cuchillas, listo para el combate, pero Roy tuvo una reacción distinta.
-¿¡A qué ha venido eso!? -Lloriqueó, llevándose una mano a la frente, donde el impacto le había abierto una herida- Ah, mier… ¡Si no nos queréis aquí nos vamos, eh!
-¡Son de verdad! -Alguien más habló por entre las casas- ¡L-la piedra le ha golpeado!
-¿Entonces la Guardia ha venido?
-¡Estamos salvados…!
De repente, todas las puertas se abrieron. El pueblo entero salió a recibirnos, entusiasmado. Niños llenos de júblio que pegaban saltos, ancianos que nos ofrecían sonrisas desdentadas, hombres y mujeres que aplaudieron y celebraron nuestra presencia como si fuera un milagro. Precisamente una mujer se tiró prácticamente sobre Roy, y él la agarró de los brazos antes de que se pudiese tirar a sus piernas o algo.
-Ooops, cuidado, señorita, no queremos mancharnos ese vestido con el barro… -Dijo, aunque parecía incómodo con la presencia de ella. La mujer se agarraba a él como si fuera su última esperanza, y… Estaba casi llorando.
-¡Oh, han venido! -Decía ella- ¡Finalmente, finalmente han venido a salvarnos…!
-Ssssí, eso hemos venido a hacer… -Roy lanzó una mirada en derredor- Por lo que veo, eh… Teníais muchas ganas de vernos. Eso es bueno. Ejem, podemos hablar de negocios más adelante, pero, uhhh, estamos cansados del viaje, así que agradeceríamos un lugar para descansar, o…
-¡Sí, sí, sí; de inmediato! -La mujer se irguió como si tuviera un resorte. Extendió una mano hacia mí para agarrarme de un brazo también y empezó a dar tirones de ambos- ¡Vengan, vengan!
No tuvimos mucha opción para negarnos, así que nos dejamos arrastrar… Y empujar, porque había alguien empujándonos también por detrás, a la vivienda de aquella mujer.
Era una casita pequeña y humilde, poco decorada y mal iluminada. Allí nos hizo entrar y nos acomodó a los dos en una mesa, rápidamente tomando un asiento frente a nosotros. Nos miraba con mucha fijeza, con ojos extasiados… Había algo en su mirada que estaba casi completamente ido.
Tenía unas profundas ojeras, estaba en los huesos y por su pelo salvaje y grasiento se notaba que llevaba mucho tiempo sin cuidar de sí misma. En la casa entró también un hombre, alto y de marco ancho, pero también desnutrido, y dos niños pequeños que nos miraban con ojos muy curiosos, pero igual de cansados que los de sus padres. Fuera de la casa, en reunión, el resto del pueblo, que intentaba espiar a través de las ventanas de la sala.
Sí, eran gente muy, muy rara.
-Oh, dónde están mis modales -La mujer habló con tono de despiste, pero en su rostro no cambió la expresión… Daba algo de mal rollo-. No les he ofrecido nada. ¿Quieren un té, tal vez? Tenemos té. Tenemos agua, y tenemos hierbas, así que tenemos té. Puedo prepararles un té, si quieren.
La oferta ya de por sí sonaba extraña, y la actitud, no sólo la suya, sino de todo el poblado, nos hacía a los dos querer poner pies en polvorosa, pero había algo en cómo pronunciaba las palabras que me hacía pensar que aquella oferta era por pura cortesía y que en realidad la mujer preferiría que no aceptásemos, así que…
-N-n no hará falta, grac-
-Oh, es una lástima -Ella interrumpió mi respuesta. Yo casi me mordí la lengua a cerrar la boca-. Oh, entonces hablemos. Han venido a cazar las banshees, ¿verdad? Lo harán, ¿cierto?
-Bueno, tenemos que valorar la situación antes de “cazar” nada -Parecía que a Roy no le gustaba esa palabra-, pero en principio sí. Hemos venido a ayudar a fin de cuentas. Dicho lo cual, no nos hemos presentado aún… Mi nombre es Roy, de la Guardia Obsidiana, de la Guardia de Eel, y este es Leiftan, mi hijo.
-Encantada, un placer -Ella asintió de forma casi mecánica-. ¿Entonces lo harán?
-Creo que les estás asustando, amor… -El hombre puso una mano en el hombro de ella, y la mujer pegó un respingo. Sus ojos se llenaron de miedo por un instante, y la emoción no se fue incluso después de comprobar quién era el que había hecho el gesto. El hombre intentó tranquilizarla con una caricia, pero no pareció dar mucho resultado- Tendrán que perdonarnos… A todos. Llevamos mucho tiempo sufriendo a las banshees… Llevan atormentándonos demasiado. Todos aquí estamos… un poco… estresados.
Su voz tenía el mismo tono de angustia que la mujer, la misma tensión, pero en su caso estaba un poco disimulada, como si le hubiera echado dos gotas de miel.
-Tienen que ayudarnos -La mujer volvió a intentarlo, mirándonos fijamente con aquellos ojos vacíos mientras apoyaba las manos en la mesa frente a nosotros-. Por favor… Por favor… Ya no puedo soportarlo más…
-Vienen todas las noches y rondan el pueblo -Explicó el hombre-. Susurran cosas horribles que nos roban el sueño y nos acarician con dedos fríos que nos hielan el alma. Muchos estamos al borde de la locura… Es insoportable.
Viendo las condiciones en las que estaba aquella mujer, lo de “al borde” era cuestionable. Miré a Roy con algo de apuro. Sí, la escena era… Escalofriante, pero precisamente por ello teníamos que ayudar a esa gente. Mantuvimos una conversación simplemente con la mirada, hasta que él asintió.
-No tenéis de qué preocuparos -Dijo, con su mejor sonrisa-. La Guardia de Eel está en ello.
-¡Oh, gracias, gracias! -La mujer prácticamente se tiró por encima de la mesa para agarrar a Roy por los hombros. Él no pudo evitar la mueca incómoda- Nos han salvado. Nos han salvado, nos van a salvar…
-Cariño… -El hombre la cogió por los hombros a ella para echarla atrás, y la mujer se dejó hacer de forma dócil, demasiado encandilada por Roy y su promesa de salvación como para que la importase algo más.
-T-tal vez deberíamos examinar el perímetro del pueblo -Aconsejé, con bastantes ganas de salir de aquella casa… De aquel pueblo, en realidad.
-Me parece una buena idea -Roy asintió y se puso en pie. Yo le imité.
-¿No van a cazar los banshees? -La mujer pareció inquietarse ante aquello. Roy la dirigió una sonrisa calmada.
-Primero tenemos que esperar a que se haga de noche, ¿no? Nos prepararemos para entonces. Por el momento, como ya he dicho, no hay de qué preocuparse… Esta noche podrán pasarla plácida y sin incidentes, se lo aseguro.
Esas palabras parecieron despertar algo en ella. Se echó a llorar de repente, rompiéndose en un ataque de nervios, y el hombre corrió a consolarla. Nosotros salimos de allí lo antes posible, cada vez más incómodos.
Y lo que nos esperaba al salir era el resto del pueblo, agolpados alrededor de la casa y mirándonos con la misma desesperación y expectación que la mujer.
-Qué le pasa a esta gent-¡Auch! -Mi codazo interrumpió el comentario de Roy- Vale, vale… Eeeem… -Carraspeó, y luego habló en voz alta- ¡Pueblo de Prosperidad, podéis estar tranquilos! Nosotros nos encargaremos de la amenaza que os atormenta. ¡Se acabaron las noches de sueños robados y corazones helados… la Guardia de Eel os ayudará!
Esas eran justo las palabras que la multitud quería oír. Rápidamente rompieron en vítores, jaleando y aplaudiendo a Roy, que aceptó aquello con una sonrisa. A mí había algo que me perturbaba bastante de toda aquella gente, pero su júbilo parecía sincero… Estaban deseando librarse de esos banshees.
Nos costó un poco abrirnos paso entre la multitud y sus muchos agradecimientos, pero de alguna manera conseguimos hacerlo y convencerles de que sería mejor que nos dieran relativa paz y espacio en lo que intentábamos averiguar cómo exactamente íbamos a librarnos de esas banshee.
Nos proporcionaron una base de operaciones, una casa ruinosa y abandonada a las afueras del pueblo que a juzgar por su estado nadie había pisado en años, y allí nos instalamos.
-Alguien ha muerto en esta casa -Mientras yo dejaba nuestras cosas, Roy se dedicó a examinar cada rincón de la vivienda-. Puedo sentirlo. Una muerte cruel y dolorosa…
-Bueno, para que una casa esté abandonada alguien ha tenido que habitarla antes -Reflexioné-. Prefiero pensar que, hum… El propietario se casó y se fue a vivir con su nueva pareja…
-Pensemos eso, pues… Oh, ugh, en nombre del Oráculo, pero qué… -Me giré a ver qué estaba pasando, y me le encontré cerrando una puerta- No abras ese armario, Leiftan. Por tu propio bien.
-Quizá es mejor si dejas de cotillear -Aconsejé. Me hizo caso, yéndose a sentar en el sofá destartalado de la habitación. Yo me quedé apoyado en el mueble en el que había dejado mi bolsa de viaje, mirándole a él-. Bueno… ¿cuál es el plan?
-Escondernos de esa gente todo lo posible -Puso mala cara-. Me dan mal rollo. ¿Has visto cómo me miraba esa tipa, Leift? Tengo miedo.
-No te acobardes -Sabía que estaba bromeando, pero aún así suspiré-. Sí es cierto que esta gente parece un poco… tocada del ala, digamos. Es como si estuvieran completamente traumatizados… Todos ellos. ¿Puede un grupo de banshees hacer algo así?
-Hmmm… -Él se lo pensó- ¿Sí? Las banshees pueden ser muy molestas, sobre todo si son insistentes… Pueden llevar a alguien a la desesperación absoluta. Dicho eso, es raro que atormenten a un número de gente tan grande -Se cruzó de brazos y puso cara de concentración. Por una vez parecía estar pensando de verdad y no haciendo el idiota-. Mi teoría es que posiblemente no sean banshees, sino otra cosa más poderosa… Por el momento, lo primero que deberíamos hacer es echarle un vistazo al cementerio del pueblo. Tal vez encontremos alguna pista por allí.
-Genial… -Fruncí los labios- No hay nada como pasearse por un cementerio para abrir el apetito.
A pesar de aquello, por supuesto que accedí a la visita al camposanto. Nos habíamos comprometido con aquella gente, a fin de cuentas, no iba a echarme atrás.
Pasamos la mañana en el cementerio, entre las lápidas. Aquello hubiera podido ser un buen punto de reunión de ghules si de hecho hubiera algo enterrado allí, pero como en la mayoría de los cementerios, las tumbas estaban solo a modo de recuerdo, mientras que los cuerpos habían sido cremados tiempo atrás. Buscamos entre las tumbas, de todas formas, signos de alguna presencia… Por si alguien había intentado remover la tierra buscando algo que allí no había, o si alguna de las lápidas estuviera en mal estado y un espíritu vengativo hubiera podido surgir de ella.
No encontramos nada, así que salimos de allí no de muy buen humor y bastante cansados. Nunca es agradable pasearse por ese tipo de lugares.
Volvimos a nuestra casa de préstamo, pues, con las manos vacías, pero aún convenciendo a la gente que nos preguntaba de que estaba todo bajo control y que íbamos a librarles de todo aquello y que, sí, sí, sí, en poco se acabará todo esto.
-No tenemos mucho que hacer por el momento -Roy me habló una vez nos quedamos a solas en el interior de la casa-. Esta noche tendremos que salir al encuentro de esas… Banshee, o lo que sean.
-De acuerdo -Yo asentí-. Entonces… Será mejor intentar dormir un poco, para tener fuerzas más tarde.
-Oh, qué mono, como no está acostumbrado a trasnochar se tiene que echar la siesta -Roy se burló de mí. Su comentario no me generó especial ofensa, pero aún así le puse mala cara.
-¿A-algún problema? Al menos yo tengo un horario de sueño decente… M-mi reloj biológico hace que mi cuerpo esté en sus mejores condiciones cuando lo necesito, y…
-Sí, sí, sí -Me dedicó una sonrisa socarrona-. Anda, vete a dormir. Yo creo que me voy a quedar vigilando, por si acaso… Esta gente me da muy mal rollo, no me gustaría que mientras estamos sopa alguien entrase a hacernos algún ritual o algo…
-¿Ritual? -Le miré extrañado.
-Sí… Casi parece como que formen parte de un culto o algo, ¿no te da miedo? -Me encogí de hombros- Hmmm, sí, supongo que en tu caso a lo mejor te nombran líder de la secta o algo…
-¡Roy! -Me quejé. Él se rió- No es gracioso.
-Vale, vale… Pero si hacen un círculo de invocación para llamar a un daemon, mira a ver si eres capaz de salir por ahí y a lo mejor así conseguimos que nos den algo de diner-¡Auch!
Se interrumpió cuando le tiré una almohada a la cara. ¿... Eweleïn? ¿Qué dices de…? ¿A-a qué viene esa cara, como si hubieras revivido algún trauma? Yo, hum… No quiero saber nada del tema.
Después de recuperar mi almohada con mucha dignidad, me fui a dormir, o lo intenté al menos, porque entre los crujidos de la madera de la casa, Roy paseándose por ahí con pinta de aburrido y el desasosiego general que me provocaba el pueblo, la cosa era difícil… Pero no imposible, puesto que en algún momento conseguí pegar ojo.
Me desperté al atardecer con Roy dándome tirones en una mejilla, y después de sacudirle un manotazo por ello me puse en pie. Una cena más bien pobre, un rato de preparación y al fin, cuando la luna estaba ya alta en el cielo, salimos de allí.
El pueblo volvía a estar vacío. La gente se había refugiado en sus casas, temerosa de las banshees, y las calles estaban sumidas en un silencio tenso sólo interrumpido por los sonidos del viento. Era casi como un pueblo fantasma… El lugar ideal para que se diera lugar una aparición, desde luego.
-Nuestro objetivo va a ser intentar negociar con ellas -Me recordó Roy, mientras recorríamos las calles en busca de las criaturas-. Si conseguimos que abandonen el pueblo por las buenas, eso que nos llevamos. Estate atento y… Ten cuidado. Viendo cómo han dejado a esta gente, quién sabe lo que nos pueden hacer a nosotros.
Yo asentí y afiné el oído, buscando ese susurro tan escalofriante que nos habían descrito las gentes del pueblo. Estuvimos dando vueltas por las calles un rato… Según Roy, las banshees tenían más probabilidades de atacar a aquellos que iban solos y desprotegidos por la calle de noche, así que procuramos fingir que éramos eso. Costó algo de tiempo pero después de casi una hora dando vueltas, finalmente escuché algo en la lejanía…
-Leiftan…
Mi nombre. Era un susurro que arrastraba la palabra con un tono de voz que destilaba melancolía, y… Casi desesperación. Rápidamente me giré en la dirección en la que había oído la voz, notando cómo se me ponía la piel de gallina. Allí no había nada… Salvo el rastro de algún tipo de niebla espesa que se difuminaba lentamente con la corriente del aire nocturno.
-¿Roy…? -Le llamé, con voz dudosa- Creo que he oído algo.
-Bien, empezaba a aburrirme -Se estiró mientras decía esas palabras-. ¿Por dónde? Normalmente te diría que no sigas a las voces siniestras, pero por esta vez vamos a tener que hacer una excepción.
Seguimos a las voces siniestras. Era un poco difícil porque no tenía muy claro a dónde ir, pero tras un rato volví a escuchar el susurro de mi nombre, y hacia allí me dirigí. Roy me seguía, a una cierta distancia, como si quisiera pasar desapercibido a aquello que me estaba guiando, y yo me sentí algo nervioso ante la idea de seguir aquella voz, especialmente… Cuando empecé a reconocerla.
-Leiftan…
-Leiftan, ven aquí…
-Tu vida es mía…
-¡LEIFTAN!
Me paré en seco al escuchar el grito, que me heló la sangre en las venas. Empezaba a encontrarme muy muy mal. Me giré hacia Roy, notando la boca algo seca.
-Roy, no… No me gusta lo que estoy escuchando -Confesé.
-Yo no oigo nada -Explicó, con cara de pena-. Creo que intentan atraerte sólo a ti, chico. No tiene que ser fácil, pero necesito que las sigas otro rato, hasta que se muestren. ¿Qué te dicen?
Me mordí el labio. No quería recordar aquello… A pesar de que había quedado grabado en mi cabeza de forma imborrable y aún me atormentaba en sueños de cuando en cuando.
-Es… es la voz de mi madre -Dije-. Repiten las cosas que me dijo… Antes de morir.
-Eso es horrible -De nuevo me miró con lástima-. Por mucho que quiera pillar a esas cosas, preferiría no hacerte abrir esas… heridas. Si no te ves con fuerzas…
-N-no -Me armé de valor-. Puedo con esto. Es desagradable, pero, eh… Podré soportarlo.
“Creo”, dije para mí.
De nuevo seguí a aquella voz horrible salida de mis pesadillas. Me hizo dar bastantes rodeos por el pueblo, hasta que al final… Me llevó a las afueras. Eso era raro, porque hasta donde sabíamos, aquellas presencias se limitaban a atormentar a la gente en sus casas, pero no… Se las llevaban a ningún sitio. Y, sin embargo, a mí sí que me alejaron de ojos indiscretos… Porque yo sí era un objetivo. Yo sí había cometido… Los crímenes que se dedicaban a perseguir.
Me llevaron fuera del pueblo, casi al borde de la ciénaga. De repente, dejé de escuchar las voces, y me di cuenta de que lo que en un principio había sido un susurro casi perdido en algún momento se había convertido en un ruido de fondo al que ya me había acostumbrado. La falta del ruido hizo que el silencio de la noche me resultase perturbador de repente, y sentí algo de miedo. Miré hacia atrás, buscando con la mirada a Roy en un intento de darme ánimos a mí mismo, pero cuando lo hice… Descubrí que no había nadie más allí.
En algún momento me había… quedado solo.
Entonces, sentí algo acariciando mi mejilla. Me volví, sobresaltado, y lo que vi justo delante de mí fueron dos ojos esmeralda mirándome con fijeza y con… Odio. Un odio terrible, visceral, que reconocía perfectamente.
-Leiftan… -La voz de mi madre resonó directamente en mi cabeza- Manchaste tus manos con mi sangre, maldiciendo la tuya… Habemos de limpiarla para expiar tus pecados…
Me quedé sin respuesta ante aquello. Era tan real… Era mi madre, de nuevo, echándome en cara su asesinato. El crimen que uno no debe nunca cometer… Y que, sin embargo, yo llevé a cabo sin apenas pensármelo dos veces.
De repente, tuve un escalofrío.
Al instante siguiente, noté una energía poderosa surgir a mi alrededor, y algo tiró de mis brazos hacia abajo, echándome al suelo y haciendo que quedara de rodillas en él, con los brazos extendidos a cada lado. Lancé una exclamación que era un tercio de sorpresa, otro de dolor y otro de miedo, y traté de librarme de aquel agarre, sin éxito. Levanté la cabeza, entonces, para ver al fantasma de mi madre, cuya presencia espectral me observaba con ojos ahora fríos en los que podía ver, muy claramente, las intenciones de acabar con mi vida.
-Sufre por mi sufrimiento, paga con tu sangre los crímenes que cometiste derramando la mía…
Ni siquiera me dio tiempo a asustarme por mi muerte inminente, de repente vi las sombras del suelo alargarse y noté la calidez de algo detrás de mí… Y entonces, bola de fuego.
La visión de mi madre se esfumó en el aire antes de que el proyectil pudiera impactar contra ella, y en cuanto lo hizo me sentí libre de la fuerza que me había estado inmovilizando, así que rápidamente me tiré al suelo y rodé a un lado para quedarme lejos de la trayectoria de la bola de fuego.
-¡Leiftan! -Roy irrumpió en escena de inmediato, apareciendo de entre las sombras de los árboles muertos del cenagal. La escena anterior me había dejado demasiado agitado como para responder de inmediato, así que tuvo que venir a mí y agacharse a mi lado para comprobar mi seguridad- Chico, ¿estás bien? Tenía que haber intervenido antes, pero no sabía cuándo era el momento oportuno.
-E… estoy bien… Creo… -Respondí, aunque algo dudoso. El reencuentro con mi madre me había dejado bastante impactado, así que antes de analizar las consecuencias psicológicas de enfrentarme a uno de mis traumas más profundos decidí centrarme en mi bienestar físico- No le ha dado tiempo a hacerme nada… ¿Dónde estabas?
-Os seguía, pero de lejos -Confesó, ayudándome a ponerme en pie. Tuve que forzar a mis rodillas a dejar de temblar y a mi respiración a normalizarse antes de poder hacerlo-. Te tenía dando vueltas un rato, así que pensé que a lo mejor era que no le gustaba verme… Y en cuanto me escondí un poco te trajo aquí. Quería aislarte… Eso definitivamente no es una banshee.
-Era mi madre -Escupí las palabras sin pensármelas muy bien. Vi mucha sorpresa en su cara en cuanto lo hice, así que me apresuré a corregirme-. No exactamente ella en físico… Algo como… Su fantasma, o una imagen, o algo…
-Los fantasmas no existen, así que lo descartamos… -Le vi intentando concentrarse- ¿Qué ha hecho? ¿Te ha dicho algo? ¿Qué quería de ti?
-Creo que todo lo que quería era matarme… Ha dicho algo sobre hacerme pagar por mis crímenes o algo…
-Crímenes… -Meditó la palabra, hasta que una idea apareció en su mente- ¿Crímenes de sangre, tal vez?
-¿Sí? -Respondí algo inseguro. La presencia de Roy me había serenado un poco, así que ahora estaba más tranquilo, aunque no podía evitar mirar alrededor por si aquella criatura aparecía de nuevo- Parecía un poco obsesionada con la sangre, ahora que lo pienso… ¿Alguna idea de qué es?
-Puede, tal vez… -Por la cara que puso, la posibilidad que se le había ocurrido no era una idea que le gustase demasiado… Y, por supuesto, fue justo lo que él pensaba, porque si algo he aprendido en todos estos años trabajando para la Guardia de Eel es que no sólo todo puede ir a peor, sino que siempre va mal y de la peor manera posible- Pero si fueran ellas… Entonces tenemos que sacarte de aquí, y rápido.
-¿Q-qué son esas cosas…?
La respuesta a mi pregunta vino en forma de la forma de un grito desgarrador, uno que reconocía perfectamente de los momentos finales de mi madre, y que hizo que por un momento dejase de sentir el suelo bajo mis pies y me congelase completamente. Entonces, una presencia vaporea apareció delante de nosotros… Tres, en realidad. Volutas de niebla que flotaban en el aire se agrupaban para formar la imagen de tres mujeres de cabellos flotantes y vestidos etéreos. En esta ocasión, ninguna de ellas se parecía a mi madre, pero algo en ellas despertaba la misma sensación de pánico que la visión anterior me había producido.
-Leiftan… -Susurraron mi nombre, a coro, y aunque ahora no era tampoco la voz de mi madre, la palabra se me hizo espeluznante.
-¡Alto! -Roy se adelantó un paso, extendiendo un brazo como para cubrirme detrás de él. No importaba cuándo hubiera crecido o cambiado desde entonces, me sentí exactamente igual que cuando intervino para salvarme de Lugh- Antes de que os pronuncieis, antes de que hagáis nada… Responded a mi pregunta -Habló con voz templada pero severa, en ese tono que sólo utilizaba cuando la situación era muy, muy peligrosa… O cuando intentaba ligar. En esta ocasión tenía pinta de ser la primera, lo que me inquietó-. ¿Sois vosotras aquellas a las que llaman erinias?
Erinias… ¿Sabes lo que son? La gente usualmente las llama “furias”... Según la mitología, son deidades de la ira nacidas de la sangre de un cierto dios que fue destronado por su propio hijo. La sangre de este dios, llena de ira y con hambre de venganza, tomó la forma de estas tres mujeres, cuyo cometido a partir de entonces sería juzgar y ajusticiar a aquellos que hubieran cometido crímenes de sangre. Es decir…
A las personas que hubieran asesinado a alguien con quién compartían sangre.
Cuando entendí aquello y supe quiénes eran aquellas figuras, sentí cómo mi miedo se renovaba. De lo poco que sabía de ellas, es que eran muy persistentes con su misión, y que no eran especialmente piadosas con aquellos a los que juzgaban.
-Somos nosotras… -Volvieron a hablar con su voz espectral- Nuestra misión es juzgar a los que derraman su propia sangre… -La mano vaporosa de la mujer central se extendió en mi dirección, señalándome con tono acusatorio- Tú eres culpable de ese crimen, Leiftan… Has de pagar… Por tus pecados…
-¡¡LEIFTAN!!
La voz de mi madre volvió a escucharse detrás de mí, lo que me sobresaltó y me hizo gritar. Tan embobado estaba por la amenaza de las furias que no me había dado cuenta de que una de ellas ya se había posicionado detrás de mí, y de repente sentí sus fríos dedos rodeando mi cuello.
-¡Ah-ah-ah; NO! -Gritando aquello, Roy giró sobre sí mismo, señalando con un dedo detrás de mí y haciendo que de este saliera una llamarada que asustó a la furia y la obligó a irse… Y a mí me chamuscó un poco el pelo.
Apagué el humo que salía de mis puntas y rápidamente me coloqué en posición con Roy, espalda contra espalda mientras observábamos a nuestro alrededor, intentando discernir dónde podían estar aquellas cosas. Las que antes me habían acusado se habían deshecho en vapor, igual que su compañera, y ahora entre las tres revoloteaban a nuestro alrededor en forma de una niebla fría y espesa de entre la que a veces surgían risas escalofriantes, llantos llenos de dolor o versiones susurradas y llenas de odio de mi nombre.
-No parecen dispuestas a negociar -Gruñó Roy-. Creo que ya sabemos qué era lo que estaba volviendo a esa gente majareta… Nos va a tocar defendernos. Lo tenemos crudo, porque dudo que podemos cortar a esas cosas. Mi fuego es posiblemente lo único que tengamos que pueda afectarlas, pero posiblemente vayan a ir a por ti… Sé que esto no va a gustarte, pero vas a tener que dejarme esto a mí, Leift.
-¿Qué? -Aquello me dejó algo descolocado. Hasta el momento, sin importar qué tan grande fuera el peligro, Roy siempre me había dejado luchar a su lado- No… No puedo hacer eso.
-Debes hacerlo -Esuché su voz un tono más grave de lo usual-. Estas cosas existen expresamente para torturarte, y es lo que van a hacer. No quiero que acabes como los tipos de ese pueblo, así que…
-No -Yo me negué-. Soy… perfectamente consciente de los crímenes que he cometido -De nuevo, recordé a mis padres… Aquel fatídico día en Infierno-. No voy a… Huir de ello.
-Eso es muy noble, pero este no es el momento de ser noble. Te quiero lejos de estas cosas, Leift. Lo más lejos posible, lo más pronto posible. Te abriré una salida, en cuanto puedas, vete y vuelve a Prosperidad. Yo me encargo de esto.
Sus palabras fueron tajantes. No me quedó más que murmurar alguna afirmación y asentir, a pesar de mi disconformidad. No sabía qué mosca le había picado a Roy con aquellas cosas, pero… Parecía lo suficientemente serio como para que me conviniese hacerle caso. Seguía sin hacerme gracia, por supuesto, porque no quería abandonarle, y una parte de mí, aunque estaba aterrada por el recuerdo de mis padres, quería enfrentarse a las furias sólo por dar conclusión a aquello que me llevaba persiguiendo tantos y tantos años…
Pero Roy había sido claro: Me quería lejos. Y, aunque a mí no me gustase la idea, si Roy lo decía… Era porque posiblemente era lo mejor para mí.
Así que intenté irme en cuanto se me presentó la oportunidad. Repito la palabra: Intenté. Fue imposible.
En cuanto vio una abertura en la niebla etérea que nos rodeaba Roy intentó abrir un camino con una de sus bolas de fuego. Viendo allí mi escapatoria me lancé en esa dirección, y a punto estuve de conseguir salir, pero justo cuando iba a hacerlo se materializó delante de mí, de la nada, el rostro de mi padre, gritando mi nombre con tono acusatorio.
Asustado, retrocedí, casi tropezándome, y esperé a que Roy fuera a lanzar otra bola de fuego o algo, pero… No lo hizo.
Estaba demasiado ocupado. Las otras dos furias restantes se habían dirigido a él, una de ellas rodeándole y atrapándole en su niebla y la otra acosándole muy de cerca, el rostro espectral de la criatura prácticamente pegado al suyo mientras susurraba palabras poco inteligibles pero que a juzgar por la cara de Roy no debían ser muy bonitas precisamente.
-¡Roy! -En un intento de sacarle de aquella, aunque sabía que era ineficaz, generé una de mis cuchillas y la lancé en dirección a la furia que le atosigaba, haciendo que esta desapareciera en una explosión de humo que sólo dejó tras de sí una risa siniestra. La trayectoria del tiro no había sido perfecta, y sin querer le había abierto a Roy una herida en la mejilla, apenas un raspón- Lo siento…
A forma de burla, la furia que le había estado rodeando tomó forma de mujer de nuevo, echándose sobre Roy y lamiendo la herida con una lengua hecha de niebla que posiblemente no fuera muy agradable al tacto.
-Sangre -Susurró, encantada-. Sangre fresca…
-¡Ugggh! -Roy puso cara de asco- ¡Quítateme de encima!
Una de sus manos se iluminó con una explosión de luz antes de que de ella surgiera una llamarada que espantó a la furia. En seguida se giró hacia mí y con otra llamarada alejó a la que yo tenía, y después con un gesto me invitó a repetir la formación de espalda contra espalda, así que eso hice.
-Estas cosas son más persistentes de lo que pensaba -Se quejó-. No sé si nos vamos a librar tan fácilmente… ¿No puedes salir volando o algo?
-¿Voland-¡Roy!
-Si saben quiénes son tus padres, saben perfectamente lo que eres, chico -Explicó-. Pueden verlo. Son capaces de ver tu alma o algo así… Por eso son tan fastidiosas.
-Podemos, podemos, podemos verlo… Podemos ver…
-Por eso podemos ver…
-Podemos verlo…
-Podemos ver vuestros secretos más oscuros…
-¡Lo vemos, lo vemos, lo estamos viendo!
-Vale, se acabó, han sobrepasado la cuota de siniestralidad aceptable -Incluso de espaldas a él, podía imaginarme perfectamente la cara de repulsión que debía estar poniendo-. Vuela alto y vete, chico, yo me encargo de esto.
-Pero…
-¡Ni pero, ni pera; haz caso a tu padre!
-¡No hace falta que me grites! -Le grité de vuelta.
No estaba acostumbrado a emprender el vuelo con público delante, así que se me hacía algo incómodo… Pero obedecí. Me alejé de él para no darle con las alas cuando las extendiera, y entonces las dejé salir, dando un aletazo lo suficientemente potente como para que la corriente de aire hiciera a las furias alejarse prudencialmente.
Alcé el vuelo, listo para irme, y casi respiré aliviado al ver que las furias no me seguían en el aire… Al menos durante medio minuto.
En cuanto me vieron alejarme un poco, las tres furias se pusieron de acuerdo, juntándose entre sí, fusionándose y tomando la forma de nuevo de una mujer, pero esta vez mucho más grande que las que habían hecho antes, y mucho más… Sólida. La vi erguirse frente a mí, inmune ahora al viento que levantaban mis alas, y lo siguiente que vi fue la mano gigantesca que me golpeó de lleno y me hizo caer en picado hasta que me estrellé contra el suelo, recibiendo una buena cantidad de daño con el golpe.
-¡Leiftan! -Roy me llamó, preocupado.
-Parece que la huida por el aire tampoco es una opción viable… -Me quejé, poniéndome en pie mientras agitaba las alas para librarlas del polvo del suelo.
-Estas cosas son demasiado puñeteras… -Tras comprobar que estaba bien, se giró ahora hacia la mujer gigante, y le vi preparar un nuevo ataque de fuego- ¡Iros a hacer… muchas puñetas!
Una ola de fuego surgió de sus manos hacia la mujer, que se deshizo en tres nubarrones distintos que rápidamente se alejaron en el aire, entre risas. Ahora ya enfadado, Roy decidió no cortarse un pelo, y le vi lanzando fuego a diestro y siniestro, intentando atinar a al menos una de esas criaturas de alguna manera.
Roy no solía usar mucho sus habilidades de fuego… Decía que era demasiado “llamativo” para él, a pesar de que él ya era lo suficientemente llamativo de por sí. Si las usaba, era en pequeña medida, y siempre con toda la discreción posible. Todo aquello había quedado olvidado en aquel momento, y su furia se desató en un grandioso espectáculo pirotécnico. Me quedé… Bastante sorprendido al ver aquello, poco acostumbrado al fuego. Nunca le había visto usar todo su poder.
-Los crímenes…
-Habéis de pagar…
-Vuestras acciones…
-Vosotros habéis…
-Derramado sangre...
-La sangre debe…
-Tener justicia…
Las voces de las furias se escuchaban a nuestro alrededor, de todas direcciones, susurros siniestros y risas inquietantes. Empezaba hasta a marearme, pero al menos era mejor que escuchar la voz de mi madre de nuevo.
-Empiezan a enervarme de verdad -Dijo Roy después de un rato, dejando de lanzar fuego por ahí y haciendo un gesto de enfado mientras se recolocaba su sombrero, que en la acción casi se le había caído-. ¡Al menos dad una pelea limpia, cobardes!
-No es una pelea -Respondió una de ellas-. Es justicia. Ejercemos justicia por los injustamente caídos…
-Leiftan… -La voz de mi madre se escuchó de nuevo.
-Después de él irás tú… Tus crímenes también han de ser-
Las palabras de la furia fueron interrumpidas por una llamarada, transformándose al final en un grito adolorido.
-Creo que por fin he atinado -Roy jadeó. El combate empezaba a pasarle factura.
Has tenido que darte cuenta, si has seguido bien mi narración. Las últimas palabras de aquella furia lo habían desvelado… Yo no era el único que estaba siendo juzgado en ese momento. “Después de él irás tú”... Roy.
Veo que lo has entendido. Eso es porque eres inteligente… Más que yo, al menos. A mí aún me costó un poco más pillarlo.
El último ataque de Roy, que efectivamente había dado en el blanco, había conseguido enfadar a las furias, y puedes imaginarte de dónde viene la expresión de ponerse “hecho una furia”.
Las tres furias comenzaron a arremolinarse, juntándose de forma similar a como habían hecho antes conmigo, pero en esta ocasión lo hicieron con la forma de una mujer, si bien no gigante sí de gran tamaño, que aunque tenía un sólo cuerpo tenía tres caras, con tres bocas, tres narices y tres ojos que nos miraron con mucho enfado.
-No podéis escapar vuestros crímenes -Ahora hablaron con una sola voz, pero ligeramente distorsionada, con tres timbres distintos-. Siempre os persiguen, hasta la muerte.
-Sí, sí, ya, vale, vale, lo que sea, ¿te puedo partir ya la cara? -Roy se puso en posición de pelea, levantando los puños hacia la mujer- Que tengas tres sólo hace que me den aún más ganas de arrearte un puñetazo.
La única respuesta que dieron las furias fueron un gruñido gutural, que Roy interpretó como una invitación para la pelea. Sin dudarlo un sólo segundo se lanzó a por ella, listo para… Partirle las caras.
En un primer momento las furias parecieron tener confianza. Bloquearon el ataque de Roy parándolo con una sola mano, pero con una carcajada él hizo que de su puño surgiera un fuego que quemó a las furias y las hizo apartar la mano, dejando el camino libre para que Roy, sin ningún problema, pudiera darle un contundente puñetazo a la cara del centro.
Las furias rugieron con enfado y dolor ante el impacto y se vieron obligadas a retroceder, pero… Roy no las dio descanso. Se lanzó completamente al ataque, con puñetazos y patadas reforzados por su fuego, y las furias no tuvieron ningún tipo de defensa ante eso. No parecían acostumbradas al combate, por cómo se movían, y posiblemente Roy fuera la única persona que jamás les había plantado cara de aquella manera, así que no lo estaban llevando demasiado bien. Por detrás, yo apretaba mis puños y fruncía los labios, tenso por la situación, animando a Roy en silencio. Me sentía un poco inútil por no ser capaz de participar en el combate, pero estaba listo para hacer lo que fuera necesario si él me lo pedía.
No fui para nada necesario. Roy aprovechó el momento, intentando debilitarlas todo lo posible con su fuego, posiblemente con la intención de impresionarlas lo suficiente como para que decidieran irse o presentasen su rendición, pero… Como ya te he dicho, aquellas cosas eran muy persistentes. No iban a rendirse tan fácilmente.
Cuando se cansaron de que Roy las estuviera apalizando, después de un rato de pelea, lanzaron un grito bastante agudo y chirriante y, con las mismas, volvieron a separarse en tres entidades, dejando a Roy pegando un puñetazo al aire vacío.
-¡E-eso no vale! -Se quejó, equilibrándose para recuperarse de la inercia causada por el golpe fallido.
-Ya hemos dicho que esto no es una pelea -Las furias volvieron a hablar por separado. Ahora en su voz sólo había enfado, la burla anterior habiéndose difuminado por completo… Y era un enfado personal, no la misma ira vacía de antes-. No hemos de seguir estos juegos inútiles… Nuestra misión es…
-No me importa vuestra puta misión, me importa la mía, que es la siguiente: Echaros de aquí -Roy se dirigió a las furias en tono molesto, casi más enfadado por la situación que ellas-. Así que tenéis dos opciones: Dejáis de dar por culo y os vais, lejos, y no volvéis nunca; o me encargo yo de mandaros lejos, a un sitio del que no vais a salir.
-Tus amenazas son inútiles y tus palabras impertinentes -Sisearon ellas en respuesta-. Insistes en subestimar el peso de tus delitos, pecador. Tu sangre impía ha de ser purificada, y por mucho que te resistas no puedes evitar el destino que te aguarda…
Fue entonces cuando encajó para mí. Me di cuenta de que las furias habían dejado de dirigirse a mí en algún momento, que me había convertido en un espectador. Rumié aquellas palabras unos instantes, hasta que entendí que… Por alguna razón, las furias también tenían cuentas que ajustar con Roy. Y eso me descolocó bastante, porque no me lo esperaba.
-¿Roy? -Sin poder evitarlo, le llamé. Él estaba de espaldas a mí… Y no se giró. Como si no me hubiera oído. Como si no quisiera oírme- Roy…
-Pero él… -Las furias no me ignoraron. Sonrieron. Una de las furias se movió por el aire y se colocó detrás de mí, rodeándome con un brazo y acariciando una de mis mejillas. Noté el susurro de su voz como algo físico en mi piel- Él irá primero…
-¡Aléjate del chico! -Roy se giró, furibundo, disparando fuego contra la furia que me rodeaba.
El problema era que la tenía justo encima, así que la bola de fuego fue dirigida más bien contra mí. Lancé un grito de sorpresa, pero tuve los reflejos de apartarme y tirarme al suelo en el último segundo, esquivando por poco el fuego abrasador del ataque. Al darse cuenta de que había estado a punto de carbonizarme, los ojos de Roy se abrieron con mucha sorpresa.
