ONE-SHOT: ¿Qué pasaría si Hyun dejase de ser el manager de CrownStrom y que tiene que ver Nathaniel con la ecuación?
¿Qué pasaría si Hyun dejara de ser el manager de Crowntorm y qué tiene que ver Nath en la ecuación?
Así… ¡Heme aquí!
La multitud rugía ansiando escuchar a la banda del momento Crowstorm, habían logrado hacerse camino mundialmente y Castiel no podría estar más orgulloso de su equipo, ¡lograron una gira mundial! Nunca, ni en sus más locos sueños se atrevió a volar tan lejos y ahora, aquí estaba listo para abrir su primer concierto en Londres, de verdad que la vida daba mil vueltas.
Por supuesto, no era solo su crédito y el nunca escatimaba en demostrar –aun si no era el mejor con las palabras— a su equipo, lo agradecido que estaba con su fidelidad y apoyo genuino, Hyun hizo un excelente trabajo en los últimos meses que trabajó con la banda, hasta que Su decidió que el Café solo era un capricho que no valía la pena su salud mental y contrajo nupcias con el chico coreano. Todos estaban tristes porque su amiga se iría a otro continente, pero la tristeza era cosa irrelevante cuando veían como desbordaba felicidad cada vez que hablaba sobre su boda próxima.
Se preguntaran entonces quien supliría el lugar de Hyun en la banda. La verdad pasaron al menos cuatro personas antes de que Gabin dijera tímidamente que era mejor pausar las entrevistas y pruebas. Castiel a su pesar, le debía dar la razón. La tarde del día de la boda de Sucrette y Hyun, el peliteñido estaba al borde del colapso, alguien había hackeado sus redes sociales y estaba compartiendo todo tipos de tonterías que no solo estaban alterando a sus fans, si no, haciendo que su cabello se pudiera verde de ira. Entonces, con el traje medio puesto, la ropa arrugada y el cabello mojado, irrumpió en el departamento de Nathaniel.
Luego de un cuarto de hora de comentarios sarcásticos e “inofensivo” ataque verbal ambos llegaron a la comisaría, donde Nath dejó el asunto en manos de un colega y estaban solo esperando a que acabara de investigar el asunto. Burlas aparte, de inmediato había aceptado ayudarlo.
—Gracias –murmuró el cantante —. No sé si lo habrás notado, pero soy un asco con todo esto de las redes sociales.
El rubio, tan arreglado como el músico –es decir, con el pantalón, ahora arrugado probablemente, camisa de vestir y saco abandonado en alguna parte— se encogió de hombros restándole importancia, no era cosa del otro mundo.
—Está bien, hombre. Debe ser difícil ahora que Hyun se va.
El pelirrojo gimió para sus adentros, si tan solo supiera.
—Le hemos hecho pruebas a cinco personas esta semana y todos son unos zoquetes. ¡Y ahora esto!
El rubio de dio una mirada compresiva.
—No es que dude de tu palabra –comenzó a decir. –Pero, ¿qué es lo que han hecho para molestarte?
Y así, se enfrascaron en una conversación de dos horas, sentados en un banquito de la oficina. Nathaniel sabía que Castiel tenía problemas para confiar en la gente y no importaba que tan bueno fuese el nuevo manager, siempre iba a ser mejor Hyun, él era su amigo y lo conocía. Su banda era sagrada, no expondría su banda a cualquier persona. De alguna manera todo eso le enternecía mucho, debajo de esa fachada de chico rudo, era realmente muy sensible, no era difícil querer ayudar a Castiel, al final, solo era un chico lindo con miedo a abrirse a la gente después de todo y si lo mirabas bien no eran tan diferentes él y Nathaniel.
El rubio empezó a toser ahogado con su propia saliva al percatarse de que estaba pensando de nuevo en Castiel como alguien lindo. No era la primera vez, digamos que lo pensó un par de veces antes de que cierta persona llegara a la vida de Castiel en el instituto, pero con el tiempo esos pensamientos solo sucumbieron. Bueno, quizás no del todo.
—Hombre, ¿estás bien ahí?
— Oh sí –tosió un par veces para aclarar su garganta—. Quiero decirte algo y más vale que no te lo tomes a mal.
El pelirrojo le dio una mirada dudosa, pero asintió.
—Creo que, aunque tuviste razón en algunas cosas que hicieron los postulantes, el problema no son solo ellos.
—Si vas a decir que soy yo, déjame decirte qu—
— ¡No empieces! ¡Déjame terminar!