-Leiftan, lo…
-Él, que ha cometido el delito más grave posible… -Otra de las furias apareció a mi lado, agarrándose a mi brazo y casi ayudándome a ponerme en pie. Por reflejo me la intenté quitar de encima como si fuera una persona física mientras me incorporaba, pero todo lo que conseguí fue hacerla aparecer al otro lado- Él… Derramó la sangre de aquellos que le dieron la suya… Él, que cometió el pecado que no debe ser cometido… Él, criatura viciosa… Un daemon…
-¡Déjame en paz! -Grité, aquella palabra siendo el detonante que me hizo explotar en rabia, y espanté a aquella cosa a base de manotazos, lo que la hizo reír- ¡No sabes nada de mí, no sabes por qué…!
-Pero lo sabemos… -El susurro de otra de las furias me atormentó ahora- Porque podemos ver en tu corazón oscuro y lleno de miseria… Porque podemos ver la verdad sobre tu naturaleza…
-¡Leiftan! -La voz de mi madre apareció de nuevo, gritando directamente en mi oído. Me llevé las manos a las orejas, pero eso no hizo que las voces se detuvieran, o que su volumen disminuyera siquiera.
-Porque lo disfrutaste… Disfrutaste derramando su sangre…
-¡No! -Negué, haciendo más fuerza sobre mis orejas y cerrando los ojos para ignorar a la furia, pero así sólo conseguí ver a mi madre… Mi madre sobre mí, vomitando sangre, con un cuchillo clavado hasta el mango en su estómago… Fijando sus ojos en mí con odio, intentando matarme…
-Te alegró el matarlos… Fuiste feliz al hacerlo…
-¡LEIFTAN!
-¡SILENCIO! -Grité, abriendo los ojos de nuevo, volviendo a extender mis alas para que al aire se llevase a esas cosas lejos.
Respiré aliviado cuando vi que lo había conseguido. No tanto cuando volví a escuchar la risa de las furias, y por un momento tuve ganas de llorar de pura frustración, de pura desolación…
-Él es un daemon que ha cometido el más cruel de los pecados… -El susurro de las furias volvió, pero esta vez no fue junto a mí… Sino junto a Roy, al que rodaban ahora- Pero está en su naturaleza… Tú, por el contrario…
-¡Suficiente cháchara! -Perdiendo la paciencia, Roy lanzó una llamarada en derredor, pero no fue capaz de alcanzar a ninguna de las furias, que le esquivaron con facilidad.
-Tú has rechazado tu propia naturaleza… tu propia sangre… -Otra de las furias continuó hablando. Yo, que aún me estaba reponiendo de su ataque anterior, simplemente miré en esa dirección, confundido por aquellas palabras.
-Suficiente, he dicho -Ahora la voz de Roy sonó… Enfadada, pero fría. No era su enfado usual. Era el mismo enfado que había visto con Lugh-. Vais a obligarme a hacer algo que no quiero hacer a este paso. Último aviso.
-No sólo has derramado la sangre de tus hermanos… Sino que has rechazado la misma esencia que te une a ellos… Tus crímenes son…
-Vale, se acabó, me habéis aburrido.
De repente un círculo de fuego surgió a su alrededor, y una columna de llamas se elevó a través del mismo. Las tres furias salieron espantadas ante aquello, cada una en una dirección distinta. Sin que eso le afectase, Roy echó a andar, rodeado por el fuego… Casi parecía estar fusionado con él, ser el mismo fuego.
Sentí que me faltaba un poco el aire al ver aquello. A pesar de que mis problemas con el fuego había conseguido superarlos tiempo atrás, la vista resultaba aún así impresionante, y algo en ella hacía que una sensación de opresión se instalase en mi pecho. Nunca había visto a Roy… Así. ¿Era aquello la verdadera forma de un djinn? ¿Esa increíble cantidad de… energía?
-Tus crímenes son… -A pesar de aquello… Las furias siguieron hablando.
-Horribles y espantosos, pues desprecias la misma sangre que te da la vida…
Roy se lanzó al ataque. Todavía cubierto por el fuego se lanzó contra una de las furias, que le esquivó en el último segundo… muy por los pelos. Sin dejarla descansar, una llamarada salió de entre el fuego en dirección a la furia, que de nuevo la esquivó en el aire en el último segundo. La furia, casi inconsciente del peligro, siguió hablando, burlona.
-¿Cómo puedes rechazar tu sangre? Tú precisamente, ¡con los lazos de hermandad más fuertes de este mundo infeliz!
-¡Silencio! -La voz de Roy habló a través del fuego, una voz grave y profunda que parecía fusionarse con el crepitar de las llamas.
-¡Tú, que eres hijo de los cielos, padre de la tierra, amo de los mares!
-No soy hijo, no soy padre, ¡no soy amo de nadie, ni de nada! ¡No soy NADIE! Soy… ¡YO! -Sufrimiento. En su voz, a pesar de la ira, a pesar del rencor, había un profundo… sufrimiento.
-Tú que eres uno con el fuego, tú que lo eres todo, tú que posees la sangre que trae la vida…
-No soy especial… ¡Mi sangre tampoco lo es! ¡Me da igual mi sangre, y tú no eres quién para decidir quién soy!
La pelea discurría entre llamaradas y fogonazos, según Roy trataba desesperadamente de dar caza a la furia, y la otra se escapaba de él caza vez por menos, y menos, y menos...
-¿Cómo puedes rechazarla? ¿Cómo puedes despreciar a tus iguales? ¿Cómo, oh, cómo, ofendes a la misma naturaleza de esta manera?
-¡La naturaleza no dicta quién tengo que ser o cómo me tengo que sentir! ¡No puede reclamarme algo que yo nunca elegí tener!
-¿¡Cómo osas!? ¡Tus crímenes contra la sangre son horrendos! ¡Debemos limpiar la tuya, por ofender la sangre más sagrada, por manchar con tu suciedad el honor de tus hermanos!
-¡Esa gente no tiene honor, y NO son mi familia!
-¡Has pecado y por ello se te condena! ¡Acepta tu destino como pago por tus crímenes!
El fuego que rodeaba a Roy volvió a transformarse. Cobró más intensidad si cabía. Sentí una ola de calor golpearme, noté mis pulmones ardiendo, y me quedé completamente mudo de horror cuando vi al fuego cambiar su forma, cuando vi a Roy… Desaparecer. Ser completamente consumido por el fuego.
Hasta que sólo quedaba fuego. Pero aquello… Aquello no era fuego. Aquello era Roy. Roy era fuego.
Roy era…
-¡Por rechazar tu sangre, por derramar la sangre de tus hermanos, por traicionarlos y renegar de tu propia naturaleza; has de ser purgado, Seth, hijo de los cielos, hermano de los…!
Roy rugió. Con ira, con fuerza, rugió, y las fauces de aquella criatura hecha de fuego se abrieron y se cernieron sobre la furia, que esta vez no pudo evitar el ataque, y aulló con dolor según las llamas la consumían, distorsionando la última palabra hasta que la voz se apagó por completo… Junto con la vida de aquella furia.
Después, silencio.
Un silencio únicamente físico, porque en mi cabeza sólo había ruido. El chillido de la furia según su vida llegaba a su fin, el crepitar del fuego, gritos de mi madre pronunciando mi nombre, mis propios gritos llenos de un dolor indescriptible al sentir cómo alguien me torturaba arrancándome algo de la espalda, las risas de las criaturas que habían hecho aquello, sus voces felicitándome por matar a mis padres, ordenándome hacerlo, llamándome basura, despreciando mi existencia, haciéndome desear estar muerto...
Fue Roy el que rompió el silencio. El fuego se apagó, y Roy volvió a aparecer de entre las llamas. No me miró, sino que miró hacia el cielo, hacia una noche estrellada que, en el silencio, podía parecer hasta tranquila.
-Erinias -Pronunció, con voz mucho más calmada que antes, pero igual de fría. Una voz… Que simplemente no podía reconocer como la suya-. Abandonad de inmediato estos parajes, y no volváis a mostraros ante mí. La opción que os espera es la misma muerte. Os consideráis juezas y ejecutoras, pero no actuáis sino como viles criminales, de aquellos a los que aborrecéis, atormentando a criaturas que no son capaces de defenderse de vuestros ataques y enloqueciendo a gentes tranquilas que sólo quieren vivir en paz. En vista de esto… Seré yo quién os juzgue y os condene… Por henchiros de hybris y desafiar a uno de los hijos de los cielos, de sangre sacra.
Silencio. Silencio absoluto.
Un fogonazo de luz y calor cuando las llamas surgieron a los pies de Roy, y él volvió a rugir:
-¡MARCHAOS!
Las dos furias restantes obedecieron, rápidamente desapareciendo en la nada, esfumándose en el aire, yéndose con el viento. Lejos de Roy, todo lo lejos posible, sin cuestionar su autoridad.
Posiblemente estuvieran asustadas y horrorizadas… Acababan de ver a una de las suyas morir. Tuvo que ser aterrador para ellas.
Pero cualquier tipo de terror que ellas pudieran sentir no podía compararse siquiera con el que sentía yo en aquellos instantes.
En algún momento me había caído al suelo. No tenía fuerzas en las piernas o en los brazos. No era capaz de entender del todo qué estaba pasando a mi alrededor. Tenía los ojos fijos en Roy, que me daba la espalda, porque no quería mirarme.
Sentía miedo. Confusión. Dolor. Sentía muchas cosas, ninguna positiva.
Permanecí en silencio, intentando aclarar las ideas en mi cabeza. No era capaz de hacer nada más que intentar encontrarle sentido a lo que acababa de ver. No era capaz de asumirlo, a pesar de que sabía perfectamente cuál era la realidad.
Roy tampoco dijo nada. No podía ver su rostro, y su postura perfectamente neutra no me decía nada de él. Lo que había delante de mí podía haber sido perfectamente una estatua.
No sé si pasó mucho o poco tiempo. Puede que pasaran apenas unos minutos. Puede que estuviéramos allí horas, sin movernos ninguno de los dos, incapaces de afrontar lo que acababa de pasar.
-¿Roy?
Finalmente, conseguí hablar. Conseguí pronunciar aquel nombre que era a la vez tan familiar y desconocido para mí. Él aún no se giró.
-¿Eres uno de ellos?
Sé que esa pregunta le rompió el corazón.
Se giró lentamente, mirándome con mucha pena en los ojos. Sólo con verle la cara supe mi respuesta.
Y eso me rompió el corazón a mí.
No sólo el corazón. Mi mundo entero se vino abajo en aquel momento, se desmoronó como un castillo de naipes. El hombre que tenía frente a mí era un completo desconocido. Noté un sentimiento muy amargo surgir de repente en mí… Un dolor muy profundo que hasta el momento no había conocido, y que se me clavó en el corazón como un dardo envenenado.
Traición.
-Leiftan -Él intentó hablar, pero se le quebró la voz. Trató de elaborar una frase… Una, dos, tres veces. No pudo. Finalmente, sólo fue capaz de decir:-. Lo siento…
Aquello sólo hizo que el puñal en mi pecho se clavase de forma más profunda todavía.
-Lo… Sientes -Repetí las palabras con voz rota-. ¿Lo sientes?
-Tenía que habértelo dicho antes -Con angustia, se pasó una mano por el pelo, tirando al suelo su sombrero, pero no le importó-. Quería hacerlo. Quería decírtelo, te juro que quería, pero no sabía cómo… Jamás pensé que algo así pudiera suceder, n-
-¡ERES UN DRAGÓN!
Grité las palabras con odio. Con un odio que tenía acumulado desde el día que nací. Era una acusación, y le estaba acusando de muchas cosas; era un insulto también; era una declaración; era una ruptura; era… Tantas cosas.
Roy se congeló al escucharme decirlo. Vi su cara deformarse en una desesperación absoluta.
-Sí.
Grité. Grité con mucha más desesperación de lo que aquella furia había hecho al morir, dejándome la garganta en el grito, necesitando despejar todas las emociones negativas que sentía en aquel momento, todo mi odio, todo el rencor, todo el veneno…
No dio resultado. Seguí sintiéndolas, más, y más, y más. Notaba cómo todo mi cuerpo ardía con aquel veneno, y el ardor sólo me recordaba al fuego de las criaturas que tanto detestaba, y eso hacía que mis emociones crecieran más, y más, y más…
-Leiftan… -Roy se acercó a mí, todavía dolorido por la situación, pero también preocupado.
-¡NO TE ACERQUES A MÍ! -Y yo le rechacé. Él se quedó quieto donde estaba, paralizado por mi voz- ¡NO TE ATREVAS!
-Leiftan, por favor…
-¿¡“POR FAVOR”, QUÉ!? -Estallé. Mi enfado había ganado sobre las emociones de tristeza, y me daba igual todo, sólo quería gritarle a la cara y pagar con él todo el dolor que estaba sintiendo. Me puse en pie, el enfado dándome nuevas energías, y me acerqué a él- ¿¡QUÉ, ROY, QUÉ!?
Él hizo un gesto herido. La situación estaba completamente fuera de sus manos, y no sabía cómo controlarla. No supo responderme, y eso a mí me enfadó más que cualquier cosa que pudiera haberme dicho.
-Me has mentido todos estos años -Acusé-. Me has ocultado que eres…
-No quería ocultarte nada…
-¡Pero lo hiciste!
-¡No sabía cómo decírtelo! -Él también estalló, alzando la voz- ¡Quería evitar precisamente esto! Leiftan, no te he estado engañando ni te he estado mintiendo… Puede que mi raza sea esa, pero…
-¿Que no me has mentido? ¿¡Cómo tienes las agallas de decir eso!? -Cabreado, le empujé, y él trastabilló un poco, pero no llegó a caerse, y me agarró por la muñeca- ¡Me dijiste que eras un djinn!
-¡No podía decirte que era un dragón! No hubieras confiado en mí si lo hubiera hecho…
-¡Por supuesto que no! -Me libré de su agarre con un gesto brusco- ¡Los dragones han esclavizado a mi raza entera! ¡Me han hecho pasar un infierno de infancia! ¿¡Y ahora resulta que tú eres uno de ellos!?
-Ya no lo soy -En sus ojos vi de nuevo cómo se reflejaba el dolor-. Como tú, escapé de los dragones hace mucho, mucho tiempo. No quiero tener nada que ver con ellos. Mi visión de muchas cosas… No coincide con la que ellos tienen. Por eso huí.
Como si de repente le faltasen fuerzas, se dejó caer al suelo con un suspiro pesado. Yo me quedé en pie, conteniendo mi ira en puños apretados, dispuesto por lo menos a escucharle. Necesitaba… Respuestas. A las preguntas que durante tanto tiempo me había estado haciendo y a las que estaban surgiendo en ese mismo momento.
-Huí de Paraíso hace… Más de cien años, posiblemente -Explicó. Eso a mí me generó otra pregunta.
-¿Cuántos años tienes…?
-No lo tengo claro -Se encogió de hombros-. En teoría, llevo viviendo desde que nació el fuego. No recuerdo mis orígenes, y no recuerdo mucho de mi pasado. El paso del tiempo es confuso cuando llevas tanto tiempo vivo. Recuerdo migajas y detalles, pero no mucho más que eso. La historia de Eldarya es mucho más reciente, así que de ella sí tengo recuerdo. Del Sacrificio Azul, y de lo… ocurrido con los daemon.
-Cuando nos esclavizasteis y nos encerrastéis en Infierno -Él asintió.
-El conflicto entre daemons y dragones se remonta muy atrás en el tiempo. Yo mismo he luchado innumerables veces contra los de tu especie… Y he acabado con la vida de bastantes de ellos -Reprimí un escalofrío al escuchar aquello-. Cuando ocurrió el Sacrificio Azul al fin encontramos un medio para ganar ese combate de una vez por todas… Tuvimos algunos disidentes, pero la mayoría fueron presionados para aceptar aquello. Al final sólo hubo un opositor, pero era alguien a quién hacía mucho tiempo habíamos descartado como uno de los nuestros… Así que le ignoramos. Yo también voté a favor del encierro de los daemon.
-¿¡Por qué…!?
-Pensé que era lo mejor para todo el mundo -Frustrado, clavó sus dedos en la tierra del suelo, abriendo surcos en ella-. Pero no era así. Había subestimado el orgullo de los dragones… No se limitaron con el encierro y la represión, sino que empezaron a… Torturar a aquella gente. Infierno, que yo pensé que sería una forma de aislar aquella maldad del resto del mundo, se convirtió en un campo de castigo, y eso me… Horrorizó. Pero era ya demasiado tarde, y sabía que no podía parar aquello. Los dragones actúan como una misma unidad. Si no obedeces a la hermandad, entonces eres un desertor, y… El castigo de ello es la muerte. No podía oponerme a los dragones, así que todo lo que pude hacer fue… Huir. Lo más lejos posible de ellos.
>>Abandoné Paraíso y huí a Eldarya, rompiendo mi hermandad con los dragones. Empecé a vagar por este mundo, y me maravillé por lo que vi. La gente aquí era tan… Distinta. Con los dragones nunca había tenido la oportunidad de conocer los pequeños placeres mundanos de la vida. Nunca había sabido… Apreciarla. Aprendí tantas cosas de los faerys… Y me di cuenta de qué tan pequeño había sido mi mundo hasta entonces. Quise aprender más, y recorrí el mundo de un extremo a otro, aprendiendo de todo, siempre moviéndome, maravillándome cada vez que descubría algo nuevo, conociendo a la gente, disfrutando de la experiencia de estar vivo por primera vez en toda mi existencia…
>>Y en uno de mis viajes encontré una lámpara. Al frotarla, apareció ante mí un djinn. Su nombre era Aljhär… Me dijo que podía pedir tres deseos, y que los haría realidad.
>>Mi primer deseo fue pedir que borrase mi esencia de dragón. Es a lo que se referían las furias cuando habían dicho que había “rechazado mi sangre”... Todos los dragones tenemos una esencia que hace que nos identifiquemos entre nosotros y que es, en teoría, imborrable. Yo rechacé aquello. No quería ser igual que aquellas criaturas, así que la… Borré.
>>Mi segundo deseo fue borrar cualquier recuerdo que nadie pudiera tener sobre mí. Los dragones, la gente que había conocido en Eldarya… Todo el mundo. Excluyendo al genio, porque aquello hubiera sido contradictorio e imposible. Pero en aquel momento, para todo el universo, dejé de existir. Podía empezar de cero, después de haber borrado toda evidencia sobre mi verdadera naturaleza.
>>Para mi tercer deseo, liberé al genio. Se sorprendió mucho que lo hiciera, porque podía haber pedido cualquier otra cosa… Pero no quería. Quería que aquella criatura fuera conociera la misma libertad que había conocido yo tras huir de Paraíso, así que le hice libre.
>>Aquel encuentro nos habría liberado a los dos. Al genio le había dado una vida, y a mí… Bueno, una nueva vida. Ahora ya no era un dragón. Ahora podía ser quién quisiera ser. Decidí que quería ser “Roy”. Y… Esa es la persona que he intentado ser hasta ahora.
Roy. Simplemente, Roy. Nada más y nada menos… Que Roy.
Podía entender su historia, sus ganas de ser libre, de librarse de los dragones. Podía entenderlo… Pero no quería. Estaba demasiado enfadado como para empatizar con él… Creo que, directamente, había olvidado lo que era la empatía.
-¿Qué hacías en Infierno entonces? -Cuestioné- ¿Por qué estabas allí cuando me encontraste? ¿Y por qué me recogiste?
-Irónicamente, fui a Infierno huyendo, de nuevo, aunque esta vez no era de los dragones, sino de… -Suspiró- La Guardia de Eel. Aquel era el único sitio en el que no iban a encontrarme, y lo sabía. Por eso fui a esa isla. Necesitaba darles esquinazo, ese sería el lugar perfecto. Jamás pensé que fuera a volver allí, pero… Allí estaba, por una razón de fuerza mayor. Era un riesgo que tenía que tomar.
>>A ti te encontré tras unas semanas deambulando por ahí. Había intentado ocultar mi presencia tanto a los daemon, que sabía que no iban a atacarme por temor a los dragones, como a los dragones, que eran incapaces de oler mi esencia, a pesar de que yo sí podía sentir la suya. Cuando vi lo que esa gente te había hecho… Sentí cómo todo mi odio hacia los dragones se renovaba de repente. Eras un niño. Y te estaban haciendo… Aquello. Por pura frustración maté a esa gente sin ni siquiera pensar en lo que estaba haciendo. Terminé con sus existencias milenarias en cuestión de segundos… Y no me molestó demasiado. Ellos hubieran hecho lo mismo conmigo si hubieran podido.
>>No había pensado qué iba a hacer contigo después de aquello. No podía dejarte en mitad del desierto, pero tampoco tenía muy claro qué hacer. Y entonces… No sé si te acuerdas, pero me diste las gracias por salvarte. No me esperaba eso. Un daemon expresando genuino agradecimiento… Me sorprendió.
>>Pero eras un niño. Eras sólo un niño. Un niño nacido en unas circunstancias horribles y crueles, sufriendo un castigo por el que no tenías culpa… Aquello era injusto. Era la misma injusticia que había hecho que quisiera alejarme de los dragones en primer lugar. Tal vez aquello… Fuera la oportunidad que estaba buscando para enmendar los errores de mi raza. Habíamos encerrado y torturado a los daemon bajo la excusa de que eran la encarnación de la misma maldad, pero… ¿Y si eso era mentira? Y si… ¿había algo más que maldad dentro de un daemon? Como agradecimiento. Aprecio por la vida. Amor. Necesitaba saberlo. Necesitaba saber si había estado equivocado al abandonar a los míos… O, tal vez, simplemente necesitaba una prueba de que lo que ellos estaban haciendo era mal.
>>Así que decidí… Recoger a un niño daemon y darle otra vida. Educarle por el camino de la compasión. Quería ver si era posible… Que aquella criatura se convirtiera en alguien distinto a los daemon que yo había conocido antaño. Quería saber si, con el ambiente y la educación adecuada, eras capaz de convertirte en un aengel.
>>Por eso lo hice. Por eso te recogí. No por la bondad de mi corazón, sino por… Comprobar si de verdad, en el fondo, había algo más que oscuridad en los daemon.
Escuchar aquello me había robado un poco las fuerzas. Hasta el momento, y a pesar de sus defectos, Roy siempre había tenido ante mis ojos la imagen de un héroe. Era el que me había sacado de Infierno y había salvado mi vida, a fin de cuentas… Y siempre le había visto actuar con bondad y rectitud, nunca rechazando brindar su ayuda a nadie, siempre sacrificándose por los demás.
Pero aquello… Como había dicho, aquello no había sido por bondad. No me había rescatado por eso. Y descubrir eso rompió mi corazón aún más de lo que ya estaba roto, haciéndolo pedazos definitivamente, dejándolo incapaz de reconstruirse.
-Así que… -Hablé con voz temblorosa- Por eso…
-Pero eso fue sólo al principio -Aseguró, volviendo a ponerse en pie e intentando acercarse a mí con un paso-. Según fuiste creciendo, simplemente quería… Cuidar de ti. Aprendí a quererte, y te quiero muchísimo, Leiftan, no lo dudes ni un segundo. Quería que fueras feliz, independientemente de tu raza, y quería… Que llevases la mejor vida posible. Siento tantísimo haber tenido que ocultarte todo esto, pero no sabía cómo decírtelo… No quería herirte.
-Has hecho un trabajo excelente en eso, desde luego.
-Chico… -Extendió un brazo hacia mí, intentando colocar una mano de forma consoladora sobre mi hombro.
No le dejé, aparté su mano de un manotazo. Sé que el golpe le dolió, muchísimo, y mucho más le dolió la mirada de profundo desprecio que le dirigí después.
-Hablas mucho, pero eres igual que todos los dragones -Acusé-. Al final, todo lo que te importa es que soy un daemon. ¿Hacerme feliz? ¿Para qué, para tu propia satisfacción? ¿Para no verme intentar destruir el mundo, o algo? ¿Por tu propia seguridad?
-No hables así, por favor… -A él también le tembló la voz- Yo no…
-Querías saber si merecía la pena preocuparse por mí. Desde el primer momento, simplemente has intentado que evitase convertirme en un daemon… ¿Así que ya lo era? -Fruncí el ceño con enfado- ¿Era ya una bestia llena de maldad y sed de sangre, desde nuestro primer encuentro? ¿Era un enemigo, alguien tan, tan peligroso, al que es mejor encerrar y vigilar?
-Por supuesto que no…
-¿¡ENTONCES QUÉ ES ESTO!? -Con gesto airado, me arranqué la bufanda del cuello, enseñándole el collar de acero que llevaba oprimiendo mi cuello toda mi vida. Él abrió los ojos con sorpresa- ¡Llevo años buscando una estúpida lámpara que no existe para quitarme esta cosa de encima, cuando tú podías habérmelo quitado el primer día! ¿¡Por qué no lo hiciste!?
-No podías saber que era un dragón…
-¡Podías haberte inventado cualquier otra cosa, como has inventado tantas! -Avancé un paso hacia él. En esta ocasión, él retrocedió- ¡Podías habérmelo quitado el primer día, mientras seguía inconsciente! ¡Podías habérmelo quitado en cualquier momento, pero me has dejado con él! ¡Has dejado que esta cosa me humille y me atormente toda mi vida! ¿¡Por qué!?
No pudo responderme y, de nuevo, esa fue la peor respuesta posible…
Porque confirmó lo que yo más me temía.
-Porque tenías miedo de mí -Respondí yo mismo-. De mis poderes. Tenías miedo de que fuera a usarlos para el mal… No confiabas en mí. Sólo eres capaz de verme como un daemon, y como nada más.
-Eso no es-
-Si no es verdad, entonces quítamelo, Roy. Quítamelo ahora mismo.
Vi un instante de duda y miedo en sus ojos, y eso sólo me enfadó más. ¿De qué tenía tanto miedo? ¿De mí? Porque era un daemon. Porque era la maldad encarnada, y eso era lo único que él podía ver de mí.
No podía ver a Leiftan, al chico que había pasado tantos años junto a él, que le consideraba su mayor modelo a seguir, que le admiraba tanto. Solo veía un sucio daemon. Un enemigo, una amenaza.
-El fuego de un dragón es lo único que puede derretir este metal -Hablé con voz fría, dándole un toque al collar, que tintineó con el golpe-. Tú eres la única persona que puede quitármelo. Si significo algo para ti, Roy… Quítame este collar.
-Por supuesto que lo haces -Me pareció ver lágrimas en sus ojos. Lo ignoré-. Leiftan, eres mi…
-¡QUÍTAMELO!
Le corté. No me importaba. Sólo quería que me quitase esa maldita cosa.
Llevó una mano temblorosa a mi cuello. Uno de sus dedos se encendió con una luz naranja, y noté el calor del fuego golpeando mi piel. Lentamente trazó una línea sobre el metal. Allá donde su dedo lo rozaba, el metal se derretía y se evaporaba de inmediato.
Aquel era el fuego de un dragón. Sin duda lo era.
Los restos del collar cayeron al suelo con un tintineo metálico cuando Roy retiró su mano. Sentí el viento de la noche golpearme el cuello, de repente desprotegido, completamente despellejado y mutilado por la presencia constante de la gargantilla en él durante tantos años.
Por primera vez en toda mi vida, me sentí completo.
Llevé una mano a mi cuello, rocé la piel irritada y sensible. El contacto me generó un inmenso dolor, pero también un inmenso placer.
Y entonces, empecé a reír.
Primero fue como una risa floja, una que no pude controlar, ligera y animada, pero poco a poco fue escalando a carcajadas cada vez más y más altas, más roncas y más profundas, hasta terminé doblado sobre mí mismo por la risa, notando cómo esta raspaba mi garganta y cómo cada carcajada provocaba un dolor cada vez más profundo en mi pecho.
Qué bien me sentía. Me sentía… poderoso. Una nueva energía que no conocía empezaba a surgir en mi interior y me llenaba por completo. Me rogaba que la usara, y yo estaba deseando hacerlo. Quería… Quería hacer tanto. Quería romper, quería destruir, quería herir, a quién fuera, me daba igual, quería cobrarme contra este mundo maldito la frustración de tantos, tantos[/i] años de encierro.
En mi ataque de risa, empecé a sentir la piel de mi espalda rasgarse. Mis alas salieron solas… Dos pares de ellas, majestuosas, magníficas, oscuras como el azabache, y cuando las extendí sus plumas negras eclipsaron la misma luz de la luna. En mi cabeza emergieron mis cuernos, surgiendo por primera vez, orgullosos y airados. Noté toda mi sangre pulsar con una energía renovada que se acumulaba en mis manos, teñidas de negro, y en mis ojos, que ardían con el calor de las llamas verdes. Olía el amargo aroma sulfuroso de mi transformación, y el olor me resultaba familiar y tranquilizador.
Esa fue la primera vez que liberé mi forma plena. Me sentí mejor que nunca. Es… Es una sensación completamente indescriptible. Por un lado, es increíblemente placentera… Pero, por otro, muy peligrosa. El poder intoxica, y es un veneno del que a veces es difícil darse cuenta. En aquel momento yo no me percaté de él. Simplemente me limité a disfrutar de aquello… Eso que no había tenido nunca y que acababa de obtener. Libertad.
Vi a Roy alejarse con prudencia un poco. Mi transformación repentina había debido activar algún instinto dracónido en él, porque vi cómo en algunos lugares su cuerpo parecía descascarillarse, la piel dejando ver debajo las llamas de la criatura fogosa que antes había tenido la oportunidad de ver. Aún así, se contuvo. Verme así le había sorprendido, sin duda, por cómo me estaba mirando, y vi en su cara una expresión que mezclaba el asombro con el miedo.
-Daemon… -Le escuché pronunciar la palabra como si acabase de darse cuenta, después de tanto tiempo, de cuál era mi verdadera naturaleza.
Me costó un poco conseguir ahogar mi risa, pero lo hice, y tuve que tomarme unos segundos para recobrar el aliento. Después, sonreí a Roy con la sonrisa más pérfida que pude.
-Sí, Roy. Soy un daemon.
Inmediatamente después me lancé contra él, le agarré del cuello y con un brusco movimiento tiré de él hacia abajo, aplastándole contra el suelo. No pudo reaccionar siquiera, y el sonido de dolor que escapó de sus labios a mí me hizo sonreír como nunca antes había hecho.
En cuanto tocó suelo levanté una pierna y le pegué con toda la fuerza que pude, mandándole rodando por el suelo varios metros hasta que su cuerpo chocó con una piedra del camino. Volvió a hacer un sonido de dolor, y eso a mí me hizo reír.
-Ah, ¡esto es genial! -No pude contener mi voz, que sonó más alegre de lo que nunca la había oído. Incrédulo ante el poder que estaba notando en mi interior, me miré mis manos, ennegrecidas y humeantes, sintiéndolas poseedoras de una energía sin igual- Ahora entiendo por qué me has dejado tener esa cosa tanto tiempo. Con este poder puedo hacer tantas, tantas cosas...
-Leiftan… -Le escuché pronunciar mi nombre mientras se levantaba del suelo. Las llamas que había visto antes en él se habían apagado- Necesito que te controles, chico. Sé que ahora mismo tienes que estar muy… Confundido, y dolido, pero…
-¡Silencio! -Le corté- Ya no tienes ningún poder sobre mí.
-Incluso si ahora de repente me odias… -Me miró a los ojos, muy seguro de sus palabras- Yo a ti no. Te quiero, Leiftan. No voy a dejar que mi hijo se convierta en un monstruo.
Aquellas palabras me llenaron de ira. ¿Quererme? Imposible. Después de mentirme tantos años, después de ocultarme que él era una de las criaturas que me habían causado tanto dolor, sabía que era imposible que me “quisiera”. Nadie puede querer a un daemon, a fin de cuentas.
-Tú no eres mi padre -Escupí-. Nunca lo has sido. Un dragón no puede ser el padre de un daemon.
Decir eso me dolió lo mismo que a él escucharlo.
Sabía que dolía, pero decidí ignorarlo, hacer como que el dolor profundo que notaba en mi pecho no existía, y seguí hablando.
-Tú mismo lo has dicho… Que soy un “monstruo”. Eso es lo que siempre has temido, ¿no? Por eso me has dejado con el collar. Por eso me has ocultado la verdad. ¡Admítelo! Me odias, me detestas, desde lo más profundo de tu alma, porque soy un daemon. Y tú eres un dragón. Estamos hechos para matarnos el uno al otro… -Volví a reír- ¡Que así sea! Estoy deseando probar todo este poder en ti…
-Sé que no piensas eso -A pesar de lo cruel de mis palabras, él intentó mantenerse firme-. Leiftan… Recapacita. Podemos arreglar esto con las palabras. Ya no tengo nada que ocultarte, así que a partir de ahora, podemos…
-A partir de ahora, pienso vivir sólo para mí -Le interrumpí-. Tu misión altruista y tú podéis iros a la mierda. Quiero ser libre. Quiero usar este poder… Ahora que lo tengo, no pienso esconderlo nunca más… Y pienso hacer pagar a este mundo maldito el habérmelo arrebatado.
-No lo harás -Aseguró-. Yo sé que no. Estás enfadado conmigo, y lo entiendo, y sé que necesitas desahogarte, pero… No seas como los dragones. No pagues con los inocentes las acciones de otros…
-No me compares con escoria como tú…
El sentimiento de enfado me invadió de nuevo, aquel veneno que había sustituido cada gota de sangre en mi cuerpo. El desengaño, la ira y mi hambre de poder se mezclaron entonces, y me convirtieron… En un daemon.
Volví a lanzarme al ataque contra Roy, que de nuevo no me evitó. Cogiéndole por la cintura me elevé en el aire, hacia el cielo, y cuando estuve a una altura satisfactoria le agarré de un brazo y con toda mi fuerza le tiré hacia el suelo, de nuevo haciendo que impactase contra la tierra, levantando polvo y piedras en su caída. Noté una sensación cosquilleante en mis manos, algo que me pedía que le diera poder, y de forma instintiva, a pesar de que nunca lo había hecho antes, pude perfectamente invocar la llama de un fuego verde y dañino que no tuve reparos en lanzar contra su cuerpo tirado en el suelo, buscando calcinarle.
La bola de fuego impactó contra él, arrasando con su onda expansiva todo lo que le rodeaba, pero a él produciéndole poco daño además del golpe, el fuego de mis llamas no siendo efectivo contra su piel de dragón. En frustración por la propia inefectividad de mi ataque, decidí volver contra él las armas que me había dado, y con un poderoso batir de alas descargué sobre él una lluvia de plumas metalizadas que se clavaron, en parte, en el suelo, pero también en su cuerpo caído.
Entonces me dejé caer de vuelta al suelo, posándome en él sin demasiada delicadeza, y me preparé mientras esperaba a que se levantase, listo para el combate.
Roy se levantó. Le costó desincrustarse del suelo, donde su caída había dejado un cráter en el terreno, y ponerse en pie. Sin mucha ceremonia desclavó las cuchillas que habían conseguido acertarle, alguna en el brazo, en sus piernas, una en la zona anterior de su abdomen. Ninguna en un punto crítico, pero aún así había conseguido abrir bastantes heridas, algunas de ellas serias, en su piel.
Me puse en guardia, preparado para todo.
Roy simplemente me miró. No había desafío en su mirada… No había rencor. Había una pizca de dolor, pero, sobre todo, veía lástima en sus ojos.
-Si desquitarte conmigo es lo que necesitas -Extendió sus brazos, como una invitación-. Entonces que así sea. Descarga conmigo tu ira, hijo.
-¡No soy TU HIJO! -Grité, completamente enfurecido.
Y, de nuevo, me lancé a por él. En esta ocasión, sólo fueron puñetazos, pero puñetazos de daemon, que sin duda lograron quebrar más de uno de sus huesos y hacer polvo todo su cuerpo. En un primer momento resistió mis ataques, forzándose a aguantarlos con toda la dignidad posible, pero hasta él tenía un límite, y después de un tiempo mis puñetazos empezaron a hacer mella al fin. Con cada golpe, su cuerpo se doblaba, el aire escapaba de él, de sus labios salía un sonido de dolor. Yo no me di por vencido.
No sé qué era lo que estaba intentando. En aquel momento, perdí toda noción de mí mismo. Quería hacerle daño, pagar sobre él todas las emociones negativas que sentía. No sé si quería matarle o no. Tampoco sé si aquello era simplemente algún instinto daemon que simplemente me pedía que acabase con aquel dragón. A lo mejor ni siquiera era eso, sólo quería probar con alguien la nueva fuerza que había adquirido. Tal vez simplemente era un niño teniendo una rabieta.
Seguí golpeándole, sin rendirme, esperando sacar alguna reacción de él, algo. Que me rogase que parara, que me insultase, que intentase defenderse, que me atacara… Pero él no hizo nada de eso. Recibió todos mis golpes como un pelele, reaccionando a ellos de la mejor manera que podía, hasta que su cuerpo, menos fuerte que su mente, se rindió, y simplemente dejó que hiciera lo que me diera la gana con él. Eso hice.
Con un grito que salió de lo más profundo de mi ser, di mi golpe final, directamente en su tórax. Su cuerpo salió disparado a causa del impacto y cruzó el aire hasta chocar contra uno de los árboles muertos de la ciénaga, partiéndolo en dos y dejando que el cuerpo de Roy cayera al suelo junto al tronco roto.
Me acerqué a él jadeante, listo para darle el golpe de gracia, harto ya de no tener ninguna reacción por su parte. Mis manos goteaban sangre: Suya, de las heridas que había abierto en su piel; mía, de las que me había hecho yo despellejándome los nudillos y clavando mis uñas en mi propia piel, en mi enfado ciego. La cabeza me daba vueltas, y me costaba centrarme en algo que no fuera seguir con aquella pelea. En mi mente sólo había un pensamiento: Matar al dragón.
Él estaba hecho polvo. Mi ataque le había dejado para el arrastre, y todo su cuerpo estaba lleno de heridas, cortes, moratones de todos los colores, golpes hinchados, marcas rojizas de la abrasión. Uno de sus ojos se había cerrado a causa de la sangre que goteaba de una herida sobre su ceja, su nariz estaba posiblemente partida, al igual que su labio, que no dejaba de derramar sangre, y posiblemente también tuviera alguna herida interna en su boca, teniendo en cuenta la cantidad de golpes que había dirigido a su mandíbula.
No era suficiente. Quería verle muerto. Quería matarle. Tenía que hacerlo. Lo necesitaba. Necesitaba su sangre. Sangre de dragón. Dragón. Dragón. Roy era un dragón. Tenía que matar al dragón. Al dragón. Roy.
Tenía que matar a Roy.
Le agarré del cuello y le levanté en el aire con una sola mano. Dejé que quedara de puntillas en el suelo. No quería asfixiarle, quería romper su cuello con mis propias manos. Le miré con ojos vacíos, sedientos de sangre, y hablé con voz ronca y violenta.
-Eres patético -Dije-. Voy a matarte. ¿Ni siquiera vas a rogar por tu vida? -Él no me respondió. Me miró fijamente a los ojos, sin decirme nada. Eso me perturbó- ¿Crees que esto significa algo? Tu vida me da igual a estas alturas. Me repito: Voy a MATARTE. ¿No tienes NADA que decir?
Vi sus labios moverse ligeramente. Aflojé el agarre en su cuello, permitiéndole tomar aire para hablar. Y escuché atentamente sus últimas palabras.
-Leiftan -Pronunció, con voz clara y serena, a pesar de su estado-. Te quiero.
Apreté su cuello con toda la fuerza que pude.
No me quería. No me quería, no podía quererme. Si me hubiera querido, no hubiera hecho eso. Nunca me hubiera mentido, nunca me hubiera ocultado algo tan importante de él. No me hubiera dejado tener ese collar tanto tiempo encima.
Roy no podía quererme. Yo era un daemon, y él era un dragón. Teníamos que odiarnos. Estaba escrito en nuestra naturaleza.
Todo el mundo quería a los dragones, tan dignos, tan benevolentes. Los salvadores de Eldarya. Héroes en la historia.
Nadie quería a los daemon. Nos odiaban, sólo por existir. Despreciaban nuestra miserable existencia.
Roy no podía quererme. Aquello era mentira.
Y no iba a dejar que me mintiera otra vez.
Apreté con todas mis fuerzas, con la intención de romper su cuello, y todo mi cuerpo tuvo un espasmo de placer en preparación al sonido de sus huesos partiéndose.
Pero… No los escuché.
No escuché aquel sonido. Sus huesos no se rompieron, su cuello no se partió.
Estaba apretando con todas mis fuerzas, pero no eran suficientes. Por más que apretaba, mi mano no llegaba a cerrarse sobre su cuello. No conseguía oprimir su cuello con la fuerza suficiente. Mi brazo no tenía fuerza… No era…
No era capaz de hacerlo.
Miré fijamente los ojos granates de Roy. Me di cuenta de algo. Había un profundo y amargo dolor en ellos, pero… Aquel dolor no era suyo. Era el reflejo de lo que se veía en mis ojos, ojos oscuros de daemon.
Noté que me faltaban las fuerzas de repente. Sentí un peso muy pesado sobre mis hombros. Mis manos empezaron a temblar, mis piernas querían ceder y tirarme al suelo.
Con un grito frustrado, simplemente arrojé a Roy al suelo, tirándole muy lejos de mí. Inmediatamente me di la vuelta, dándole la espalda, y grité, desde lo más profundo de mi ser.
La tierra tembló a mi alrededor cuando lo hice. Las raíces de los árboles muertos salieron de ella, las rocas incrustadas en el barro saltaron, el suelo bajo mis pies se hundió allí donde yo estaba.
El temblor se detuvo cuando dejé de gritar. Estaba jadeante, mi garganta escocía y me ardía, al igual que mis ojos.
Era tan, tan frustrante. Quería matar a ese hombre, a ese impostor, a ese dragón…
Pero no podía hacerlo.
Me giré hacia él. Estaba tirado en el suelo, apenas podía moverse, pero con mucho esfuerzo se había incorporado lo suficiente para mirarme a la cara.
-¿¡POR QUÉ!? -Le grité, esperando una respuesta a la pregunta que ahora mismo me atormentaba- ¿¡POR QUÉ NO PUEDO MATARTE!?
Soltó aire de forma temblorosa. Casi me pareció que se estaba riendo. A pesar de eso, vi lágrimas en sus ojos, las mismas que había en los míos… Pero, a diferencia de mí, él estaba… sonriendo.
-Porque me quieres, Leiftan -Respondió.
Enfadado, volví a gritar con frustración. Aquello no era cierto. Era otra mentira.
-¡No puedo quererte! -Seguí gritando, desgañitándome- ¡Soy un DAEMON! ¡LOS DAEMON NO SENTIMOS AMOR!
-Pero tú sí, Leift -Siguió hablando con ese tono calmado-. Porque eres más que un daemon. Porque eres tu propia persona. Y por eso te quiero, Leiftan, porque te quiero a ti. Me da igual si eres un daemon, un aengel, un lorialet, o lo que sea. Eres mi hijo. Te quiero.
-¡NO! -Me llevé las manos a los oídos, como si así pudiera desoír las palabras- ¡ESO ES MENTIRA! ¡DEJA DE MENTIRME!
-No te miento, Leiftan. Yo…
-¡QUIERO MATARTE! ¡QUIERO MATARTE CON TODAS MIS FUERZAS, QUIERO ACABAR CON TU EXISTENCIA! ¡NO PUEDES QUERERME! ¡NO DESPUÉS DE LO QUE HE HECHO!
-Te he hecho daño, lo sé… Y porque estás herido has reaccionado así. Es lo que me merezco por engañarte.
-¡LO QUE TE MERECES ES LA MUERTE!
-Pero no quieres matarme. Y sé que, en el fondo, tampoco querías hacerme daño… -Intentó incorporarse un poco más, pero se interrumpió a mitad de movimiento con un gesto de dolor. Cuando volvió a hablar, su voz parecía un poco más ronca- Pero a veces las personas somos así. A veces hacemos cosas estúpidas cuando estamos heridos… Es lo malo de tener un corazón, que se rompe. Pero aún podemos…
-¡NO! -Volví a cortarle- ¡No quiero saber nada de ti, NUNCA MÁS! ¡QUIERO QUE DESAPAREZCAS DE MI VIDA! ¡NO NECESITO A UN DRAGÓN CERCA!
-Leiftan -Volvió a intentar ponerse en pie. Esta vez, lo consiguió. Yo me alejé un par de pasos-. Escúchame…
-¡Ya llevo escuchándote suficientes años! -Seguí alejándome de él- ¡No quiero oír más! ¡No quiero saber nada más de ti o de tus mentiras! Ahora soy libre, así que…
-Leiftan, por favor… -Comprendiendo mis intenciones, intentó acercarse a mí de nuevo. Cojeaba de una pierna y cada paso que daba parecía ir a caerse al suelo, pero aún así siguió andando, sin detenerse.
-¡Si no vas a morirte, entonces simplemente vete! -Y yo volví a retroceder. Extendí mis alas, preparándome para alzar el vuelo- ¡No quiero… volver a saber nada de ti! ¡Vuelve a Paraíso con los dragones, o vete a Infierno y no salgas de ahí! ¡Me da igual! ¡Si no vas a morirte, entonces…!
-¡Leiftan!
-¡NO!
Y, con aquel grito, alcé el vuelo, y… Me fui.
Simplemente me fui, surcando el aire, lejos del cenagal, lejos de Roy. No quería verle la cara. No quería verle a él… al dragón.
Así que me fui volando, ni siquiera pensando en donde. A cualquier parte en la que no estuviera Roy. Vacié mi mente en aquel vuelo, no quería pensar en absolutamente nada. Todos mis pensamientos eran inútiles en aquel momento. Todo lo que tenía que hacer era alejarme.
Conseguí viajar a través del aire durante un rato bastante largo, hasta que al final mis alas, poco acostumbradas a volar largas distancias, terminaron por quejarse del trato que las estaba dando, y tuve que tomar tierra en un aterrizaje menos glamuroso de lo que acostumbraba en mí y que me hizo caer directo al barro del cenagal. No había conseguido ir tan lejos como para dejar atrás la ciénaga, pero la distancia que había hecho no podía replicarse andando fácilmente, y después de cómo le había dejado, desde luego Roy no iba a darse esa paliza a caminar. Tal vez hubiera podido seguirme por el aire, si se hubiera transformado, pero no lo hizo.
Así que estaba solo en aquel cenagal. Justo lo que yo quería.
Era libre al fin. Libre del collar, libre de los dragones, libre de Roy. Tenía todo lo con lo que había soñado por tanto tiempo, y más incluso.
Me eché a llorar desesperadamente. Ni siquiera me molesté en levantarme del suelo, simplemente me quedé allí, llorando como nunca en mi vida había hecho. Me sentía mal, pero no entendía por qué. Al fin lo tenía todo, así que, ¿por qué estaba así? ¿Por qué no estaba más contento? ¿Por qué tenía aquella sensación de insatisfacción?
Notaba un vacío en el pecho, uno que aquel poder que me había intoxicado durante mi pelea con Roy no había conseguido llenar, aunque lo había intentado.
Roy. Le había dejado atrás. Para siempre. No tenía intención de volver.
¿Por qué iba a hacerlo? Me había engañado. Me había mentido. Roy era un dragón, llevaba siéndolo desde el primer día. Y a mí no me gustaban los dragones, porque me habían hecho sufrir, me habían causado un daño indescriptible y causado traumas que no podían ser reparados.
Y, sin embargo, Roy. Mi padre.
Lancé un grito frustrado cuando aquel pensamiento alcanzó mi mente, y lo pagué con el barrizal en forma de un puñetazo que sólo consiguió que me llenase de barro a mí mismo. Aquel hombre no era mi padre. Era uno de esos horribles dragones, así que no podía serlo. Aquel hombre era una criatura ruin, detestable, que me había engañado y me había hecho sufrir de la misma forma que sus congéneres…
Traté de quitarme el barro de encima, pero todo lo que conseguí fue extender aún más la porquería por mi rostro. No poder quitarme aquella suciedad de encima y sólo conseguir embadurnarme más en ella cuanto más intentaba quitármela me pareció una buena metáfora para cómo me sentía en esos instantes, pero metáfora o no el barro me daba asco así que busqué alguna forma de limpiarme.
Lo encontré un poco más allá, en forma de una poza de aguas lodosas en las que más o menos podría enjuagarme. No iba a oler muy bien después de aquello, pero menos era nada, y de todas formas llevaba un rato ya oliendo a azufre, así que qué más me daba. Me acerqué a la poza, pues, dispuesto a quitarme aquello de encima, pero al asomarme a la superficie pegué un salto de inmediato y retrocedí, cauteloso ante la sombra de la criatura que había visto bajo las aguas.
Que… No apareció. Volví a asomarme, aún con cuidado, y entonces me di cuenta de aquella “criatura”... Era yo.
Me había asustado de mi propio reflejo.
No me reconocí a mí mismo en aquellas aguas. Con las alas extendidas, los cuernos, los ojos negros y una expresión tan severa en el rostro… Era como si fuera una persona completamente distinta. Como si fuera… algún tipo de monstruo. Un daemon.
Volví a echarme a llorar. Maldecí aquellas aguas, maldecí a mi raza, me maldecí a mí mismo.
Aún llorando, me peleé por quitarme el barro de encima. Me sentía… Tan, tan mal. Después de haber recibido todo aquel poder, después de haberlo usado de la peor manera posible… Ahora me sentía completamente vacío. El conflicto con Roy me había dejado destrozado.
No había sido capaz de matarle. A pesar de que era un dragón, a pesar de que me había engañado, a pesar de… Tantas cosas. No había podido hacerlo.
¿Por qué? ¿Por qué?
Recordé, de nuevo, la muerte de mis padres biológicos. La muerte de mi padre había sido demasiado acelerada, ni siquiera había tenido tiempo de procesarla. La de mi madre también había sido rápida, pero había sido mucho peor, y sin duda había dejado en mí cicatrices horribles. Y, sin embargo, y a pesar de aquello, matarlos no me había generado tristeza hasta mucho, mucho después. Sabía que no les quería… Les despreciaba.
Pero Roy, al que no podía matar… Roy, que era un dragón… Roy, con el que no compartía sangre… ¿Por qué no podía matarle?
Si había matado a mis padres con tanta facilidad, debería ser sencillo matarle a él.
Pero no lo era. No lo era, por supuesto que no. Porque…
Le quería. Le quería muchísimo.
La conclusión rompió lo que quedaba de mi corazón. Grité desde el fondo de mi garganta, me abracé a mí mismo, sin consuelo, y me tiré al suelo.
Por supuesto que le quería. Aquel hombre había salvado mi vida, me había dado una segunda oportunidad. Me había enseñado todo lo que sabía, me había criado para ser la persona que era. Me había dado amor y cariño cuando pensaba que no me lo merecía. Me había dado una familia, algo que nunca hubiera podido tener en otras circunstancias. Me había enseñado a ser una mejor persona y a quererme a mí mismo… Y a querer al prójimo. A él. Él, que era mi padre.
Daba igual la sangre, y daba igual que fuera un dragón. Era mi padre, porque éramos familia. No quería otra familia, le quería a él. Quería volver a su lado, disculparme por lo que había hecho, quería abrazarle y llorar en su hombro, quería escuchar sus palabras reconfortantes serenando mi alma.
Reflexioné sobre lo que había hecho. Su engaño aún me dolía, el hecho de que me hubiera ocultado algo tan importante, y sobre todo me dolía el asunto del collar, pero mi enfado empezaba a disiparse, y me di cuenta de lo horrible de mis acciones. De todo lo que había dicho y le había dicho. Hubiera podido matarle perfectamente con mis acciones. Había estado a punto de hacerlo. Le había herido… En un sentido emocional, pero también físico. La paliza que le había pegado había sido sin duda de impresión… Cualquier persona normal habría muerto con ella, incapaz de resistir la furia de un daemon.
Un daemon. Me había convertido en un daemon, sin duda.
Había tirado todas las enseñanzas que me había inculcado completamente por la borda. Había dejado que la peor parte de mí mismo saliera a la luz y tomase el control. Me sentía fatal por eso. Por encima de todo, por encima de las palabras y de los golpes, sabía que eso era lo peor que podía haberle hecho a Roy… Y lo peor que me había hecho a mí mismo.
No quería ser esa persona. No quería ser un daemon. No quería cometer los mismos actos horribles que había leído que mis ancestros habían cometido. Quería ser… Algo más que un daemon. Puede que no un aengel… Puede que nunca fuera capaz de convertirme en uno de esos. Pero quería ser mejor. Quería ser una buena persona.
Leiftan era una buena persona. Lo sabía. A pesar de ser un daemon.
Y Roy, a pesar de ser un dragón… Era mi padre.
Eso era lo que él me había enseñado. La raza no importaba, lo que importaban eran las personas. Yo no estaba destinado a convertirme en aquel monstruo, a ser alguien horrible. Él era un dragón, y puede que en su pasado hubiera hecho cosas que estaban mal, pero había intentado redimirse conmigo. Me había adoptado porque creía en la bondad de los daemon, y yo le había fallado al volverme en contra de aquello. Roy creía que estábamos siendo castigados injustamente, que los dragones estaban haciendo las cosas mal. Él quería cambiar eso, había empezado a hacerlo conmigo.
Yo era el cambio. Yo era la personificación de que sus ideales podían convertirse en una realidad. Era el ejemplo de que los daemon podían ser buenos. Y nosotros… éramos la prueba de que daemon y dragones, a pesar de su pasado, no tenían por qué ser enemigos. Tal vez hubiera forma de cambiar las cosas. Tal vez los daemon podían redimirse al fin de sus errores del pasado y terminar su condena. Tal vez los dragones pudieran enmendar lo que habían hecho con nosotros.
Tal vez.
Las primeras luces del alba me recibieron cuando abrí los ojos después de aquella reflexión. Mi garganta estaba seca y escocida, mis ojos hinchados y adoloridos, mi cara estaba surcada por el barro y las lágrimas resecas. Me dolía absolutamente todo el cuerpo.
Pero me sentía un poquito mejor.
Había fallado a Roy, desde luego. Había hecho cosas horribles. Pero sabía que podía enmendarlo.
Me puse en pie de forma casi patética. Tomé aire de forma temblorosa, casi hipando. Desplegué mis alas.
Y volví a echar a volar, a plena luz del día, con una sola idea en mi mente: Volver a Roy. Sobrevolé la ciénaga, intentando distinguir de dónde había venido exactamente. Busqué Prosperidad desde el aire, y me costó un buen rato encontrarla, porque no era exactamente visible. Desde allí más o menos ubiqué cuál era el lugar en el que había tenido mi pelea con Roy, y allí aterricé.
Miré a mi alrededor, inseguro. Reconocía el lugar, e incluso si no lo hubiera hecho había suficientes destrozos y evidencias alrededor como para señalarme que ese había sido el sitio. Quedaban marcas de las peleas, sí, pero…
No había ni rastro de Roy.
Aquello me inquietó un poco, pensando por un instante que se había tomado en serio mis palabras y había decidido abandonarme y dejar que me buscase la vida por mi cuenta por ser un desagradecido.
Luego me lo pensé mejor, y deduje que posiblemente hubiera vuelto a Prosperidad. Aunque fuera, tenía que decirle a la gente que se había librado de las furias, y era allí donde tenía todo su material sanitario… Que lo iba a necesitar, después de la paliza que le había metido.
Me costó un poco volver a esconder mi forma plena, porque la cantidad de poder que sentía que tenía era casi incontenible, pero logré guardar mis alas y mis cuernos y hacer que mi cuerpo dejase de oscurecerse y humear. El olor a sulfuro seguía en el aire, pero eso era porque lo tenía metido ya en la nariz, posiblemente. Todo mi cuerpo se quejó cuando volví a esconder mis rasgos daemoníacos, y casi me dolió hacerlo, pero tras unos instantes de respiraciones profundas conseguí controlar mi transformación. Mi cuerpo me pedía que lo dejase ir, y sentía mi piel tirante y en tensión, necesitada de dejar mostrar mi verdadera forma, pero no estaba dispuesto a dejarme ver como daemon por ahí, así que me armé de fuerza de voluntad para esconderme de nuevo.
Entonces eché a andar hacia Prosperidad, con pasos firmes y decididos. Según me iba acercando, sin embargo, empezaron a surgir algunas dudas en mí. ¿Qué iba a decirle a Roy exactamente…? En mi cabeza tenía muy claras mis ideas, de lo que no estaba tan seguro era de cómo iba a ponerlo en palabras.
Empecé a dudar, a ponerme nervioso. ¿Y si Roy me rechazaba? Y si, después de todo lo que había hecho, había acabado por odiarme… No, Roy no sería capaz de odiarme, ¿verdad? Me lo había dicho, a fin de cuentas. Me había dicho que me quería.
A pesar de todo.
Finalmente llegué a Prosperidad, el pueblo espectral recibiéndome con su ambiente frío y desolado de siempre. No me molesté en buscar a otra gente del pueblo, ni me escalofrío por la ausencia de ella, no esta vez. Simplemente me dirigí hacia la casa que nos había servido de campamento improvisado, decidido a tener mi conversación con Roy.
Pero…
Encontré a Roy en el centro del pueblo.
Él-
No…
…
Estaba muerto.
Su cabeza cercenada descansaba en una pica, y la rodeaban el resto de sus miembros y su torso, igualmente ensartados y puestos en exposición. Eso era todo lo que quedaba de él.
No fui capaz de comprender qué era lo que estaba viendo en un primer momento. No sabía qué era. Pero cuando le… reconocí…
Noté un horror que no había sentido nunca antes. Sentí la desesperación nacer desde el fondo de mi alma, y la escuché escapar en un grito de puro horror. Corrí hacia él pero me detuve, incapaz de acercarme más, incapaz de… Verle.
No sabía qué estaba pasando. No lo comprendía. Sólo sabía que Roy… Que algo horrible le había pasado a Roy.
-Roy… -Murmuré su nombre, mirando con fijeza los restos de su ser. Quería apartar la mirada, pero no podía- Roy, qué… Qué ha…
Escuché un grito detrás de mí. Mi mente se había ido por un instante, pero mi cuerpo reaccionó a tiempo, y me giré para detener con una mano el ataque que me esperaba por la espalda, y una cuchilla me apuñaló a través de la palma, arrancándome un grito de dolor.
Miré a mi atacante y vi a aquella mujer desesperada que nos había recibido en el pueblo. Estaba completamente ida, enajenada, y sus ojos me miraban con la única intención de matar.
-¿Qué…? -Sorprendido y asustado a partes iguales, no pude hacer mucho.
La mujer desclavó la hoja de su cuchillo de mi mano, y volvió a intentar apuñalarme con ella. Esta vez me pilló menos por sorpresa y fui capaz de esquivar su ataque y agarrar su muñeca. Apreté con fuerza y no me molestó escuchar algo romperse. Ella hizo un sonido de dolor y dejó caer su cuchillo al suelo, aunque intentó librarse de mí a base de arañarme con su mano libre.
-¡Tú! -No me molesté en intentar suavizar ni disimular la ira de mi voz, hablando con todo el desprecio que me era posible- ¿¡Qué le has hecho a Roy!?
-¡Suéltame! -Pidió, aún resistiéndose a mi agarre. Yo hice aún más fuerza en el mismo, y ella gritó- ¡SOCORRO! ¡AYUDA!
De repente, me vi emboscado.
De las casas y de las calles salió la gente del pueblo, muchos de ellos armados con lo poco que tenían, cuchillos y otras herramientas afiladas o de aspecto contundente, y empezaron a agolparse alrededor de la plaza. Sorprendido por aquello solté a la mujer, que inmediatamente retrocedió y corrió a refugiarse en los brazos del hombre que nos había recibido con ella, que lideraba la marcha.
-¿Qué significa esto…? -Hablé a media voz, ligeramente impresionado por la reunión de gente.
-Lo sentimos, chico… -El hombre habló con una voz completamente desprovista de emoción, y algo en ella me heló la sangre. Me volví hacia él, y en sus ojos vi la misma sed de sangre que había visto en los de la mujer- No es nada personal. Pero nos han dicho… Nos han dicho que se irían si acabábamos con vosotros se irían…
-¿Os han dicho…? -De repente, me acordé de algo- Las furias…
Escuché una risa venir de algún lugar, una risa que reconocía ya perfectamente. Después de todo lo ocurrido, ya me había olvidado de aquellas criaturas… Por supuesto que Roy no había conseguido asustarlas. Aún se habían quedado allí, esperando a poder ejecutar su venganza por su compañera muerta… Y lo habían conseguido.
-Leiftan… -Escuché su voz susurrante viniendo de todos los rincones. Vagamente era consciente de las formas nebulosas que se deslizaban por el aire sobre nosotros- Porque has cometido el crimen más severo posible… Nosotras te condenamos…
-¡¡HABÉIS MATADO A ROY!! -Grité, notando una enorme furia surgir en mi alma, una sólo comparable con la que había sentido durante mi pelea con Roy.
-Él ha pagado también por manchar el honor de su sangre…
-Teníamos que hacerlo… -Alguien entre la multitud habló, con una voz desesperada y agónica- No podemos más con esto. Dijeron que se irían, así que… así que…
Las furias les habían instruido para matarnos a Roy y a mí, a cambio de liberar al pueblo. Y aquella gente estaba tan desesperada que lo habían hecho sin pensárselo siquiera dos veces. Sin importarles nada más que ellos mismos. Habían matado a Roy.
De nuevo miré su cuerpo exhibido de forma morbosa en la plaza, y sentí náuseas.
Roy.
Roy, estaba muerto.
Estaba delante de mí… Muerto.
Noté lágrimas en mis ojos. ¿Por qué? ¿Por qué había muerto? Aún no había conseguido enmendar las cosas con él. Después de todo lo que había dicho y hecho… Él se había ido sin que yo pudiera disculparme. Sin que pudiera decirle que yo también le quería.
-Eres asesino de aquellos con los que compartes sangre… -La voz de las furias se escuchó de nuevo- Y eres el causante de la muerte de aquel al que llamas “padre”...
-¿Causante…? -Repetí la palabra. Las furias se rieron.
-Esta criatura patética… Ha quedado a merced de su destino -Explicaron-. Tus actos y palabras asesinaron su alma… Uno de los hijos de los cielos jamás hubiera caído a merced de simples faéricos, pero su alma ya había dejado el cascarón vacío de su cuerpo… Matar la cáscara no ha sido sino librarle de su miseria…
Lo que insinuaban… Era que yo había matado a Roy. Noté las palabras calar hondo en mi mente. Por supuesto que yo había matado a Roy. Después de lo que había hecho… Incluso siendo un dragón, su cuerpo no hubiera podido soportar una emboscada como aquella. Puede que yo no diera el golpe de gracia a su cuerpo, pero… Había sido yo el que le había dejado en aquel estado.
Yo era su asesino.
Eso era lo que las furias estaban diciendo. La realidad era otra bastante distinta, y era perfectamente consciente de ello.
Le había hecho cosas horribles a Roy, y había deseado su muerte, pero yo no le había matado. Habían sido ellas, las furias, las que habían causado aquello. Había sido la gente de ese dichoso pueblo los que habían dado el golpe final en su cuerpo. Roy podría haberse salvado, y yo lo sabía, porque…
Porque si hubiera querido matar a Roy, lo hubiera hecho. No lo hice.
Yo no le maté. No maté a Roy. No maté a mi padre.
-Eso es mentira… -Siseé mis palabras con veneno- Es culpa vuestra… Es culpa vuestra que Roy esté muerto…
-No finjas inocencia… -Las furias hablaron con indignación- Tú deseaste su muerte. Tú la casusaste. Tú no has sido la mano ejecutora, pero una vez más, has sido tú, oh, indigno, el que…
No les dejé terminar la frase.
Ya no me importaba nada. No quería seguir escuchando aquello. No quería seguir allí. Me ponía enfermo la mera presencia de las furias. Me daba asco aquel pueblo, y aquella gente que había matado sin atender a la razón.
Mi forma plena salió a la luz una vez más, mis alas surgiendo de forma violenta, mis cuernos perforando mi piel, mis manos humeantes con el sulfuro. Escuché gritos de sorpresa entre la multitud al ver aquello. Me dio igual.
Simplemente levanté el vuelo y me lancé a por una de las furias. La escuché reírse… Y su risa se cortó cuando sintió cómo, a pesar de su incorporeidad, era capaz de agarrarla.
Hay pocas cosas que puedan detener a un daemon. La esencia física desde luego no es una de ellas.
-Muere -Dije simplemente, como única condena.
Y con un fogonazo de luz verde que surgió de mi mano, la furia simplemente explotó y dejó de existir. No me molesté en hacerla agonizar como había hecho Roy con su compañera. Me daba igual que sufriera o no, sólo quería que se muriera.
En cuanto lo hizo, miré en derredor, buscando la que me faltaba. Mis ojos de daemon fueron capaces de distinguir a la furia restante perfectamente, y hacia ella fui, cortando su ruta de escape cuando ella intentaba huir por el aire. Se paró en seco y, a pesar de que no tenía forma física, fui capaz de ver perfectamente el miedo en ella.
-¡Aguarda…! -Rogó, llorando por su vida.
-No.
Y murió de la misma forma que su compañera cuando con el canto de mi mano simplemente partí su alma en dos. Se evaporó en el aire, dejando de existir para siempre.
Tomé tierra después de eso. La multitud que antes estaba tan dispuesta a matarme había enmudecido completamente, e hicieron hueco para dejarme aterrizar. Extendí mis alas todo lo que pude, haciendo que retrocedieran más todavía, y empecé a caminar hacia… Roy. Me abrieron paso sin decir nada.
Esta vez fui capaz de encarar sus restos. Aún me repugnaba aquello. Aún me provocaba un profundo dolor. Tengo la imagen grabada a fuego en mi mente, y es terriblemente dolorosa cada vez que la recuerdo. Fue espantoso, fue horrible.
-Lo siento -Hablé con voz queda y susurrante. No quería que nadie más me oyera, esas palabras eran sólo para él-. He dejado que esto ocurriera, por no ser capaz de escucharte. No tenía que haberme ido. No tenía que haberte dejado solo.
>>No tenía que haberte golpeado como hice. No tenía que haber deseado tu muerte. No tenía que haberte dicho todas las cosas horribles que dije.
>>Sé que no era mentira. Sé que me querías. Sé que siempre lo has hecho.
>>...
>>Yo también… Te quiero. Te quiero, Roy. Papá. Papá…
Dejé que el llanto me invadiera. Me dejé caer al suelo y dejé las lágrimas y el dolor salir, de nuevo.
Mis palabras no iban a alcanzarle nunca. No iba a poder decirle jamás todo aquello. Me daba igual que él ya lo supiera. Quería decírselo a la cara. Quería repetírselo para que nunca se le olvidase.
Pero aquello era… Imposible.
Cuando terminé de llorar, tras un largo tiempo de pena, simplemente me levanté y me giré. Encaré a la multitud, que me miraba incapaz de pronunciarse. Había caras de lástima, otras de sorpresa, algunas de profunda incomprensión.
Me acerqué a la pareja del centro, aquellos que nos habían recibido. La mujer me miró con sus ojos saltones y asustados, pero casi pareció como si no me viera.
-Has… H-has matado… a esas cosas -Yo asentí-. I-incluso después de lo que hemos hecho nos has… Nos has salvado.
-Es lo que Roy hubiera hecho -Respondí-. Él era así. Hubiera ayudado a cualquiera. Por mucho dolor que le generase a él… Su misión en la vida era ayudar a la gente.
Los ojos de la mujer se inundaron de lágrimas. Sin poder contenerlo, se lanzó sobre mí en un abrazo. Yo no respondí al gesto. No hice nada. La dejé llorar en mi hombro.
-Gracias -Dijo-. Gracias, gracias, gracias…
-Hm.
Siguió llorando, dándome las gracias. Lloró y lloró, y gritó. Sólo quería expresar lo muy agradecida que estaba porque les hubiera librado aquella amenaza. Le daba igual el resto. Le daba igual todo…
Le dio igual cuando mi brazo atravesó limpiamente su abdomen, perforándoselo. Ella siguió llorando, agradecida, hasta que su voz se volvió simplemente un borboteo sanguinolento y su cuerpo perdió fuerza y cayó al suelo sin vida.
Saqué mi brazo de ahí, manchado hasta el codo de sangre. Miré a la multitud frente a mí, cuyas expresiones habían cambiado de nuevo, el miedo y el horror instalándose en ellas.
Roy no les hubiera perdonado, pero lo habría dejado pasar. No hubiera dicho nada, hubiera recogido sus cosas y hubiera seguido su camino. Hubiera dejado que aquella gente reconstruyese su vida.
Yo no era Roy.
Yo era un daemon.
Y quería… venganza.
Me lancé al ataque contra aquella gente, y ellos hicieron lo mismo.
No tuvieron ni la más mínima posibilidad.
Abrí cuerpos, rompí cuellos, desmembré torsos, aplasté cráneos. Una y otra vez. Cualquiera que venía a por mí era mi enemigo. Los que huían, desesperados, también. Nadie estaba libre. Al principio intentaron resistirse, intentaron atacarme, pero sus cuchillas no eran capaces de perforar mi piel, sus golpes no eran lo suficientemente contundentes. Mis garras se abrían paso en la carne con una facilidad asombrosa, mis llamas consumían a todo aquel que se interponía en mi camino, mis plumas se clavaban en la piel del que tuviera la desgracia de estar a mi espalda.
No perdoné a nadie. Di caza a cada una de las personas que vivían en aquel pueblo. No me importó su sexo o su edad. Mujeres, ancianos, niños, no me importaba. Quería sangre, y sangre fue lo que tuve, la suficiente como para quedar cubierto de pies a cabeza en ella. Masacré aquel lugar, hasta que la única persona que quedó en pie fui yo. Hasta que las calles quedaron llenas de una alfombra de cuerpos y sangre. Hasta que todos los gritos se extinguieron y todo lo que quedó fue el silencio, uno mucho más violento y crudo que el que había reinado anteriormente en el pueblo.
Hasta que se convirtió, de verdad, en un pueblo fantasma.
Sólo entonces me detuve. Sólo entonces deje la matanza, porque ya no podía continuar.
Ignoré los cuerpos a mis pies. No tenían valor alguno. Sabía que aquello era exactamente lo que Roy quería evitar de mí, sabía que eso era lo que le daba tanto miedo…
Pero Roy ya no estaba, así que, ¿qué más daba?
Volví a la casa en la que habíamos dejado nuestras cosas. No iba a dejar que aquello se perdiera, así que recuperé mi bolsa de viaje y la de Roy. Al salir, simplemente le prendí fuego a la casa.
Prendí fuego a todo el pueblo. Según caminaba, un reguero de llamas verdes me seguía. Ni siquiera sabía de dónde estaban saliendo, cómo las estaba haciendo. Me dio exactamente igual. Quería que aquel lugar ardiera hasta que de él no quedara ni la ceniza. Quería que dejase de existir.
Al salir del pueblo, al encaminarme a las afueras, me encontré algo en el suelo. Algo muy familiar.
El sombrero de Roy. Aquel que sin querer había tirado al suelo durante nuestra desastrosa conversación. A lo mejor ni siquiera había intentado recogerlo… A lo mejor lo había hecho, pero se le había vuelto a caer de camino al pueblo. Lo recogí, pensando en qué hacer con él. Una parte de mí quería arrojarlo también a las llamas, dejar que ardiera junto con Roy.
Otra parte, mucho más sentimental, quería un último recuerdo de mi padre.
Fue esa la que ganó.
Ocultando mi verdadera forma, temiendo que mis cuernos pudieran perforar la tela del sombrero, coloqué el accesorio sobre mi cabeza. Después, eché a caminar, dando la espalda al pueblo. A Roy. A todo.
Prosperidad era un pueblo trágico, lleno de un profundo dolor y agonía… Era tan, tan pequeño que apenas aparecía en los mapas.
Hoy, no aparece en ninguno. Hoy, Prosperidad ya no existe.
Yo mismo me encargué de eliminarla.
No sentí placer al hacerlo. No sentí ninguna de las emociones que se suponía que un daemon debía sentir al destrozar un pueblo y masacrar a sus gentes.
Sólo sentía dolor. Mucho, mucho dolor. Era lo único que era capaz de sentir en aquel momento.
Matar a aquella gente no había servido para aliviarlo. No había servido de nada.
Sólo para convertirme en el monstruo que más temía ser.
Parte 7
Después de los sucesos de Prosperidad, me sumí en una profunda depresión.
Entré en un estado de completa apatía. Me daba igual… Todo. Nada de lo que ocurría a mi alrededor me interesaba. Vacié mi mente por completo. No quería pensar en nada, porque si lo hacía, sabía que iba a dolerme.
Caminé durante mucho tiempo. No sé cuánto. Crucé el cenagal sin detenerme, y seguí más allá. Atravesé el páramo que venía después, y seguí caminando. No me detuve.
No tenía un destino. No sabía a dónde estaba yendo. Estaba huyendo… No sé de qué. De Prosperidad, de lo que había hecho allí. De Roy y su fantasma. De mí mismo.
No recuerdo pararme para dormir o para comer, pero posiblemente lo hiciera en algún momento, porque recuerdo haberme quedado sin comida. De las dos bolsas de viaje que había recogido, la mía era la que más espacio ocupaba, al ser la más grande, y la que en mejores condiciones estaba. La de Roy había sufrido demasiado con el paso del tiempo y era demasiado pequeña para llevar nada.
No iba a deshacerme de ella, pero llevar dos mochilas, aunque estuvieran casi vacías, era molesto, así que decidí deshacerme de la mía.
Busqué qué era lo que tenía de valor en ella. Una cantimplora, vacía. Un kit de primeros auxilios que no tenía pensado usar. Una bufanda de repuesto que ya no necesitaba. Una muda limpia.
… Tal vez eso sí fuera necesario, porque aún seguía con la ropa llena de sangre seca. Era un poco desagradable.
Por primera vez en… Días, supongo, no sé cuánto tiempo pasé en aquel estado exactamente, tomé un desvío en mi camino hacia ninguna parte para ir a algún sitio, buscando algún lugar en el que poder lavarme un poco. Estaba en alguna llanura extensa y vacía, que por mis conocimientos de geografía en seguida supe localizar en el mapa general de Eldarya que tenía en la cabeza. Empecé a buscar alguna fuente de agua. Me costó horas de búsqueda encontrarla, hasta dar con un riachuelo tímido que me llevó a un río que, remontando la corriente, me llevó hasta una cascada lo suficientemente digna como para hacerme de ducha improvisada pero no con la fuerza suficiente como para destrozarme los huesos en el intento.
Me limpié bajo el agua de la cascada, deshacéndome de todo lo que llevaba arrastrando desde Prosperidad. Al menos todo lo físico. El agua se llevó la sangre y la suciedad y devolvió algo de energía a mis músculos cansados. Sin preocuparme por nada, dejé que mis alas surgieran a mi espalda y sus plumas se lavasen también bajo el agua. No me preocupaba que alguna ninfa chismosa pudiera verme… Total, ¿iba alguien a creerla si decía que había visto a un daemon dándose un baño en su cascada?
Cuando terminé de limpiarme, me acerqué a la orilla para dejarme secar allí un rato. Al hacerlo, no pude evitar observar mi reflejo desnudo en el agua. En esta ocasión, estaba menos empañado que lo que había estado en el agua lodosa del cenagal, pero aún así me costaba reconocer a la persona que había allí. Batí mis alas para librarlas del agua y las escondí. Volví a mirar el reflejo. Era yo, pero… Me faltaba algo. Algo importante.
Me cambié de ropa a aquella muda limpia, dejando la ropa manchada de sangre a la orilla, y seguí examinando los contenidos de las dos mochilas, decidiendo qué iba a llevar conmigo. Mi cartera, relativamente vacía, y la de Roy, aún más y que sólo tenía algunos papeles con algunas direcciones y nombres acompañados por corazones apuntadas. Ya no tenía dinero, y dudaba poder conseguir financiación de la Guardia por mi cuenta.
La Guardia… Eso me recordó algo.
Abrí la mochila de Roy y exploré en su interior hasta dar con algo. Un sobre arrugado y sucio, que estaba sellado con un lacre que tenía la marca de la Guardia Obsidiana.
“Si en algún momento me pasa algo”, me había dicho Roy tiempo atrás, poco después de nuestro incidente con los tres miembros de Obsidiana, “, quiero que vayas a la Guardia de Eel y le entregues esto a un hombre que se llama Kaze”.
Examiné el sobre. No había nada escrito en él. Lo puse a trasluz contra el sol, y pude distinguir en su interior un papel doblado, posiblemente una carta y un objeto redondo, difícil de identificar. Era algo pesado y de forma abultada, pero no era capaz de decir qué era a simple vista.
Medité qué hacer con aquello. Una parte de mí quería abrir la carta y leerla. Tal vez leer las palabras de Roy, aunque no fueran para mí, pudieran darme algún tipo de guía o consuelo. Luego debatí tirarlo al agua del río y dejar que se quedara allí. No involucrarme con el asunto posiblemente fuera menos doloroso para mí.
Por último, pensé en hacer caso a las palabras de Roy y cumplir aquella última voluntad. Ir a Eel y entregarle aquello a… “Kaze”.
Uno de los misterios que quedaba por resolver era qué era lo que ocurría entre la Guardia de Eel y Roy. ¿Era Kaze algún amigo suyo? ¿Algún tipo de persona a la que había que notificar si fallecía un miembro de la Guardia? No lo tenía muy claro. Ir a Eel… En algún momento había sido para mí un sueño, luego pasó a ser un misterio por resolver, ahora… Ahora no tenía ninguna gana de ir allí. Pensar en Roy era doloroso. Ir allí a encargarme de sus últimos ritos, o lo que fuera que resultase ser aquello… Era algo que no me sentía preparado para hacer.
Pero… Ya había desobedecido suficiente la voluntad de Roy. Le había provocado tanto dolor… Había causado los sucesos que habían llevado a su muerte… Y había roto la promesa que le había hecho al hacer… aquello… en Prosperidad.
No tenía claro si aquello iba a ayudarme a superar su muerte. Sinceramente, no sabía si iba a poder superarla en ningún momento. Pero tal vez hacerlo me… Me ayudase a algo. No tenía muy claro a qué. Me daría un objetivo, al menos, aunque fuera temporal. Siempre era mejor que simplemente vagar por Eldarya esperando mi muerte, a fin de cuentas.
O tal vez no. No tenía muy claro si quería morirme.
Fuera como fuera, tomé la decisión de entregar aquella carta. Era lo que Roy quería, a fin de cuentas. Después de causarle tantas cosas malas, quería… Hacer algo bueno por él. Aunque ya fuera demasiado tarde para hacerlo.
Cuando tomé la decisión, me puse en pie, colocando el sombrero de Roy de nuevo sobre mi cabeza. Recogí su mochila, dejando la mía, ya vacía, allí mismo, y eché a andar. Esta vez, mis pasos tenían un destino.
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No fue fácil alcanzar la Guardia de Eel. Me costó algunos meses. No estaba acostumbrado a viajar solo y, puede que Roy no supiera nunca a dónde iba, pero al menos sabía llegar a los sitios. Yo sabía leer un mapa, orientarme a través de él era más complicado.