—Bueno…
—Mira, eres muy protector con las cosas que son importantes para ti, su música, tu banda, tu perro, incluso Su y sé que no es fácil abrirte con otras personas. Pero hombre, es necesario que alguien haga ese trabajo y t—
No le gustaba por donde iba la conversación, los sentimientos estaban bien cuando iban en canciones, no en conversaciones con ex compañeros, menos si era el rubio.
— ¿Cuál es el punto?
Se vieron interrumpidos cuando el teléfono celular y computadora portátil de Castiel fueron devueltos. Cuando lo notaron, el tiempo ya había corrido y faltaba menos de una hora para la ceremonia. Casi como en un acuerdo tácito, Castiel se fue junto a Nathaniel en su auto, cada uno en sus asuntos se concentró en terminar de cambiarse.
— ¿Necesitas ayuda con eso?
— Sí, me gustaría que lo hicieras.
El rubio se acercó quitando la cortaba de las manos del músico.
—Quiero que seas nuestro manager provisional.
Los ojos dorados se encontraron con la plata.
— ¿Qué?
—Nath, no hay nadie en quien confíe tanto aquí. Mírame, fuiste la primera persona en la que pensé cuando sucedió esto.
Su boca se sintió repentinamente seca. Dios, así era Castiel siempre, yéndose a los limites o muy frío o de repente en llamas. Ni siquiera sabía que responder a eso.
—Sabes que no es cierto, si Su no se estuviera casando tú—
—Sucrette que va a ir, Nathaniel.
Era una verdad que ninguno quería aceptar, estaban tan acostumbrados al apoyo incondicional y el genuino cariño de la joven mujer que era inevitable sentirse un poco a la deriva.
Y, como si le hubiesen herido las palabras de Castiel, no pudo retener las palabras que salieron de su boca: —Estás enamorado de ella.
De inmediato se arrepintió de decirlo. No era quien para juzgarlo, no estaban siendo rudos el uno con el otro y sin embargo lo dijo, se preparó para la respuesta mordaz o con suerte y golpe que tal vez se merecería, pero que no significaba que no tendría respuesta de su parte. En cambio se encontró con una fría mirada, casi indiferente.
El pelirrojo puso una mano en su hombro, la cercanía se sentía antinatural, por la conversación no terminaba de anudar la corbata del otro hombro y esa mano sobre él, solo hacía todo más íntimo.
—Lo estaba. Pero tú si lo estás.
Vaya, no esperaba eso.
—Te equivocas –se apresuró a aclarar con mesura—. Sí, la amo, pero ya no así. Mis sentimientos románticos por ella se quedaron en la universidad.
—Los míos en el instituto.
—Bien.
— ¡Bueno!
Cada quien volvió a la suyo y el hechizo se rompió. Seguramente era lo mejor, ambos podrían contar con una mano las contadas ocasiones en las que los dos se habían quedado en una habitación solo, casi nunca pasaba y por alguna razón parecía producirse energía cuando eso sucedía, pero eso no significaba que fuese precisamente algo bueno o malo, solo eran así.
Llegaron a la fiesta, la ceremonia fue hermosa, la tía exótica de Sucrette llegó con un traje digno de la hada madrina de cenicienta y música cortesía de Crowstorm fue alabada por todos. Muchas horas después se encontró con un Castiel de mejillas sonrosadas y sonrisa floja, aunque él no estaba muy diferente, procuraba beber menos. Ambos se apoyaron juntos en una pared que daba vista justa a la pista de baile.
— ¿Ya pensaste mi propuesta?
—Castiel, soy un policía.
—No para mí.
— ¿Qué se supone que significa eso?
—Tal vez no quiero que hagas el trabajo –murmuró observando al rubio de reojo.
De nuevo la boca del rubio se secó y sintió fuego ardiendo dentro de sí.
— ¿Qué quieres de mí entonces? –respondió igualmente. De repente la conversación estaba cargada de intimidad.
Sintió entonces un par de manos callosas –igual que las suyas, solo que por diferentes oficios— tomando una de sus manos. La mirada que le dirigió el músico hizo que su corazón brincara, lucía los ojos brillantes y quizás una pizca triste y dos anhelantes. –Tal vez –tragó grueso —. Tal vez solo quiero a alguien en quien confío, cerca de mí.
Se giró totalmente al escuchar esas palabras y como hace un par de horas, colocó su mano sobre el hombro vestido de negro.
— ¿Me quieres porque confías en mí?
—No Nathaniel, confío en ti porque te quiero.
Y bueno, desde ahí el resto es historia. ¿Qué crees que pasó?