La falta de dinero también era un problema. Ya no podía simplemente poner las cosas “a nombre de la Guardia de Eel”. Tenía que ganarme la comida y el alojamiento. Lo último no era un problema, porque teniendo un saco de dormir encima, cualquier sitio era bueno, pero la comida no era tan fácil, así que tuve que buscarme la vida con aquello.
En algunos sitios en los que visité, simplemente me busqué algún trabajo a corto plazo, alguna semana, para ahorrar dinero hasta el siguiente pueblo o ciudad. En otros rincones, a base de favores conseguí al menos un plato de comida o provisiones durante algunos días. En ocasiones incluso podía llegar a encontrarme con alguien que en el pasado hubiera ayudado junto a Roy, que querría expresar su gratitud en forma de comida, cama o dinero. Era difícil explicar qué era lo que le había pasado a Roy a aquellas personas, y recibí muchas miradas de lástima gracias a ello.
Conseguí llegar a Eel después de muchas penurias.
Mi primer pensamiento fue que me la imaginaba bastante más grande. El segundo es que era bastante brillante y colorida.
Creo que me imaginaba alguna especie de bastión militar o algo, no… Eel. Entré allí algo despistado, no sabiendo qué hacer. El enorme edificio de la Guardia me daba una pista sobre hacia dónde dirigirme, y era un buen punto de referencia para no perderme en la ciudad. Me dirigí hacia allí observando todo lo que me rodeaba, mi interés por la novedad de la ciudad consiguiendo abrirse paso a través de varias paredes de supresión emocional. Encontré la ciudad bastante interesante, a pesar de que algunos de sus colores eran demasiado brillantes para mi gusto.
Me sorprendió ver niños corretear por ahí. No sabía que la ciudad tenía también un refugio, así que aquello me pilló por sorpresa. Esperaba que todo el mundo fuera simplemente un soldado de la Guardia, pero no. Había también tiendas de todo tipo, lugares de recreo en el que la gente simplemente disfrutaba de su vida, jardines asombrosos… Era, sí, una ciudad. Aunque muy pequeña.
El edificio de la Guardia me dio algo de impresión al verlo tan de cerca. Era… Es, bueno, bastante alto. No le veía el sentido práctico a una torre tan alta, pero me pregunté cómo serían las vistas de la ciudad desde lo alto.
Al entrar, como todo el mundo la primera vez, me quedé algo despistado con la sala de las puertas. No estaba muy seguro de qué hacer o hacia dónde ir, así que simplemente me quedé allí pensando en cómo afrontar la situación. En esto, alguien que pasaba por mi lado sin querer se chocó conmigo. Fui a musitar una disculpa, pero antes de que pudiera hacerlo el tipo me cogió de forma agresiva por los hombros y me levantó del suelo, mirándome con cara de mal humor.
-¡Tú! -Gritó- ¡Te has chocado conmigo!
-S-sí… -Un poco confundido ante los gritos, simplemente acepté la acusación… Aunque era el otro más bien el que se había chocado conmigo- Lo siento…
-¿¡Lo sientes!? -Me zarandeó como si yo apenas pesara nada- ¿¡Cómo que “lo sientes”!?
-¿Q-qué se supone que quieres que diga si no…?
-¡Quiero que ruegues por tu vida!
No estaba muy dispuesto a hacer eso. Ni siquiera yo mismo le tenía tanto aprecio a la misma como para rogar por ella.
Miré en derredor, intentando ver alguna escapatoria. No había demasiado que pudiera usar como excusa, y el resto de la gente de la habitación no parecía demasiado interesada en la escena. Seguían a lo suyo, ignorándola, como… Como si aquello fuera una ocurrencia normal y perfectamente cotidiana.
-¿¡No me has oído!? -El tipo volvió a agitarme, como si esperase que alguna fruta fuera a caer de mí si lo hacía con la suficiente fuerza, o algo- ¡¡Ruega por tu vida!!
Empezaba a tocarme las narices.
-¿Qué te parece si bajas esos humos y cierras la boca antes de que te haga yo a ti rogar por la tuya? -Amenacé, y en mi cara pudo ver perfectamente que no estaba bromeando.
-¿Eh? -Mis palabras parecieron pillarle por sorpresa.
-Oyeeeeeeeee… Deja al chico en paz. Ya se ha disculpado, así que no hay de qué enfadarse, ¿ahá?
Una voz dulce se escuchó desde detrás del hombre. De repente me di cuenta de que, sí, había alguien detrás de él, y eso me sobresaltó porque juraría que un segundo antes no había nadie ahí.
El recién llegado colocó una mano sobre el hombro del que me sujetaba con toda la calma del mundo, y cuando el otro se giró para gruñirle algo, puso cara de pánico al reconocerle. En seguida me soltó, con más brusquedad de la que me parecía oportuna, y cambió todo su lenguaje corporal.
-¡P-por supuesto ¡Ya está todo arreglado! ¡No hay ningún problema!
-Ahá, me parecía -El hombre le dedicó una sonrisa tirante que estaba llena de peligro-. Estoy seguro de que debes estar bastante ocupado, así que… ¿Por qué no vas a seguir con tu día?
-S-sí, por supuesto, ya me estaba yendo…
Con esas mismas palabras, el tipo se fue, casi corriendo. Examiné al hombre que me había salvado, intentando deducir si acababa de encontrarme con una amenaza mayor. Por su postura relajada y su sonrisa, que ahora era cálida, diría que no. Se agachó ligeramente y me ofreció una mano para ayudar a incorporarme.
-¿Estás bien? -Preguntó, con voz amable.
-Hmm… Sí… -Vagamente afirmé, aceptando la mano y permitiendo que me levantara del suelo- Gracias por eso…
-Ahá, no hay de qué -En cuanto soltó mi mano, guardó las suyas en las anchas mangas de su abrigo. Me miró de arriba abajo por un instante, examinándome, y luego sonrió-. Qué curioso…
-Hm... -Ignorando su mirada, que me estaba poniendo nervioso, traté de controlar mi voz. Tal vez aquel hombre pudiera ayudarme- Busco a un tal “Kaze”... ¿Dónde podría encontrarle?
-Kaze -El nombre levantó sorpresa en él-. Ahá, encontrarle no es muy difícil, pero… ¿Qué negocios te traes con él, si puede saberse?
-Tengo, hum… Algo que darle… -Cada vez me ponía más nervioso. El contacto con las personas se había vuelto incómodo para mí de un tiempo a esa parte.
-Algo que darle… -Me examinó de nuevo, y esta vez se fijó en el sombrero-. Ahá, ya veo… Eso significa… Ahahá -Hizo un gesto similar a una reverencia-. Sígueme, por favor, por aquí.
Me parecía algo sospechoso, pero tampoco tenía mucha opción, así que simplemente le seguí. No fuimos muy lejos… Simplemente me guió hasta la sala del Cristal. Entró dentro como si nada, y yo le seguí sin pensármelo mucho, pero al ver la gran piedra me quedé paralizado en el sitio.
Lo reconocí inmediatamente. Sabía lo que era. El Gran Cristal…
Un latigazo de dolor cruzó mi pecho al ver su brillo azulado, y me llevé una mano al corazón sin saber muy bien por qué.
Aquella piedra… Tenía algo. Era la que daba vida a Eldarya, la que sostenía nuestro mundo… la que, supuestamente, estaba hecha a base de magia de dragones. Sabía que aquello era mentira, y no podía evitar un cierto resentimiento con la piedra, como si ella fuera culpable de la posición de los dragones y la esclavitud de los daemon.
Parte de mí quería transformarse allí mismo, arrearle un puñetazo y partirlo en mil pedazos.
No lo hice.
-¿Ahá? ¿Ocurre algo? -El hombre que me había guiado llamó mi atención, haciendo que saliera de mi atontamiento. Me sonrió levemente- Impresionante, ¿verdad?
-S-sí… -Independientemente de mis sentimientos hacia el Cristal, sin duda era impresionante.
-Ahá… No te avergüences, la mayoría de la gente tiene la misma reacción al verlo por primera vez -Volvió a girarse hacia el centro de la sala y siguió andando. Fue entonces cuando me percaté de la figura de otro hombre en la sala, uno que observaba el Cristal con aire serio y una mirada indescifrable, como si intentase conectar con el mismo Oráculo-. ¿Kaze? Te traigo algo interesante.
-¿Algo interesante? -El hombre habló con voz más grave de lo que esperaba. Se giró hacia nosotros, y cuando sus ojos se posaron en mí me sentí increíblemente vulnerable de repente- ¿Quién es este chico?
-Alguien que trae noticias muy importantes, ahá -Respondió el otro simplemente. Eso me escamó un poco. ¿Cómo sabía él si yo llevaba noticias o no?-. Reuniré a toda la Guardia para un anuncio de emergencia… Os dejo hablar, sal cuando estés listo para dar la charla.
Hizo otra reverencia a modo de despedida, y caminando hacia atrás se acercó a mí y me invitó a ir hacia Kaze con un golpecito en la espalda. Cuando me giré para protestar por aquello, él ya se había esfumado. Me sentí increíblemente confundido por aquello, pero no tuve tiempo para cuestionarlo, porque Kaze reclamó mi atención dando un fuerte golpe con su báculo en el suelo, de esa forma que hacía él cuando quería llamar la atención de la gente… O cuando quería cortar una conversación… O cuando quería impresionar a alguien… O simplemente para asustar a la gente cuando no estaban atentos…
-Habla -Dijo, en aquel tono de voz tan serio e intimidante que tenía él.
-S-sí -Y a mí sin duda me intimidó. Rebusqué en el bolsillo de mi pantalón hasta dar con la carta de Roy, y me acerqué a él para ofrecérsela-. Este… Vengo de muy lejos… Para entregar esta carta de parte d-
Una ráfaga de viento mágico me interrumpió, arrancándome el sobre de las manos y arrastrándolo hasta Kaze, que lo recogió y lo examinó sin demasiado interés aparente.
-Ya veo… -Musitó, más bien para sí- Así que al fin ha ocurrido…
El mismo viento mágico de antes abrió el sobre y sacó la carta, poniéndola delante de Kaze. Yo no podía leerla desde donde estaba, y toda la situación me ponía un poco nervioso. Miré a mi alrededor, examinando la sala del Cristal, buscando alguna manera de hacer que el tiempo pasara más rápido. No la encontré, así que sólo tuve que esperar a que Kaze terminase de leer la carta de Roy, dejándome en completa intriga sobre su contenido.
-Entiendo… -Finalmente descartó la carta, dejando que el viento se la guardase en un bolsillo, pero recuperando del sobre aquel objeto misterioso que había llamado mi atención anteriormente- He de decir que no esperaba esto… Sea, si es su voluntad.
-Esteeee… -Sintiéndome algo perdido, como si estuviera en una conversación de la que no debiera enterarme, pensé en cómo preguntar con tacto sobre el contenido de la carta.
-¡Li! -Kaze gritó, dando otro golpe con el báculo en el suelo.
-Kaze -Y a mi lado apareció de repente el hombre de antes, sobresaltándome una vez más- ¿Está ya todo listo, ahá?
-Sí -Él asintió-. Prepara una reunión con los Líderes de Guardia después de esto -El otro tipo murmuró un “Por supuesto”. Kaze echó a andar, hacia la salida de la sala, y pasó a mi lado sin mirarme-. Leiftan, ven conmigo.
-¿Vale…? -¿Cómo narices sabía mi nombre? ¿Lo ponía en la carta? ¿Esos dos tipos tenían poderes telepáticos o algo?
Le seguí fuera de la sala del Cristal. Había una reunión de todo tipo de faéricos aguardando allí, y eso me puso un poco nervioso, especialmente cuando todos los ojos se dirigieron a nosotros. No entendía qué estaba pasando. Estaba muy confundido. Parte de mí quería salir corriendo, pero algo me decía que no iba a ser tan fácil escapar de las garras de la Guardia de Eel.
Seguí a Kaze por las escaleras, hasta que llegó al balcón de la enfermería, y desde allí saludó a la multitud. Me quedé más o menos a su lado, sin saber qué hacer, y él no me dijo que me apartase, así que allí permanecí. Detrás de nosotros, dos mujeres tenían el privilegio de estar en el balcón también, aunque de espectadoras.
-¿A qué viene todo esto? -Una de ellas habló con tono irritado, más interesada en sus uñas que en la reunión. Algo en ella me inspiró una antipatía natural, y debe ser que ella sintió lo mismo, porque levantó la mirada para cruzar sus ojos con los míos, y me frunció el ceño- Hmpf. Patético.
-Nay-Nay, no seas así -La otra mujer, una elfa sonriente y ligerita de ropa, la reprendió. Vi que me guiñaba un ojo-. Estoy segura de que sea lo que sea, será interesante. Kaze no nos convoca por nada.
Ninguna de ellas necesita presentación, pero lo haré igualmente. Naytili, recientemente nombrada Líder de la Guardia Sombra tras la repentina y sospechosa muerte de su mentor, y Ayleen, Líder de la Guardia Absenta desde mucho tiempo atrás.
-Silencio -Kaze las mandó callar hablando entre dientes-. Ahora lo entenderéis.
Dio un golpe con su bastón en el suelo, reclamando la atención de todo el mundo en la habitación, y los pocos ojos que no le miraban pasaron a él. Él le lanzó una mirada digna a todos los allí reunidos.
-¡Guardia de Eel! -Habló con voz potente que resonó por toda la sala de las puertas- Os traigo noticias que tal vez os sorprendan. Acabamos de recibir la triste noticia de que nuestro compañero, Roy, tras muchos años de servicio a esta noble institución, ha fallecido.
Escuchar esas palabras hicieron que un terrible dolor me recorriera. Recordar todo aquello… Lo espantoso de su muerte, sus circunstancias… El no haber podido hablar con él una última vez…
Tanto dolor me generó aquello que por un instante me perdí la reacción de la Guardia. Cuando el primer latigazo de angustia se pasó, sin embargo, pude verlo al fin, y…
No me gustó.
Había gente que parecía sorprendida por la noticia. Algunos tenían cara de fastidio, como si aquello fuera un inconveniente de algún tipo. Mucha gente abucheaba… Abucheaban el nombre de Roy. Otra gente aplaudió la noticia como si fuera algo bueno y gritó con ánimo.
Eso me impactó. ¿Cómo… cómo podía haber gente celebrando aquello? No me cabía en la cabeza. Había gente que se alegraba de la muerte de Roy. Las caras tristes eran escasas y estaban escondidas entre la multitud. Aquello me puso muy mal sabor de boca.
-¿Cómo pueden…? -Murmuré, horrorizado. Un nuevo golpe del bastón de Kaze interrumpió mis palabras.
-Sin duda esto es algo muy triste, y lamentaremos su pérdida -Las palabras de Kaze no parecían especialmente entristecidas… Más bien sonaba resignado-. Organizaremos una última despedida en su honor, en la que todos los miembros de la Guardia estáis invitados a asistir en honor a nuestro compañero caído -Al menos le iban a montar un funeral… Aquello que yo no había tenido el valor de hacer-. Dicho eso… Ciertos temas afloran con la pérdida de nuestro compañero.
>>Como ya sabéis, las circunstancias de Roy en la Guardia tenían un carácter… Especial -Aquello llamó mi atención, y conseguí sobreponerme un poco a la ola de emociones que me atormentaba para atender a aquellas palabras-. Su sacrificio por la Guardia y su exilio voluntario es algo por lo que debemos estarle muy agradecido, pues gracias a él conseguimos la estabilidad que de otro modo hubiera sido imposible. No olvidaremos nunca su gesto.
Sacrificio… exilio… No entendía de dónde estaba viniendo todo aquello. ¿Exactamente qué había hecho Roy en la Guardia? Por lo que estaba diciendo Kaze, algo bastante importante… Y, sin embargo, había gente celebrando su muerte…
-Nuevos aires soplan en la Guardia desde su partida, y ahora que finalmente ya no está con nosotros, es hora de seguir la senda que marcó en el camino hacia la unidad y la paz -Se giró hacia mí y me hizo un leve gesto con la cabeza, como pidiéndome que me adelantara. Así hice, colocándome a su lado en el balcón, y sentí algo de náuseas al ver a toda aquella gente mirándome con fijeza-. Para un porvenir más brillante para la Guardia y para todo Eldarya, debemos dejar el futuro en manos de la siguiente generación. Y así, de acuerdo con la voluntad de Roy…
Se giró hacia mí y con gesto casi apresurado colocó algo en mi pecho. Me sobresalté ante el gesto y me pregunté qué demonios estaba pasando, apenas capaz de distinguir el brillo dorado de lo que sea que me había puesto antes de que él me agarrase de una muñeca y me hiciera alzar el puño al alto, gritando solemnemente a su vez:
-¡Damos la bienvenida a nuestro nuevo compañero, Leiftan, Líder de la Guardia Obsidiana de la Guardia de Eel!
...
Sí, esa fue exactamente la misma reacción que tuve yo.
Permíteme que me presente. Mi nombre es Leiftan… Duocentésimo decimocuarto líder de la Guardia Obsidiana de la Guardia de Eel. Es un placer.
… Cierra la boca, Ezarel. Te van a entrar moscas.
Sí, ya. Sé que tienes muchas preguntas. Yo también las tuve, oh, por supuesto que las tuve. Y aunque en aquel momento todo me pilló por sorpresa y todo lo que hice fue seguirle el rollo a Kaze y dar un heróico discurso consistente en “Eeeem, estoooo, eeeeeh, aaaah…”, en cuanto (tras algunos aplausos, mi nombre siendo coreado y mucha confusión) Kaze me llevó de nuevo a la sala del Cristal junto a las dos Líderes de Guardia y Li, el otro tipo, me dispuse a dejar salir todas aquellas dudas en forma de gritos chirriantes y grandes gesticulaciones con las manos.
Resulta, oh, vaya, que Roy era el Líder de la Guardia Obsidiana. Se le había olvidado comentarme ese pequeño detalle, igual que se la había pasado lo de mencionarme que era un dragón. Cosas que pasan, ya sabes.
La revelación me dejó completamente sorprendido. Llevaba toda la vida pensando que Roy era un simpletón cualquiera de la Guardia con más cara que espalda que se dedicaba a financiar sus viajes con el dinero de las donaciones… Pero no era así, no del todo.
Y había decidido que, en caso de que él falleciera, quería que el siguiente Líder de Obsidiana fuera… Yo. Aquello era el contenido de la carta, su voluntad de darme en herencia su puesto en la Guardia y su broche de la Guardia Brillante, que ahora tenía yo clavado de forma incómoda en mi… No me atrevo a llamarlo camiseta… ¿T-top, supongo?
-L-lo siento, pero no puedo aceptar el puesto -Dije, después de muchas quejas-. Tendréis que buscaros a otro para…
-Demasiado tarde -Kaze me cortó-. Ya has aceptado. Eres el nuevo Líder de la Guardia Obsidiana.
-¡Yo no he aceptado nada! -Protesté- Ni siquiera soy un miembro de la Guardia…
-Sobre eso -Li, que había estado observando mi pataleta desde una esquina de la sala, se acercó a mí con una pluma y un papel que andaba rellenando-. Necesito saber tu raza y tu lugar de procedencia…
-¿E-eh? -Me pilló por sorpresa- Soy un lorialet, y vengo de, eh, Jueleahp… ¡Espera, no! ¿¡Qué es eso que estás escribiendo!?
-Ahá, Jueleahpéç, entiendo… -Anotó aquella palabra y tiró al aire el papel y la pluma, dejando que una brisa mágica los transportara a Kaze, que agarró la pluma y garabateó su nombre en el documento- Yyyy, es oficial. Bienvenido a la Guardia de Eel, Leiftan.
-¡Yo no he dado mi consentimiento para eso!
-Mírale qué nervioso se pone, qué mono -Ayleen se rió de mis desgracias-. Tranquilo, Leiftan, no vamos a forzarte a aceptar si no quieres -Al fin alguien sensato… Suspiré con alivio-. Dicho eso… Venga, acepta. La Guardia de Eel es muy divertida.
-No, gracias -Procuré sonar lo más cortés posible-. No tengo intención de unirme a la Guardia.
-Perdemos el tiempo -Naytili resopló. Por aquel entonces era ligeramente más soportable porque aún no había terminado de subírsele el poder a la cabeza, pero seguía siendo igual de amarga que la Naytili que todos conocemos y detestamos-. Escoged a otro y ya está.
-No podemos hacer eso -Kaze negó con la cabeza-. Nos arriesgamos a reabrir el círculo vicioso si eso fuera así. No… -Golpe con el báculo- Aquel que ocupe el puesto de Roy debe ser alguien con la misma visión para Obsidiana que tenía él… Alguien que haya heredado su voluntad. La única persona capaz de asumir este papel es, así, su propio hijo.
Tanto Naytili como Ayleen se giraron hacia mí con mucha sorpresa… Y Ayleen gritó de emoción.
-¡Oh, por el ORÁCULO! -Dio una palmada entusiasmada- ¿¡Eres el hijo de Roy!? ¡Oh, eso explica los abdominales al aire! Y ahora que me fijo, ese sombrero roñoso tiene que ser el suyo… Hace taaaaaantos años que no lo veo… Cuánta nostalgia.
-¡No es roñoso! -Me quejé, indignado, a pesar de que el sombrero no estaba en demasiadas buenas condiciones.
-¡Eso era justo lo que decía él! -Volvió a aplaudir- Oh, esto es genial. Es como un mini-Roy. Bueno, no mini, mini, porque ya está crecidito… Pero eres mucho más adorable que él. ¡Ay, se ha puesto rojito! ¡Pero qué mono, por favor!
Me miraba verdaderamente entusiasmada, con aquel júbilo infantil que sabes que tenía ella cuando algo captaba su interés. Por tu cara de asc-de desasosiego asumo que entiendes perfectamente a lo que me refiero… Así que sabrás el estado de mortificación en el que me encontré en aquel momento. … En serio, ¿hace falta que pongas esa cara cada vez que alguien menciona su nombre? ¿Tanto trauma te causó?
Tenía ganas de desentenderme del asunto, irme y dejar que hicieran lo que les diera la gana pero sin mí, pero tampoco podía hacer eso exactamente. Escuché a Kaze suspirar de forma exasperada ante el excesivo entusiasmo de Ayleen, y por el rabillo del ojo vi a Li acercarse a mí y dirigirme una sonrisa tranquilzadora.
-Entendemos que esto haya sido un poco abrupto -Habló con voz calmada y dulce, como intentando ofrecerme consuelo-, y no deseamos obligarte a aceptar nada, pero… Tal vez deberías meditar un poco la propuesta antes de rechazarla.
-No, lo siento -Volví a negar-. La… La Guardia de Eel no es lugar para mí.
Viajar con Roy era una cosa… Bajo su tutela había podido hacer mucho. Ayudar a la gente estaba bien, y en mi viaje a Eel había sobrevivido a base de hacer favores, así que la rutina de ayudar al prójimo era algo a lo que estaba más que acostumbrado.
Pero alistarme en la Guardia de Eel… ¿Para qué? ¿Qué sentido tenía, sin Roy? Hacer buenas acciones, o ayudar a los demás… ¿De qué me servía eso?
Por muchas buenas acciones que hiciera, nunca iba a poder redimir lo que le había hecho a Roy, ni… Lo que había hecho en Prosperidad.
Por supuesto, la muerte de Roy era algo horrible, pero mis acciones posteriores también habían dejado marca en mí. Lo que había hecho… Lo había hecho casi sin pensar. Sólo tenía en mente vengarme de aquella gente, y había dejado que mi sed de venganza y mi ira me carcomiesen.
Había roto mi promesa con Roy de no devaluar la vida de nadie. Durante aquellos momentos, había descartado todo lo que él me había enseñado y me había convertido en un simple… Daemon.
Sentir que le había fallado de esa manera, que había destrozado todo por lo que él le había luchado, dolía casi más que su propia muerte.
Era… Soy, un criminal. Soy un asesino. Debería estar entre rejas, arrepintiéndome de lo que hice. Debería volver a Infierno y cumplir con el castigo de los dragones como penitencia. Alguien como yo no debería estar permitido en la Guardia de Eel.
Así que, por supuesto, no podría aceptar el puesto.
-Ahá… -Vi que Li intercambiaba una mirada con Kaze. Este hizo un gesto con la cabeza, y Li asintió- De acuerdo. Dinos, Leiftan, ¿qué tienes pensado hacer ahora?
-¿E-eh? -Eso me pilló un poco de sorpresa- Pues… se va acercando la hora de comer, así que tal vez…
-No nos referimos a eso -Ayleen rió con suavidad-. Si eres su hijo, eso significa que has estado viajando con Roy, ¿no? -Asentí- Entonces… No tienes un lugar en el que quedarte, ¿cierto? -Negué con la cabeza- ¿Por qué no te quedas unos días en la Guardia, entonces?
-Eso es, ahá -Li volvió a tomar la palabra-. Posiblemente necesites un tiempo para pensar en qué quieres hacer con tu vida a partir de ahora… Puedes quedarte en la Guardia, si lo necesitas, estaremos encantados de acogerte.
-¿... Y forzarme a aceptar la posición como líder? -Interpreté sus palabras. Aquello pareció hacerle gracia.
-Si conseguimos convencerte de que lo hagas, ahá. Por el momento, al menos necesitamos a alguien para cubrir el puesto, aunque sólo sea de nombre, hasta que sepamos cómo proceder con la Guardia Obsidiana. Nos harías un gran favor si pudieras hacer eso al menos unos días. ¿Por favor?
Esa propuesta parecía más razonable, y pidiéndomelo por favor me estaba poniendo en un compromiso. Sabía que todo aquello tenía muchas probabilidades de acabar mal si me quedaba en la Guardia un segundo más de lo que era necesario, pero…
-A… A lo mejor puedo quedarme unos días… -Acepté. Ayleen y Li sonrieron con mis palabras, Naytili hizo un gesto exasperado y Kaze dio un bastonazo.
-Perfecto, bienvenido a la Guardia -Dijo-. Li, muéstrale su habitación y dale una vuelta por Eel. También, si eres tan amable, ponle en contexto con la situación de su Guardia… No queremos tener ningún incidente.
-Por supuesto, Kaze -Yo iba a abrir la boca para decir que yo no tenía ninguna guardia y que qué era eso de los incidentes, pero Li me interrumpió al ponerme una mano en un brazo para empujarme fuera de la habitación-. Ven conmigo.
Con él me tocó ir. No me llevó demasiado lejos, apenas cruzamos el pasillo antes de que me metiera en la habitación de Obsidiana… la de Valkyon ahora, y en aquel momento…
-¿Esta es la habitación de Roy? -Pregunté al entrar. El otro asintió- Parece un poco…
-Vacía, ¿ahá?
Estaba bastante vacía, sí. Tenía al menos un colchón, lo cual ya es más que lo que tiene la mayoría de la gente cuando llega a la Guardia, pero el resto de la habitación era completamente impersonal. Paredes blancas, mobiliario sencillo y ni un ápice de elemento decorativo en toda la habitación. Era bastante obvio que allí no dormía nadie, aunque la habitación estaba limpia y sin una mota de polvo.
-Roy no dejó indicaciones claras de cómo quería que se decorase, así que simplemente la dejamos así -Explicó Li-. Podrás decorarla a tu gusto una vez te instales definitivamente, no te preocupes.
-Pero no voy a hacerlo -Picado ya porque todo el mundo asumiera que me había apuntado ya a la Guardia, respondí aquello. Él levantó las cejas con fingida sorpresa.
-Ahá, ahá… Desde luego…
Contuve un suspiro. Después de mirar un poco por encima la habitación y no ver nada interesante, simplemente dejé mi bolsa de viaje… Bueno, la de Roy, encima de la mesa, abrí las ventanas para dejar que la sala se oxigenase y luego pregunté a Li respecto a un juego de cama para el colchón desnudo.
-No te preocupes, al final del día tendrás sábanas limpias -Aseguró-. Ahora, ¿me acompañarías a dar un paseo alrededor del CG? Es crucial que conozcas sus sitios más importantes para el desarrollo de tus labores, y será una buena manera de abrir el apetito antes del almuerzo, ahá.
Se estaba quedando conmigo, ya lo tenía claro.
Aún así, le seguí, aunque sólo fuera porque no tenía nada mejor que hacer. Me hizo un tour del edificio de la Guardia, y no dejé de sentir miradas curiosas allá por dónde pasábamos, mi presencia levantando bastantes murmullos y alguna risa, pero intenté ignorar aquello. Mi repentino nombramiento como Líder, aunque completamente inválido porque yo no había aceptado el puesto, había conseguido hacer de mi cara una bastante reconocible entre las paredes de la Guardia.
Después salimos del edificio y me enseñó la ciudad. Recuerdo caer enamorado del cerezo nada más verlo, como todo el mundo. Roy me había mencionado en algún momento que en Eel crecía un árbol que venía del mundo humano… Pero no me lo había tomado muy en serio hasta aquel momento.
Tras la visita guiada, volvimos al CG. Me llevó a la cantina y me enseñó cómo funcionaba el tema de las raciones… Déjame decirte, la mujer que había antes era un poco más generosa que Karuto en cuanto a eso… Lo cual no es necesariamente bueno, pero al menos nadie nos gritaba cuando sin querer nos pasábamos un poco con algo. Esta conversación tiene que quedar en la confidencialidad más absoluta, que quede claro. Aún no me ha perdonado del todo lo de Akire...
No comimos en la cantina, sino que Li me arrastró al quiosco central y comimos allí. Cuando le pregunté al respecto, objetó que pensó que sería mejor para mi privacidad el alejarnos de las multitudes, por el momento.
-Así tendremos una comida más tranquila -Explicó, con una sonrisa-. Además, hace un día espléndido, así que sería una pena no disfrutarlo, ¿ahá?
-Pero pensé que en Eel hacía siempre buen tiempo…
-... Ahá.
Comimos en paz, al menos, dado que no mucha gente pasaba por allí a esas horas, y mantener una conversación con Li hizo que los nervios que había tenido desde mi llegada a Eel se rebajasen un poco. No preguntó nada sobre mí o sobre Roy… Simplemente se limitó a darme conversación ligera, aunque en algún momento se encargó de colar la Guardia en nuestra conversación para poder hacerme propaganda de ella de forma indirecta al hablarme de su organización y cosas. Me habló de Kaze, Naytili y Ayleen, y entonces se me ocurrió preguntar por él.
-¿Y-y tú qué puesto ocupas exactamente? -Pregunté. Pareció sorprenderle un poco que preguntase por él.
-¿Yo? Ahahá… Bueno, es complicado de explicar… Digamos que soy así como la mano derecha de Kaze. Estoy en la Guardia Brillante, y me encargo de… La administración de la Guardia, básicamente. No tengo un papel muy claro aquí, en realidad.
Li era un poco una… herramienta multiusos. Era el único miembro de la Guardia Brillante además de los Líderes, así que ocupaba todas las funciones que hoy día cumplimos Ykhar, Kero y yo… Y, bueno, también hacía labores de secretaría como hizo Miiko con Kaze y ahora hace Simonn con ella. Que cómo el hombre se las apañaba para hacer todo aquello sin sufrir una crisis nerviosa y aún así mantenía una sonrisa en la cara en todo momento es un misterio para mí.
Li es, en realidad, un misterio en muchos sentidos. Lo único que sé de él es que era un buen hombre, le gustaba su trabajo y tenía una cierta obsesión con la muletilla “Ahá”. No tuve mucha oportunidad de conocerle, porque aparentemente tuvo una muerte bastante grotesca poco después de que yo llegase a la Guardia. Nunca tuve los detalles concretos, sólo sé que no fue demasiado agradable… Ni para él, ni para el que le encontrara. Nunca se llevó a cabo una investigación al respecto, y desde entonces nadie volvió a mencionarle… Casi como si nunca hubiera existido. A lo mejor estoy rompiendo alguna ley de confidencialidad de la Guardia contándote todo esto, pero bueno.
Hm, ¿Naytili? No, no creo… Sospeché de ella en su día cuando descubrí su verdadera naturaleza, pero ella pareció tan genuinamente sorprendida por su muerte como todo el mundo, así que me cuesta creer que fuera ella la artífice. Nunca se llegó a descubrir del todo qué era lo que le había pasado, hasta donde yo sé...
Pero, bueno, no vamos a meternos a resolver los grandes misterios irresolubles de la Guardia ahora mismo, tal vez otro día cuando no estemos los dos muertos de sueño. Dicho eso, vamos a seguir hablando de la Guardia.
En aquel momento, la Guardia era un lugar mucho más violento de lo que es hoy. Sabes mejor que nadie todos los problemas que tenía Absenta, y sólo hace falta mirar a Nevra a la cara para recordar lo horrible que llegó a ser la Sombra en su día… Obsidiana no estaba libre de pecado. Era, de hecho… La Guardia que peor lo tenía.
Tenía curiosidad con respecto a eso. Kaze había mencionado algo de algún “incidente”, y mi propia experiencia con miembros de la Guardia me decía que algo estaba pasando en la Guardia Obsidiana. El hecho de que hubiera habido gente detrás de la cabeza de Roy, y que se hubiera celebrado su muerte… ¿Era Roy tan mal líder de Guardia como para que la gente estuviera deseando librarse de él con tantas ganas?
Teniendo en cuenta que no ejercía sus funciones de líder y se dedicaba a viajar por el mundo en vez de atender a sus responsabilidades, sí, posiblemente lo fuera. Pero había algo más detrás de todo aquello.
No sé si te has dado cuenta de ello cuando te he dicho mi… Título, pero hay algo raro en él. Duocentésimo decimocuarto líder de Obsidiana… Es un número un poco alto, ¿cierto? Si no me equivoco, tú eres el trigésimo tercer líder de Absenta… En tu caso, bueno, posiblemente se deba a que muchos de los líderes anteriores han sido de razas asociadas a la naturaleza, lo que generalmente hace que sean más longevos… Ayleen es un buen ejemplo de ello. Aún así, la diferencia es abismal. Si lo comparamos con Nevra, que es el que tiene las cifras más normales, con cuarenta y seis hasta él… Te das cuenta de que algo no cuadra en Obsidiana.
-Ooooh, sí, debería hablarte de eso -Li fingió recordar el asunto en cuanto le pregunté al respecto-. No sería bueno que te pille por sorpresa si alguien intenta cortarte la cabeza, ahá.
-Hmmm… -Aquellas palabras llamaron mi atención- ¿... Cortarme la cabeza?
-Oh, sí -Él se cruzó de piernas en el banco en el que estábamos sentados-. Verás, la Guardia Obsidiana tiene ciertos… Problemas. Asumo que Roy nunca llegó a contarte por qué se fue de la Guardia, si nunca te contó su papel en ella.
-Dijo algo de personas peligrosas, pero…
-Ahá, sí… La Guardia Obsidiana tiene muchas de esas. Verás… Desde hace bastante tiempo, Obsidiana ha tenido algunos problemas de… Cambios de poder.
-¿Cambios de poder? -Intenté comprender el concepto.
-Ahá. Desde hace algún tiempo, en Obsidiana ha habido una lucha por el poder… Bastante sangrienta -Hizo una mueca-. En algún momento alguien decidió reclamar el puesto como líder y retó en combate al líder anterior… Ganó y, después de rematar a aquel líder, se hizo con el puesto… Un destino similar le llegó a él al poco tiempo, cuando otra persona que se creía más capacitada para ocupar el puesto hizo lo mismo con él. Desde entonces, los obsidianas han estado matándose entre ellos a sangre fría para poder hacerse con el puesto de líder… La Guardia se quedó casi congelada e inútil gracias a eso. Los cambios en el puesto eran absurdamente rápidos, el que conseguía mantenerse un mes ya era un veterano… Hubo momentos en los que se llegó a tener tres líderes de Guardia distintos en un mismo día. Era… Un verdadero caos. La Guardia no podía operar así.
La historia me resultó sumamente desagradable y estremecedora. La Guardia de Eel… Se suponía que estaba hecha para proteger a Eldarya y a sus habitantes, y sin embargo una parte de ella se ocupaba en una carnicería absurda por el poder. Asqueroso. Me recordaba demasiado a mí mismo. Doblemente asqueroso.
-Hace… Algo más de diez años ya, Roy decidió que había tenido suficiente de eso -El nombre llamó mi atención-. No quería más sangre… Así que decidió detener el genocidio. Desafió al líder de Guardia anterior y, tras ganar y ser nombrado líder… Se fue de la Guardia dejando sólo una nota a Kaze.
-¿Se fue?
-Ahá -Sonrió ligeramente-. Fue la mejor manera que encontró para detener aquello… Si alguien quería hacerse con el poder, iba a tener que encontrarle primero, y… Roy es increíblemente escurridizo, parece ser. En todo el tiempo que ha pasado fuera, muy pocos miembros de la Guardia han conseguido encontrarle, y los que lo han hecho han vuelto a Eel sin dignidad y sin broche, sólo para su expulsión inmediata -Recordé a los tres desgraciados que habían logrado atraparme en Lund’Mulhingar. Ese había sido su objetivo…
Y esa era la razón detrás de los viajes de Roy, detrás de sus deambulaciones. Había decidido que la única manera de parar la lucha de poder en Obsidiana era… Llevársela con él. A cambio de vivir en el exilio y sin poder volver nunca a Eel, había traído una relativa paz a la Guardia. Entre el resto de miembros de la Guardia Brillante se habían encargado de limar las asperezas de Obsidiana y devolver algo de orden a la guardia para volverla operativa… Más o menos lo habían conseguido. Eso no quita que hubiera algún pirado, como esos tres idiotas redomados de Lund’Mulhingar, que aún siguieran intentando cazar a Roy, pero no habían tenido mucho éxito.
-Así que ahora que Roy ha muerto… -Li continuó- Es muy probable que la cacería empiece de nuevo. Por supuesto, tú eres el objetivo esta vez, ahá.
Lo dijo tan tranquilo, como si nada, ajeno a las muecas que yo estaba haciendo.
-¿E… Eso significa que la gente aquí va a intentar matarme?
-Ahá.
-En cualquier momento.
-Ahá, ahá.
-Y son, eh… Todos los miembros de la Guardia Obsidiana contra mí.
-Ahahahá, ¡no te lo tomes así! -Sonrió de forma alegre. Antes esa sonrisa me había parecido simpática, pero ahora empezaba a preocuparme- No te preocupes, no todo el mundo está contra ti. Hay muchos reclutas cansados del genocidio, simpatizantes de Roy, reclutas nuevos que posiblemente no quieran mancharse las manos de sangre…
-Cuando antes Kaze ha anunciado la muerte de Roy… -Recordé aquello- Había mucha gente celebrando.
-¿En serio? Bueno, yo no diría que tanta… -Se lo pensó- Posiblemente sólo les escuchases más porque son más ruidosos que el resto. De todas formas, Roy lleva ya tanto tiempo fuera que mucha gente ya ni se acuerda de él. No creo que haya tanta gente detrás de tu cabeza… Y, en cualquier caso, el resto de la Guardia Brillante estará velando por ti. No dejaremos que nada malo te ocurra, ¿ahá?
Las palabras de Li no consiguieron tranquilizarme tanto como él posiblemente pretendía. Cada vez tenía más ganas de dejar que se apañasen ellos con su Guardia y echar a correr, pero dudo mucho que me hubieran dejado escapar si lo hubiera intentado. Conociendo a Kaze, me hubiera encerrado en la prisión del sótano para evitar mi fuga… Me pregunto de dónde sacó Miiko la manía de resolver sus problemas encerrando gente, vaya.
Después de aquello, continué siendo acompañado por Li el resto del día, no sabría decirte si porque quería tenerme puesto un ojo encima por si intentaba escapar o para evitar que nadie intentase cortarme la cabeza.
Me dejó libre poco antes de la cena, diciendo que tenía responsabilidades de la Guardia que atender, pero se aseguró de dejarme en buenas manos…
-¡Leifty! -Ayleen me sorprendió apareciendo en mitad de la cena, golpeando la tabla de la mesa en la que me había aislado con un fuerte golpe de su bandeja antes de dejarse de caer en la silla de enfrente- Me puedo sentar aquí, ¿verdad? No hay muchos sitios libres y como aún no tienes amigos nadie quiere venir a sentarse contigo, así queeeeee…
-Este… -Ella ya se había sentado, así que realmente mi opinión no le importaba demasiado.
-Ah, no te importa si te llamo “Leifty”, ¿no? ¿O prefieres otra cosa?
-... Me da un poco igual.
-Iba a hacer lo que me diera la gana igual, así que es bueno que estés a favor -Me dedicó una sonrisa radiante-. ¿Qué tal el primer día, hm? ¿Cómo te ha tratado la Guardia? Li te lo ha explicado todo, ¿cierto? -Asentí de forma escueta.
-Ya me ha avisado de la amenaza de muerte constante, sí… -Aún seguía ligeramente escocido por eso.
-¿Y aún así no has salido corriendo? Eso te honra -Empezó a jugar con su comida, más que comérsela-. La situación de la Guardia Obsidiana no es exactamente fácil, así que… Gracias por tus servicios.
-Es… es sólo algo temporal -Le recordé-. Cuando consigáis encontrar a alguien para ocupar el puesto, yo…
-¿Y si no lo encontramos? -Ella me cortó. La miré algo confundido, y ella precisamente evitó mi mirada al dirigir la suya a una esquina de la habitación, mientras jugaba con algún mechón de pelo- Con las cosas como están en Obsidiana… Es casi imposible encontrar a alguien para asumir el puesto de Roy. No podemos poner a cualquiera ahí… Y tampoco necesitamos a otro que simplemente coja y se vaya. Lo que hizo Roy fue una solución, sí, pero lo que necesitamos es a alguien que arregle nuestros problemas desde dentro… -Volvió a mirarme- Y creo que tú tienes ese potencial. Personalmente, espero que te quedes en la Guardia. Creo que de hacerlo, podrías hacer muchas… cosas interesantes.
No me gustaba demasiado el tono de sus palabras. Sentía que me estaba apresando en alguna especie de tela de araña, y no me gustaba aquello.
La Guardia y sus problemas… No eran asunto mío. No tenía por qué involucrarme todo en eso. Roy me había pedido que entregase una carta, y eso había hecho.
Ya había hecho suficiente. No quería hacer nada más. Quería que me dejaran en paz. Quería irme. A dónde…
Irme.
-Discúlpame… -Murmurando aquello me excusé de la mesa, poniéndome en pie listo para irme.
Ayleen elevó las cejas en sorpresa, pero no dijo nada, simplemente dejándome ir. Se me había cerrado el estómago y no quería cenar. No quería hacer nada. Quería… Irme, sólo irme.
No me quedaban energías para hacer nada, así que decidí que irme a dormir iba a ser lo mejor que podía hacer. Salí de la cantina algo despistado y me dirigí al pasillo de las habitaciones, pero dudé un poco delante de las puertas. Eran todas iguales, así que no tenía muy claro cuál era la mía. La primera sería la de Kaze, posiblemente… ¿La segunda la de Li? Así que la mía tendría que ser, de las tres siguientes… Alguna de ellas…
-Estás en medio.
Una nueva voz me sobresaltó. Rápidamente me giré hacia ella. Naytili, que miraba con cara de irritación mi vacilación. En seguida me hice a un lado, permitiéndola pasar a su habitación. Pensé que no iba a decir nada más, porque no parecía una persona especialmente simpática, pero me sorprendió al hablarme.
-La puerta de la derecha -Indicó-. Esa es la de Obsidiana.
-Gra-gracias… -Respondí algo cortado. En mi inocencia, pensé que a lo mejor no era tan mala, que tal vez simplemente estuviera teniendo un mal día…
Se me quedó mirando un rato, y algo en su mirada me incomodaba bastante. No sabía si decir algo más por cortesía o simplemente entrar en la habitación sin decir nada más, pero de nuevo ella cortó el silencio.
-¿Te llamabas? -Inquirió.
-Leiftan…
-Mismamente -Habló con tono brusco-. Escucha… Leiftan. Sé que esos atolondrados de la Guardia Brillante te habrán dicho que eres muy necesario para la Guardia de Eel o lo que sea, pero no te molestes en escucharlos -Me fulminó con la mirada-. La Guardia no necesita a alguien como tú. Si no tienes interés en esto, te recomiendo que te vayas de aquí cuanto antes y dejes a personas competentes hacerse cargo de la situación. Le harás un favor a mucha gente, a mí la primera.
Sus palabras me causaron aún más desánimo, si cabía. No estaban muy alejadas de lo que yo mismo pensaba de la situación, pero fue precisamente el realismo de las mismas lo que me hirió. Me hicieron sentirme mal… Peor.
Murmuré algo que ni siquiera yo entendí antes de ir a refugiarme a aquella habitación que no era mía ni de nadie, y cerré la puerta con pestillo antes de dejarme caer al suelo.
La Guardia de Eel… Estaba empezando a pensar que había sido un error ir allí.
Pasé varios minutos simplemente en el suelo, hecho una bola sobre mí mismo e intentando vaciar mi mente de todo tipo de pensamiento. No quería saber nada de nadie en aquel momento, ni siquiera de mí mismo. Estaba cansado física y mentalmente, había tenido que digerir demasiada información en un mismo día y el comentario de Naytili sólo había conseguido rematarme. Estaba muy, muy cansado. De todo.
Probablemente me hubiera quedado así hasta el alba de no ser porque en algún momento escuché toques en la puerta, lo que me sacó de aquel instante de parálisis. Me incorporé ligeramente, algo confuso aún y con la cabeza en otra parte, y sentí algunos de mis músculos quejarse, descontentos con la postura que había adoptado en el suelo. Después de unos instantes sin respuesta, los toques volvieron a repetirse.
-¿Leiftan? -Escuché la voz de Li al otro lado- Disculpa si te molesto, ¿ahá? He encontrado algo que pensé que podría interesarte…
Me puse en pie como pude e intenté poner la cara menos miserable al abrir la puerta. Li estaba al otro lado, esperando con una sonrisa que se estiró un poco al verme.
-Oh, estabas despierto -Dijo-. Mejor. Espero que no hayas tenido que enfrentarte a ningún tipo de incidente, ¿ahá?
-... No -Respondí de forma escueta.
-Bien, bien. Te traigo las sábanas que te prometí -Extendió los brazos en mi dirección, ofreciéndome las susodichas. Más que las sábanas, lo que llamó mi atención fue la caja que había sobre estas, algún tipo de archivador que contenía una serie de papeles-. ¿Necesitarás ayuda para ponerlas?
-Me las apañaré… -O a lo mejor simplemente dormía sin ellas. No tenía ganas de pelearme con una sábana bajera rebelde en aquellos momentos- Hum, esto es…
-Ahá -Su sonrisa se estiró un poquito más-. Kaze me ha dado permiso para entregártelas. Tal vez consigan… Motivarte. Son tuyas ahora, así que eres libre de elegir qué hacer con ellas, pero… Mejor que quemarlas, agradecería que si no las quieres las devolvieras, pueden servir para el archivo de la Guardia, ahahá.
-Pero, ¿qué…?
-No te molesto más, ahá -Hizo una escueta reverencia-. Ten una buena noche, Leiftan. Sabes dónde está mi habitación en caso de que necesitaras algo… No tengas reparo en llamarme si algo ocurre. Estoy para servir, a fin de cuentas.
Con esa despedida, y antes de que pudiera decir mucho más, simplemente se fue por el pasillo, casi golpeándome con su coleta cuando se giró. Cuando fui a reaccionar para preguntar exactamente qué era lo que me había dado, asomándome al pasillo, él ya… No estaba.
Un poco… raro, pero bueno, había visto cosas más extrañas.
Me quedé un poco confundido con aquello en las manos, pero quedarme en mitad del pasillo no iba a ayudarme a resolver mis dudas, así que simplemente volví a la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Dejé las sábanas encima de la mesa, aún no listo para pelearme con ellas, y me coloqué en la cama con la caja al lado, listo para examinar qué era aquello.
Un mejor vistazo me ayudó a aclararme las ideas. Eran… Cartas. Una gran cantidad de ellas, acumuladas a lo largo de los años. Empezaba a hacerme una idea de qué podía ser aquello, así que dudé un poco antes de coger la primera y leer su contenido.
Reconocí la letra en seguida.
“Querido Kaze,
O algo así. ¿Es “querido” demasiado? Sé que no te caigo muy bien. Lo que sea. Sé que es un poco de mala educación darse a la fuga tal cual, pero en mi nota dejé explicadas mis razones para aquello.
No voy a seguir dejando que esto continúe en Obsidiana. Si mi sacrificio personal puede hacer que esta Guardia finalmente se levante, sea. El objetivo de la Guardia de Eel tiene que ser proteger a todos los habitantes de Eldarya, no matarse entre sí. Espero que tanto tú como Li y el resto de miembros sepáis cómo gestionar la situación y ser capaces de arreglar la Guardia en mi ausencia.
Ser Líder de Guardia es una lata… Por eso no quería ofrecerme para el puesto. Pero, oh, bueno. Aquí estamos. Aunque no vaya a cumplir muchas de mis funciones como Líder, me siento en la obligación moral al menos de ponerme en contacto contigo de cuando en cuando. No te molestes en responder esta carta, para cuando haya llegado a tus manos yo ya estaré muy lejos del lugar desde el que la envío.
Todo lo que son estas cartas (esta, y las que tengo pensadas enviar en un futuro) son simplemente un modo para asegurar que estoy cumpliendo con mi labor para con la Guardia. Así nadie podrá quejarse o pedir mi dimisión, ¿no? Puedes esperar muchas más como esta explicando mi situación… Servirán como “reportes”, digamos. O prueba de vida al menos.
En fin. No tengo mucho más que decir. No se me ocurren ningún tipo de palabras de ánimo que decirte en estos tiempos difíciles. Así que, bueno.
Chao, pescao.”
Roy… Era la letra de Roy.
En seguida supe lo que eran aquellas cartas. Yo mismo se las había visto escribir en numerosas ocasiones. Lo hacía de vez en cuando, decía que eran sus… “Reportes”, sí, a la Guardia. Ahora que tenía un poco más de información sobre por qué viajaba tanto y por qué aquellas cartas eran su único medio de contacto con Eel… Tenían un peso distinto.
Me acuerdo de dejar escapar un gemido cuando vi su firma en la carta. Ver su nombre escrito fue una puñalada para mí.
Roy… Podía visualizarle perfectamente, agachado sobre un escritorio, escribiendo aquello. Sus mapas a un lado de la mesa, su sombrero colgando de la silla en la que estuviera sentado. Una postura relajada, como si lo que estuviera escribiendo fuera divertido, no un asunto de gravedad.
¿Por qué me había dado Li aquello? ¿Simplemente para darme otro recuerdo de Roy con el que sentirme triste? No necesitaba aquello. Ya me sentía lo suficientemente mal conmigo mismo como para tener que revivir todo aquel dolor otra vez.
Y, aún así, abrí la segunda carta.
“Kaze,
¿Qué tal? Segunda cartita. No os habéis olvidado de mí, ¿no? No, ya sé que no, soy inolvidable. Seguro que mi ausencia deja un enorme vacío en el CG, de todas formas.”
Sí. Su ausencia era insoportable. Dolía demasiado.
“Kaze,
Ya ha pasado medio año desde que abandoné el CG. ¡Cómo pasa el tiempo! Yo sigo aquí, tan bien como siempre. No me aburro, tengo cosas que hacer. Siempre me ha gustado viajar, así que de hecho estoy hasta disfrutando de esto. Tooodos salimos ganando.”
Viajar era una de sus grandes pasiones. Viajar por toda Eldarya… Conmigo...
“Kaze,
El cerezo… nevado.
¿Alguna vez has pensado en cómo tiene que ser eso? ¡Tiene que ser precioso! Es una de las cosas que te pierdes cuando haces que tu cristal mágico tenga el cielo despejado todo el año. No es que me queje, la verdad, yo prefiero el solecito, perooooo… Te pierdes muchas cosas cuando no dejas que la naturaleza siga su curso, ¿sabes? Es una pena que a la gente le dé tanto miedo el cambio.
Aunque, ahora que lo pienso, la nieve echaría a perder las flores...”
“Kaze,
Pensé que después de dos años esta gente se habría aburrido de mí, peroooo parece ser que no. Hoy un par de Obsidianas han conseguido encontrarme y han intentado darme caza… Los pobres no han tenido mucho éxito. Te los mando de vuelta con sus broches para que les des el finiquito, ¿va? No quiero que este tipo de gente esté en la Guardia de Eel. Sólo espero que un día de estos la gente se aburra… en serio.”
“Kaze,
DILE A MÉELE QUE HAGA ALGO CON SU GUARIDA, POR AMOR AL ORÁCULO.
Últimamente me estaba encontrando con demasiados Obsidiana. Al ir a preguntar, me han dicho que aparentemente es que “alguien de la Sombra” les había dado un chivatazo sobre mi localización. ¡Traición, oh, traición!
Sé que Méele no tiene nada que ver. Conociéndole, si quisiera librarse de mí hubiera venido él mismo a… Apuñalarme mientras duermo, o algo. Pero si es verdad que alguien de la Sombra está filtrando mi ubicación, no me hace gracia. Así que dale un toque, si eso. Que ponga a Drée a investigar, es buena gente… Mejor que la otra pava, al menos. ¿Cómo se llamaba? La pechugona de los cuernos, la desagradable esa. Sabes cuál te digo.
Como sea. En vista de estas circunstancias, he decidido… Esconderme un tiempo. Más escondido de lo que ya estoy, me refiero. No voy a poder enviarte cartas durante un tiempo… Dame un máximo de seis meses. Si para entonces no he vuelto a escribir…
Me he morido”
“Kaze,
Sigo vivo, hola.
Mi viaje a mi Escondite Súper Secreto ha tenido que ser interrumpido un poco antes de lo planeado, gracias a unas ciertas… Circunstancias.
Creo que he hecho algo estúpido. No lo sé. El tiempo dirá.
Pero por el momento… He salvado una vida, así que me doy por contento.”
Aquella carta. Había algo distinto en ella, lo sabía. Un escondite… Circunstancias… Una vida salvada… ¿Estaba hablando… de mí?
“Kaze,
Es posible, o no, que haya rescatado a una criatura.
Muerde y huele mal, pero espero poder adiestrarle con el tiempo. Su actitud podría mejorar, pero… He de decir, es mejor de lo que me esperaba. Y cuando no intenta morder, es hasta mono. No sé a dónde me llevará esto…
Oh, bueno, no es como si fuera a causar la destrucción de Eldarya, ¿no?
¿No?”
“Kaze,
He decidido dejar que la criatura me acompañe en mis viajes. Le recogí por puro impulso, pero… No es como si pudiera dejarle tirado por ahí tal cual. Eso no sería apropiado. Así que… Nada, tengo un compañero de viaje ahora.
No es que me desagrade. Al contrario”
“Kaze,
No es una criatura. Es un niño.
Se me había olvidado eso.
Me siento… Una persona horrible. Soy una persona horrible, y ya lo sé, pero he tenido que darme un golpe muy duro para recordarlo.
¿Por qué soy tan idiota, Kaze? Creo que es que simplemente lo llevo en la sangre.
Pero la sangre no significa nada. Ahora lo recuerdo. Ese niño… Necesita el mismo amor que necesitamos todos los demás. Posiblemente sea la persona menos indicada para dárselo, pero eso no significa que no vaya a intentarlo. Quiero que sea feliz, Kaze, por todos los años que no ha podido serlo. Quiero compensar todo el dolor que han tenido que sufrir hasta ahora. Es… es sólo un niño, pero…
No. No es “sólo un niño”. Es familia.
Tal vez ese sea el punto de unión que necesitemos. Él no tiene familia, y yo tampoco, así que… Podemos hacer una juntos.
¿Ha sonado eso demasiado cursi? A lo mejor me estoy poniendo sentimental.
Será que el chico me ablanda.”
“Kaze,
El chico es más inteligente que yo y me da miedo. Temo que un día de estos se dé cuenta de que le iría mucho mejor sin mí y me mande a hacer puñetas.
Cada vez que recuerdo lo que solía ser, pequeñajo y escuálido, y lo comparo con lo que es ahora, no sé si sonreír por lo mucho que ha crecido o llorar por LO MUCHO QUE HA CRECIDO.
Es tan buen chico. Tan, tan bueno. No sé cómo ha podido salir así siendo yo el que le ha criado. Tal vez sea alguna especie de balance kármico o algo. Esperaba que con la adolescencia se volviera un rebelde sin causa o algo, pero, no, sigue siendo la misma bola de algodón de azúcar de siempre.
Increíble, pero cierto. Le quiero muchísimo”
“Kaze,
Olvida lo que dije, el chico es idiota. Ha cogido y se ha metido en un edificio en llamas sin pensárselo dos veces, porque es así de chulo. Ahora el muy tonto no deja de llorar porque se ha quemado el culo. Él se lo ha buscado. Por otro lado,
ESTOY TAN ORGULLOSO DE ÉL.
¡¡Ni siquiera se lo pensó antes de tirarse a las llamas!! Quería salvar a un crío, así que entró ahí a salvarle, y le salvó. Ni el fuego ni el humo han podido con él. ¡Ese es mi chico! Aunque ahora esté hecho una mierda, pero bueno. Es mi chico”
“Kaze,
Te mando de vuelta a tres idiotas. Han intentado usar al chico para cazarme… Eso no está bien. No quiero que nadie se entere de que tengo al chico conmigo, así que… Encárgate de que la información no se expanda. Mencionaron algo de alguna droga de Absenta, también, ¿qué narices está haciendo Ayleen?
¿Qué cojones le pasa a tu Guardia, Kaze? Haz que se arregle.
En otras noticias,
ME HA LLAMADO PAPÁ, KAZE, ME HA LLAMADO ¡¡PAPÁ!![/u][/b].”
“Kaze,
Como ahora soy padre, pensé que iba a tener una nueva responsabilidad sobre los hombros, pero, jeje, hay cosas que nunca cambian. Es el chico el que cuida de mí, en lugar de al revés, que es como debería ser… No sé si estoy haciendo las cosas mal, pero eso al menos significa que se está convirtiendo en un hombre de provecho, ¿no?
En realidad, sí, estoy haciendo un montón de cosas mal. Lo sé y soy perfectamente consciente de ello, pero… No sé cómo arreglarlo.
De nuevo, se me plantea una pregunta que no aparece desde que le recogí. ¿A quién estoy protegiendo? ¿A él? ¿A mí mismo? No lo tengo muy claro. Han cambiado muchas cosas desde entonces. Muchas cosas para él y muchas cosas para mí.
Me he dado cuenta de varias cosas… Algunas geniales, otras horribles. Gracias a él y a su bondad ha salido a la luz lo muy mala persona que soy en realidad. ¿De verdad tengo derecho a dejar que me llame “papá”, cuando evito lo más importante para cumplir ese rol?
Mucho coraje y cuchillos, pero, en el fondo… Sigo siendo un cobarde.
Algún día espero poder, de verdad, convertirme en un padre digno de un hijo tan maravilloso para él. Mientras tanto, seguiré haciéndolo lo mejor que pueda.”
“Al interés de Kaze, líder de la Guardia Brillante de la Guardia de Eel;
De leer esta carta quiero que quede constancia de mi fallecimiento. Sea cumpliendo mis labores como miembro de la honorable Guardia, en combate contra un enemigo, o a través de un desafortunado accidente, lo único que queda claro es que mi alma ya no reside en este mundo.
Mis pocos efectos personales, de haberlos, sean repartidos entre aquellos que quieran reclamarlos. No poseo nada de especial valor, de modo que no merecerá la pena plantearse qué hacer con aquello que no existe.
En cuanto a mi puesto como Líder de la Guardia Obsidiana, quiero dejar nombrado como sucesor a mi hijo, Leiftan. Aunque nunca haya sido un miembro de la Guardia de forma oficial, sus contribuciones a la misma, su espíritu honorable y su actitud valerosa son prueba suficiente de que está más que capacitado para ocupar el puesto.
Él será, pues, mi sucesor. No aceptaré a nadie más salvo él para el cargo. Confío en que él sepa guiar esta Guardia, durante tanto tiempo varada en mi ausencia, por el camino de la rectitud que se espera de aquellos que juraron proteger Eldarya.
Que mi voluntad sea cumplida.
Firmado,
Roy,
Líder de la Guardia Obsidiana,
de la Guardia de Eel”
Aquella era la última carta.
Dejé que se escapara de mis manos, cayendo sobre el colchón. El resto de papeles estaban igualmente tirados por ahí, fuera por el suelo o en la cama, porque ni siquiera me había molestado en ordenarlos.
Había pasado varias horas leyendo todo aquello. Todas las cartas de Roy. Sus pensamientos, sus impresiones, sus dudas, su enfado, sus bromas, sus titubeos… Todo.
Él me había hecho compañía. Había podido escuchar su voz mientras iba leyendo, narrando las palabras de la carta. Había intuido su risa después de un comentario gracioso, su frustración en algunos pasajes, su voz sarcástica en otros. Casi le había visto a mi lado, leyendo conmigo, tumbado en la cama o sentado en el suelo, bostezando de cuando en cuando, intentando pincharme para molestarme, jugando con mis trenzas o revolviéndome el pelo.
Y ahora sentía que Roy estaba allí, conmigo. Le imaginé frente a mí, mirándome con expectación, pero también con duda, como preguntando por mi opinión en todo aquello.
Yo sólo me eché a llorar.
Roy.
Le echaba tanto, tanto de menos.
De todo lo que me dolía, aquello era lo que más.
Roy se había ido. Ya no estaba conmigo. Nunca iba a volver.
Por primera vez desde Prosperidad, me forcé a aceptar aquello. El dolor en mi pecho se multiplicó, haciéndose más intenso todavía, y me llevé una mano allí, casi queriendo arañar mi piel y abrirla para dejar que el dolor saliera.
Roy estaba muerto. Se acabó todo.
Se acabó viajar con él, se acabaron sus bromas cuestionables, se acabó su sonrisa radiante, se acabaron sus palabras llenas de ánimo.
Lloré con aún más fuerza.
No iba a poder decirle que le quería, como él me había dicho a mí. Había dejado que se muriera sin decírselo. Había dejado que tuviera esa muerte tan horrible… Sin hacer nada. Yo había sido, en cierta manera, el que le había conducido a ella.
Si hubiera sabido controlarme. Si no me hubiera enfadado tanto. Si no me hubiera peleado con él. Si no le hubiera dejado. Si hubiera llegado antes.
Si hubiera hecho tantas cosas.
Y si las hubiera hecho él.
Si me hubiera explicado su situación antes, si me hubiera detenido cuando había intentado matarle, si no me hubiera dejado ir.
Su muerte no era mi culpa. Lo sabía.
Había sido una serie de sucesos a cual peor. Nuestra pelea, las furias, la locura de la gente de Prosperidad. Había sido demasiado.
Pero eso no me servía de nada porque, fuera como fuera, nada iba a poder devolverme a Roy. Se había ido tan… De repente. No había estado listo para ello.
Tenía arrepentimientos, muchos, y todos ellos se habían transformado en tristeza, enfado, frustración, desesperación. Todas esas emociones llevaban arremolinándose en mi interior desde Prosperidad, y en aquel momento las dejé salir en forma de un llanto horrible.
Las cartas habían sido el catalizador. Leer todo aquello… Saber cuánto me quería. Lo muy orgulloso que estaba de mí. Su deseo de darme una vida mejor. Todo aquello dolía.
Daba igual que él fuera un dragón, daba igual que yo fuera un daemon.
Roy me quería muchísimo. Me había dado todo el amor posible, a mí, a una criatura incapaz de sentir amor, al más horrible de los monstruos.
Yo le quería también. Todo el amor que él sentía por mí yo lo reciprocaba. A pesar de ser un monstruo yo amaba a mi padre. A pesar de todo lo que le había hecho.
Sí, era un monstruo. Había cometido crímenes horribles. Más arrepentimiento, más dolor, más emociones negativas. Cuando pensaba en aquella gente, en lo que les había hecho… Sólo podía gritar de horror hacia mí mismo.
Amor. Empatía.
Un daemon… Se suponía que no podía sentir aquellas cosas.
Y, sin embargo, allí estaba yo. Llorando lágrimas amargas, gritando hasta desgañitarme, porque quería demasiado a Roy, tanto que dolía; porque no podía vivir conmigo mismo sabiendo lo que le había hecho a toda aquella gente.
Si era un monstruo, si era un daemon, ¿por qué dolía tanto todo? ¿Por qué me sentía tan mal? Debería darme igual Roy, el dragón, mi enemigo natural; debería darme igual aquella gente, aquellos desafortunados a los que debería haber disfrutado asesinando… Pero no era así.
Yo ya no era un daemon. Roy me había cambiado. Me había enseñado a ser una persona distinta. A ser alguien mejor. Me había dado tanto amor, tanta felicidad, tantas cosas buenas. Me había enseñado las maravillas de Eldarya, qué tan bueno podía ser ese mundo. Me había enseñado a valorar la vida, a tenerle aprecio a todo faérico.
Me había… convertido en un aengel.
Ese había sido su objetivo, en un principio. Convertirme en un aengel, demostrar que los daemon aún tenían algo bueno en ellos… Que, a pesar de todos sus crímenes pasados, aún podían ser redimidos.
¿Tenía yo derecho a esa redención? Si era un aengel… ¿Tenía derecho a amar a Roy, a pesar de lo que le había hecho? ¿Podía sentir lástima por las gentes de Prosperidad, que habían muerto bajo mi misma mano?
¿No era eso lo que Roy quería enseñarme?
A amar al prójimo. A valorar la vida.
Mi llanto, ya debilitado hasta los sollozos, porque empezaba a no quedarme fuerza, quedó entrecortado. Lo que Roy quería enseñarme… Roy.
Aunque le había traicionado… Tal vez… Tal vez aún hubiera forma de arreglar aquello.
No estaba todo perdido. ¿Verdad?
Mi amargura era también una forma de amor. No había perdido aquello. Lo que Roy me había enseñado no había caído en saco roto… No aún. Enmendar mis errores… ¿Podía hacer eso?
Nada iba a devolver a la vida a Roy. No iba a poder decirle lo mucho que le quería.
Tampoco iba a conseguir hacer nada por Prosperidad. No quedaba nada de ese pueblo.
Mis errores… ¿Cómo podía compensarlos?
-¿Qué tengo que hacer… -Hablé con voz rasposa y débil, mirando al vacío de la habitación a través de las lágrimas- Roy?
Esperaba volver a ver la imagen que mi imaginación había creado mientras leía las cartas, la figura de Roy que me había hecho compañía aunque fuera inexistente.
No había nada de eso.
Y sin embargo, la respuesta a mi pregunta estaba ahí. Ofrecida por el mismo Roy… En forma de cartas.
Recogí la que más cerca tenía, la última que había leído, mi razón para estar allí en aquellos momentos, en Eel.
“En cuanto a mi puesto como Líder de la Guardia Obsidiana, quiero dejar nombrado como sucesor a mi hijo, Leiftan.”
Su hijo, Leiftan. Me había elegido a mí.
“Aunque nunca haya sido un miembro de la Guardia de forma oficial, sus contribuciones a la misma, su espíritu honorable y su actitud valerosa son prueba suficiente de que está más que capacitado para ocupar el puesto.”
Espíritu honorable, actitud valerosa… ¿Quedaba algo de eso en mí?
“Él será, pues, mi sucesor. No aceptaré a nadie más salvo él para el cargo. Confío en que él sepa guiar esta Guardia, durante tanto tiempo varada en mi ausencia, por el camino de la rectitud que se espera de aquellos que juraron proteger Eldarya.”
“Esta Guardia”... La suya. Su Guardia, la Guardia Obsidiana.
“Que mi voluntad sea cumplida.”
Su voluntad.
¿Qué sentido tenía mi vida ahora? Sin Roy, ¿qué me quedaba? Sólo sentía un vacío. No quería hacer nada, no quería pensar en nada, no quería sentir nada. Quería irme.
Pero… Si había una forma… Algo… Algo que me hiciera querer quedarme…
Las cartas. La voluntad de Roy. Todo aquello que me había enseñado. Y, sobre todo… Nuestra promesa. La misma promesa que había roto tiempo atrás.
Le había prometido valorar la vida. La de los demás… Y la mía.
No tenía que rendirme. Roy no hubiera querido eso.
Tampoco hubiera querido que huyera de lo que había hecho. De su muerte y de Prosperidad… Roy hubiera querido que lo aceptase. Por eso me había enseñado lo que era el amor y la empatía. “Es lo malo de tener un corazón, que se rompe”, había dicho.
Que sintiera tanto dolor era la prueba de que todo lo que él había hecho por mí, todo lo que me había enseñado, había servido para algo.
Roy estaba muerto… Y no iba a volver. Pero eso no significaba que su presencia hubiera desaparecido para siempre.
Quedaban aquellas cartas, escritas de su puño y letra. Quedaban su sombrero y su mochila, recuerdo de sus muchos viajes. Y quedaba yo.
Su legado. Su heredero. Su… hijo.
Puede que no nos uniera la sangre, pero eso no importaba. Las lágrimas que no había derramado por mis padres biológicos las derramé por él, porque a él verdaderamente le quería.
No podía irme. Tenía que quedarme. Por Roy. Aunque fuera difícil… Tenía que hacerlo.
Esa fue mi razón.
Esa fue mi razón para quedarme… Para quedarme en Eldarya. En Eel. En la Guardia.
Era lo que él quería, a fin de cuentas. No era algo tan superficial como que simplemente heredase su título. La misión de Roy siempre había sido ayudar a la gente. Me había ayudado a mí… Al sacarme de Infierno, al criarme, al darme una nueva vida.
Y, ahora, dándome un propósito.
Mi propósito era… Seguir con su misión, por supuesto. Ayudar a todo el que pudiera. La Guardia de Eel tal vez fuera un medio para hacerlo… No, era el comienzo. Ayudar a la Guardia Obsidiana sería mi primer paso. Arreglar lo que Roy no había podido.
Eso no iba a hacer que mis crímenes desaparecieran. Lo que había hecho en Prosperidad no iba a borrarse… Sigue ahí. Esa gente sigue muerta, y yo soy su asesino. Todo lo que he hecho desde entonces no sirve para enmendar aquello, pero nada puede. He… aprendido a vivir con ello. Sé que lo que hice es horrible, y que nada de lo que haga lo “remediará”, pero no pienso volver a cometer un acto semejante nunca, ni pienso permitir que algo así ocurra. Es algo egoísta por mi parte pensar así, tal vez, pero… Echarme a llorar de nuevo no va a solucionar nada. En lugar de mortificarme, prefiero pasar el resto de mis días haciendo buenas acciones, no para compensarlo, sino porque es lo correcto. Porque no quiero hacer el mal nunca más en mi vida.
Leer aquellas cartas… Fue lo que me hizo salir de aquel estado de depresión absoluta. Por supuesto que no fue tan sencillo como aquello, ni todo fue tan suave como lo cuento ahora. Mi depresión siguió ahí, mis problemas no iban a desaparecer mágicamente. No es que simplemente me llenase de valor y buena voluntad y me transformase en una persona completamente nueva. Eso no ocurre.
Pero me dieron fuerza para ponerme en pie.
De manera figurada, porque en realidad todo aquel llanto me dejó completamente agotado y me quedé dormido sobre mis propias lágrimas.
Fue a la mañana siguiente cuando me sentí un poquito mejor, después de todo aquel vaivén emocional que había tenido la noche anterior. Recogí las cartas de todas partes y las dejé sobre la mesa para ordenarlas más tarde. Hice la cama con las sábanas que no me había molestado en poner, y una acción tan simple y cotidiana consiguió ponerme algo de buen humor.
Fui al baño, me di una ducha, la primera en condiciones que había tenido en mucho tiempo, y eso me ayudó. Me rehice las trenzas, que no me había molestado en arreglar desde Prosperidad, y al ver mi pelo, que ahora había decidido ponerse a crecer negro, pensé que me hacía falta cortármelo.
Poquito a poco, empecé a arreglar las cosas que podía. Mi entorno más cercano, como había sido la habitación. A mí mismo.
Después, fui a ver a Kaze. Estaba solo en la sala del Cristal, mirando de nuevo la piedra, y no pareció molestarle mi aparición. Casi parecía que me estaba esperando.
-¿Ocurre algo? -Preguntó.
-Me gustaría informar sobre mi decisión final con respecto al liderazgo de la Guardia Obsidiana -Respondí. Él me invitó a hablar con un cabeceo-. He decidido aceptar el puesto, si la propuesta sigue abierta.
Galería de arte - La Guardia de Eel
Parece haber algo distinto en el broche de la Sombra...
Parte 8
Me arrepentí de haber aceptado ser Líder de Guardia muy pronto. Como bien sabes, hay todo tipo de medidas burocráticas para nada sencillas que hay que hacer para convertirse en líder, y luego está… Todo lo que no sabía de la Guardia de Eel. Tuve que recibir clases magistrales de Li sobre el funcionamiento interno de la Guardia, y pasé muchas semanas encerrado leyendo los archivos de Obsidiana para intentar comprender qué hacer con mi nueva Guardia.
He de decir que no fui exactamente bien recibido. Era un desconocido, alguien que había llegado al puesto de Líder… De la nada. Como había dicho Li, no todo el mundo se acordaba ya de Roy, y su nombre era casi más una leyenda que otra cosa. Mi autoridad fue cuestionada una y mil veces durante mis primeros meses en la Guardia… Y eso sin tener en cuenta los "problemas de poder" de la Guardia.
Hubo gente que, desde luego, intentó acabar conmigo. “Accidentes” de todo tipo, asaltos a plena luz del día, proposiciones de reclamo que Kaze nunca llegó a aceptar porque si no me hubieran hecho papilla… Una vez hasta intentaron envenenarme, y fue sólo gracias a Ayleen que logré salir de aquello.
Ayleen me ayudó bastante, de hecho, durante aquel tiempo. Li también, antes de su… Accidente. Naytili dejó muy claro desde el primer día que no le agradaba, y cuando se enteró de que había aceptado el puesto pareció personalmente ofendida, y creo que estuvo a punto de cortarme la cabeza para ahorrarle el problema a mi Guardia, pero… No lo hizo. Supongo que confiaría en que alguien fuera a hacerlo más tarde o más temprano, pero el caso nunca se dio.
Después de un par de meses en la Guardia, empezaba a estar cansado de todo aquello. De los ataques continuos, sí, pero… También de todo el papeleo. Roy me había dejado diez años de papeles para atender por mi cuenta, y en algún momento empecé a ahogarme en todo aquello. A pesar de eso… Quiero pensar que hice un buen trabajo. O al menos uno decente. Uno de mis éxitos personales fue el reajuste de los presupuestos de la Guardia, porque sin Roy no había nadie que hubiera defendido los intereses de Obsidiana, así que cuando conseguí más financiación para la Guardia mucha gente empezó a, al menos, dejar de odiarme. También fui yo el que creó el sistema de organización interna… ¿Sabes lo que es? Incluso si no estás al tanto, a grandes rasgos sabes al menos que hay Obsidianas “de ataque” y “de defensa”, ¿no?
En un principio mi objetivo era reorganizar Obsidiana como un ejército, basado en libros de estrategia militar que no tengo muy claro por qué me había leído, pero me faltaban números y no quería jerarquizar la Guardia, a riesgo de que la gente empezase a matarse por un puesto más alto, así que simplemente creé subdivisiones para que cada cual se acomodara donde mejor se viera. Coraje y cuchillos no significa una panda de locos lanzándose a por el enemigo con un grito de guerra como único apoyo, por supuesto que no. El arte de la guerra es mucho más complicada que eso. Me encargué de hacer Obsidianas de ataque: Fronterizos, de cuerpo mayor, de cuerpo menor; de defensa: de refuerzo, de protección, de infraestructura; y misceláneos: de voluntariado, de equipo, de apoyo.
A Kaze le gustó mi organización, así que me pidió que hiciera algo similar para la Guardia… De ahí la organización de ejército que tenemos ahora. Fue idea mía… ¿Sorprendido? Sé un poco de estrategia militar, aunque mis conocimientos son más teóricos que prácticos… No me pidas que lidere a un ejército, ese papel no es para mí. Soy más de maquinar entre las sombras, supongo. Dicho eso, no sé si te interesará, pero tengo un borrador de organización similar para Sombra y Absenta… Ayleen rechazó mi propuesta cuando le pregunté si le interesaba, y con Naytili ni me molesté, pero a lo mejor a ti sí que te llama… Aunque habría que hacerle un repaso, y es mucho mejor si alguien de Absenta da los retoques finales… No conozco tan bien otras guardias como la Obsidiana, así que no sé hasta qué punto puede ser efectiva mi organización.
Volviendo al caso que nos atañe… Creo que hice bastantes progresos, al menos en cuanto al tema de organización y papeleo, sí. Pero, como ya te he dicho… No es buena idea ponerme a mí al mando de un ejército… ni de una Guardia.
Mi trabajo se limitaba al despacho, básicamente. Trabajo de campo, poco, o nada. El único contacto que tenía con los miembros de mi Guardia era cuando intentaban asesinarme o cuando venían a pedirme que les diera el visto bueno para una misión, formalidad que de verdad no entiendo por qué sigue existiendo, porque se me hace muy innecesaria, pero bueno, el día que Miiko me haga caso y la abola empezará a llover fuego.
El caso era que, aunque estaba haciendo muchas cosas, mis compañeros de Obsidiana no conseguían reconocerme como figura. Ese es un problema que muchos líderes históricos han tenido… El trabajo de despacho pasa muchas veces desapercibido para la gente. Un líder carismático, que conecta con la gente, por muy incompetente que sea, muchas veces tiene más éxito con la gente que alguien al que no se le ve la cara y que se esconde detrás de un montón de papeles.
Así que, a pesar de mis esfuerzos, la simpatía de los miembros de Obsidiana no estaba exactamente a mi favor, y eso me preocupaba, porque iba a llegar un día en el que a alguien se le iba a caer el hacha por accidente otra vez y me iba a rebanar la cabeza sin que pudiera hacer nada. Había conseguido reorganizar la Guardia, sí, pero aún me faltaba… Algo. Unidad, tal vez. La sensación de que todos éramos un mismo grupo. Me fijé en otras Guardias, intentando ver cómo se solventaba aquello. Vi que Ayleen tenía los mismos problemas que yo, así que ella no era la mejor referencia… Y Naytili estaba en su misión imparable de convertir a la Sombra en una dictadura, poco a poco. Ninguno de aquellos dos ejemplos me servían.
Me devané los sesos en busca de alguna solución a aquello, pero no conseguía dar con nada porque soy así de espeso. La frustración de mi incapacidad, la claustrofobia del despacho y los mordiscos en los tobillos de una recién nacida y rebelde Amaya no conseguían hacer que mi mente se aclarase.
Y un día, mientras estaba en resto, no sé si tomándome “cinco minutitos” de descanso de mi trabajo o si llorando sobre la mesa, escuché toques en la puerta de mi habitación, y cuando esta se abrió yo me incorporé con un respingo, todavía con una hoja pegada en la mejilla. La Obsidiana que había ido a verme me puso mala cara ante ello, y yo me abochorné en el acto.
-¿Q-qué ocurre? -Pregunté.
Había algunas personas además de ella en la entrada de la habitación. ¿Un ataque conjunto? Lo dudaba… Había visto a aquella chica más veces… No me tragaba, pero al menos parecía que me tenía un mínimo de respeto, y no parecía importarle venir a hablar conmigo si el asunto era serio. ¿Tal vez hubieran venido en masa a pedir mi dimisión?
-Nos gustaría pedir permiso para ir a una misión -Dijo. Eso a mí me extrañó un poco.
-¿Tanta gente? -Me levanté para echar un vistazo. Veía muchas cabezas- ¿V-vais en busca del Santo Grial, o algo?
Mi broma no cayó muy bien. A nadie le hizo gracia.
-... Olvidadlo. ¿Qué es?
-Misión de voluntariado -Explicó la chica, encogiéndose de hombros-. Una isla ha pedido socorro después de un desastre. Vamos a llevar víveres y útiles y ayudar al pueblo.
-Oh -Qué causa más noble. Mejor que el Santo Grial-. S-sí, por supuesto, tenéis mi autorización… ¿Cuántos vais?
-Siete, por el momento, pero seguimos buscando más personas que quieran venir. Veinte sería lo óptimo.
-Entiendo -Asentí-. Hablaré con Ayleen, si os parece… Tal vez algunos absentas que sepan de medicina puedan unirse a vuestro grupo.
-Estaría bien, sí.
Un poco seca, pero, en fin, al menos era buena persona. Les dejé irse, o más bien se fueron en cuanto terminaron conmigo, e inmediatamente después fui a buscar a Ayleen para ver si Absenta podía echarnos una mano. Fue capaz de ofrecerme algunos curanderos, así que les alisté a la misión, y luego hablé con Kaze para pedir más información con respecto a aquello. Me sonaba el nombre de la isla, y sabía situarla en el mapa de mi cabeza (de nuevo, gracias a las lecciones de geografía de Roy). Pedí un navío a la Guardia y me encargué de apañarle un navegante y un timonel, y con eso el grupo de personas había crecido un poco más. Con un poco de suerte la otra chica habría conseguido también más reclutas.
Salir de los papeles y hacer cosas por la Guardia, aunque sólo fuera corretear de aquí para allá buscando gente, había hecho que me sintiera algo más activo. Una idea iluminó mi cabeza de repente, como la solución a todos mis problemas. ¿Y si…? ¿Y si me alistaba a la misión?
Por un lado, mancharme las manos a lo mejor conseguía hacer que mis camaradas empezasen a verme como alguien digno del puesto de Líder, y mezclarme con ellos me conseguiría algo de simpatía, salvo que fuera todo muy desafortunado y les acabase cayendo muy mal. Por otro, llevaba tanto tiempo metido en un mismo sitio que empezaba a sentir casi ansiedad. Después de toda mi vida viajando de un punto de Eldarya a otro, quedarse en un mismo lugar estaba afectando bastante a mis nervios. Necesitaba un cambio de aires, necesitaba viajar… Ver mundo. Y daba la casualidad de que en esa isla concreta no había estado yo nunca y, ahora que sabemos lo que sabemos, es muy posible que Roy la evitara a propósito.
Así que me alisté a la misión. Sé que sorprendió a bastante gente que lo hiciera, pero me daba un poco igual. Estaba listo para viajar… Y para ayudar al prójimo. Por supuesto. Ese era el principal objetivo del viaje.
Y, en poco tiempo, nuestro barco partió desde la costa de él. Nuestro destino… Kemekemo.
Sabes lo que viene ahora, ¿verdad? Por supuesto que lo sabes.
El recuerdo de Lance era uno ya muy lejano en mi mente. Había pasado muchos años atrás, y el traumático encontronazo con Lugh había hecho que de manera subconsciente mi memoria pintase por encima de aquellos recuerdos, encerrándolos en lo más profundo de mi mente. A lo largo de los años, en algún momento me había preguntado que qué habría sido de aquella familia. Si el bebé habría nacido bien, si Lugh aún nos guardaba rencor por lo ocurrido, si Lance se acordaba de mí.
Por supuesto, no esperaba volver a encontrármele. Y, sin embargo… El destino es de lo más curioso en ocasiones.
Desembarcamos en Kemekemo algunos días después. Un grupo de togarlas nos esperaban en el puerto para llevarnos a su pueblo, y yo les miré curiosidad desde la proa del barco según nos acercábamos. Nunca había visto un togarla…
Tenía hasta cierto punto curiosidad. Las leyendas decían que los togarlas venían de los mismos dragones, y que los dos pueblos de Kemekemo habían sido fundados por dragones… Lo dudaba, teniendo en cuenta que estaban todos en Paraíso viviendo la buena vida, pero… Si Roy había conseguido escapar, ¿por qué no iban a haber podido hacerlo otros dragones?
Eso me hizo empezar a pensar en otras cosas. ¿Y si había dragones en Kemekemo? ¿Y si los togarla eran… minidragones, o algo? ¿Y si alguno se daba cuenta de que era un daemon? ¿I-iban a intentar matarme? ¿Mandarme de vuelta a Infierno?
No, no; aquello era absurdo. Nadie podía identificarme como daemon ahora que no tenía el collar. Mi apariencia era la de un faérico cualquiera… Siempre que no usara mis poderes, cosa que no tenía pensado hacer, nadie tenía por qué darse cuenta de nada. Y no iba a haber dragones en esa isla. Por supuesto que no. Se acabaron los dragones para toda mi vida.
Por supuesto. Por supuesto...
Pero, según nos acercábamos, me di cuenta de algo en el grupo de togarlas. Había… Una persona. Alguien que desde luego no era un togarla. Era mucho más alto, no tenía cola, y su anatomía era… antropomórfica. Eso me extrañó. Forcé la vista intentando distinguir mejor aquella figura, hasta que alguien me gritó que tenía que ayudar a preparar el desembarque, y en seguida me puse a ello, decidiendo resolver mis dudas después.
Fui el primero en bajar a tierra. Por ser Líder de Guardia me habían nombrado capitán del barco, a pesar de que nadie, ni yo mismo, estaba a favor de aquello, así que en teoría era el que mandaba por ahí.
Bajé pues con toda la dignidad que tenía, listo para dar algún tipo de discurso motivador si hacía falta, con mi mejor sonrisa reconfortable en los labios para intentar animar a aquella gente en tiempos difíciles…
Y entonces me encontré cara a cara con un joven de piel morena, ojos azules, pelo blanco y una cicatriz cruzándole el rostro.
Las palabras murieron en mis labios. Me sonaba de algo, pero no sabía decir de dónde. Nunca había estado en Kemekemo antes, así que no sabía dónde podía haber visto a esa persona, pero… Su cara me sonaba… de haberla visto mucho, mucho tiempo atrás…
Caí en la cuenta. Él hizo lo mismo casi a la vez, y nuestros ojos se abrieron con la misma sorpresa.
-¡Leiftan!
-¡Lancelo-
-¡¡ME LLAMO LANCE!!
Era él. Por supuesto que era él. Habían pasado muchos años desde nuestro encuentro. Había crecido tanto como yo, y ahora era mucho más alto, de marco más robusto, y sus rasgos se habían afilado y endurecido. Era la viva imagen de su padre, a excepción de la piel y las cicatrices, pero la expresión de su cara era más jovial, y más… Inocente. Me recordaba a la del niño que había conocido tanto tiempo atrás, como si, a pesar del cambio físico, nada más en él hubiera cambiado… Y, más o menos, ese era el caso.
-Tíiiiio… ¡Leiftan! -Volvió a repetir mi nombre. Se acercó a mí y me miró de arriba a abajo. Yo me puse algo nervioso, porque… No me esperaba aquello- Es cierto, estabais en la Guardia de Eel o algo…
Volvió a mirarme los ojos, e intenté hacerme el valiente para que no intuyera mi miedo en ellos.
Lance… ¿Hasta qué punto estaba enterado de mi situación? ¿Se acordaba de cuál era mi verdadera naturaleza, o lo habría olvidado con el paso del tiempo? ¿Le habría dicho su padre lo muy horribles que éramos los de mi raza? Pensándolo bien, ¿cómo exactamente había sabido su padre que yo era un daemon? ¿Qué estaba pasando? ¿Qué iba a pasarme? ¿Iba a intentar matarme, como había hecho su padre? ¿Iba a delatarme como daemon delante de mi Guardia? ¿Qué iba a pasarme?
Le vi levantar los brazos, y me encogí sobre mí mismo, listo para su ataque…
Y él me abrazó.
Muy, muy fuerte. Me dejó algo descolocado.
-¡Leiftaaaaaaan! -Dijo mi nombre con una alegría con la que nunca nadie lo había dicho- ¡Cuánto tiempo, hombre! ¿Qué ha sido de ti? ¡Oh, no, no! ¡No me lo digas, ahora nos ponemos al día de todo, tranqui!
-Este… Hum… -La repentina muestra de afecto me pilló un poco por sorpresa. No me esperaba eso. Por el rabillo del ojo pude ver cómo mis compañeros de misión parecían tan extrañados como yo por aquello… Y los togarlas también.
-Lance… -Uno de los togarlas llamó su atención dando unos tirones de su pantalón. Lance me soltó para mirarle- ¿Conoces a este hombre de algo?
-¿Hm? ¡Oh, sí! -En su cara se dibujó una sonrisa increíblemente brillante- Es mi mejor amigo.
Palabras tan simples, pero cargadas de tanto significado. Me mataron y me dejaron por muerto allí mismo, en aquel embarcadero.
La forma en la que las había dicho… Me hizo saber que eran de verdad. Que de verdad me consideraba su “mejor amigo”, aunque sólo nos habíamos conocido por un par de semanas, hacía ya tantos años. Que a pesar de lo abrupto de nuestra despedida, de todo aquel incidente, de conocer mi verdadera naturaleza… Ese chico aún me consideraba su amigo.
Creo que esa era una de las mayores virtudes de Lance. Su actitud siempre positiva, su alegría casi infinita. Era como si en él no hubiera espacio para los pensamientos negativos, como si la maldad estuviera prohibida en su corazón.
Recibió también al resto de la tripulación junto a los togarlas, y luego entre todos nos cargamos todo lo que habíamos traído y lo llevamos hasta el poblado Garto-Laj. Afortunadamente los destrozos no habían sido demasiado grandes. El magma no había alcanzado el poblado, y lo único que había conseguido afectarle habían sido los residuos expulsados del volcán tras la erupción y los derrumbamientos ocasionados por el terremoto… Salió relativamente bien parado, al menos si lo comprobamos con esa erupción que hubo hace poco… Por lo que dijo Valkyon, el pueblo había quedado completamente destruido.
Al llegar allí, Lance me llevó directamente a la cabaña de los lagartos jefe, Ghua-Nnai y Kheesal-Ahman, separándome de mi grupo, que se quedó atrás mirándome con suspicacia.
-Saludos, viajeros de Eel -Así nos saludó el togarla-. Mi nombre es Ghua-Nnai, y tengo el honor de ser el jefe de la tribu de los Garto-Laj. Agradecemos de todo corazón que hayan hecho el camino hasta aquí para ayudarnos…
-No se moleste… -Respondí con mi mejor sonrisa- El deber de la Guardia de Eel es servir a los demás. Ah, este… -Tanteé un bolsillo en busca de mi broche de la Guardia antes de enseñarlo- Mi nombre es, uh, Leiftan… Soy el Líder de la Guardia Obsidiana de l-
-¿¡Eeeeeeh!? -A mi lado, Lance casi me deja sordo con un grito- ¿¡Eres Líder de Guardia, Leift!? Eso no es, como, ¿súper importante?
-Lance -Kheesal-Ahman pronunció su nombre con tono severo-. Guarda las formas, no seas impertinente.
-Eeeh, no pasa nada -Con toda la camaradería del mundo, me pasó un brazo por encima de los hombros-. Leift y yo somos amigos de hace tiempo, ¿a que sí? -Yo asentí- ¿Veis, veis?
-¿De hace tiempo? -Kheesal-Ahman pareció intrigada por eso- De antes de que vinieras a la isla, deduzco…
-¡Ahá, ahá! -Él asintió también, más vigorosamente de lo que había hecho yo- ¡Así que hace la tira de años que no nos vemos!
-Un reencuentro sorprendente, sin duda -Ghua-Nnai atusó su papada al decir aquellas palabras-. Desearía que hubiera podido ser en unas mejores condiciones, pero saber que este desastre ha conseguido reunir a dos amigos separados hace tanto tiempo ya hace que toda esta situación tenga, al menos, un lado positivo.
-O-oh, sí, eh, hummm… -Yo estaba algo cortado, no sabía muy bien qué decir. La aparición de Lance había hecho que todos mis planes con los togarlas se vinieran abajo, y su presencia aún me generaba algo de nerviosismo, así que me costaba concentrarme en la conversación- N-nos encargaremos de… Este, a-ayudar a solucionar las cosas, y, em… Luego podremos celebrar el reencuentro como es debido. Antes, tenemos trabajo que hacer.
-Oooh, qué serio -Lance me sonrió-. Pero tienes razón, lo primero es lo primero. Yo también puedo echar una mano, ¿verdad?
-Por supuesto… -Yo traté de sonreír también- Cuanta más gente, mejor.
Salimos de la tienda. Pude ver cómo mi equipo ya había traído todo lo necesario del barco, y ahora estaban descansando del viaje estirando las piernas y mezclándose con la población local. Los togarlas son muy… Eh, intensos, digamos. En todos los sentidos, la verdad. Tener extraños en su isla era una novedad increíble, así que muchos de ellos parecían completamente ilusionados por aquello, y había alrededor de mi grupo un montón de togarlas emocionados haciendo todo tipo de gritos entusiasmados.
Me preparé para hablar, tomando aire, pero Lance se me adelantó.
-Vale, vale, dejad respirar a la Guardia -Dijo, dando algunas palmadas y gesticulando con las manos para dispersar a la multitud-. Han venido a ayudarnos, no queremos asustarles. A ver, de aquí, ¿quién está en condiciones de ayudar? -Muchos togarlas entusiasmados levantaron sus patitas al aire- ¡Perfecto! Entonces, Leift, te dejo a ti la organización, espero que podamos ayudar en algo.
-Eeeeh… sí -No había contado con la ayuda togarla… Pero eso era, bueno, un punto a favor-. Este, vamos a necesitar ayuda sobre todo descargando lo que hemos traído. Tenemos comida, medicina, herramientas… Necesitamos que alguien nos diga dónde poner todo eso. Dicho eso, tenemos que montar también un campamento para la Guardia… Será a las afueras del poblado, si no os molesta. Qué más, qué más… Que los absenta vayan a atender a los heridos, por favor, y que les acompañen al menos un par de obsidianas como apoyo… Este, ¿hay algún obsidiana de infraestructura? -Dos manos se levantaron en mi grupo- G-genial. Dad una vuelta por el pueblo para evaluar los daños, luego haremos recuento de materiales para ver qué podemos hacer con eso, y… Poco más, diría yo -Me giré hacia Lance-. ¿Hay algo que requiera una atención especial? -Como… charcos de lava creciendo por ahí… O algo.
-Hmmm… -Él se lo pensó- Cayó un pedrolo bastante gordo del cielo cuando el volcán explotó, y está por ahí. Estamos a mitad entre dejarlo como atracción turística o convertirlo en polvo para pintar en las paredes, pero entre que nos decidimos estaría bien quitarlo de ahí.
-Bien… Ayudaremos a ello cuando terminemos de montar el campamento. Con todo eso dicho, eh… -Me giré de nuevo hacia los míos- ¡En marcha!
En marcha nos pusimos. Yo me dediqué a ayudar a montar el campamento, mientras que Lance se fue con el grupo que organizaba lo que habíamos traído. Los togarlas fueron de bastante ayuda, porque gracias a ellos conseguimos terminar el doble de rápido, y en seguida pudimos dedicarnos a otras tareas. Me dediqué a colocación un rato, hasta que vi que todo el mundo se había sabido organizar bien, y luego me fui a ver cómo iban los absentas. Los heridos eran los que peor parte se habían llevado de todo aquello, y había algunos togarlas en situación bastante crítica… No pudimos salvarlos a todos, desgraciadamente, pero prefiero quedarme con el hecho de que sí logramos salvar algunas vidas.
Más que irme del hospital de campaña togarla, me echaron cuando empecé a molestar, así que entonces me fui a ver a los de infraestructura. Aparentemente los Garto-Laj no eran los mejores constructores, y sus casas desde luego no las más estables, pero al menos lo que había era fácil de reparar, aunque cuando un Obsidiana pasó cuarenta minutos explicándole al togarla arquitecto cómo hacer una cimentación adecuada de un edificio creo que no tuvo mucho éxito, y lo único que consiguió fue ponerse nervioso y acabar lloriqueando en el hombro de su compañero porque “¡Esta gente reniega de la física!” y “¡La tierra no está viva y no se va a ofender porque construyas en ella!”. Los togarlas son togarlas, en fin.
Con eso solucionado, busqué a Lance para que me enseñara dónde estaba el “pedrolo” que había que apartar, y él estuvo encantado de enseñármelo. Era una piedra de dimensiones, sí, importantes, y desde luego un togarla, ni dos, ni tres, iban a levantar aquello. Y uno o dos Lances tampoco.
-A lo mejor con una grúa… -Propuse yo- Tendría que hablar con los de infraestructura, a ver si…
-Que no, que no -Me dio un par de palmaditas en la espalda-. Esto entre tú y yo lo levantamos y nos lo quitamos de en medio en un periquete. Agarra de un lao’, que yo voy para el otro.
-Pe… -Aquella piedra era demasiado grande para dos personas- Pero no creo que…
-Que sí, que síiii… Venga, agarra.
Un poco reticente, le hice caso, aunque fuera al menos sólo para demostrarle que estaba equivocado y que intentar levantar esa piedra entre los dos era una tarea absurda.
-A la de tres -Me dijo, sonriente, su cabeza asomando desde el otro lado de la piedra-. ¡Uno, dos, y… alehop!
Hice un mínimo esfuerzo por levantar la piedra, todo apariencia. Y, sin embargo, la piedra se alzó con una facilidad increíble, para mi mucha sorpresa. Como si no pesara nada… Lo cual era ridículo. La piedra tenía que pesar.
-¡Vaya, vaya, Leift! -La voz de Lance se escuchó al otro lado- Estás cachas, ¿eh? Pensé que los abdominales eran de adorno, pero parece ser que no, y los bíceps tampoco. Muy bien, vamos a llevarnos esto… ¡Síiiiiigueme!
Caí entonces en por qué la piedra me estaba pesando tan poco.
Lance la estaba soportando entera.
Cuando empezó a moverse, estuve a punto de soltar la piedra y sin querer desvelar el engaño, pero pude recomponerme y le seguí, agarrándome al pedrusco mientras mi mente intentaba racionalizar qué había pasado.
Esa piedra no podía ser levantada por dos personas, desde luego. Pero Lance la había levantado por su cuenta… ¿Cómo? Y, si podía levantarla tan fácilmente, ¿por qué me había pedido que le ayudase a hacerlo? No es que yo estuviera haciendo mucho… Hubiera podido contribuir, desde luego, porque en realidad levantar aquella piedra hubiera sido para mí tan fácil como estaba siendo para Lance, pero no iba a arriesgarme a hacer una demostración de fuerza en público…
Lo que me hizo pensar… ¿Era eso lo que Lance estaba haciendo? ¿Me estaba usando como cubierta para ocultar su fuerza? ¿... y por qué tenía tanta fuerza? Su madre era humana y su padre medio criónido, así que…
Un momento. Sus padres. ¿Dónde estaban sus padres? ¿D-dónde estaba Lugh? ¿Iba a intentar matarme otra vez cuando me viera? ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué estaba Lance en Kemekemo? ¿Por qué estaba YO en Kemekemo?
Creo que es que simplemente entré en pánico, y mi mente empezó a formular una pregunta detrás de otra, algunas con sentido, otras no tanto. Aguanté el tipo como pude en lo que Lance nos guiaba a las afueras del poblado… Y luego a las afueras del mismo… Y luego a la selva kemekemada… Cada vez más y más adentro de la silve… ¿E-eh? Sí, el gentilicio de Kemekemo es “kemekemado”, ¿no lo sabías?
-¿A-a dónde estamos yendo? -Me atreví a preguntar, de repente muy consciente de que nos habíamos alejado bastante de Garto-Laj y que ahora estábamos solos en mitad de la selva.
-¿Hm? Oh, sí, la piedra. Puedes soltarla aquí mismo.
Él mismo hizo eso, casi dejando caer la piedra, y yo apenas tuve tiempo para retroceder para evitar que me cayera en los pies. En cuanto levanté la mirada, me encontré con los ojos azules de Lance. De repente, me parecieron tan amenazadores como los de su padre habían sido en su día.
-En realidad, Leiftan -Sin mucho esfuerzo saltó por encima de la piedra, quedando justo frente a mí y haciéndome retroceder un paso de forma instintiva antes de apoyarse contra el pedrusco y cruzarse brazos-. Tenía una razón oculta para arrastrarte aquí…
Eso me pasaba por tonto.
Por creerme que me iba a ir de rositas, a pesar de que Lance conocía mi verdadera naturaleza. No había querido exponerme delante de todo el mundo, y eso lo apreciaba, pero sin duda ahora iba a ser cuando me dejase claro lo muy calado que me tenía, iba a amenazarme con exponer todos mis secretos, o a lo mejor me mataba allí mismo para ahorrarse las molestias, o…
-Eres un miembro de la Guardia… Mejor aún, un Líder. Así que, vas a tener que escucharme… -Y ahora mencionaba mi posición… ¿Acaso quería chantajearme de alguna manera…?- Verás, Leift…
>>Hay como, todo otro pueblo de togarlas al otro lado de la isla. No tengo ni idea de cómo les ha afectado la erupción, pero supongo que no muy bien, y estos lagartos no quieren ir a hablar con los otros porque son dos tribus enfrentadas o no sé qué y yo paso de dejar que los otros lagartos se mueran, así que, ¿te importaría acercarte conmigo a echar un vistazo? Posiblemente nos reciban con lanzas y flechas, pero al menos me gustaría ofrecerles ayuda, aunque sólo sea para quitarme el peso de encima. Así que, ¿me echas una mano?
Una única pregunta acudió a mi mente.
-khé?
Ahora sí que me sentía tonto. ¿Togarlas? ¿De qué me estaba hablando? ¿Que tenía aquello que ver con nada? ¿Había otro pueblo togarla en Kemekemo? ¿Q-qué pasaba con lo del daemon? ¿No quería hablarme de eso? ¿¿Qué estaba pasando??
-¿Togarlas? -Él me miró con extrañeza. Señaló detrás de él con un pulgar- Por allí está el otro pueblo. Creo. Ghua-Nnai me prohibió ir porque se supone que no puedo salir de la mitad de la isla que es Garto-Laj, pero no tiene por qué enterarse. ¿Me ayudas o qué?
-Eeeeh… -Intenté recomponerme- E-eh, s-sí, claro.
-Genial -Se separó de la piedra y me dio un golpecito de ánimo en un hombro-. Vaaamos entonces. Ah, que esto se quede en secreto, ¿vale? Ghua-Nnai me echará a patadas del poblado si se entera que tengo negocios con esos sucios Till-Rhep.
Echó a andar hacia el otro poblado, Till-Rhep, y yo le seguí aún patidifuso. Empezaba a estar cada vez más confundido, no comprendía qué estaba pasando o qué era lo que Lance quería de mí. ¿A qué tipo de perversos y retorcidos juegos mentales me estaba sometiendo aquel hombre? ¿Estaba intentando presionarme para que fuera yo el que se fuera de la lengua y admitiese mi deamonidad? ¿En cuántos niveles distintos de engaño estaba dispuesto a atraparme? ¿Bajo cuántas capas de maquinación me tenía sometido?
-De mientras, cuéntame -La voz de Lance me sobresaltó. Tranquilo como nunca, muy ajeno a las turbulencias de mi interior, inició una conversación ligera-. ¿Qué tal todo? Hace un montón que no nos vemos. ¿Qué tal Roy?
Y aquello intervino todas las turbulencias con un golpe directo a mi estómago, uno lo suficientemente fuerte como para que me entraran ganas de vomitar.
-... Murió hace poco -Comenté, en un tono no muy alegre.
-Ah -A él le cambió la cara con mi respuesta, y ahora parecía entre triste e incómodo-. Vaya. Este… Lo siento.
-Hm -Busqué una manera de cambiar de tema. Podía haber dejado que volviera el silencio, pero tenía la sensación de que iba a ser muy incómodo si lo hacía, y no quería volver a mi espiral paranoicodepresiva-. Y, hum, ¿qué tal tus padres? -Intenté acordarme de ellos. Isabel y… Lugh- ¿Cómo están?
-Oh, eh… -Su mueca de incomodidad se incrementó más todavía- También murieron. Hace ya muchos años.
-Oh… M-mi más sentido pésame.
Los dos decidimos en común que era muy buena idea quedarnos calladitos en lo que durase el resto del trayecto. Esa experiencia me enseñó que es mejor no preguntar nunca por la familia de nadie y dejar que si alguien te tiene que decir algo, te lo diga por su cuenta.
Unos veinte minutos caminando a través de la selva después, cuando empezaba a hartarme de los mosquitos, de repente Lance se paró en seco y extendió un brazo para forzarme a hacer lo mismo.
-Espera -Avisó-. Estamos en el límite del territorio Garto-Laj… Antes de nada, deberíamos comprobar que… -Carraspeó antes de llenarse los pulmones de aire- ¡¡EEEEOOOOOOOOO!! ¿¡ALGÚN TILL-RHEP POR AHÍIIIIII!? ¡¡VENIMOS EN SON DE PAAAAAAAAZ!!
Silencio absoluto. Me giré hacia él, algo curioso. Él le dedicaba miradas extrañadas a la maleza, como si estuviera buscando algo en ella.
-¡¡Vamos a atravesar el límite, ¿vale?!! -Volvió a gritar- ¡¡No queremos empezar una guerra!! ¡¡Venimos como amigos!! ¡¡No nos lancéis flechas!!
Se giró hacia mí y ante mi mirada curiosa simplemente se encogió de hombros. Decidiendo que su advertencia había sido lo suficientemente clara, avanzó un paso, sobrepasando el límite, yo le seguí…
Y en cuanto lo hicimos, una lluvia de flechas emplumadas y lanzas arrojadizas cayó sobre nosotros. A mí me pilló por sorpresa, porque después de que Lance se hubiera dejado los pulmones gritando sin obtener respuesta había asumido que allí no había nadie, pero él tuvo una mejor reacción y agarrándome de un brazo supo apartarme de la línea de tiro para evitar que me convirtiera en un espinpuerco, y después nos arrastró a los dos a cubierto detrás de una roca en el territorio Garto-Laj.
-¡No me jodas! -Se quejó, asomando la cabeza por encima de la roca. Una flecha pasó volando por encima de él justo cuando lo hizo- ¡Eh, eh, que ya estamos en Garto-Laj, abajo esos arcos! ¡¡Y os hemos avisado!!
-¡Intrusos! -Una voz que por el tono chillón desde luego era togarla habló desde la maleza al otro lado- ¡Profanadores! ¡Habéis roto el pacto sagrado hecho por los pue-
-Que sí, que sí, que sí -Lance resopló-. ¿Podemos hablar como personas civilizadas, por favor? ¿Sin flechas? ¿Es eso mucho pedir?
-¡Habéis ofendido a la tierra sagrada del volcán! -Esa fue la respuesta. Lance empezó a darse pequeños cabezazos contra la roca- ¡Los espíritus de los Reyes del Cielo no perdonarán esta ofensa!
-¿Reyes del Cielo…? -Repetí aquellas palabras. Me sonaban demasiado familiares a otras que había escuchado antes y que hacían que se me revolviera el estómago.
-Dragones -Explicó Lance. Efectivamente, se me revolvió el estómago-. Los togarlas los adoran como si fueran dioses o algo. Están un poco… -Silbando, hizo un círculo con su índice junto a su cabeza- Ya sabes. También se piensan que el volcán está vivo y cuando se enfada erupciona, así que ahora deben estar intentando buscar al culpable.
-¡Eso es, vosotros, profanadores, habéis sido sin duda los que habéis enfurecido al volcán con vuestra desfachatez y vuestra…!
-Que síiiiiiii, anda, que sí -Lance suspiró, cansado-. Sólo queremos saber si necesitáis ayuda con algo. La Guardia de Eel está en la isla así que os pueden echar una mano, si lo necesitáis.
-Esteeee, sí -Recuperando mi broche del bolsillo, lo alcé por encima de la roca tras la que nos escondíamos para que los togarla del otro lado pudieran verlo-. Soy Leiftan, líder de la Guardia Obsidiana de la Guardia de Eel… No sabía que había otro poblado en la isla, lo siento, si no nos hubiéramos puesto en contacto con vosotros antes…
-Oh, no -Lance negó con la cabeza-. Tranquilo, no se hablan con nadie, así que todo el mundo hace como si no existieran. Ya ves lo que pasa cuando intentas dialogar con ellos.
-Em, ya -Carraspeé-. Sea como sea, si necesitáis ayuda de algún tipo, no dudéis en decirlo… La Guardia de Eel está al servicio de toda Eldarya, a fin de cuentas, así q-
-¡Basta! -Un togarla me interrumpió- ¡Till-Rhep no necesita ayuda de nadie, menos aún de un extranjero o un sucio Garto-Laj!
-¡Tío, el resto del mundo es todo extranjero O Garto-Laj, ¿qué sentido tiene esa frase?!
-¡Ya habéis enfurecido al volcán una vez, cesad vuestras ofensas o nos veremos obligados a buscar formas de aplacar su ira! -Traducción: Atravesarnos a flechazos- ¡Abandonad la frontera de inmediato y no volváis a poner pie en Till-Rhep!
-Vale, tío… -Lance suspiró de forma cansada- Creo que no quieren nuestra ayuda.
-Bueno… si están así de animados, no creo que su situación sea muy mala, ¿no? -Intenté mirar el lado positivo. Lance aún parecía dudoso- Tampoco podemos ayudarles a la fuerza si no quieren.
-Supongo que no… En fin -Volvió a asomarse por la roca-. Pues nada, veo que no queréis nuestra ayuda. ¿Estáis seguros? Mira que nos vamos y no volvemos, ¿eh?
-¡AbandonadlafronteradeinmediatoynovolváisaponerpieenTill-Rhep!
-Esta gente se repite más que el ajo… Vale, vale -Lance se puso en pie, ya abandonando el escondite, y me ofreció una mano para hacer lo mismo-. Pues nos vamos. Vosotros veréis. Saludos a Drhass-Alaman y toda la pesca. Si necesitáis algo, ya sabéis, podéis pasaros por Garto-Laj y pedir ayuda.
-¡Jamás nos rebajaremos de semejante manera! ¡La gloria de Till-Rhep será eterna! ¡No nos veremos subordinados ante esos sucios Garto-Laj! ¡VIVA TILL-RHEP!
-¡¡Viva!!
Aquella gente empezaba a darme repelús. Lance volvió a encogerse de hombros, ahora con gesto resignado, y con un movimiento de la cabeza me invitó a que nos fuéramos de allí. Así hicimos, dejando a los togarlas regocijándose en los cánticos de su tribu. Cada uno tiene sus aficiones, supongo.
-Bueno, eso ha sido mala pata -Lance habló durante el trayecto de vuelta, la situación con los togarlas habiendo conseguido borrar nuestra incomodidad anterior-. Ya me lo medio esperaba, la verdad, porque con esta gente no se puede razonar, pero en fin -Le pegó una patada a una piedrecita-. Que no se diga que no lo hemos intentado al menos.
Le seguí sin decir mucho, entre otras cosas porque tampoco tenía el qué. Él continuó quejándose de los Till-Rhep, haciendo conversación por los dos, hasta que llegamos a la senda que llevaba a Garto-Laj. Yo me había pasado todo el camino elucubrando. Aquel viaje… ¿Había sido sólo para ir a ver a los Till-Rhep? ¿De verdad? Al final no había tenido nada que ver con… Lo mío.
Por un lado, me aliviaba que no fuera a encararme al respecto o a intentar congelarme como había hecho su padre… Por otro, me producía algo de ansiedad el no saber exactamente cuál iba a ser la postura de Lance al respecto. A lo mejor le estaba dando demasiado crédito al asumir su maestría como manipulador emocional, a lo mejor simplemente se había olvidado de aquello y estaba de verdad feliz de ver a un viejo amigo. No quería arriesgarme a que el tema saliera más tarde justo cuando yo menos lo necesitara, así que decidí que, si tenía que hablar de ello, sería mejor hacerlo en una situación más o menos controlada… Sin nadie alrededor.
Medité cómo iniciar aquello, y luego me preparé psicológicamente para la conversación. Nunca había hablado a nadie de… Aquello, por supuesto, salvando a Roy. No es exactamente fácil hablar de un secreto que has estado tu vida escondiendo con todas tus fuerzas… De ahí también que haya tardado tanto en mentalizarme para tener esta conversación, lo siento. Es muy difícil para mí abrirme con este tema.
Cuando llegamos a la altura de la piedra que había iniciado todo aquello, finalmente reuní fuerzas para hacer mi movimiento.
-Espera… -Agarré a Lance de un brazo, tomándole por sorpresa, a juzgar por cómo reaccionó. Me miró de forma inquisitiva- A-antes de que volvamos a Garto-Laj… Me gustaría aclarar algo…
-Claro, tío -Le solté, y él se volvió del todo para mirarme con una sonrisa de ánimo-. ¿Qué ocurre?
-S-... -De repente, todas las palabras murieron en mis labios. Me había preparado en la cabeza cómo decir aquello de forma relativamente discreta, pero todas mis ideas se habían ido- Tú… Este, te… Cuando… En…
-Emmm… -Me miró algo preocupado- ¿Todo bien, colega? -Seguí balbuceando, incapaz de formar las palabras que buscaba- Ostras, ¿no me digas que te ha dado un golpe de calor o algo? No me extrañaría, cuando no estás acostumbrado a la isla el clima te pued-
-SOY UN DAEMON.
Simplemente entré en pánico. Que se hubiera puesto a hablar me había puesto más nervioso de lo que ya estaba, todos mis pensamientos se habían apelotonado, empezaba a entrarme ansiedad, y…
Lo dejé todo salir con ese único grito.
Inmediatamente me arrepentí de ello. Me tomé cinco segundos para asimilar lo que acababa de gritar, y luego me contuve para no gritar de nuevo o para no ir a abrirme la cabeza contra la piedra a base de cabezazos.
¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué de esa manera? Si iba a desvelarme, ¿no podía haberlo hecho de otro modo al menos? A hacer puñetas la discreción y la sutileza. Si no se acordaba de aquello, acababa de recordárselo, y si sí que lo hacía había perdido todas mis oportunidades de disimular.
Aún gritando para mis adentros y con ganas de pegarme un puñetazo a mí mismo, miré a Lance, intentando estudiar su reacción. Me sorprendió un poco ver que su cara no había cambiado demasiado. Parecía algo sorprendido, pero más por verme gritar de repente que por mis palabras.
-Hmmm… -Se cruzó de brazos- ¿Se supone que puedes ir gritando eso en voz alta? -Cuestionó.
-En realidad, no -Respondí con un hilo de voz.
-Entonces tal vez no deberías hacerlo -Hizo un gesto incómodo-. Es la segunda vez que lo haces, ¿sabes? Ya lo gritaste una vez cuando nos peleamos en el río. Si no hubiera sido por eso, no me hubiera llegado a enterar nunca.
Cada vez me sentía más estúpido. Hecho una bola de nervios, empecé a jugar con mis manos para evitar arrancarme el pelo a base de tirones.
-E-entonces ya lo sabías -Dije. Él asintió como si aquello no tuviera ninguna importancia-. Y-y, ¿n-no vas a decir nada al respecto? Quiero decir… Este…
-No quieres que se sepa, ¿no? -Rápidamente negué con la cabeza- Pues entonces no lo diré. Está feo ir por ahí soltando los secretos de la gente. ¿Te preocupaba que fuera a decir algo?
-Bueno… sí -Sus palabras no conseguían dejarme tranquilo del todo. Era como que había accedido demasiado fácil a guardar el secreto-. Quiero decir, por qué ibas a guardarlo. Los daemon…
-Hm, ya -Se lo pensó-. Mi padre me habló de vosotros. Me dijo que erais como… Criaturas horribles que no sentían amor o empatía y a las que les gustaba hacerle daño a la gente y romper cosas, pero… -Sus ojos me examinaron- Sinceramente, no veo nada de esto en ti. La cosa a lo mejor cambiaba si de verdad fueras así, pero yo no creo que seas una mala persona.
-Pero los daemon…
-Ah, qué más da -Se acercó para darme un golpecito en el hombro-. Tú eres tú, Leift. Somos amigos, así que es normal que te guarde los secretos, ¿no?
-¿... De verdad me consideras un amigo, aunque haya pasado tanto tiempo? -Él asintió.
-Ha pasado tiempo, sí, peroooo… Tú sigues siendo la misma persona. Sigues con tu tripa al aire y tu cara de deprimido -No le culpo por decir aquello. Nuestros encuentros habían sido en puntos muy bajos en mi vida-. Eres un Líder de Guardia y has venido al culo del mundo a ayudar unos lagartos, así que tienes que ser una buena, persona, lo sé.
-Yo no estoy tan seguro de ello… -Suspiré aquellas palabras- He hecho cosas horribles. A ti mismo… -Le miré a la cara, y en su frente vi la cicatriz de la ceja que yo mismo le había abierto- Aquel día… Si no nos hubieran detenido, podía haberte matado.
-No estés tan seguro de eso.
-Tenía intención de matar, Lance -Confesé-. N-ni siquiera sé por qué… Perdí todo el control sobre mí mismo, y…
-No me refiero a eso -Ahora su agarre en mi hombro se hizo un poco más firme. Su mirada me pareció que se afilaba, y sus ojos cambiaron su brillo por uno que daba la impresión más peligroso-. Quiero decir que, probablemente yo te hubiera matado antes de que hubieras podido matarme a mí.
Sus palabras no estaban dirigidas como amenaza, pero aún así consiguieron inquietarme un poco.
-Pero… -Me revolví ligeramente, intentando hacer que aflojase su mano en mi hombro, pero no lo hizo. Empezaba a ponerme nervioso- No hubieras podido defenderte contra…
-Leiftan -Me cortó. Yo callé en el acto, porque había algo en su voz que me decía que lo hiciera-. No eres el único con un secreto. ¿De verdad pensabas que éramos una familia normal?
Aquello me descolocó un poco. No entendía hacia dónde se estaba dirigiendo aquella conversación.
-Sinceramente, en un primer momento pensé que es que erais de los nuestros, y por eso papá os había dejado quedaros… Pero más tarde deduje que no -Ahora sí soltó mi hombro y se alejó para poder mirarme bien a los ojos-. Sabes que mi madre era humana, ¿cierto? -Asentí vagamente.
-Así que tú eres… Un faelinne.
-Sí. Y mi otra mitad… -Pareció en conflicto consigo mismo por unos instantes. Lance tenía los mismos problemas para hablar de su raza que tengo yo- Tal vez no debería decírtelo.
-¿Q-qué quieres decir con…?
-Nos estamos guardando los secretos… Verdad, ¿Leiftan? -Preguntó. Yo asentí. Quería que mi secreto siguiera siendo secreto, desde luego- Perfecto. Entonces tú vas a tener que guardarme el mío. Nadie puede saberlo. Y cuando digo nadie, digo nadie. Sólo tú y yo.
Antes de que yo pudiera decir nada, él levantó un brazo. Cuando cerró su puño, de repente todo el brazo se cubrió de escamas doradas hasta su hombro. La transformación repentina me asustó más que sorprenderme, aún más cuando reconocí qué tipo de escamas eran aquellas.
-Eres un… -Se me cortó la voz al comprenderlo.
Por supuesto que lo era. Por supuesto que tenía que serlo.
Todo tenía más sentido ahora. La actitud de Lugh, el hecho de que me reconociera como daemon al ver el collar… Y que quisiera matarme por ello. Las palabras que Roy, como dragón, le había dirigido. Hasta que Lance estuviera en aquella isla tenía más sentido así.
Sentido o no, en cuanto entendí la situación un pánico irracional se apoderó de mí de repente. Retrocedí bruscamente, casi tropezándome con mis propios pies, y le miré muy asustado. Él me lanzó una mirada cautelosa, incierto de mis movimientos.
-Sabes lo que soy -Fue lo único que dijo para confirmarlo-. Preferiría que no lo gritases en voz alta como has hecho con lo tuyo, si fuera posible.
No grité. Una única pregunta plagaba mi mente en aquel momento. Le miré a los ojos antes de formularla.
-¿Vas a matarme?
-¿Espera, qué?
Ahora fue él el que me miró con confusión. Deshizo la transformación de su brazo, que rápidamente volvió a adoptar el tono bronceado de siempre.
-No, por supuesto que… -Me miró como si hubiera dicho una tontería- ¡No! ¿Por qué iba a hacerlo?
-Porque eres… de esos… Y yo soy… de los otros…
-Ya pero… Eso no significa que vaya a… -Hizo una mueca- N-no sé, tú no vas a intentar matarme a mí, ¿no?
-Si tengo que hacerlo, lo haré -Amenacé, empezando a prepararme para el combate…
-¡Que no, tío, que no! -Él rápidamente me cortó, gesticulando como si intentase tranquilizarme- ¡Que aquí nadie va a matar a nadie! ¿¡Por qué estás tan a la defensivo!?
La respuesta a esa pregunta era bastante fácil: Porque eres un dragón.
Incluso después de tantos años… Aún le tenía un inmenso pánico a los dragones. Puede que sin el collar mis poderes de daemon se hubieran liberado, pero no estaba seguro de poder vencer a un dragón ni con esas. Les había visto hacer cosas horribles durante gran parte de mi infancia, así que mi fobia tenía una explicación racional.
Me dolía aún, de hecho, la traición de Roy sobre su verdadera naturaleza. Parte de mí aún se resistía a aceptar que el hombre que me había criado era en realidad un dragón. Los traumáticos sucesos ocurridos poco después de la confesión habían hecho que la hubiera pasado por alto en un primer momento, pero el asunto aún pesaba en mi mente.
Dragones… Aquellos que habían sometido a mi raza y la hacían pasar tantas penurias. Aquellos que me habían hecho matar a mis padres. Aquellos que me habían cortado las alas.
Eran criaturas horribles, despreciables. Ellos eran los verdaderos monstruos, no los daemon.
… O al menos, esa era la visión que había tenido hasta entonces.
Resulta que no todo es blanco o negro. No hay buenos y malos en esta historia… Víctimas y culpables tal vez, pero si nos ponemos a analizar la situación… No está todo tan claro. La razón por la que los daemon habíamos sido encerrados en primer lugar era para expiar los pecados que nuestra raza había cometido en tiempos pasados… Y estos habían sido muy severos, sin duda. Los daemon somos criaturas de naturaleza horrible, me ha tocado asumirlo con el tiempo. Yo también lo soy. Lo que hice en Prosperidad es… Algo horrible que jamás debería ser perdonado, y que no espero que lo sea. Toda mi vida me arrepentiré de aquello.
Y, sin embargo… También sé que yo no soy la misma criatura horrible que cuentan las historias. Sí, desde luego he hecho cosas malas, pero no estoy para nada orgulloso de ellas, y te aseguro que no las he disfrutado. Empatizo con el sufrimiento ajeno, y soy capaz de… amar. A mi padre, a mis amigos, a… O-otras personas. Porque yo… Puede que sea un daemon, pero por encima de todo soy… Leiftan.
Simplemente, Leiftan.
Y Roy… era Roy. Aunque hubiera sido un dragón, él había sido mucho más que eso. Había sido mi padre, el hombre que me había criado, el que había salvado mi vida, el que me había dado tanto… Y el que me había hecho ser quién era. El que me había hecho ser “Leiftan”.
A las personas hay que tratarlas como personas. Cada individuo es importante. Cada vida cuenta. No importa de dónde venga… Sino quién sea esa persona. Esa fue, posiblemente, la lección más valiosa que Roy pudo enseñarme. La aprendí demasiado tarde como para poder aplicarla con él…
Pero pude aplicarla con Lance.
El hombre que había frente a mí en aquellos instantes era un dragón. Medio dragón, en realidad, pero viene a ser lo mismo en la mayoría de aspectos. A pesar de aquello… No había sido él el que había esclavizado a mi especie, ni el que me había hecho matar a mis padres, ni el que me había cortado las alas.
Lance había sido mi amigo, aunque de forma muy breve, y yo aún recordaba con cariño aquellos días que habíamos pasado juntos… A pesar del espantoso final que había tenido aquello. A pesar de conocer mi raza, tampoco había parecido particularmente interesado en ella. Era como si… le diera igual.
Porque le daba igual. Podía haber sido un daemon, un lorialet, un togarla o lo que fuera, y le hubiera seguido dando igual.
El que se estaba comportando como un idiota en aquel momento era yo. Cuando me di cuenta de aquello me sentí… Más abochornado que otra cosa, pero también extrañamente aliviado.
-... Lo lamento -Intenté volver a componerme y relajé un poco mi postura-. Me ha… sorprendido un poco, y…
-Bueno, no te culpo -Él también se relajó y se frotó el cuello de forma incómoda-. Se supone que los dragones y los daemon están como, peleados o algo, ¿no? Es normal que te pienses que vengo buscando pelea, pero no es así.
-“Peleados”... -Aquella palabra simplificaba demasiado las cosas- ¿Llegó a explicarte tu padre…?
-Hm, hm -Negó con la cabeza-. No me hablaba de esas cosas. Sólo me dijo que erais malos y que tu mera existencia ponía en peligro la seguridad de Eldarya y no sé qué más… Me dio un poco igual el sermón que me echó, porque seguía enfado con él por querer matarte, a decir verdad.
Y a cada palabra suya me sentía más y más avergonzado de mí mismo. La actitud despreocupada de Lance no tenía nada que ver con lo que yo estaba esperando de él en un primer momento. Parecía que, a pesar del tiempo, él seguía siendo el mismo niño inocente y atolondrado que había sido tantos años atrás… Como si el tiempo no hubiera pasado para él.
-No hace falta que conozcas los detalles -Decidí-. P-pero, eh… Entonces, ¿estamos bien? -Pregunté- En paz, y…
-¡Claro, tío! Te lo llevo diciendo desde el primer momento, sin problemas… Pero todo esto se tiene que quedar en secreto, ¿eh? -Asentí, conforme- Guay. Este… ¿Hay algo más de lo que quieras hablar, o…?
-Hmm… -Me lo pensé- No, supongo… B-bueno, tengo algunas preguntas, pero pueden esperar. Más que nada me interesaba saber cómo pretendías lidiar con mi… eh, secreto.
-Todo solucionado, entonces -Me dedicó una sonrisa-. Volvamos a Garto-Laj. Los de la Guardia tienen que estar preguntándose que a dónde te has ido.
La Guardia. Me había olvidado completamente de ella, y una tenaza de acero me retorció el estómago al acordarme. Volvimos a Garto-Laj con un poco más de prisa que la que habíamos tenido en un primer momento. Al llegar al campamento de la Guardia, muchas miradas indignadas se dirigieron a mi figura.
-Ah, ahí estás, Líder -Uno de los reclutas habló, dándole a la palabra un cierto tono de irritación-. ¿Dónde te habías metido? Ya hemos terminado de montarlo todo -Y mi plan de hacerme querer entre mis compañeros al compartir penurias laborales con ellos se fue a hacer gárgaras así de fácil…
-Este… estaba en…
-Perrrrrdón, perdón, perdón; culpa mía -Lance salió a mi rescate, apoyándose en mi hombro y hablando con los reclutas con mucho más carisma que yo-. Siento habéroslo robado, tenía un encargo especial para él… Al final nos hemos perdido en la selva por mi culpa, oops.
-¿En la selva? -Alguien cuestionó la historia. Lance asintió.
-Yup, quería asegurarme de que los daños de la erupción no habían afectado demasiado a la vegetación local… -Así se excusó. Me sorprendió un poco, porque no le creía tan listo como para improvisar una mentira así de la nada… ¿A lo mejor era que, en realidad, tenía parte de verdad?- Afortunadamente está todo en orden. Graaacias, Líder.
-No me llames así tú también -Protesté, casi tomándome la palabra como un insulto-. Bueno, eh… Buen trabajo, chicos. ¿Hay algo urgente, o algo que quede por hacer, o…?
-Aún tenemos que ver cómo enfrentarnos a las reconstrucciones -Uno de los chicos de infraestructura habló-, vamos a ponernos a debatir la logística de ello…
-¡Te digo que me niego a reconstruir nada! -El otro estaba teniendo un ataque de nervios- ¿¡Qué puñetas es eso de “ofender a la tierra”!? ¡¡A LA TIERRA NO LE DUELE QUE-!!
-Ea, ea, ea… -El primero que había hablado intentó serenar al otro con toquecitos en la espalda- La verdad es que la manera de construir de los togarlas no es la más… eficiente. Podemos reparar los daños, sí, pero las estructuras están en realidad bastante dañadas por la misma fabricación… Si no lo tira todo al suelo otro temblor, será el tiempo el que lo haga.
-Hmmm… -Medité aquello- No es cuestión de ponernos a reconstruir todo el poblado de cero, sin embargo… Y entiendo que no ha ido muy bien las… eh, lecciones que hayáis querido impartirles a los togarla.
-¡ESOS ESTÚPIDOS LAGARTOS PUEDEN METERSE SUS OFENSAS POR-!
-¡Eh! -Lance le cortó, indignado- ¡No la tomes con los togarla! Su cultura es la que es, tío, tienes que respetar eso, ¿o a ti te gustaría que fuera a Eel a pegarle una patada al Gran Cristal porque me parece ridículo que haya gente venerando a una piedra?
Aquella respuesta pareció cortar un poco al Obsidiana. A mí también me sorprendió un poco, la verdad, pero entendía la lógica detrás de eso.
-Lance tiene razón -Intervine. Él me sonrió con agradecimiento-. Podemos ofrecerles nuestros conocimientos, pero tampoco deberíamos pretender borrar su cultura y sus creencias… Son importantes para ellos, a fin de cuentas, incluso si no son la manera más efectiva de hacer las cosas.
-Eso es, tío -Lance asintió con mis palabras-. La cultura togarla es genial, aunque tengan cosas un poco raruras… Como lo de las ofrendas al volcán y toda la pesca. Pero, bueno, no puedes ir invalidando las tradiciones de los demás sólo porque no te gusten. Estoy seguro de que tenemos que tener algo chulo que hasta a Magdaleno le guste.
-¿Magdaleno? -El primer chico de infraestructura se rió con el mote, mientras que “Magdaleno” hizo un sonido indignado.
-Sí, tío, desde que llegasteis sólo le he visto lloriquear y quejarse -Lance se rió-. Perdón. No iba a malas. No me conozco el nombre de nadie, así que he tenido que improvisar. Dicho eso, creo que yo tampoco me he presentado antes… No oficialmente al menos. ¡Me llamo Lance! Un placer. ¿Puedo tener una ronda de presentaciones? No prometo quedarme con el nombre de todo el mundo, pero al menos sí con el de Magdaleno.
-¡Me llamo Atoloncio, que te enteres!
Desde ese día en adelante, fue conocido como Magdaleno para todo el mundo.
Hubo ronda de presentaciones en la que todo el mundo se presentó a Lance… Y, de forma indirecta, a mí. Caí en la cuenta de que no tenía ni idea de cómo se llamaba la mitad de aquella gente, que hasta el momento habían sido “la chica de” y “el chico aquel”. No me había esforzado ni siquiera en intentar ponerles nombre… Mi interacción con ellos había sido prácticamente nula durante los días de viaje hasta Kemekemo, siendo que estaba demasiado preocupado sobre cómo causar una buena impresión en ellos como para de hecho intentar hacer cualquier cosa para causarla.
En resumen, que en diez minutos consiguió llevarse mejor con aquella gente de lo que había conseguido yo desde mi nombramiento como líder. Me impresionó un poco.
-Bueno, no preocuparse -Se dio un golpecito en el pecho-. Yo mismo me encargaré de enseñaros lo mucho que mola la cultura togarla, no os preocupéis.
-¿Qué tienes en mente? -Tanteó alguna chica… Madeleine.
-Sorpresa, sorpresa -Lance le guiñó un ojo, y a ella le salió una risita ante el gesto-. Pero os va a molar, ya lo veréis. Aunque antes debería ir a hablar con Ghua-Nnai y ver qué me dice… Oh, bueno, no creo que se niegue. Je, je, je… -Rió para sí- Vale, voy a ir a proponérselo.
-¿Proponer el qué? -Cuestioné.
-Ya verás, ya verás…
Diciendo nada más que eso, se excusó para irse a la cabaña de Ghua-Nnai, dejándonos a todos los de la Guardia completamente intrigados.
-¿Qué pretenderá hacer? -Inquirió otra mujer, Kahína, la que había hablado conmigo en Eel.
-¿N-no pretenderá ofrecernos como sacrificio al volcán o algo, no? -Magdaleno lloriqueó de nuevo.
-¡Por supuesto que no! -Y Madeleine le mandó callar- Qué ideas tienes.
-Sea lo que sea, no creo que sea malo -Dije-. Lance es… excesivamente entusiasta, pero todo lo que hace lo hace con buenas intenciones.
-Es verdad, Líder, tú le conoces de antes, ¿no? -Lance parecía haber despertado la curiosidad de mi equipo… Especialmente la de Madeleine, que me miró con un interés renovado- ¿Por eso te apuntaste a la misión?
-No -Negué levemente con la cabeza-. Nos conocimos en otro lugar, hace mucho tiempo… No esperaba encontrármele aquí, la verdad.
-¿Entonces por qué has venido? -Preguntó Kahína- No me entiendas mal, más manos siempre vienen bien, pero…
Dejó la frase en el aire. No sabía cómo iba a terminarla, pero intuía que no me iba a gustar demasiado, y me ofendí sólo con el pensamiento.
-Bueno, se supone que la Guardia está para ayudar a los demás, ¿no? Y esta gente necesita ayuda. ¿Necesito un motivo además de eso? -Durante unos segundos incómodos, todo el mundo intercambió miradas entre sí.
-... No -Finalmente contestó-. No, hum… Está bien, supongo. Es sólo que los Líderes no suelen moverse mucho de Eel… Bueno, Roy nunca estaba en Eel así que…
-Es un poco raro tener un líder de repente -Madeleine siguió la conversación-. Oye, ¿cómo has llegado al puesto exactamente? ¿Fuiste tú el que mató al otro líder?
-¿Qué? -Aquellas palabras me horrorizaron, y noté cómo se me iba el color de la cara. Ella debió darse cuenta de que había metido la pata, porque también le cambió la cara- ¡Por supuesto que no! -A pesar de que había estado a punto de hacerlo… Y que en realidad era parcialmente culpa mía que estuviera…
-Vale, hum… -Ella pareció incómoda- Lo siento…
Escuchar aquello me había puesto mal cuerpo. ¿Era eso lo que pensaba la gente, que era yo el que había acabado con su vida? Yo no había compartido las circunstancias de su muerte con nadie, entre otras cosas porque nadie me había preguntado… Y aunque lo hubieran hecho, no hubiera dicho nada. No quería revivir aquello… Que lo hubiera asimilado no significaba que estuviera superado.
-No… -Mi voz tembló un poco antes de pronunciar las siguientes palabras- No volváis a pronunciar ese nombre en mi presencia. Nunca.
-No quería…
-¡Nunca!
Mi voz resonó como un trueno. Vi caras de sorpresa en los miembros de la Guardia, que posiblemente no se esperasen esa reacción. A decir verdad, me sorprendió hasta a mí. Me tomé unos segundos para tranquilizarme antes de volver a hablar.
-Lo siento -Me disculpé-. No pretendía alzar la voz. Sólo… Tened un poco más de tacto con la situación, ¿vale? Ha muerto alguien. No es motivo de alegría.
-... Perdón -Ella volvió a disculparse también.
-No pasa nada -Tomé una bocanada de aire-. Iré a… Esto… Voy a refrescarme…
Musitando aquello último, salí del campamento, necesitando efectivamente aire fresco para calmarme. El comentario me había alterado demasiado.
Al menos aquello sirvió de algo. Escuché muy pocas veces el nombre de Roy a partir de entonces, cada vez menos, hasta que llegó un momento en el que dejó de oírse, bien porque ya no debiera ser interesante o porque todo el mundo se había olvidado de él. No me disgustó demasiado.
Una vez que conseguí tranquilizarme, dando un paseo alrededor del pueblo, empecé a pensar en cómo arreglar aquello. No sólo no había conseguido integrarme en el grupo, sino que había conseguido asustarles. La persona amable y tranquila que había pasado construyendo durante mis años de juventud empezaba a desmoronarse, y eso me causaba un cierto pánico. No necesitaba a mi yo daemon saliendo a la luz. A lo mejor después de lo ocurrido en Prosperidad me era imposible volver al estado anterior… No me sentía lo suficientemente estable emocionalmente como para ser mi “yo” de siempre y mantener la apariencia. Dicho eso, tampoco era excusa para ponerme a gritar a la gente en cuanto dijeran algo que no me gustaba… Aunque el comentario de la chica también había sido un poco insensible… Pero ella no tenía forma de saber qué relación había entre Roy y yo… Pero…
En lo que me estaba torturando a mí mismo con aquella espiral de pensamientos negativos, acuclillado en el suelo con la cabeza escondida entre los brazos y con ganas de tirarme sobre la tierra, tener una pataleta y llorar, no me di cuenta de la sigilosa figura que se me acercaba por detrás.
Noté una mano en mi hombro de repente, y en seguida me giré, alterado, para encontrarme a un par de ojos dorados que me miraban con preocupación.
-¿Estás bien?
Miré a la persona que había hablado. Era… Una mini-persona. Me costó un poco recordar cómo se suponía que se llamaba eso. Un “niño”.
Un niño de tez morena… Pelo blanco… Y ojos… Dorados, en vez de azules. Pero todo el resto de él me recordaba a un niño que yo había conocido mucho tiempo atrás.
-¿L-Lance? -Pregunté, muy confundido de repente. El niño me miró con extrañeza.
-¿No? Este… Tal vez te haya dado un golpe de calor… Lance dice que con el clima y con el sol es normal que a veces…
-¿N-no eres Lance? -Todavía estaba intentando procesar la imagen que había frente a mí. Tenía ganas de estirar una mano hacia él y tocarle para comprobar si era real- Pe… pero eres igual que…
-... -Por cómo me miró, creo que en aquel momento decidió que yo era una causa perdida- Soy su hermano pequeño. Me llamo Valkyon.
Hermano. Su hermano pequeño.
Fue entonces cuando me acordé de Isabel y su barriga hinchada. Había una cuarta persona en aquella familia… El niño que aún no había nacido. Le tenía justo frente a mí.
Por alguna razón, saber que aquel niño había sobrevivido y que estaba allí hizo que se me saltaran las lágrimas. Le miré completamente enternecido, sin poder evitar la sonrisa que se extendió por mi cara.
-Hola, Valkyon -Saludé.
-Hola… -Él seguía mirándome preocupado- ¿Puedes venir al poblado conmigo? Creo que necesitas que un médico te vea.
-N-no… -Me sequé las lágrimas que se me habían escapado. Posiblemente pensase que era un rarito. Me puse en pie e intenté recuperar un mínimo de dignidad- Lo siento, es que me ha… Sorprendido verte. Lance no me había dicho que estabas aquí.
-¿Aquí? -Frunció el ceño. La palabra debió de extrañarle- Bueno… Ven conmigo. … Por favor.
Me lo pidió tan bien que no tuve ganas de otra cosa más que de seguirle, y eso hice. En el camino de vuelta al poblado no pude despegar los ojos de él, todavía asombrado simplemente porque estuviera vivo. Casi sentía como si fuera mi propio hermano pequeño, y quería a la vez abrazarle y hacerle mimos y meterle en una vitrina para conservarle y protegerle de todo. ¿Por qué Lance no me había dicho que el niño estaba bien? Casi me había olvidado de él, pero podía haberle mencionado cuando había preguntado por su familia…
Valkyon me llevó hasta la cabaña del togarla… Curandero, chamán, no lo tengo muy claro. Allí me hizo sentarme en un taburete demasiado pequeño para mí y luego le pidió al togarla que me atendiera.
-Me le he encontrado llorando en mitad del camino -Dijo, sin ninguna vergüenza, y eso hizo que me diera vergüenza a mí-. Creo que le ha dado un golpe de calor de esos.
-N-no estaba llorando -Intenté defender mi honor. Él me miró extrañado, posiblemente preguntándose que por qué mentía, si me había visto claramente llorar-. Este… H-han sido unas semanas duras… Lo siento, las emociones me han… saturado.
-Comprensible, comprensible -El togarla chamán atusó su papada-. ¿Qué te parece una infusión de hierbas, joven? Tal vez ayude a calmar tus nervios.
-Oh, eh… Muchas gracias… -Me sentí un poco aceptado a obligar… Pero algo para los nervios a lo mejor no me venía mal.
Nos quedamos esperando a que el togarla hiciera de su… chamanería. Sin mucho que hacer, empecé a fijarme en los detalles del interior de la cabaña… Magdaleno tenía razón, aquello no parecía para nada estable. Las casas de Prosperidad daban asco, pero al menos estaban bien construidas…
Por el rabillo del ojo vi a Valkyon mirarme con curiosidad. Dirigí mi mirada a él y en cuando lo hice le vi mirar para otro lado. Miré a otro lado y de nuevo él fijó sus ojos en mí. Me hizo un poco de gracia.
-¿Cómo me has encontrado, Valkyon? -Decidí abrir conversación. Él pareció tensarse un poco con eso- ¿Qué hacías fuera del poblado? Debe ser un poco peligroso salir ahora, después de la erupción…
-Este… Estaba, eh... -Él pareció algo avergonzado- Te estaba siguiendo.
-Oh -Vista su actitud, casi me lo esperaba, pero me sorprendió igual-. ¿Y eso?
-... He visto a los miembros de la Guardia… -Empezó a jugar con los flecos de su túnica, algo nervioso- Son todos muy… distintos. Les he estado mirando, pero eran muchos así que me daba algo de miedo hablar con ellos. Luego tú te separaste y te fuiste, así que… -Dejó la historia en el aire, encogiéndose de hombros.
-¿Tenías curiosidad por nosotros? -Él asintió. Se me hizo adorable- A lo mejor damos un poco de miedo, pero… No mordemos, tranquilo -Al menos… yo ya no.
-Es la primera vez que ve a otra gente similar a él -El lagarto chamán hizo la explicación mientras se acercaba con una taza humeante-. Su hermano y él son los únicos no-togarlas en la aldea. Cuando llegaron Valkyon era aún un bebé muy, muy pequeño… No debe recordar nada de fuera de la isla.
-Entiendo… Gracias -Acepté la bebida. Era cierto que, quitando a Lance, sólo había visto togarlas en la isla. Eso me levantó otra pregunta, y miré a Valkyon de nuevo- Entonces, ¿nunca has salido de Kemekemo? -Él negó con la cabeza.
-No. Lance dice que aquí estamos bien -Se encogió de hombros-. Yo estoy bien.
A pesar de su conformidad, aquello me dio un poco de pena por él. Algo en él me recordaba a mi yo infantil, encerrado en una isla e incapaz de salir de ella… Al menos sus condiciones de vida eran mucho mejores a las que había tenido yo entonces.
-Te pierdes muchas cosas -Dije, mientras soplaba sobre la taza para enfriarla-. Tal vez cuando seas mayor puedas salir a verlas.
-No sé -Se encogió de hombros una vez más-. ¿Es mejor fuera?
-Quién sabe -Respondí vagamente-. Es distinto, pero eso no significa que sea mejor o peor… -Le di un trago a la bebida, ya más fría. En cuanto lo hice, la amargura de las hierbas me pegó un puñetazo, y me cambió la cara en consecuencia a ello- ¡Blgheh…!
-¿Demasiado caliente? -Cuestionó el togarla, riéndose.
-U… Un poco… -Miré mal a la bebida. Iba a necesitar conjurar toda mi fuerza para beberme aquello.
Conseguí hacer de tripas corazón, sin embargo, y terminé por beberme aquella cosa. Casi se me vuelven a saltar las lágrimas de nuevo al hacerlo, pero de alguna manera me las apañé para mantener la compostura. Valkyon me miraba con mucho interés, no sé si disfrutando de mi agonía o simplemente entretenido por mis muecas, y cuando yo le di las gracias al togarla y me levanté para irme todo lo lejos posible de aquel lugar, él me siguió sin decir nada.
-¿Ya te encuentras mejor? -Me preguntó, con mucha inocencia, al salir. No me encontraba mal antes… Pero ahora se me había quedado un mal cuerpo horrible, después de aquel remedio.
-Sí -Sin embargo, mentí-. Gracias… Valkyon, ¿cierto? -Asintió- Gracias.
-... De nada -Era difícil de decir, pero parecía que mis palabras le habían gustado-. Tú te llamas… Esto…
-Leiftan -Me presenté. Saqué mi broche de la Guardia, y se lo enseñé-. Soy el Líder de la Guardia Obsidiana de la Guardia de Eel.
-Eso significa que eres el jefe, ¿no? -Afirmé con un sonido- Eso es… … … Muy guay.
-¡Peeeeeero no tan guay como tu hermano! -El grito repentino me sorpendió, aún más cuando un par de brazos se me apoyaron encima, y casi grité yo mismo al sentir a Lance apoyado en mí- ¿Qué pasa por aquí? Leift, veo que ya has conocido a Valky, ¿no?
-Valkyon -El susodicho corrigió el nombre. Nunca le gustó ese apodo… Me pregunto por qué.
-No me habías… hablado de él -Mencioné, con un tono algo acusatorio. Él se inclinó un poco y vi su sonrisa muy, muy cerquita.
-Yap. Lo sé. Estaba esperando el momento perfecto para hacer la gran revelación, pero supongo que eso está arruinado ahora -Se irguió ahora, dejando que yo pudiera estirarme también. Ahora se dirigió a su hermano-. ¿Qué pasa, Valky? ¿Dónde te habías metido todo el día?
-Dijiste que esperase a que vinieras con los de la Guardia, pero luego nunca fuiste a por mí, así que…
-Ah, cierto -Lance se dio un golpe en la frente-. Con todo el rollo me había olvidado de ti -Valkyon hizo un sonido indignado. Pobrecito-. Bueno, pero mira, ya estoy aquí. Mira, este es Leift -Me dio una palmada en el hombro-. Pero ya le conoces, ¿no? ¿Qué te parece? ¿A que es guapo?
-¿Qué? -Eso a mí me pilló por sorpresa, y no pude evitar sonrojarme.
-Hmmnnn -Valkyon se encogió de hombros. Esa parecía ser su respuesta por defecto-. Es bastante alto.
-¡Pero yo lo soy más! -Aquello me fastidió un poco. La diferencia de altura era mínima, como lo había sido en nuestra infancia, ¿hacía falta volver a señalarla?
-Y… No tiene escamas.
-¡Yo tampoco las tengo!
-Me gustan sus ojos.
-Los míos también son geniales.
-Y es jefe de la Guardia, así que mola -Valkyon sonrió.
-¡Ghhhgh! -Lance se llevó una mano al pecho en tono dramático- ¡No puedo competir contra eso…! ¡Maldita seas, Guardia de Eel…!
-¿Pero por qué has hecho una competición de ello…? -Suspiré con mi pregunta.
-Pero tú también eres guay, Lance -En vista de que su hermano se entristecía, Valkyon procuró consolarle. Eso era cuando aún le concedía un mínimo de importancia a las reacciones exageradas de Lance.
-¿¡A que sí que lo soy!? -En un ataque por sorpresa se lanzó a por su hermano, agarrándole para levantarle en el aire, con lo que el otro se rió.
A mí se me derritió el corazón al ver aquello.
… ¡No, no pongas esa cara de asco! ¡Los niños son genia-¡¡Al menos ten un respeto por Valky!! V-Valkyon, sí, eso. Sé que a ti también te gustan los niños, por mucho que intentes ocultarlo, todos te hemos visto en Halloween. Sí, sí; por los caramelos. Tú sigue poniéndote excusas a ti mismo.
Frustraciones personales con tu manía de fingir que estás por encima de todo y de todos a parte, los dos hermanos me enternecieron bastante. Lance era genial, por supuesto, y su carisma y positividad constante me encandilaron. Valky se hacía notar menos, pero era un niño amable y dulce bastante solícito. Los dos hermanos intentaron ayudarnos a todo en lo que pudieron durante los días que estuvimos allí, y los togarlas del poblado hicieron lo mismo. Aunque tuvieran sus cosillas, y aunque hicieran llorar a Magdaleno, eran gente muy agradable y animada.
A pesar del relativamente brusco inicio de la misma, disfruté de nuestra estancia en Kemekemo. Con el paso de los días empecé a sentirme más involucrado con el pueblo, y mis roces iniciales con mi equipo se fueron limando poco a poco… Aunque no gracias a mí, para ser sinceros.
Fue mayoritariamente Lance el que me ayudó a integrarme en el grupo, y ni siquiera lo hizo a propósito. Su simpatía natural simplemente resonó con los miembros de la Guardia, a los que consiguió ganarse en un par de días, y a base de juntarse con ellos y conmigo acabó por mezclarnos de alguna manera.
Congenié bastante con él en aquel tiempo. Mis ratos libres solía pasarlos con él, a veces ayudándole a hacer tareas para los togarla que eran parte de sus responsabilidades como el más fortachón de la isla, otras veces acompañándole cuando jugaba con los niños de la aldea o les contaba historias, y en ocasiones simplemente dando largos paseos por las playas de arena volcánica de Kemekemo.
Eran en estas últimas ocasiones en las que más hablábamos. A veces simplemente charlábamos de asuntos completamente banales y nos reíamos de cualquier cosa, como dos chicos normales, y otras hablábamos sobre secretos que nadie más en Eldarya conocía.
Incluso con la mucha reticencia que le causaba hablar del tema, terminó en algunas ocasiones por hablar de algunas de sus… cosas de dragón. Aunque sólo fuera para advertirme de que no podía, bajo ninguna circunstancia, mencionar siquiera algo de aquello a Valkyon.
-¿No sabe nada? -Pregunté, algo estupefacto.
-No, ni necesita saberlo -Respondió él-. Es… Mucho más seguro para él si nunca descubre… -No terminó la frase- Quiero protegerle de todo lo que acarrea ser uno de los nuestros. Quiero que sea un chico normal.
-Pero aún así… -Se me hacía un poco triste- Es parte de él. No puedes quitarle eso.
-Sé que no -Él miró al mar, pero sé que sus ojos estaban viendo algo que había mucho más allá-. Es muy posible que algún día algo en él… Despierte. Yo le apoyaré en todo momento cuando eso ocurra. Pero hasta entonces… Será como si fuera un humano normal -Volvió a mirarme-. Uno criado entre togarlas, bueno, y con el pelo blanco, pero eso es lo de menos.
Efectivamente, Valkyon terminó por despertar, y fue precisamente en aquella misma isla… Lance no pudo estar ahí para él, pero sé que se había sentido muy orgulloso de su hermano. No es que renegase de su parte de dragón, ¿sabes? Para nada, sentía mucho orgullo en ella, pero… Le tenía miedo a todo lo que venía con ella.
Me habló muy por encima de Paraíso cuando le pregunté por ello. Me dijo que había estado viviendo allí un tiempo, pero que cuando su madre había quedado embarazada de Valkyon se habían ido de allí. Habían viajado por Eldarya, y aunque no lo dijo recordé sus palabras años atrás cuando había dicho que a su padre le preocupaba “la otra gente” e intuí que posiblemente no se habían ido de allí de la forma más discreta. La parte posterior a nuestro encuentro no la detalló demasiado, simplemente mencionando la muerte de sus padres muy por encima poco después del nacimiento de Valkyon, y sólo habló de cómo su padre le había dicho algo de acudir a Kemekemo…
Y él había cumplido aquella misión. Había ido a aquella isla, donde sólo habitaban togarlas, y allí se había criado. Allí había criado a su hermano, sin contarle nada sobre sus raíces, protegiéndole de muchas cosas… Y privándole de tantas otras.
-Simplemente quiero… Protegerle de aquello que mató a nuestros padres -Me dijo en una ocasión, y pude ver cuánto le dolía pronunciar aquellas palabras-. No quiero que viva con el mismo miedo con el que vivieron ellos… O con el que vivo yo.
-¿Y qué hay de ti? -Pregunté yo- Entiendo que quieras proteger a tu hermano, y lo respeto, pero… Igual que llegará un día en el que él posiblemente quiera saber más, y quiera salir de esta isla y descubrir mundo… ¿Tú no quieres hacer lo mismo?
-No soy un togarla -Suspiró de forma cansada-. Esta isla… Puede que sea demasiado pequeña para mí. Puede que, sí, necesite algo más, pero… ¿A dónde ir? -Se echó hacia atrás en la arena de la playa y frunció el ceño- No tenemos nada. No tenemos a nadie. No sé cómo funciona todo lo que hay más allá del mar, y me da miedo no saber proteger a mi hermano de los peligros de este mundo… y de lo que hay más allá. Tal vez sea muy cobarde por mi parte, pero prefiero quedarme aquí, donde sé que estamos a salvo.
Un lugar que pudiera darle a Lance lo que necesitara… Un sitio seguro en el que criar a Valkyon, donde hubiera gente que pudiera apoyarle y dónde él mismo pudiera tener la vida que nunca había tenido…
Me pregunto en qué lugar de todo Eldarya íbamos a encontrar un sitio así, ¿¿hHhMmMh??
Esa conversación la mantuvimos el día antes de cuando teníamos programada nuestra partida. Tras muchos días de trabajo duro y muchos llantos de Magdaleno habíamos conseguido reconstruir el poblado togarla, minimizado los daños causados por la erupción y, más o menos, devolver al pueblo a su normalidad.
Los togarlas decidieron expresar su agradecimiento por ello de alguna manera. La noche antes de que nos fuéramos, decidieron hacer una fiesta en nuestro honor. Eso fue lo que había estado maquinando Lance desde el primer día, aparentemente, y la celebración fue bien recibida tanto por los togarlas como por los miembros de la Guardia. Supongo que nunca has visto las festividades togarlas, pero… Son geniales. Los togarlas bailan alrededor del fuego y con el fuego, en un espectáculo que mezcla la danza con la pirotecnia. Es bastante impresionante de ver. Parte de mí se emocionó al ver aquellas danzas, recordando historias que Roy me había contado de pueblos con tradiciones similares. ¿Tal vez se estaba refiriendo a los togarla?
Roy… De nuevo, me acordé de él al ver aquella gente… Y al ver el fuego. Era así como se había manifestado su verdadera forma, como una criatura hecha de llamas. A lo mejor por eso parecía gustarle tanto el fuego.
Pensé en él, en cómo posiblemente le hubiera gustado estar allí en aquel momento. Probablemente se hubiera unido a la celebración, bailando con los togarlas o riendo y dando palmas al son de la música, derrochando alegría…
Y por un momento, allí le vi, bailando con el fuego.
Me dio un vuelco el corazón ante aquella visión, y pegué un salto en mi sitio y casi me levanté al verlo… Sólo para, tras un parpadeo, entender que evidentemente me había confundido.
Por un segundo había confundido a Lance con Roy.
Curioso, porque en realidad sus siluetas no se parecían tanto. Roy era un poco más bajo y tenía más músculo, Lance era más esbelto. Pero su sonrisa por un momento me pareció que era la misma, y la alegría que desprendían también.
En ocasiones Roy podía haber sido atolondrado o inconsciente, justo como también era Lance, pero su mayor virtud residía en su infinita energía, su actitud positiva ante todo y su don de gentes.
Lance tenía esas tres cualidades, y durante esos días había podido verlo de primera mano. Con ellas se había ganado el corazón de los miembros de mi Guardia, a los que a mí me estaba costando tanto conquistar. Lance era, en realidad, muy parecido a Roy.
Fue entonces cuando se me ocurrió la idea.
Lance tenía que unirse a la Guardia de Eel. Tenía que ser el nuevo Líder de la Guardia Obsidiana.
Yo estaba cumpliendo con el puesto, pero estaba claro que no estaba hecho para tener gente bajo mi mando. Él, sin embargo… Tenía encanto, carisma, pero también sabía ladrar cuando hacía falta. Había sabido coordinar perfectamente a la Guardia y a los togarlas durante aquellos días, mucho mejor que yo mismo. Él sí que tenía madera de líder.
Era lo que la Guardia Obsidiana necesitaba. Alguien como Roy, alguien que pudiera continuar con su “misión” incluso mejor que yo mismo. Puede que yo fuera su legado, pero… Lance también podía ser su heredero, en una forma más espiritual. Él posiblemente fuera capaz de, tal vez con un poco de mi ayuda, reformar la Guardia Obsidiana y cumplir con la misión que Roy había empezado tantos años atrás.
Lance era la pieza que le faltaba al puzzle que Roy me había dejado y yo era incapaz de resolver.
Y, además, me había caído simpático.
En cuanto la idea se asentó en mi cabeza, fue imposible sacarla de ahí. Lo tenía claro: Lance iba a unirse a la Guardia y asumir el puesto como Líder, quisiera o no.
Esperé a que la fiesta se calmase un poco, cuando la noche empezó a entrar, y cuando Lance al fin tuvo que tomarse un respiro después de horas bailando entre lagartos, fui rápidamente a buscarle.
-¿Podríamos hablar un momento? -Pregunté.
-Porrrr supuesto -Me dedicó una gran sonrisa. Con un gesto de la cabeza yo le indiqué que sería mejor retirarnos un poco del gentío-. Aw, vale, dame un momento que me termine esto. ¿Tú no bebes?
-Em, no -Negué. Incluso si me hubiera atrevido a hacerlo, creo que los licores de los togarla no están hechos para el común de los mortales, viendo las caras que algunos de mis compañeros de la Guardia habían hecho al beberlos-. Puedo esperar, pero es más o menos importante…
-De acuerdo -Apuró su copa-. Vamos.
Le alejé un poco de la fiesta, tampoco queriéndomelo llevar muy lejos para no levantar sospecha, y simplemente nos quedamos junto a una de las cabañas, viendo de lejos aún la enorme hoguera y las figuras danzantes a su alrededor.
-Quiero hacerte una proposición -Dije, decidiendo ir directo al grano. Él levantó una ceja con interés.
-No me había planteado el matrimonio tan pronto pero, bueno, vale, supongo que es más fácil criar a un niño entre dos personas.
-Es algo serio -Me quejé, dándole un golpecito en el brazo como respuesta a su broma. Él se rió-. He estado pensando un poco, y…
>>Me gustaría que te unieras a la Guardia de Eel.
Vi cómo su cara cambiaba a una expresión de sorpresa, y su lenguaje corporal cambió de tal manera que me indicaba que, por lo menos, se había tomado la propuesta en serio.
-No me esperaba eso, la verdad -Admitió.
-Espera, que hay más -Y tomé aire-. Quiero que me releves como Líder de Obsidiana.
-¿¡Qué!? -Ahí casi pegó un salto- ¿Pero qué dices?
-A decir verdad, entré al puesto hace poco -Expliqué. Nunca me había dedicado a detallar cómo había acabado como Líder de Guardia… Ya te he dicho que eres el primero al que le cuento toda la historia-. Te habrás dado cuenta de que no estoy especialmente en sintonía con los miembros de mi Guardia… -Me mordí el labio, dudoso sobre cómo seguir- Soy más bien un extraño para ellos. No me ven realmente como Líder. Creo que si tú ocuparas ese puesto tendrás bastante más éxito que yo.
-Espera, ¿estás hablando en serio? -Asentí- Pero, hum… Yo no tengo ni idea de cómo…
-No te hace falta tenerla. Déjame a mí los detalles técnicos… Sólo necesito que sigas siendo tú mismo. Eso es más que suficiente.
-Bueno, eso puedo hacerlo, pero… No, espera -Frunció el ceño- No puedes pedirme esto así de sopetón y esperar que vaya a aceptar tan alegremente.
-Es cierto que no tengo mucho que ofrecerte a cambio, salvo… El lugar que estás buscando -Me miró sin entender a lo que me refería-. La Guardia de Eel. Allí estaréis seguros, tú y Valky. Es tu oportunidad de dejar esta isla y hacer… Algo. Podréis ver más mundo además de esta isla, él tendrá todas las oportunidades que aquí no tiene, y… Estaréis protegidos. La Guardia os protegerá de… Eso a lo que tienes miedo. Os dará una oportunidad para integraros a escondidas en la sociedad, para ser parte de algo más grande que vosotros mismos. Nadie sabrá nunca lo que sois… -Le miré con decisión- Y yo mismo me encargaré de que no os pase nada, a ninguno de los dos, pero especialmente a Valky. Tienes mi palabra. Por favor, Lance -Di un paso en su dirección y le cogí por los hombros-, acepta el puesto.
Le vi pensárselo unos instantes, y por su cara pasaron muchas emociones, pero ninguna que pudiera identificar claramente.
-No… No sé, todo esto es muy repentino, y… Déjame pensármelo…
-No -Me negué-. Necesito una respuesta, aquí y ahora.
Le miré fijamente a los ojos. Él me devolvió la mirada.
Después de unos instantes de vacilación, finalmente me dio su respuesta.
… ¿De verdad necesitas que te lo diga? Dijo que sí, por supuesto.
Inmediatamente después se puso a quejarse de que si le había coaccionado a aceptar con la intensidad de mi mirada o si había usado magia negra rara o algo… Pero aceptó.
Al día siguiente, recogió a su hermano y a las pocas pertenencias que tenían entre ambos y se vinieron a Eel en barco con nosotros. La tripulación pareció encantada de tenerle a bordo, y Valkyon fue el que menos contento pareció con todo aquello, pero después de que le contase algunas historias de tierras lejanas, como Roy había hecho conmigo en su día, pareció más entusiasmado por el viaje.
Kaze se mostró sorprendido cuando le presenté a Lance y le dije que quería que fuera el nuevo Líder de Obsidiana, pero aceptó mi propuesta, y en pocos días Lance tenía su puesto como Líder. Hubo quejas, claro que las hubo, pero Lance consiguió acallarlas con el tiempo… Siendo él mismo. Fuera a base de carisma, a base de encargarse de hacer las misiones que nadie quería o con fuerza bruta callando en combate a la gente que cuestionaba su capacidad como Líder, consiguió hacer que la gente le respetase. Es posible que el accidente del Kraken le hiciera ganar bastantes puntos, también.
Oh, ¿no lo conoces? Un día de repente nos llegó la noticia de que había un Kraken acercádose a Eel. Mientras todo el mundo entraba en pánico, él me arrastró a un barco, he de decir que muy en contra de mi voluntad, me hizo llevarle hasta el Kraken, y luego…
¿Coraje y cuchillos? No. Mejor todavía.
¡Se hizo su amigo! Ni siquiera sé ni cómo, pero de alguna manera se las apañó. Se le ganó y el Kraken se quedó como mascota de la Guardia durante un par de años antes de que decidiera que quería irse a ver mundo y se fuera. Aquello hizo que la Guardia se enamorase de Lance, y su puesto como Líder quedó más que asentado.
He de decir, no fue el único que ganó popularidad. Yo también empecé a hacerme más querido en la Guardia, con el paso del tiempo. Cuando instalé a Lance como Líder, Kaze me dio un puesto en la Guardia Brillante, convenciéndome con la combinación de palabras "Roy lo hubiera querido así", y con el tiempo a base de hacer trabajo de secretaría de manera lo suficientemente eficiente y desde un segundo plano, la gente terminó por aceptarme. A fin de cuentas, era yo el que estaba mejorando su calidad de vida desde las sombras.
Y fue así como la Guardia Obsidiana consiguió al líder que necesitaba. Lance hizo un gran trabajo curando las heridas de la Guardia y unificándola. Pedirle que fuera Líder de Guardia es posiblemente una de las decisiones más acertadas que he tomado en mi vida.
Ya no sólo por la Guardia, sino… Por mí mismo. No te imaginas lo muy positiva que fue la influencia de Lance en mí. Fue él el que fue capaz de sacarme con el tiempo, mucho, mucho tiempo, de aquella depresión en la que me había sumido tras la muerte de Roy. Fue él el que me hizo recuperar la esperanza y el amor por mí mismo. Y fue él el que me permitió poner en práctica todas las enseñanzas de Roy.
Había algo que Roy había fallado en enseñarme al ocultar su propia identidad… Y eso era que, al igual que un daemon no merecía ser odiado o temido solamente por serlo, yo no debía tener esos sentimientos contra los dragones por ser dragones. Había pasado toda mi vida pensando que eran “el enemigo”... No es así, y fue con Lance con quién finalmente entendí aquello. Con él, esas cosas daban igual. Daemon, dragón… No importaba. Él no le daba importancia alguna, al menos, así que… ¿por qué debía dársela yo?
Nuestra amistad hizo que pudiera poner paz a muchas de las tormentas que me habían perseguido ya no sólo desde la muerte de Roy, sino… Toda mi vida.
Es gracias a él que hoy puedo decir, con la cabeza alta, que soy el hijo de un dragón.
A pesar de ser un daemon.
Parte 4
(Narra Ezarel)
Los primeros rayos del amanecer empiezan a teñir el cielo de rosa, y el brillo naranja del sol se refleja en la piel de Leiftan, dándole una sensación de calidez que contrasta mucho con la frialdad de la noche que le ha teñido mientras contaba su historia.
No digo nada y simplemente observo, viendo cómo él mira hacia el horizonte con ojos brillantes y una sonrisa llena de paz en el rostro.
No es la misma paz que inspira normalmente, con ese aura tranquila que expele siempre, esa gracia semidivina que siempre ha parecido rodearle. Es una paz mucho más… Real, y a la vez idealizada. Es una paz soñadora, en cierto sentido. Es como, si a través de sus ojos, estuviera viendo un mundo completamente distinto al que veo yo.
Me pregunto si será bonito.
-No creo que tenga mucho más que contarte -Tras su pequeña pausa, se vuelve hacia mí. Sus ojos oscuros, que antes me inspiraban un aire de desasosiego, ahora me parecen increíblemente cercanos, y no puedo evitar un sentimiento de fascinación por ellos-. El resto ya debes saberlo. Al final he acabado por contarte toda la historia de mi vida… Lo siento si se te ha hecho muy tedioso.
-No te disculpes -Hablo con voz algo ronca. Tengo la boca algo pastosa-. He sido yo el que ha preguntado, de todas formas -Con gesto cansado, me estiro. Algún hueso cruje en mi espalda cuando lo hago-. Aunque ha sido más largo de lo que esperaba.
-Sí… -Sus alas aletean ligeramente casi de forma nerviosa- No esperaba que fuera a tirarme toda la noche hablando… Reconozco que estoy algo cansado ahora, supongo que tú también.
Un poco, a decir verdad.
Pero no me arrepiento de haberme quedado a escuchar. Creo que ahora mismo me cuesta demasiado procesarlo todo, tal vez por el cansancio o porque la historia está aún muy reciente, pero ahora mismo siento como que… Por fin, después de tantos años, comprendo a Leiftan.
Siempre se me ha hecho un personaje muy misterioso, y hay muchas cosas en las que nunca hemos terminado de encajar. Él siempre ha sido un idealista, mientras que yo suelo ser más pragmático… Él se deja guiar por sus emociones y su moral, yo siempre mantengo mis emociones a raya e intento seguir la razón. Muchas veces hemos chocado por eso, y muchas veces me he exasperado con sus puntos de vista, y él me habrá considerado insufrible en otros tantos aspectos… Aunque, reconozco, esa confrontación también era algo que me gustaba también.
Ahora creo que entiendo un poco mejor de dónde viene. Por qué siempre parece dispuesto a darle una segunda oportunidad a todo el mundo, por qué trata a cada persona, hasta al más sucio de los criminales, con tanto cuidado.
Salvo cuando alguien amenaza con herir a alguien importante para él. Entonces se acaba Leiftan, y sale a la luz… Otra cosa que da más miedo.
-Gracias por escuchar todo esto -Dice. En su voz noto el cansancio-. La verdad es que hablando de ello me he… Quitado un peso de encima, creo. Desde la muerte de Lance no he podido volver a hablar tan libremente con nadie y, bueno, nunca le había hablado a nadie en general de todo lo de Roy, así que me siento como… ¿Aliviado, tal vez? -Se ríe de forma algo nerviosa- No lo sé. Siento que es algo estúpido…
-Normalmente te diría que sí lo es -Decido, por una vez, intentar no ser borde-, pero si eso te ha ayudado en algo, entonces no lo es -Pestañeo de forma pesada un par de veces, notando mis ojos resecos, antes de seguir hablando-. Y no hace falta que des las gracias por nada. Tú siempre estás escuchando las quejas de todo el mundo e intentando resolver los problemas de los demás, así que… Tiene que haber alguien para escucharte a ti, ¿no?
-Supongo -Me sonríe de forma leve. No es una de sus sonrisas usuales, siempre perfecta, es una algo más cansada y menos brillante, pero a mí me parece que es mejor.
-Siempre pareces tan… perfecto, en todos los sentidos -No puedo controlar a mi lengua antes de que se ponga a hablar-. Hasta me siento mejor sabiendo que tienes un lado oscuro y también tienes problemas.
-No soy perfecto, para nada…
-Sé que comparándose conmigo cuesta creerlo, pero… -Se ríe ante mi broma. De nuevo, es una risa cansada. Admito que el comentario tampoco ha sido especialmente el culmen del humor… Espabila, Ezarel. Usa la luz solar o algo.
-Sea como sea -Toma una bocanada de aire y aprovecha para estirarse él también-. Esa es mi historia. No es bonita, como ya te avisé. Está llena de cosas horribles, como ya te avisé. Y tiene muchos más huecos en blanco de lo que posiblemente te guste… -Hace un gesto de vacilación- Sé que el principal objetivo de esta charla era hablar de daemons, pero…
-Hay muchas cosas que tú tampoco tienes claras -Temino por él. Me dirige una mirada de disculpa-. Bueno, creo que más o menos me he podido hacer una idea general de vuestra… Situación. Y aprecio las escasas lecciones de daemonología que has podido proporcionarme entremedias. Tengo un par de preguntas, sin embargo… ¿Podría hacerlas?
-Por supuesto -Asiente-. Quédate a gusto, es el momento.
-De acuerdo… Primero de todo, sé que en Lund’Mulhingar me dijiste que no, pero, ¿usas magia negra de algún tipo?
-Procuro no usarla -Frunce los labios-. Sabes que odio ese tipo de magia… Puede causar verdaderas catástrofes, y el efecto que tiene sobre sus usuarios también puede ser devastador, así que… No. Pero sí es cierto que me permito algunas licencias, como… -Aletea una única vez. Con el gesto, todas sus plumas se metalizan, cosa que me sorprende bastante. Al volver a aletear las alas vuelven a la normalidad- No sé si catalogarlo exactamente de magia negra, pero es mucho más práctico que llevar siempre tres kilos de cuchillos encima.
-Mientras lleves también tu coraje, todo bien -Coraje y cuchillos… Eso me recuerda, este tipo fue líder de Obsidiana… Por qué será que no le veo yo en el cargo. Ni en esa Guardia. Supongo que encajaría más en la… Eh… Este… Mira, no sé, vale, lo que sea, Obsidiana está bien-. Siguiente pregunta:
>>Infierno. Y Paraíso, ya que estamos. ¿Sabes algo de eso?
-Nada de nada -Chasquea la lengua-. Y no será porque no los he buscado. Sé que no aparecen en los mapas ni en los libros… Es como si no existieran. Es un poco absurdo, porque alguien en algún momento debería de haberse encontrado con esas dos islas, lo que me hace pensar que muy posiblemente es que estén escondidas de algún modo… Y no tengo ni idea de cómo descubrirlas o cómo llegar hasta ellas -Hace un gesto de disgusto. Parece que es algo que le carcome-. Intenté preguntarle a Lance en algún momento… Se negó en redondo a responder, lo que me hace pensar que posiblemente él supiera algo, pero nunca compartió la información conmigo, así que da un poco igual.
-Siempre pensé que su cabeza estaba medio vacía y la mitad ocupada repartida entre coraje, cuchillos y Miiko, pero va a resultar que había algo más ahí dentro -Lance… Evidentemente si Valkyon es un dragón, él también lo era… Y parece que sabía bastantes cosas que nunca le contó a nadie. Me resulta un poco sorprendente, viniendo de quién viene… Era del tipo de persona a la que no le podías hablar de las fiestas sorpresa porque si no las reventaba, así que que se guardase algo así…-. Y ya que estamos en el asunto… Sobre los dragones. Aparentemente es todo un milagro que tú te escapases de Infierno, y sin Roy no hubieras podido hacerlo, pero ellos… ¿Hay más dragones por Eldarya?
-Lo dudo -Hace una mueca-. Por lo que Roy y Lance dieron a entender, ser un desertor de la hermandad dracónida… Tiene un precio muy alto. Roy tuvo que usar los poderes de un djinn para poder quitárselos de encima, y… Deduzco que Lugh no fue capaz de hacerlo -Sí… Por cómo ha narrado la historia, tiene toda la pinta de que lo que le pasó a los padres de Lance y Valkyon no fue precisamente un accidente.
-Entre eso y los dos esqueletos de dragón que Valkyon dijo haber visto en Kemekemo, empiezo a pensar que ellos tampoco son tan afortunados. Los desertores, al menos, los otros… -No puedo evitar una mueca- Dan asco.
-Alguno bueno tiene que haber… Supongo… -Y ahí está con su bondad pedante. Que sí, que sí, que no juzguemos a la gente por su raza- Pero, sí, la mayoría dan asco. No te imaginas cuanto -Si dan la mitad de asco que los elfos de la prisión de Lund’Mulhingar, sí, me lo imagino.
-Supongo que del Sacrificio Azul no sabes nada -Niega con la cabeza.
-También he investigado sobre eso… Pero todos los libros que leo cuentan la misma historia. Los dragones se sacrificaron, los daemon no porque eran muy malos, Eldarya se creó inestable, los daemon desaparecieron misteriosamente del mapa vete a saber por qué…
-Asusta un poco pensar que eso está escrito en los libros de historia -Una historia basada en mentiras… Cabe preguntarse cuánto de todo lo que sabemos de este mundo es verdad, ahora que sé lo que sé-. ¿La Historia Prohibida no dice nada? -Venga, por una vez te daré coba, que sé que te gusta hablar de eso.
-Oh, es muy, muy difícil encontrar nada que se remonte a tiempos del Gran Exilio… Lo máximo que he encontrado es alguna mención de ello, muy por encima -Se lo piensa unos segundos-. Recuerdo haber leído algo… Algo sobre el Sacrificio siendo un “pago en sangre”... Esa es la mejor traducción que se me ocurre -Hace un gesto frustrado-. La Historia Prohibida no es un campo muy extenso, desafortunadamente.
-Pero si está prohibida, por algo tiene que ser -Razono-. La pregunta es quién la prohibió, por qué… Y por qué narices se conserva, si está prohibida -Se encoge de hombros ligeramente, tan confundido como yo-. Una última pregunta, que no tiene nada que ver con este tema.
-Dime.
-Shaïtan -Al pronunciar el nombre, a él le cambia la cara-. Mencionaste algo sobre él en Lund’Mulhingar, si mal no recuerdo… También sobre Naytili, y sobre El Titiritero. Sobre si usaban poderes sacados de…
-Cierto -La expresión de su cara cambia a una más seria-. No estoy seguro sobre El Titiritero, aunque ese ojo me mosquea un poco… Pero tengo claro que Naytili ha hecho algún tipo de contrato con daemons para domar a sus bestias. El cómo, no lo tengo muy claro, y qué ha debido dar a cambio, tampoco… Pero no creo que nada bueno pueda salir de ese contrato. Ahora, sobre Shaïtan… -Suelta aire- Shaïtan es un caso especial. Shaïtan es un… Eh… Un, este…
-¿Todo bi-
-Shaïtanesundaemon.
…
Debo estar demasiado cansado. Estoy oyendo cosas raras.
-¿Puedes repetir eso, por favor? -Pido, con mi mejor sonrisa.
-Un… daemon -Suspira-. Shaïtan es un daemon.
Me le quedo mirando fijamente unos instantes. No digo nada, sólo le miro. Parece que a él, incluso con toda su pluma de daemon y los cuernos y las manos humeantes y toda la pesca, eso es más que suficiente para intimidarle, porque empieza a ponerse nervioso.
-¡Ay, mira, no sé! -Aletea de forma nerviosa- A-a lo mejor no es un daemon, daemon, sino algún… Familiar daemónico o algo, o-o una especie de daemon menor, o… ¡No tengo ni idea! ¡Pero sé que es un daemon! -Sigo mirándole. Fijamente- ¡Me estás poniendo nervioso!
-Lo sé.
-¡Pues no lo hagas! -Me da un manotazo suave, haciéndome girar la cara- M-mira, logró pasar la barrera de Naytili, así que eso debería ser prueba suficiente, ¿no?
-La barrera -Vuelvo a girar el rostro hacia él, pero ahora le miro normal-. Como la que rompiste tú en Latteria…
Recuerdo aquella cosa. La recuerdo de dos de las situaciones más frustrantes de mi vida. La primera fue en el reclamo de Nevra, cuando Naytili les encerró a ambos allí y el resto sólo pudimos ver cómo le destrozaba física y psicológicamente, mientras él era incapaz de defenderse…
Y la segunda… Con Erika. Cuando la apuñaló, delante de mis mismas narices. Y yo no pude hacer nada, sólo… Sólo quedarme quieto, mirándola, pensando que iba a perderla…
Noto una sacudida de dolor en mi pecho de repente, y con gesto involuntario me llevo una mano ahí, como si eso fuera a aliviarme de alguna manera. Sé que no va a hacerlo. Me da igual, ya estoy acostumbrado a esos latigazos de emoción repentinos.
-... Sí -Posiblemente pensando en lo mismo que yo, Leiftan afirma-. Aquella cosa… No sé de qué estaba hecha, pero si Lance no fue capaz de romperla, y Shaïtan y yo sí… Me lleva a creer que tiene algo que ver con los daemon.
-Naytili… ¿usa magia de daemons?
-Prestada, posiblemente -Leiftan se acaricia la barbilla, pensativo-. Si es capaz de comunicarse con daemons y hacerles… Lo que sea que les hace para domesticarles… Entonces no es arriesgado pensar que también puede usar nuestra magia de alguna manera.
-Esa mujer está loca -No me pienso demasiado el comentario antes de decirlo-. ¿No le sirve con la magia negra, ahora también se pone a invocar daemons?
-La verdad es que ese hambre de poder me asusta un poco… Pero hay cosas que me asustan más.
-¿Por ejemplo?
-La corrupción -Hace una mueca-. ¿Cómo lo hace para corromper cristales exactamente? Y… ¿Por qué ella misma es inmune a esa corrupción?
-Ni el brujo más brujo puede transformar el pan en pan -Me mira como si mi frase le hubiera hecho reflexionar sobre alguna verdad del universo. ¿Sí? La saqué de una tira cómica-. Lo que está claro es que esa mujer tiene negocios muy turbios, sea por un lado o por otro. Si conseguimos echarle el guante, va a ser un interrogatorio muy interesante -Mi última palabra es interrumpida por un bostezo.
-Hmmm… -Hace un gesto pensativo- Tal vez deberíamos bajar de aquí e intentar dormir… Lo que nos quede.
-Para dormir media hora, prefiero directamente no hacerlo. Va a tocar inflarse a pociones de energía para aguantar el día…
-A lo mejor te pido que me prepares una a mí también -Sí, porque como Miiko nos pille a cualquiera de los dos medio dormitando en alguna de sus reuniones, seguro que nos acuchilla-. Antes de que bajemos, sin embargo, me gustaría, hum… Hacerte una pregunta.
-Adelante -No es como si me pudiera negar. A fin de cuentas, no creo que vaya yo a poder bajarme de aquí sin él.
Él parece pensárselo durante unos segundos, un poco en debate, antes de hablar.
-No… ¿No me tienes miedo, Ezarel?
¿Miedo? Reflexiono sobre la palabra. El concepto de “Leiftan” no me genera especial miedo, a decir verdad. ¿Debería? Con eso de ser una fuerza destructora daemoníaca o lo que sea…
Intento recordar el episodio con Naytili, que fue el único momento en el que pude verle más como daemon. Es cierto que en aquel entonces sí me asustó un poco, pero… Lo que hizo, lo hizo como respuesta a lo ocurrido con Erika. Si no hubiera sido por el shock, y si hubiera tenido la fuerza para hacerlo, posiblemente yo hubiera respondido igual.
-A lo mejor es porque verdaderamente no he tenido ocasión de ver tu poder en crudo… Pero no -Respondo tras la pequeña reflexión.
-Hmm… -Él se lo piensa- Realmente no has dicho nada sobre… Lo que hice en Prosperidad, o…
Prosperidad. Es cierto que esa parte de su historia me pilló un poco por sorpresa… Aún estaba intentando asimilar todo lo ocurrido con Roy así que no he sabido cómo reaccionar a aquello. Nunca he escuchado a nadie hablar con tanta seriedad como cuando él ha hablado de ese pueblo… Sin duda lo ocurrido allí debió marcarle.
No voy a mentir, es horrible. Y aunque aquella gente suena que eran un verdadero asco de personas, y muy agusto yo mismo les hubiera hecho pagar por su actitud y sus acciones con Roy, la respuesta de Leiftan no es ni mucho menos merecida.
Masacró… A aquella gente. Leiftan. El mismo Leiftan que caza las arañas con un vaso para echarlas fuera por no matarlas. El mismo al que le da pena sacrificar un crylasm de peluche para un ritual alquímico. Ese Leiftan.
Tal vez es que simplemente soy incapaz de ver toda esa oscuridad que existe en su interior, a lo mejor porque él la maquilla muy bien, o tal vez porque no me he puesto nunca a buscarla. Para ser sinceros, no quiero encontrármela. Prefiero que se quede guardadita donde está. En ese sentido… Sí que me da un poco de miedo. Si esa oscuridad sale a la luz y vuelve a hacer algo así… Puede hacerle daño a mucha gente. Enemigos, aliados… Y, sobre todo, a sí mismo.
-Evidentemente, lo que hiciste no está bien -Finalmente hablo-. Y no hay excusa para ello. No voy a decir que se lo merecieran, y no creo que se te deba perdonar por haber tenido un día duro -Él asiente-. Dicho eso, eres consciente de lo que hiciste… Y al menos no huyes de ello. Sé que si pudieras repararlo de algún modo, lo habrías hecho tiempo atrás. Daemon o no, no creo que seas ningún tipo de monstruo. Sólo tienes… Un lado oscuro, como todo el mundo. Que el tuyo es más oscuro que el de los demás es cierto, pero lo compensas siendo brillante por el otro lado -¿Acabo de decir eso? Acabo de decir eso-. Tal vez, en algún momento, pueda llegar a asustarme de ti y de esa oscuridad… Pero creo que el que más miedo puede llegar a tenerte… Eres tú mismo.
-Ah… -Mis palabras parecen hacerle reflexionar- Posiblemente tengas razón sobre eso. La verdad es que vivo… Con mucho miedo de cometer un desliz, un error, y… Perderlo todo de nuevo -Veo cómo entrelaza sus dedos y aprieta sus manos-. Me da miedo herir a alguien a quién aprecio como hice con Roy. Me da miedo perder el control y volver a repetir lo de Prosperidad. También me da miedo… Simplemente irme de la lengua, que mi secreto salga a la luz, y que todo el mundo me odie por ser lo que soy -Me abstengo de decir algo al estilo de “No te preocupes, Leift, tus amigos siempre estarán ahí para ti” porque, sinceramente, no sé si todo el mundo estaría dispuesto a aceptar la daemonicidad de Leiftan. Es algo demasiado grande-. A lo mejor… A lo mejor hasta tengo yo ahora mismo más miedo de ti de lo que tienes tú de mí -Me mira con una cara en la que veo la autoburla-. Acabo de darte mucho poder sobre mí contándote todo esto.
-Prometo usar mis poderes sólo para hacer el mal -Recito, con una sonrisa en la cara. Él pone los ojos en blanc-¿N-negro? Negro, supongo…-. Yo diría que estamos más o menos igualados. Tú también conoces mis más profundos secretos, a fin de cuentas.
Un mismo nombre pasa por nuestra cabeza a la vez, y puedo verlo en sus ojos. Erika.
Mi más horrible secreto que, no sé por qué, consiguió arrancarme en un ataque de sensibilidad durante nuestra última noche en Lund’Mulhingar. Llevo repitiéndome a mí mismo desde entonces que la única razón por la que dije aquello era porque quería que me dejara en paz para poder dormir, porque no se me ocurre otra explicación lógica sobre por qué iba a decir yo algo así en voz alta.
… Pero habíamos dicho que no íbamos a hablar de ella hoy, si mal no recuerdo.
-Hmmm… -Él finge pensárselo- No sé si eso compensa -Pero bueno.
-Te dejé cortarme el pelo -Le recuerdo. Él hace un gesto de sorpresa exagerada.
-¡Es cierto! Se me había olvidado… Has vuelto con la coleta azul de siempre, así que pensé que el Ezarel rubio de pelo corto había sido un figmento de mi imaginación -Ahí puede quedarse, bien a resguardo-. Lo que significa, ¿tuve acaso algún poder real con aquellas tijeras en la mano? ¿De qué sirvió cortarte el pelo, si lo has forzado a volver a crecer?
-Uuuughhh -Esa conversación empieza a darme mucho asco-. Si te portas bien y me pillas de buen humor, algún día tal vez te dé algo a cambio de esta información -Él hace un gesto de interés, alzando una ceja-. Aún me guardo un par de secretos debajo de la manga.
-¿Más todavía? -Finge sorpresa. Luego, en su cara aparece una sonrisa suave- No hace falta que me des nada “a cambio”. Estaba bromeando, Ezarel.
-Lo sé -Estás hablando con el bufón oficial de la Guardia… Sé distinguir una broma-. Pero ya te he dicho que es “si te portas bien”. Así evitaremos que hagas tonterías de daemon.
-Tonterías de daemon… -El concepto parece hacerle gracia- De acuerdo. Intentaré portarme bien, entonces -Su sonrisa disminuye un poco en brillo de repente-. Si en algún momento hago alguna… tontería de daemon…
-No lo permitiré -Le aseguro-. Ahora que sé lo que sé, es mi deber proteger Eel… Así que, estate tranquilo. No dejaré que hagas nada que no deberías hacer.
-Hm -Su sonrisa vuelve-. Supiste detenerme con Naytili, así que… No dudo que sepas hacerlo de nuevo, si se da la ocasión. Y si no… Te enseñaré a preparar fuego blanco -¿Fuego blanco? Sé hacerlo, pero además de para hacer bonito, no tengo muy claro para qué sirve- Es un fuego anti-daemon. Nos atrapa y nos impide movernos hasta que no se extingue.
-Aaah… Nunca había tenido con quién usarlo, así que ni idea.
-Bueno, esperemos que no te haga falta -Vuelve a estirarse, aunque ahora de forma menos perezosa-. Y bien… ¿deberíamos bajar ya de aquí? Empieza a haber más luz.
-Ya que estamos, podemos quedarnos a ver el amanecer -Comento, mirando al sol, al que ya le queda poco para deslumbrarnos en todo su esplendor-. No es un mal paisaje.
Noto la mirada de Leiftan puesta a mí desde su posición a mi lado. Intuyo la curva de una sonrisa en sus labios.
-No lo es.
En silencio, simplemente observamos el amanecer. Es… Bonito. Lo consideraría mi momento favorito del día, a pesar de que, realmente, muy pocos días llego a ver amanecer en realidad. Pero me gusta la sensación, la humedad fría que aún queda de la noche juntándose con la calidad de los primeros rayos del sol, el cielo coloreado en todo tipo de tonos y en ocasiones aún estrellado, la pereza de la mañana mezclada con la energía de un nuevo día… Es como el choque entre dos mundos.
El astro rey termina de hacer su camino apareciendo desde más allá del mar de Eel, y la luz me da casi de lleno en la cara, pero no me molesta. Al contrario, me refresca y me da energía, me hace sentirme menos cansado después de esta noche tan larga.
Me vuelvo hacia Leiftan, y me encuentro con que sus ojos siguen fijos en mí. No sé si es que simplemente los ha mantenido ahí todo el rato o si hemos tenido la casualidad de coincidir, pero no lo cuestiono.
Su sonrisa se estira un poco, suavizada por los bordes, en una mezcla perfecta de su sonrisa real de aengel y la sonrisa azucarada y llena de dulzura de siempre.
-Ezarel.
Pronuncia mi nombre con voz clara, en un tono casi… angelical.
-Te quiero.
Tengo que tomarme unos segundos para entender las palabras. Después, noto una maraña de emociones explotar en mi interior, y el resultado de ello es una serie de balbuceos y sonidos raros que se escapa de mí. Miro para otro lado para evitar verle la cara cuando se ríe a mi costa.
-Eres idiota -Le gruño. Él sigue riendo-. ¿Cuántas veces vas a tener que hacer eso para quedarte contento? -Recuerdo la última vez que hizo algo similar, cuando lo del luzzione de Miiko.
-Te has puesto rojo otra vez -Responde entre risas, y le cuesta un poco calmarse-. Simplemente me pone contento poder decir esas palabras, ¿sabes? Si fuera un daemon como los que describe la gente… No sería capaz -Porque no sienten amor o empatía…
-Bueno, pues me alegro por ti. No esperes que vaya a decirte lo mismo.
-Sé que en el fondo me quieres -No, NO, alergia emocional, ew, ew, ewwww-. Sigues estando rojo, Ezzy.
-Oh, ¡cállate! -Cansado de sus sandeces, y desde luego que con mi tono de piel habitual, le sacudo un manotazo para empujarle.
Con una nueva carcajada, se deja caer de la torre. No me importaría que se hiciera los veintipico metros de caída y se abriera la cabeza contra el suelo, pero la cosa no funciona así porque tiene alas. El problema de las alas es que, no había caído, tiene una puesta justo detrás de mí, y con el movimiento de la caída me tira a mí también.
Lanzo un grito cuando dejo de notar nada debajo de mí salvo metros y metros de caída, y por un momento me veo hecho tortilla, pero Leiftan me atrapa antes de que pueda siquiera empezar a caerme.
-Eso te servirá de lección la próxima vez que quieras empujar a alguien desde lo alto de una torre -Se burla, agarrándome como mejor puede, y yo también me agarro a él por puro reflejo-. Oh, cómo me abrazas. ¿La adrenalina de la situación ha hecho que te enamores perdidamente de mí?
-Ya quisieras -Le bufo-. Si lo que quieres es enamorarme perdidamente, invítame a cenar. O llévame a la cantina al menos, que ahora mismo necesito un café.
-Ah… Yo no le diría que no a uno de esos tampoco. Prepárate psicológicamente para el vuelo.
Me preparo. La experiencia es un poco mejor que la anterior, a lo mejor porque esta vez ya sabía qué esperarme, o tal vez porque no hace ninguna de sus acrobacias y simplemente nos aterriza en las afueras del CG. Es un poco raro volver a sentir la tierra bajo mis pies después de tantas horas subido a la torre, pero casi que lo agradezco. Si fuera un elfo naturalista, me entrarían ganas de entrar raíces.
-¿No vamos a la playa ahora? -Cuestiono.
-Deberíamos, porque aquí estamos algo visibles, pero… -Resopla- No me apetece subir la escalera de arenisca.
Entiendo. A mí tampoco.
Entre bostezos, refunfuños y crujidos de huesos mientras nos vamos estirando, hacemos el camino al interior de la Guardia. No hay prácticamente nadie en las calles, apenas los dueños de los comercios del refugio, que empiezan su rutina matinal. Ni siquiera Karuto está aún en pie, porque cuando llegamos a la cantina no hay rastro de él.
-No pasa nada -Viendo la cara de asco que pone Leiftan, soy yo el que va tras la barra-. Hacer café no puede ser tan complicado… Tiene que ser como la alquimia… Búscame los granos de café, yo busco el sifón y el mechero.
Hago un café de primera, salvo que en realidad sabe horriblemente amargo y con un regustillo a quemado bastante desagradable, así que los dos prácticamente lo escupimos al intentar beberlo, y yo me paso veinte minutos quejándome sobre lo mucho que odio el café en cualquier forma que no sea tiramisú antes de que Karuto nos agracie con su presencia y nos mire como si fuéramos dos bichos raros. No le culpo.
-¿Qué hacéis aquí tan temprano? -Cuestiona, mientras se ata su muy grasiento delantal a la cadera- ¿Y por qué parece que os hayáis pasado toda la noche en vela?
Tanto Leiftan como yo le damos una excusa distinta, nuestras voces mezclándose en una cacofonoía suficiente como para que deje de hacer preguntas, y unos minutos después tenemos un café ahora sí bien preparado y algo para acompañar.
-Sigue estando muy amargo -Me quejo yo.
-Así es como se supone que tiene que ser el café -Karuto me frunce el ceño-. Amargo. Si no te gusta, entonces no pidas café.
-No te preocupes, no volverá a repetirse -Le doy otro trago a la bebida-. Bleghgg…
En lo que nos cafeinizamos, la cantina empieza a llenarse de la gente más tempranera que viene a por su desayuno. Poquito a poco se va llenando hasta que, al cabo de un rato, aparece una cara familiar entre la gente que viene a sentarse a la mesa habitual.
-¿Leiftan? -Valkyon pone cara de sorpresa al verle. Luego me mira a mí también como extrañado- ¿Cómo es que estáis los dos…? ¿Por qué tenéis tan mala cara? ¿Ha pasado algo?
-Absolutamente nada -Respondo con la voz más tranquila que puedo, pegando un sorbo de mi segunda bebida… En esta ocasión, algo mucho más dulce que esa malvada sustancia negruzca.
-Pero tenéis cara de no haber dormido en toda la noche o algo…
-Imaginaciones tuyas -Ahora le responde Leiftan. El otro pone cara de extrañeza, pero no nos cuestiona y simplemente se va a la barra a hacer el pedido de su siempre absurdamente grande desayuno-. Creo que vamos a necesitar esa poción de energía, después de todo… Y algo para esconder las ojeras -Ahora que le miro, sí que tiene unas ojeras bastante marcadas… E igual tengo que estar yo.
-Parece que mis habilidades como maquillador van a ser necesarias de nuevo -Suspiro. En fin, por un día no pasa nada, supongo…
Es precisamente mis habilidades de maquillador lo que abren la siguiente conversación cuando, después de un rato, Nevra aparece en la cantina con una sonrisa bobalicona y arrastrando consigo un humano tontito.
-Hiiro dice que quiere que le pintes las uñas -Proclama, muy contento.
-Hiiro no ha dicho eso -Dice Hiiro.
-Ezarel dice que no -Ezarel dice.
-¡Oh, vamos! -Nevra lloriquea- Tú eres el de los doscientos pintauñas, algo tendrás que tener. Y tú no te hagas el tonto -Con un dedo le pincha en las costillas, y el otro tiene un espasmo con el contacto-. Ayer no dejabas de decir lo mucho que te gustaban mis uñas…
-Que me gusten no quiere decir que las quiera para mí -Refunfuña.
-Yo puedo pintárselas -Valkyon interviene-. No hice tan mal trabajo con Leiftan, ¿no?
-Estoy bastante satisfecho -El mencionado sonríe.
-Anda, Leift, ¿cómo tú por esta mesa? -Nevra le mira como si acabase de caer en que estaba aquí.
-Fuiste tú el que me invitó ayer a unirme a vuestros desayunos, ¿no? -Responde simplemente, encogiéndose de hombros.
-Bueno, sí -Pero por cómo lo dice, no esperaba verle aquí de verdad-. En fin, bienvenido a la mesa más chula de la cantina. Ahora, sobre ese pintauñas… -Me mira con mucha ilusión- No tienes que hacer ningún trabajo. Sólo déjanos un bote.
Todo el mundo, salvo Hiiro, que por la cara que pone no quiere estar aquí, me mira con mucho interés en mi respuesta. La verdad es que no me hace especial ilusión, pero parece que al humano menos, y eso es suficiente como para que quiera colaborar, aunque sólo sea para fastidiarle.
-Está bien -Accedo-. Pero yo elijo el tono.
-Me niego en redon-
-¡Bieeen! -Nevra tapa la boca de su novio para evitar comentarios indeseados- ¿Qué tienes en mente? Yo decía que algún azul a juego con sus ojos o algo así.
-Un tono rosa pétalos de cerezo que es cuquísimo -Enseño mi mejor sonrisa al decir esas palabras. Hiiro hace un sonido exasperado detrás de la mano de Nevra-. Oh, no pongas esa cara. Te va a encantar.
Vuelve a intentar quejarse, pero su novio le silencia muy efectivamente. Para algo es un Sombra. Incluso Valkyon parece metido en la trama, viendo cómo las comisuras de sus labios se estiran levemente hacia arriba en una sonrisa pícara que no suele verse en él. Me espero que vaya a ser Leiftan el que me corte el rollo echándome la bronca o diciéndome que deje al chico en paz, pero cuando me giro hacia él veo que también está sonriendo, divertido ante la situación.
No suele participar en este tipo de cosas. No suele juntarse con nosotros en los desayunos, ni con nadie, quitando a Miiko o a Erika ocasionalmente, y en contadas veces se le ha visto siendo parte de este tipo de tonterías. Desde Lance, al menos.
Así que no puedo evitar que mi propia sonrisa se estire un poco.
¡La historia continúa AQUÍ!
Última modificación realizada por Prirenna (El 27-07-2021 à 22h29)